LA GRAN REBELIÓN

(Mensaje de Navidad 1976)

PRIMERA EDICIÓN - COLOMBIA, 1975

Índice

Capítulo 1.- La Vida

Capítulo 2.- La Cruda Realidad de los Hechos

Capítulo 3.- La Felicidad

Capítulo 4.- La Libertad

Capítulo 5.- La Ley del Péndulo

Capítulo 6.- Concepto y Realidad

Capítulo 7.- La Dialéctica de La Conciencia

Capítulo 8.- La Jerga Cientifista

Capítulo 9.- El Anticristo

Capítulo 10.- El Yo Psicológico

Capítulo 11.- Las Tinieblas

Capítulo 12.- Las Tres Mentes

Capítulo 13.- Memoria-Trabajo

Capítulo 14.- Comprensión Creadora

Capítulo 15.- La Kundalini

Capítulo 16.- Normas Intelectuales

Capítulo 17.- El Cuchillo de la Conciencia

Capítulo 18.- El País Psicológico

Capítulo 19.- Las Drogas

Capítulo 20.- Inquietudes

Capítulo 21.- Meditación

Capítulo 22.- Retorno y Recurrencia

Capítulo 23.- El Cristo Íntimo

Capítulo 24.- Trabajo Crístico

Capítulo 25.- El Difícil Camino

Capítulo 26.- Los Tres Traidores

Capítulo 27.- Los Yoes Causas

Capítulo 28.- El Superhombre

Capítulo 29.- El Santo Grial





Capítulo 1.- La Vida

Aunque parezca increíble, es muy cierto y de toda verdad que esta tan cacareada civilización moderna es espantosamente fea, no reúne las características trascendentales del sentido estético, está desprovista de belleza interior.

Es mucho lo que presumimos con esos horripilantes edificios de siempre, que parecen verdaderas ratoneras.

El mundo se ha vuelto tremendamente aburridor, las mismas calles de siempre y las viviendas horripilantes por doquier.

Todo esto se ha tornado cansón, en el Norte y en el Sur, en el Este y en el Oeste del Mundo.

Es el mismo uniforme de siempre: horripilante, nauseabundo, estéril. ¡Modernismo!, exclaman las multitudes.

Parecemos verdaderos pavos vanidosos con el traje que cargamos y con los zapatos muy brillantes, aunque por aquí, por allá y acullá circulen millones de infelices hambrientos, desnutridos, miserables.

La sencillez y belleza natural, espontánea, ingenua, desprovista de artificios y pinturas vanidosas, ha desaparecido en el sexo femenino. Ahora somos modernos, así es la vida.

Las gentes se han vuelto espantosamente crueles, la caridad se ha resfriado, ya nadie se apiada de nadie.

Las vitrinas o aparadores de los lujosos almacenes resplandecen con lujosas mercaderías que definitivamente están fuera del alcance de los infelices.

Lo único que pueden hacer los parias de la vida es contemplar sedas y joyas, perfumes de lujosos frascos y paraguas para los aguaceros; ver sin poder tocar, suplicio semejante al del Tántalo.

Las gentes de estos tiempos modernos se han tornado demasiado groseras, el perfume de la amistad y la fragancia de la sinceridad han desaparecido radicalmente.

Gimen las muchedumbres sobrecargadas de impuestos. Todo el mundo está en problemas: nos deben y debemos, nos enjuician y no tenemos con qué pagar, las preocupaciones despedazan cerebros, nadie vive tranquilo.

Los burócratas, con la curva de la felicidad en sus vientres y un buen cigarro en la boca en el que psicológicamente se apoyan, juegan malabares políticos con la mente sin importarles un comino el dolor de los pueblos.

Nadie es feliz por estos tiempos y menos la clase media; ésta se encuentra entre la espada y la pared.

Ricos y pobres, creyentes y descreídos, comerciantes y mendigos, zapateros y hojalateros viven porque tienen que vivir. Ahogan en vino sus torturas y hasta se convierten en drogadictos para escapar de sí mismos.

Las gentes se tornaron maliciosas, recelosas, desconfiadas, astutas, perversas. Ya nadie cree en nadie. Se inventan diariamente nuevas condiciones, certificados, cortapisas de todo género, documentos, credenciales, etc., y de todas maneras nada de eso sirve ya. Los astutos se burlan de todas estas tonterías: no pagan, esquivan la ley, aunque les toque ir con sus huesos a la cárcel.

Ningún empleo da felicidad. El sentido del verdadero amor se ha perdido y las gentes se casan hoy y se divorcian mañana.

La unidad de los hogares se ha perdido lamentablemente, la vergüenza orgánica ya no existe, el lesbianismo y el homosexualismo se han vuelto más comunes que lavarse las manos.

Saber algo sobre todo esto, tratar de conocer la causa de tanta podredumbre, inquirir, buscar es ciertamente lo que nos proponemos en este libro.

Estoy hablando en el lenguaje de la vida práctica, deseoso de saber qué es lo que se esconde tras esa máscara horripilante de la existencia.

Estoy pensando en voz alta y que digan los bribones del intelecto lo que les venga en gana.

Las teorías ya se volvieron cansonas y hasta se venden y revenden en el mercado. Entonces ¿qué?.

Las teorías sólo sirven para ocasionarnos preocupaciones y amargarnos más la vida.

Con justa razón dijo Goethe: "Toda teoría es gris y sólo es verde el árbol de dorados frutos que es la vida".

Ya las pobres gentes se cansaron con tantas teorías. Ahora se habla mucho sobre practicismo. Necesitamos ser prácticos y conocer realmente las causas de nuestros sufrimientos.




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Capítulo 2.- La Cruda Realidad de los Hechos

Pronto millones de habitantes de África, Asia y América Latina pueden morir de hambre.

El gas que arrojan los "sprays" puede acabar radicalmente con el ozono de la atmósfera terrestre.

Algunos sabios pronostican que para el año 2000 se agotará el subsuelo de nuestro globo terráqueo.

Las especies marítimas están muriendo debido a la contaminación de los mares, esto ya está demostrado.

Incuestionablemente, al paso que vamos, para finales de este siglo todos los habitantes de las grandes ciudades deberán usar máscaras de oxígeno para defenderse del humo.

De continuar la contaminación en su forma alarmante actual, antes de poco tiempo ya no será posible comer peces; estos últimos, viviendo en agua así, totalmente contaminada serán peligrosos para la salud.

Antes del año 2000 será casi imposible encontrar una playa donde uno pueda bañarse con agua pura.

Debido al desmedido consumo y explotación del suelo y del subsuelo, pronto las tierras ya no podrán producir los elementos agrícolas necesarios para la alimentación de las gentes.

El "animal intelectual", equivocadamente llamado hombre, al contaminar los mares con tanta inmundicia, envenenar el aire con el humo de los carros y de sus fábricas y destruir la Tierra con sus explosiones atómicas subterráneas y abuso de elementos perjudiciales para la corteza terrestre, es claro que ha sometido al planeta Tierra a una larga y espantosa agonía, que indubitablemente habrá de concluir con una gran catástrofe.

Difícilmente el mundo podrá cruzar el umbral del año 2000, ya que el "animal intelectual" está destruyendo el ambiente natural a mil por hora.

El "mamífero racional", equivocadamente llamado hombre, está empeñado en destruir la Tierra; quiere hacerla inhabitable y es obvio que lo está logrando.

En cuanto a los mares se refiere, es ostensible que éstos han sido convertidos por todas las naciones en una especie de gran basurero.

El setenta por ciento de toda la basura del mundo está yendo a cada uno de los mares.

Enormes cantidades de petróleo, insecticidas de toda clase, múltiples substancias químicas, gases venenosos, gases neurotóxicos, detergentes, etc., están aniquilando todas las especies vivientes del Océano.

Las aves marítimas y el plancton, tan indispensable para la vida, están siendo destruidos.

Incuestionablemente, la aniquilación del plancton marino es de una gravedad incalculable, porque este microorganismo produce el setenta por ciento del oxígeno terrestre.

Mediante la investigación científica se ha podido verificar que ya ciertas partes del Atlántico y del Pacífico se encuentran contaminadas con residuos radioactivos, producto de las explosiones atómicas.

En distintas metrópolis del mundo y especialmente en Europa, el agua dulce se bebe, se elimina, se depura y luego se bebe nuevamente.

En las grandes ciudades "supercivilizadas", el agua que se sirve a las mesas pasa por los organismos humanos muchas veces.

En la ciudad de Cúcuta (frontera con Venezuela, República de Colombia, Sur América), los habitantes se ven obligados a beber las aguas negras e inmundas del río que carga con todas las porquerías que vienen de Pamplona.

Quiero referirme en forma enfática al río Pamplonita, que tan nefasto ha sido para la "Perla del Norte" (Cúcuta).

Afortunadamente existe ahora otro acueducto más que abastece a la ciudad, sin que por ello se deje de beber las aguas negras del río Pamplonita.

Enormes filtros, gigantescas máquinas, substancias químicas, tratan de purificar las aguas negras de las grandes ciudades de Europa, mas las epidemias continúan propagándose con esas aguas negras inmundas, que tantas veces han pasado por los organismos humanos.

Los famosos bacteriólogos han encontrado en el agua potable de las grandes capitales, toda clase de virus, colibacilos, patógenos, bacterias de tuberculosis, tifo, viruela, larvas, etc.

Aunque parezca increíble, dentro de las mismas plantas de agua potabilizadoras de países europeos se han hallado virus de la vacuna de la poliomielitis.

Además, el desperdicio de agua es espantoso. Científicos modernos afirman que para el año 1990 el humanoide racional morirá de sed.

Lo peor de todo esto es que las reservas subterráneas de agua dulce se encuentran en peligro debido a los abusos del animal intelectual.

La explotación sin misericordia de los pozos de petróleo continúa siendo fatal. El petróleo que se extrae del interior de la tierra atraviesa las aguas subterráneas y las contamina.

Como secuencia de esto, el petróleo ha hecho impotables las aguas subterráneas de la tierra durante más de un siglo.

Obviamente, como resultado de todo esto mueren los vegetales y hasta multitud de personas.

Hablemos ahora un poco sobre el aire que tan indispensable es para la vida de las criaturas.

Con cada aspiración e inhalación los pulmones toman medio litro de aire, o sea, unos doce metros cúbicos al día. Multiplíquese dicha cantidad por los cuatro mil quinientos millones de habitantes que posee la Tierra y entonces tendremos la cantidad exacta de oxígeno que diariamente consume la humanidad entera, sin contar con el que consumen todas las otras criaturas animales que pueblan la faz de la Tierra.

La totalidad del oxígeno que inhalamos se encuentra en la atmósfera, y se debe al plancton, que ahora estamos destruyendo con la contaminación, y también a la actividad fotosintética de los vegetales. Desgraciadamente las reservas de oxígeno ya se están agotando.

El mamífero racional, equivocadamente llamado hombre, mediante sus innumerables industrias está disminuyendo en forma continua la cantidad de radiación solar, tan necesaria e indispensable para la fotosíntesis, y es por esto que la cantidad de oxígeno que producen actualmente las plantas es ahora muchísimo menos que en el siglo pasado.

Lo más grave de toda esta tragedia mundial es que el animal intelectual continúa contaminando los mares, destruyendo el plancton y acabando con la vegetación.

El animal racional prosigue destruyendo lamentablemente sus fuentes de oxígeno.

El "smog", que el humanoide racional está expulsando constantemente al aire, además de matar, pone en peligro la vida del planeta Tierra.

El smog, no sólo está aniquilando las reservas de oxígeno, sino además está matando a las gentes.

El smog origina extrañas y peligrosas enfermedades imposibles de curar, esto está ya demostrado.

El smog impide la entrada de la luz solar y de los rayos ultravioleta, originando por ello graves desórdenes en la atmósfera.

Viene una era de alteraciones climáticas, glaciaciones, avance de los hielos polares hacia el ecuador, ciclones espantosos, terremotos, etc.

Debido, no al uso sino al abuso de la energía eléctrica, en el año 2000 habrá más calor en algunas regiones del planeta Tierra, y esto coadyuvará en el proceso de la revolución de los ejes de la Tierra.

Ya pronto los polos quedarán constituidos en el ecuador de la Tierra y este último se convertirá en polos.

Deshielos de los polos han comenzado y un nuevo diluvio universal, precedido por el fuego, se avecina.

En próximos decenios se multiplicará el dióxido de carbono; entonces este elemento químico formará una gruesa capa en la atmósfera de la Tierra.

Tal filtro o capa absorberá lamentablemente la radiación térmica y actuará como un invernadero de fatalidades.

El clima de la Tierra se hará más caliente en muchos lugares y el calor hará fundir el hielo de los polos, subiendo por tal motivo el nivel de los océanos escandalosamente.

La situación es gravísima. El suelo fértil está desapareciendo y diariamente nacen doscientas mil personas que necesitan alimento.

La catástrofe mundial de hambre que se avecina será ciertamente pavorosa; esto está ya a las puertas.

Actualmente están muriendo cuarenta millones de personas anualmente por hambre, por falta de comida.

La criminal industrialización de los bosques y la explotación despiadada de minas y petróleo están dejando a la Tierra convertida en un desierto.

Si bien es cierto que la energía nuclear es mortal para la humanidad, no es menos cierto que actualmente existen también "rayos de muerte", "bombas microbianas" y muchos otros elementos terriblemente destructivos, malignos, inventados por los científicos.

Incuestionablemente, para conseguir la energía nuclear, se requiere de grandes cantidades de calor difíciles de controlar, y que en cualquier momento pueden originar una catástrofe.

Para lograr la energía nuclear, se requiere de enormes cantidades de minerales radioactivos, de los cuales sólo se aprovecha un treinta por ciento. Esto hace que el subsuelo terráqueo se agote rápidamente.

Los desperdicios atómicos que quedan en el subsuelo resultan espantosamente peligrosos. No existe lugar seguro para los desperdicios atómicos.

Si el gas de un basurero atómico llegara a escapar, aunque sólo fuese una mínima porción, morirían millones de personas.

La contaminación de alimentos y aguas trae alteraciones genéticas y monstruos humanos, criaturas que nacen deformadas y monstruosas.

Antes del año 1999 habrá un grave accidente nuclear que causará verdadero espanto.

Ciertamente la humanidad no sabe vivir, se ha degenerado espantosamente y francamente se ha precipitado al abismo.

Lo más grave de toda esta cuestión es que los factores de tal desolación (cuales son: hambres, guerras, destrucción del planeta en que vivimos, etc.), están dentro de nosotros mismos, los cargamos en nuestro interior, en nuestra psiquis.




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Capítulo 3.- La Felicidad

La gente trabaja diariamente, lucha por sobrevivir, quiere existir de alguna manera, mas no es feliz.

Eso de la felicidad está en chino -como se dice por ahí-. Lo más grave es que la gente lo sabe, pero en medio de tantas amarguras, parece que no pierden las esperanzas de lograr la dicha algún día, sin saber cómo ni de qué manera.

¡Pobres gentes! ¡Cuánto sufren! Y, sin embargo, quieren vivir, temen perder la vida.

Si las gentes entendieran algo sobre psicología revolucionaria, posiblemente hasta pensarían distinto; mas en verdad nada saben, quieren sobrevivir en medio de su desgracia y eso es todo.

Existen momentos placenteros y muy agradables, pero eso no es felicidad. Las gentes confunden el placer con la felicidad.

"Pachanga", "Parranda", borrachera, orgía... es placer bestial, mas no es felicidad. Sin embargo, hay fiestecitas sanas, sin borracheras, sin bestialidades, sin alcohol, etc., pero eso tampoco es felicidad.

¿Eres persona amable? ¿Cómo te sientes cuando danzas? ¿Estás enamorado? ¿Amas de verdad? ¿Qué tal te sientes danzando con el ser que adoras? Permitid que me vuelva un poco cruel en estos momentos al deciros que esto tampoco es felicidad.

Si ya estáis viejo, si no te atraen estos placeres, si te saben a cucaracha... dispensadme si te digo que serías diferente si estuvieseis joven y lleno de ilusiones.

De todas maneras, dígase lo que se diga, bailes o no bailes, enamores o no enamores, tengas o no eso que se llama dinero, tú no eres feliz, aunque pienses lo contrario.

Uno se pasa la vida buscando la felicidad por todas partes y muere sin haberla encontrado.

En la América Latina son muchos los que tienen esperanzas en sacarse algún día el premio gordo de la lotería, creen que así van a lograr la felicidad. Algunos hasta de verdad se lo sacan, mas no por ello logran la tan ansiada felicidad.

Cuando uno está muchacho, sueña con la mujer ideal, alguna princesa de las "Mil y Una Noches", algo extraordinario. Viene después la cruda realidad de los hechos: mujer, muchachitos pequeños que mantener, difíciles problemas económicos, etc.

No hay duda de que a medida que los hijos crecen, los problemas también crecen y hasta se tornan imposibles.

Conforme el niño o la niña van creciendo, los zapatitos van siendo cada vez más grandes y el precio mayor, eso es claro.

Conforme las criaturas crecen, la ropa va costando cada vez más y más cara. Habiendo dinero no hay problema en esto, mas, si no lo hay, la cosa es grave y se sufre horriblemente.

Todo esto sería más o menos llevadero, si se tuviese una mujer buena; mas cuando el pobre hombre es traicionado, cuando "le ponen los cuernos", ¿de qué le sirve entonces luchar por ahí para conseguir dinero?

Desgraciadamente existen casos extraordinarios, mujeres maravillosas, compañeras de verdad tanto en la opulencia como en la desgracia, mas para colmo de los colmos, entonces el hombre no la sabe apreciar y hasta la abandona por otras mujeres que le van a amargar la vida.

Muchas son las doncellas que sueñan con un "príncipe azul", desafortunadamente de verdad, las cosas resultan muy diferentes y en el terreno de los hechos se casa la pobre mujer con un verdugo.

La mayor ilusión de una mujer es llegar a tener un hermoso hogar y ser madre (¡santa predestinación!). Empero, aunque el hombre le resulte muy bueno -cosa por cierto muy difícil-, al fin todo pasa: los hijos y las hijas se casan, se van o le pagan mal a sus padres y el hogar concluye definitivamente.

Total, en este mundo cruel en que vivimos, no existe gente feliz. Todos los pobres seres humanos son infelices.

En la vida hemos conocido muchos burros cargados de dinero, llenos de problemas, pleitos de toda especie, sobrecargados de impuestos, etc. No son felices.

¿De qué sirve ser rico si no se tiene buena salud?. ¡Pobres ricos!, a veces son más desgraciados que cualquier mendigo.

Todo pasa en esta vida: pasan las cosas, las personas, las ideas, etc. Los que tienen dinero pasan y los que no lo tienen también pasan y nadie conoce la auténtica felicidad.

Muchos quieren escapar de sí mismos por medio de las drogas o el alcohol; mas en verdad no sólo no consiguen tal escape, sino lo que es peor, quedan atrapados entre el infierno del vicio.

Los amigos del alcohol o de la marihuana o del "L.S.D.", etc., desaparecen como por encanto cuando el vicioso resuelve cambiar de vida.

Huyendo del "mí mismo", del "yo mismo", no se logra la felicidad. Interesante sería "agarrar al toro por los cuernos", observar al "yo", estudiarlo con el propósito de descubrir las causas del dolor.

Cuando uno descubre las causas verdaderas de tantas miserias y amarguras, es obvio que algo puede hacer.

Si se logra acabar con el "mí mismo", con "mis borracheras", con "mis vicios", con "mis afectos", que tanto dolor me causan en el corazón, con mis preocupaciones que me destrozan los sesos y me enferman, etc., etc., es claro que entonces adviene eso que no es del tiempo, eso que está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, eso que realmente es desconocido para el entendimiento y que se llama ¡FELICIDAD!.

Incuestionablemente, mientras la conciencia continúe embotellada, embutida entre el "mí mismo", entre el "yo mismo", de ninguna manera podrá conocer la legítima felicidad.

La felicidad tiene un sabor que el "yo mismo", el "mí mismo", nunca jamás ha conocido.




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Capítulo 4.- La Libertad

El sentido de la libertad es algo que aún no ha sido entendido por la humanidad.

Sobre el concepto libertad, planteado siempre en forma más o menos equivocada, se han cometido gravísimos errores.

Ciertamente se pelea por una palabra, se sacan deducciones absurdas, se cometen atropellos de toda especie y se derrama sangre en los campos de batalla.

La palabra libertad es fascinante, a todo el mundo le gusta; sin embargo, no se tiene verdadera comprensión sobre la misma, existe confusión en relación con esta palabra.

No es posible encontrar una docena de personas que definan la palabra libertad en la misma forma y del mismo modo.

El término libertad en modo alguno sería comprensible para el racionalismo subjetivo.

Cada cual tiene sobre este término ideas diferentes, opiniones subjetivas de las gentes desprovistas de toda realidad objetiva.

Al plantearse la cuestión libertad, existe incoherencia, vaguedad, incongruencia en cada mente.

Estoy seguro que ni siquiera don Emmanuel Kant, el autor de la Crítica de la Razón Pura y de la Crítica de la Razón Práctica, jamás analizó esta palabra para darle el sentido exacto.

Libertad, hermosa palabra, bello término. ¡Cuántos crímenes se han cometido en su nombre!

Incuestionablemente, el término libertad ha hipnotizado a las muchedumbres. Las montañas y los valles, los ríos y los mares se han teñido con sangre al conjuro de esta mágica palabra.

Cuántas banderas, cuánta sangre y cuántos héroes han sucedido en el curso de la historia, cada vez que sobre el tapete de la vida se ha puesto la cuestión libertad.

Desafortunadamente, después de toda independencia a tan alto precio lograda, continúa dentro de cada persona la esclavitud.

¿Quién es libre? ¿Quién ha logrado la famosa libertad? ¿Cuántos se han emancipado? ¡ay, ay, ay!.

El adolescente anhela libertad. Parece increíble que muchas veces, teniendo pan, abrigo, y refugio se quiera huir de la casa paterna en busca de libertad.

Resulta incongruente que el jovencito que tiene todo en casa, quiera evadirse, huir, alejarse de su morada, fascinado por el término libertad. Es extraño que gozando de toda clase de comodidades en hogar dichoso, se quiera perder lo que se tiene para viajar por esas tierras del mundo y sumergirse en el dolor.

Que el desventurado, el paria de la vida, el mendigo anhele de verdad alejarse de la casucha, de la choza con el propósito de obtener algún cambio mejor, resulta correcto; pero que el niño bien, el nene de mamá busque escapatoria, huida resulta incongruente y hasta absurdo; empero esto es así. La palabra libertad fascina, hechiza, aunque nadie sepa definirla en forma precisa.

Que la doncella quiera libertad, que anhele cambiar de casa, que desee casarse para escapar del hogar paterno y vivir una vida mejor, resulta en parte lógico, porque ella tiene derecho a ser madre. Sin embargo, ya en vida de esposa, encuentra que no es libre y con resignación ha de seguir cargando las cadenas de la esclavitud.

El empleado, cansado de tantos reglamentos, quiere verse libre y, si consigue independizarse, se encuentra con el problema de que continúa siendo esclavo de sus propios intereses y preocupaciones.

Ciertamente, cada vez que se lucha por la libertad, nos encontramos defraudados a pesar de las victorias.

Tanta sangre derramada inútilmente en nombre de la libertad, y sin embargo continuamos siendo esclavos de sí mismos y de los demás.

Las gentes se pelean por palabras que nunca entienden, aunque los diccionarios las expliquen gramaticalmente.

La libertad es algo que hay que conseguir dentro de sí mismo. Nadie puede lograrla fuera de sí mismo.

"Cabalgar por el aire" es una frase muy oriental que alegoriza el sentido de la genuina libertad.

Nadie podría en realidad experimentar la libertad en tanto su conciencia continúe embotellada en el sí mismo, en el mí mismo.

Comprender este yo mismo, mi persona, lo que yo soy, es urgente cuando se quiere muy sinceramente conseguir la libertad.

En modo alguno podríamos destruir los grilletes de la esclavitud, sin haber comprendido previamente toda esta cuestión mía, todo esto que atañe al yo, al mí mismo.

¿En qué consiste la esclavitud? ¿Qué es esto que nos mantiene esclavos? ¿Cuáles son estas trabas?. Todo esto es lo que necesitamos descubrir.

Ricos y pobres, creyentes y descreídos, están todos formalmente presos aunque se consideren libres.

En tanto la conciencia, la esencia, lo más digno y decente que tenemos en nuestro interior continúe embotellada en el sí mismo, en el mí mismo, en el yo mismo, en mis apetencias y temores, en mis deseos y pasiones, en mis preocupaciones y violencias, en mis defectos psicológicos... se estará en formal prisión.

El sentido de libertad sólo puede ser comprendido íntegramente cuando han sido aniquilados los grilletes de nuestra propia cárcel psicológica.

Mientras el "yo mismo" exista, la conciencia estará en prisión. Evadirse de la cárcel sólo es posible mediante la aniquilación budista, disolviendo el yo, reduciéndolo a cenizas, a polvareda cósmica.

La conciencia libre, desprovista de yo, en ausencia absoluta del mí mismo, sin deseos, sin pasiones, sin apetencias ni temores, experimenta en forma directa la verdadera libertad.

Cualquier concepto sobre libertad no es libertad. Las opiniones que nos formemos sobre la libertad distan mucho de ser la realidad. Las ideas que nos forjemos sobre el tema libertad, nada tienen que ver con la auténtica libertad.

La libertad es algo que tenemos que experimentar en forma directa, y esto sólo es posible muriendo psicológicamente, disolviendo el yo, acabando para siempre con el mí mismo.

De nada serviría continuar soñando con la libertad, si de todas maneras proseguimos como esclavos.

Más vale vernos a sí mismos tal cual somos, observar cuidadosamente todos estos grilletes de la esclavitud que nos mantienen en formal prisión.

Autoconociéndonos, viendo lo que somos interiormente, descubriremos la puerta de la auténtica Libertad.




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Capítulo 5.- La Ley del Péndulo

Resulta interesante tener un reloj de pared en casa, no sólo para saber las horas, sino también para reflexionar un poco.

Sin el péndulo, el reloj no funciona. El movimiento del péndulo es profundamente significativo.

En los antiguos tiempos, el dogma de la evolución no existía. Entonces, los sabios entendían lo de que los procesos históricos se desenvuelven siempre de acuerdo con la ley del péndulo.

Todo fluye y refluye, sube y baja, crece y decrece, va y viene de acuerdo con esta ley maravillosa.

Nada tiene de extraño que todo oscile, que todo esté sometido al vaivén del tiempo, que todo evolucione e involucione.

En un extremo del péndulo está la alegría, en el otro el dolor. Todas nuestras emociones, pensamientos, anhelos, deseos oscilan de acuerdo con la ley del péndulo.

Esperanza y desesperación, pesimismo y optimismo, pasión y dolor, triunfo y fracaso, ganancia y pérdida corresponden ciertamente a los dos extremos del movimiento pendular.

Surgió Egipto con todo su poderío y señorío a orillas del río sagrado, mas cuando el péndulo se fue al otro lado, cuando se levantó por el extremo opuesto cayó el país de los faraones y se levantó Jerusalén, la ciudad querida de los profetas.

Cayó Israel cuando el péndulo cambió de posición y surgió en el otro extremo el imperio romano.

El movimiento pendular levanta y hunde imperios, hace surgir poderosas civilizaciones y luego las destruye, etc.

Podemos colocar en el extremo derecho del péndulo las diversas escuelas seudoesotéricas y seudoocultistas, religiones y sectas.

Podemos colocar en el extremo izquierdo del movimiento pendular a todas las escuelas de tipo materialista, marxista, ateísta, escepticista, etc., antítesis del movimiento pendular, cambiantes, sujetas a permutación incesante.

El fanático religioso, debido a cualquier acontecimiento insólito o decepción, puede irse al otro extremo del péndulo, convertirse en ateísta, materialista, escéptico.

El fanático materialista, ateísta, debido a cualquier hecho inusitado, tal vez un acontecimiento metafísico trascendental, un momento de terror indecible, puede llevarle al extremo opuesto del movimiento pendular y convertirlo en un reaccionario religioso insoportable.

Ejemplos: un sacerdote, vencido en una polémica por un esoterista, desesperado, se tornó incrédulo y materialista.

Conocimos el caso de una dama ateísta e incrédula que, debido a un hecho metafísico concluyente y definitivo, se convirtió en una exponente magnífica del esoterismo práctico.

En nombre de la verdad, debemos declarar que el ateísta materialista verdadero y absoluto es una farsa, no existe.

Ante la proximidad de una muerte inevitable, ante un instante de indecible terror, los enemigos de lo eterno, los materialistas e incrédulos, pasan instantáneamente al otro extremo del péndulo y resultan orando, llorando y clamando con fe infinita y enorme devoción.

El mismo Carlos Marx, autor del materialismo dialéctico, fue un fanático religioso judío y, después de su muerte, le rindieron pompas fúnebres de gran rabino.

Carlos Marx, elaboró su dialéctica materialista con un sólo propósito: "CREAR UN ARMA PARA DESTRUIR A TODAS LAS RELIGIONES DEL MUNDO POR MEDIO DEL ESCEPTICISMO".

Es el caso típico de los celos religiosos llevados al extremo. En modo alguno podría aceptar Marx la existencia de otras religiones y prefirió destruirlas mediante su dialéctica.

Carlos Marx cumplió uno de los protocolos de Sión que dice textualmente: "No importa que llenemos el mundo de materialismo y de repugnante ateísmo, el día en que nosotros triunfemos, enseñaremos la religión de Moisés debidamente codificada y en forma dialéctica, y no permitiremos en el mundo ninguna otra religión".

Muy interesante resulta que en la Unión Soviética, las religiones sean perseguidas y al pueblo se le enseñe dialéctica materialista, mientras en las sinagogas se estudia el Talmud, la Biblia y la religión, y trabajan libremente sin problema alguno.

Los amos del gobierno ruso son fanáticos religiosos de la ley de Moisés, mas ellos envenenan al pueblo con la farsa esa del materialismo dialéctico.

Jamás nos pronunciaríamos contra el pueblo de Israel. Sólo estamos declarando contra cierta élite de doble juego que, persiguiendo fines inconfesables, envenena al pueblo con dialéctica materialista, mientras en secreto practica la religión de Moisés.

Materialismo y espiritualismo, con toda su secuela de teorías, prejuicios y preconceptos de toda especie, se procesan en la mente de acuerdo con la ley del péndulo y cambian de moda de acuerdo con los tiempos y las costumbres.

Espíritu y materia son dos conceptos muy discutibles y espinosos que nadie entiende.

Nada sabe la mente sobre el espíritu, nada sabe sobre la materia.

Un concepto no es más que eso, un concepto. La realidad no es un concepto, aunque la mente puede forjarse muchos conceptos sobre la realidad.

El espíritu es el espíritu (el Ser), y sólo a sí mismo puede conocerse.

Escrito está: "EL SER ES EL SER Y LA RAZÓN DE SER DEL SER ES EL MISMO SER".

Los fanáticos del Dios materia, los científicos del materialismo dialéctico son empíricos y absurdos en un ciento por ciento. Hablan sobre materia con una autosuficiencia deslumbrante y estúpida, cuando en realidad nada saben sobre la misma.

¿Qué es materia? ¿Cuál de estos tontos científicos lo sabe? La tan cacareada materia es también un concepto demasiado discutible y bastante espinoso.

¿Cuál es la materia?. ¿El algodón?, ¿el hierro?, ¿la carne?, ¿el almidón?, ¿una piedra?, ¿el cobre?, ¿una nube o qué?. Decir que todo es materia sería tan empírico y absurdo como asegurar que todo el organismo humano es un hígado o un corazón o un riñón. Obviamente una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Cada órgano es diferente y cada sustancia es distinta. Entonces, ¿cuál de todas estas substancias es la tan cacareada materia?

Con los conceptos del péndulo juega mucha gente, pero en realidad los conceptos no son la realidad.

La mente solamente conoce formas ilusorias de la naturaleza, pero nada sabe sobre la verdad contenida en tales formas.

Las teorías pasan de moda con el tiempo y con los años, y lo que uno aprendió en la escuela resulta que después ya no sirve. Conclusión: nadie sabe nada.

Los conceptos de la extrema derecha o de la extrema izquierda del péndulo pasan como las modas de las mujeres. Todos esos son procesos de la mente, cosas que suceden en la superficie del entendimiento, tonterías, vanidades del intelecto.

A cualquier disciplina psicológica se le opone otra disciplina, a cualquier proceso psicológico lógicamente estructurado, se le opone otro semejante, y después de todo ¿qué?

Lo real, la verdad es lo que nos interesa; mas esto no es cuestión del péndulo, no se encuentra entre el vaivén de las teorías y creencias.

La verdad es lo desconocido de instante en instante, de momento en momento.

La verdad está en el centro del péndulo, no en la extrema derecha y tampoco en la extrema izquierda.

Cuando a Jesús le preguntaron ¿qué es la verdad?, guardó un profundo silencio. Y cuando al Buddha le hicieron la misma pregunta, dio la espalda y se retiró.

La verdad no es cuestión de opiniones, ni de teorías, ni de prejuicios de extrema derecha o de extrema izquierda.

El concepto que la mente puede forjarse sobre la verdad, jamás es la verdad.

La idea que el entendimiento tenga sobre la verdad, nunca es la verdad.

La opinión que tengamos sobre la verdad, por muy respetable que aquélla sea, en modo alguno es la verdad.

Ni las corrientes espiritualistas ni sus oponentes materialistas pueden conducirnos jamás a la verdad.

La verdad es algo que debe ser experimentado en forma directa, como cuando uno mete el dedo en el fuego y se quema, o como cuando uno traga agua y se ahoga.

El centro del péndulo está dentro de nosotros mismos, y es allí donde debemos descubrir y experimentar en forma directa lo real, la verdad.

Necesitamos autoexplorarnos directamente para autodescubrirnos y conocernos profundamente a sí mismos.

La experiencia de la verdad sólo adviene cuando hemos eliminado los elementos indeseables que en su conjunto constituyen el mí mismo.

Sólo eliminando el error viene la verdad. Sólo desintegrando el "yo mismo", mis errores, mis prejuicios y temores, mis pasiones y deseos, creencias y fornicaciones, encastillamientos intelectuales y autosuficiencias de toda especie, adviene a nosotros la experiencia de lo real.

La verdad nada tiene que ver con lo que se haya dicho o dejado de decir, con lo que se haya escrito o dejado de escribir. Ella solamente adviene a nosotros cuando el "mí mismo" ha muerto.

La mente no puede buscar la verdad porque no la conoce. La mente no puede reconocer la verdad porque jamás la ha conocido. La verdad adviene a nosotros en forma espontánea cuando hemos eliminado todos los elementos indeseables que constituyen el "mí mismo", el "yo mismo".

En tanto la conciencia continúe embotellada entre el yo mismo, no podrá experimentar eso que es lo real, eso que está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, eso que es la verdad.

Cuando el mí mismo queda reducido a polvareda cósmica, la conciencia se libera para despertar definitivamente y experimentar en forma directa la verdad.

Con justa razón dijo el Gran Kabir Jesús: "CONOCED LA VERDAD Y ELLA OS HARÁ LIBRES".

¿De qué sirve al hombre conocer cincuenta mil teorías si jamás ha experimentado la verdad?

El sistema intelectual de cualquier hombre es muy respetable, mas a cualquier sistema se le opone otro, y ni uno ni otro es la verdad.

Más vale autoexplorarnos para autoconocernos y experimentar un día en forma directa, lo real, la VERDAD.




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Capítulo 6.- Concepto y Realidad

¿Quién o qué puede garantizar que el concepto y la realidad resulten absolutamente iguales?

El concepto es una cosa y la realidad es otra, y existe tendencia a sobrestimar nuestros propios conceptos.

Realidad igual a concepto es algo casi imposible. Sin embargo, la mente, hipnotizada por su propio concepto, supone siempre que éste y realidad son iguales.

A un proceso psicológico cualquiera correctamente estructurado mediante una lógica exacta, se le opone otro diferente rectamente formado con lógica similar o superior. Entonces ¿qué?

Dos mentes severamente disciplinadas dentro de férreas estructuras intelectuales, discutiendo entre sí, polemizando sobre tal o cual realidad, creen cada una en la exactitud de su propio concepto y en la falsedad del concepto ajeno. Mas ¿Cuál de ellas tiene la razón? ¿Quién podría honradamente salir de garante en uno u otro caso? ¿En cuál de ellos, concepto y realidad resultan iguales?

Incuestionablemente, cada cabeza es un mundo, y en todos y en cada uno de nosotros existe una especie de dogmatismo pontificio y dictatorial, que quiere hacernos creer en la igualdad absoluta de concepto y realidad.

Por muy fuertes que sean las estructuras de un razonamiento, nada puede garantizar la igualdad absoluta de concepto y realidad.

Quienes están autoencerrados dentro de cualquier procedimiento logístico intelectual, quieren hacer siempre coincidir la realidad de los fenómenos con los elaborados conceptos, y esto no es más que el resultado de la alucinación razonativa.

Abrirse a lo nuevo es la difícil facilidad del clásico. Desgraciadamente, la gente quiere descubrir, ver en todo fenómeno natural sus propios prejuicios, conceptos, preconceptos, opiniones y teorías. Nadie sabe ser receptivo, ver lo nuevo con mente limpia y espontánea.

Que los fenómenos le hablen al sabio sería lo indicado. Desafortunadamente, los sabios de estos tiempos no saben ver los fenómenos. Sólo quieren ver en los mismos la confirmación de todos sus preconceptos.

Aunque parezca increíble, los científicos modernos nada saben sobre los fenómenos naturales.

Cuando vemos en los fenómenos de la naturaleza exclusivamente nuestros propios conceptos, ciertamente no estamos viendo los fenómenos sino los conceptos.

Empero, alucinados los tontos científicos por su fascinante intelecto, creen en forma estúpida que cada uno de sus conceptos es absolutamente igual a tal o cual fenómeno observado, cuando la realidad es diferente.

No negamos que nuestras afirmaciones sean rechazadas por todo aquel que esté autoencerrado por tal o cual procedimiento logístico. Incuestionablemente, la condición pontificia y dogmática del intelecto en modo alguno podría aceptar que a tal o cual concepto, correctamente elaborado, no coincida exactamente con la realidad.

Tan pronto la mente a través de los sentidos observa tal o cual fenómeno, se apresura de inmediato a roturarlo con tal o cual término cientifista, que incuestionablemente sólo viene a servir como parche para tapar la propia ignorancia.

La mente no sabe realmente ser receptiva a lo nuevo, mas sí sabe inventar complicadísimos términos con los cuales pretende calificar en forma autoengañosa lo que ciertamente ignora.

Hablando esta vez en sentido socrático, diremos que la mente no solamente ignora, sino, además, ignora que ignora.

La mente moderna es terriblemente superficial. Se ha especializado en inventar términos hechos dificilísimos para tapar su propia ignorancia.

Existen dos clases de ciencia: la primera no es más que ese podridero de teorías subjetivas que abundan por allí, la segunda es la ciencia pura de los grandes iluminados, la ciencia objetiva del Ser.

Indubitablemente, no sería posible penetrar en el anfiteatro de la ciencia cósmica, si antes no hemos muerto en sí mismos.

Necesitamos desintegrar todos esos elementos indeseables que cargamos en nuestro interior, y que en su conjunto constituyen el sí mismo, el yo de la psicología.

En tanto la conciencia superlativa del Ser continúe embotellada entre el mí mismo, entre mis propios conceptos y teorías subjetivas, resulta absolutamente imposible conocer directamente la cruda realidad de los fenómenos naturales en sí mismos.

La llave del laboratorio de la naturaleza, la tiene en su mano diestra el ángel de la muerte.

Muy poco podemos aprender del fenómeno del nacimiento, mas de la muerte podremos aprender todo.

El templo inviolado de la ciencia pura se encuentra en el fondo de la negra sepultura. Si el germen no muere, la planta no nace. Sólo con la muerte adviene lo nuevo.

Cuando el ego muere, la conciencia despierta para ver la realidad de todos los fenómenos de la naturaleza, tal cual son en sí mismos y por sí mismos.

La conciencia sabe lo que directamente experimenta por sí misma, el crudo realismo de la vida más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente.




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Capítulo 7.- La Dialéctica de La Conciencia

En el trabajo esotérico relacionado con la eliminación de los elementos indeseables que cargamos en nuestro interior, surge a veces el fastidio, el cansancio y el aburrimiento.

Incuestionablemente, necesitamos volver siempre al punto de partida original y revalorizar los fundamentos del trabajo psicológico, si es que de verdad anhelamos un cambio radical.

Amar el trabajo esotérico es indispensable, cuando de verdad se quiere una transformación interior completa.

En tanto no amemos el trabajo psicológico conducente al cambio, la reevaluación de principios resulta algo más que imposible.

Sería absurdo suponer que pudiésemos interesarnos por el trabajo, si en realidad no hemos llegado a amarlo.

Esto significa que el amor es inaplazable, cuando en una y otra vez tratamos de revalorizar fundamentos del trabajo psicológico.

Urge ante todo saber qué es eso que se llama conciencia, pues son muchas las gentes que nunca se han interesado por saber nada sobre la misma.

Cualquier persona común y corriente jamás ignoraría que un boxeador, al caer noqueado sobre el ring, pierde la conciencia.

Es claro que al volver en sí, el desventurado púgil adquiere nuevamente la conciencia.

Secuencialmente, cualquiera comprende que existe una clara diferencia entre la personalidad y la conciencia.

Al venir al mundo, todos tenemos en la existencia un tres por ciento de conciencia y un noventa y siete por ciento repartible entre subconciencia, infraconciencia e inconsciencia.

El tres por ciento de conciencia despierta puede ser acrecentada a medida que trabajemos sobre sí mismos.

No es posible acrecentar conciencia mediante procedimientos exclusivamente físicos o mecánicos.

Indubitablemente, la conciencia solamente puede despertar a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios.

Existen varios tipos de energía dentro de nosotros mismos, que debemos comprender: 1º Energía mecánica. 2º Energía vital. 3º Energía psíquica. 4º Energía mental. 5º Energía de la voluntad. 6º Energía de la conciencia. 7º Energía del espíritu puro.

Por mucho que multiplicáramos la energía estrictamente mecánica, jamás lograríamos despertar conciencia.

Por mucho que incrementáramos las fuerzas vitales dentro de nuestro organismo, nunca llegaríamos a despertar conciencia.

Muchos procesos psicológicos se realizan dentro de sí mismos, sin que por ello intervenga para nada la conciencia.

Por muy grandes que sean las disciplinas de la mente, la energía mental no logrará nunca despertar los diversos funcionalismos de la conciencia.

La fuerza de la voluntad, aunque fuese multiplicada hasta el infinito, no consigue despertar conciencia.

Todos estos tipos de energía se escalonan en distintos niveles y dimensiones que nada tienen que ver con la conciencia.

La conciencia sólo puede ser despertada mediante trabajos conscientes y rectos esfuerzos.

El pequeño porcentaje de conciencia que la humanidad posee, en vez de ser incrementado, suele ser derrochado inútilmente en la vida.

Es obvio que, al identificarnos con todos los sucesos de nuestra existencia, despilfarramos inútilmente la energía de la conciencia.

Nosotros deberíamos ver la vida como una película, sin identificarnos jamás con ninguna comedia, drama o tragedia. Así ahorraríamos energía concientiva.

La conciencia en sí misma es un tipo de energía con elevadísima frecuencia vibratoria.

No hay que confundir la conciencia con la memoria, pues son tan diferentes la una de la otra como lo es la luz de los focos del automóvil con relación a la carretera por donde andamos.

Muchos actos se realizan dentro de nosotros mismos, sin participación alguna de eso que se llama conciencia.

En nuestro organismo suceden muchos ajustes y reajustes, sin que por ello la conciencia participe en los mismos.

El centro motor de nuestro cuerpo puede manejar un automóvil o dirigir los dedos que tocan en el teclado de un piano, sin la más insignificante participación de la conciencia.

La conciencia es la luz que el inconsciente no percibe.

El ciego tampoco percibe la luz física solar, mas ella existe por sí misma.

Necesitamos abrirnos para que la luz de la conciencia penetre en las tinieblas espantosas del mí mismo, del sí mismo.

Ahora comprenderemos mejor el significado de las palabras de Juan, cuando en el Evangelio dice: "La luz vino a las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron".

Mas sería imposible que la luz de la conciencia pudiese penetrar dentro de las tinieblas del "yo mismo", si previamente no usáramos el sentido maravilloso de la autoobservación psicológica.

Necesitamos franquearle el paso a la luz para iluminar las profundidades tenebrosas del yo de la psicología.

Uno jamás se autoobservaría, si no tuviese interés en cambiar. Tal interés sólo es posible cuando uno ama de verdad las enseñanzas esotéricas.

Ahora comprenderán nuestros lectores el motivo por el cual aconsejamos revalorizar una y otra vez las instrucciones concernientes al trabajo sobre sí mismo.

La conciencia despierta, nos permite experimentar en forma directa la realidad.

Desafortunadamente el animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, fascinado por el poder formulativo de la lógica dialéctica, ha olvidado la dialéctica de la conciencia.

Incuestionablemente, el poder para formular conceptos lógicos resulta en el fondo terriblemente pobre.

De la tesis podemos pasar a la antítesis y mediante la discusión llegar a la síntesis, mas esta última en sí misma continúa siendo un concepto intelectual que en modo alguno puede coincidir con la realidad.

La dialéctica de la conciencia es más directa. Nos permite experimentar la realidad de cualquier fenómeno en sí mismo.

Los fenómenos naturales en modo alguno coinciden exactamente con los conceptos formulados por la mente.

La vida se desenvuelve de instante en instante y, cuando la capturamos para analizarla, la matamos.

Cuando intentamos inferir conceptos al observar tal o cual fenómeno natural, de hecho dejamos de percibir la realidad del fenómeno y sólo vemos en el mismo el reflejo de las teorías y conceptos rancios, que en modo alguno tienen que ver nada con el hecho observado.

La alucinación intelectual es fascinante y queremos a la fuerza que todos los fenómenos de la naturaleza coincidan con nuestra lógica dialéctica.

La dialéctica de la conciencia se fundamenta en las experiencias vividas y no en el mero racionalismo subjetivo.

Todas las leyes de la naturaleza existen dentro de nosotros mismos y, si entre nuestro interior no las descubrimos, jamás las descubriremos fuera de sí mismos.

El hombre está contenido en el universo y el universo está contenido en el hombre.

Real es aquello que uno mismo experimenta en su interior. Sólo la conciencia puede experimentar la realidad.

El lenguaje de la conciencia es simbólico, íntimo, profundamente significativo y sólo los despiertos lo pueden comprender.

Quien quiera despertar conciencia debe eliminar de su interior todos los elementos indeseables que constituyen el ego, el yo, el mí mismo, dentro de los cuales se halla embotellada la esencia.




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Capítulo 8.- La Jerga Cientifista

La dialéctica lógica resulta condicionada y calificada, además, por las preposiciones "en" y "acerca", que jamás nos llevan a la experiencia directa de lo real.

Los fenómenos de la naturaleza distan mucho de ser como los científicos los ven.

Ciertamente, tan pronto un fenómeno cualquiera es descubierto, de inmediato se le califica o rotula con tal o cual terminacho difícil de la jerga científica.

Obviamente esos dificilísimos términos del cientifismo moderno sólo sirven de parche para tapar la ignorancia.

Los fenómenos naturales en modo alguno son como los cientifistas los ven.

La vida con todos sus procesos y fenómenos se desenvuelve de momento en momento, de instante en instante, y cuando la mente cientifista la detiene para analizarla, de hecho la mata.

Cualquier inferencia extraída de un fenómeno natural cualquiera, de ninguna manera es igual a la realidad concreta del fenómeno. Desgraciadamente, la mente del científico, alucinada por sus propias teorías, cree firmemente en el realismo de sus inferencias.

El intelecto alucinado no solamente ve en los fenómenos el reflejo de sus propios conceptos, sino además, y lo que es peor, quiere en forma dictatorial hacer que los fenómenos resulten exactos y absolutamente iguales a todos esos conceptos que se llevan en el intelecto.

El fenómeno de la alucinación intelectual es fascinante. Ninguno de esos tontos científicos ultramodernos admitiría la realidad de su propia alucinación.

Ciertamente, los sabihondos de estos tiempos en modo alguno admitirían que se les calificase de alucinados.

La fuerza de la autosugestión les ha hecho creer en la realidad de todos esos conceptos de la jerga cientifista.

Obviamente, la mente alucinada presume de omnisciente y en forma dictatorial quiere que todos los procesos de la naturaleza marchen por los carriles de sus sabihondeces.

No bien ha aparecido un fenómeno nuevo, se le clasifica, se le rotula y se le pone en tal o cual lugar, como si en verdad se le hubiese comprendido.

Son millares los términos que se han inventado para rotular fenómenos, mas nada saben los seudosapientes sobre la realidad de aquellos.

Como ejemplo vivido de todo lo que en este capítulo estamos afirmando, citaremos el cuerpo humano.

En nombre de la verdad podemos afirmar en forma enfática que este cuerpo físico es absolutamente desconocido para los científicos modernos.

Una afirmación de esta clase podría aparecer como muy insolente ante los pontífices del cientifismo moderno. Incuestionablemente merecemos de ellos la excomunión.

Sin embargo, tenemos bases muy sólidas para hacer tan tremenda afirmación. Desgraciadamente, las mentes alucinadas están tan convencidas de su seudosapiencia que ni remotamente podrían aceptar el crudo realismo de su ignorancia.

Si les dijésemos a los jerarcas del cientifismo moderno que el Conde de Cagliostro, interesantísimo personaje de los siglos XVI, XVII, XVIII, todavía vive en pleno siglo XX; si les dijésemos que el insigne Paracelso, célebre facultativo de la Edad Media, aún existe todavía, podéis estar seguros de que los jerarcas del cientifismo actual se reirían de nosotros y jamás aceptarían nuestras afirmaciones.

Sin embargo, es así. Viven actualmente sobre la faz de la Tierra los auténticos mutantes, hombres inmortales con cuerpos que datan de miles y de millones de años hacia atrás.

El autor de esta obra conoce a los mutantes. Empero, no ignora el escepticismo moderno, la alucinación de los cientifistas y el estado de la ignorancia de los sabihondos.

Por todo esto, en modo alguno caeríamos en la ilusión de creer que los fanáticos de la jerga científica aceptasen la realidad de nuestras insólitas declaraciones.

El cuerpo de cualquier mutante es un franco desafío a la jerga científica de estos tiempos.

El cuerpo de cualquier mutante puede cambiar de figura y retornar luego a su estado normal, sin recibir daño alguno.

El cuerpo de cualquier mutante puede penetrar instantáneamente en la cuarta vertical, y hasta asumir cualquier forma vegetal o animal y retornar posteriormente a su estado normal, sin recibir perjuicio alguno.

El cuerpo de cualquier mutante desafía violentamente a viejos textos de anatomía oficial.

Desgraciadamente, ninguna de estas declaraciones podría vencer a los alucinados de la jerga cientifista.

Esos señores, sentados sobre sus solios pontificios, incuestionablemente nos mirarán con desdén, tal vez con ira y posiblemente hasta con un poco de piedad.

Empero, la verdad es lo que es, y la realidad de los mutantes es un franco desafío a toda teoría ultramoderna.

El autor de la obra conoce a los mutantes, pero no espera que nadie le crea.

Cada órgano del cuerpo humano está controlado por leyes y fuerzas que ni remotamente conocen los alucinados de la jerga cientifista.

Los elementos de la naturaleza son en sí mismos desconocidos para la ciencia oficial. Las mejores fórmulas químicas están incompletas. H2O, dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno para formar agua, resulta empírico.

Sí tratamos de juntar en un laboratorio el átomo de oxígeno con los dos de hidrógeno, no resulta agua ni nada porque esta fórmula está incompleta. Le falta el elemento fuego. Sólo con este citado elemento podría crearse agua.

La intelección, por muy brillante que parezca, no puede conducirnos jamás a la experiencia de lo real.

La clasificación de sustancias y los terminachos difíciles con que se rotula a las mismas, sólo sirve como parche para tapar la ignorancia.

Eso de querer el intelecto que tal o cual sustancia posee determinado nombre y características, resulta absurdo e insoportable.

¿Por qué el intelecto presume de omnisciente? ¿Por qué se alucina creyendo que las sustancias y fenómenos son como él cree que son? ¿Por qué quiere la intelección que la naturaleza sea una réplica perfecta de todas sus teorías, conceptos, opiniones, dogmas, preconceptos, prejuicios?

En realidad, los fenómenos naturales no son como se cree que son, y las substancias y fuerzas de la naturaleza de ninguna manera son como el intelecto piensa que son.

La conciencia despierta no es la mente, ni la memoria, ni algo semejante. Sólo la conciencia liberada puede experimentar por sí misma y en forma directa la realidad de la vida libre en su movimiento.

Empero, debemos afirmar en forma enfática que, en tanto exista dentro de nosotros mismos cualquier elemento subjetivo, la conciencia continuará embotellada entre tal elemento, y por ende no podrá gozar de la iluminación continua y perfecta.




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Capítulo 9.- El Anticristo

El chispeante intelectualismo como funcionalismo manifiesto del yo psicológico, indubitablemente es el ANTICRISTO.

Quienes suponen que el ANTICRISTO es un personaje extraño, nacido en tal o cual lugar de la Tierra o venido de este o de aquel país, están ciertamente completamente equivocados.

Hemos dicho en forma enfática que el ANTICRISTO no es en modo alguno un sujeto definido, sino todos los sujetos.

Obviamente, el ANTICRISTO radica en el fondo de cada persona y se expresa en forma múltiple.

El intelecto puesto al servicio del espíritu resulta útil. El intelecto divorciado del espíritu deviene inútil.

Del intelectualismo sin espiritualidad surgen los bribones, viva manifestación del ANTICRISTO.

Obviamente el bribón, en sí mismo y por sí mismo, es el ANTICRISTO. Desgraciadamente el mundo actual con todas sus tragedias y miserias está gobernado por el ANTICRISTO.

El estado caótico en que se encuentra la humanidad actual indubitablemente se debe al ANTICRISTO.

El inicuo de que hablara Pablo de Tarso en sus epístolas es ciertamente un crudo realismo de estos tiempos.

El inicuo ya vino y se manifiesta por doquier. Ciertamente tiene el don de la ubicuidad.

Discute en los cafés, hace negociaciones en la ONU, se sienta cómodamente en Ginebra, realiza experimentos de laboratorio, inventa bombas atómicas, cohetes teledirigidos, gases asfixiantes, bombas bacteriológicas, etc., etc., etc.

Fascinado el ANTICRISTO con su propio intelectualismo, exclusividad absoluta de los sabihondos, cree que conoce todos los fenómenos de la naturaleza.

El ANTICRISTO, creyéndose a sí mismo omnisciente, embotellado entre todo el podridero de sus teorías, rechaza de plano todo aquello que se parezca a Dios o que se adore.

La autosuficiencia del ANTICRISTO, el orgullo y la soberbia que posee es algo insoportable.

El ANTICRISTO odia mortalmente las virtudes cristianas de la fe, la paciencia y la humildad.

Toda rodilla se hinca ante el ANTICRISTO. Obviamente aquél ha inventado aviones ultrasónicos, barcos maravillosos, flamantes automóviles, medicinas sorprendentes, etc.

En estas condiciones, ¿quién podría dudar del ANTICRISTO? Quien se atreva en estos tiempos a pronunciarse contra todos estos milagros y prodigios del hijo de perdición, se condena a sí mismo a la burla de sus semejantes, al sarcasmo, a la ironía, al calificativo de estúpido e ignorante.

Cuesta trabajo hacer entender esto a las gentes serias y estudiosas. Éstas, en sí mismas, reaccionan, oponen resistencia.

Es claro que el animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, es un robot programado con kinder, primarias, secundarias, preparatoria, universidad, etc.

Nadie puede negar que un robot programado funciona de acuerdo con el programa; de ninguna manera podría funcionar si se le sacase del programa.

El ANTICRISTO ha elaborado el programa con el que se programan los robots humanoides de estos tiempos decadentes.

Hacer estas aclaraciones, poner énfasis en lo que estoy diciendo resulta espantosamente difícil por estar fuera de programa. Ningún humanoide robot podría admitir cosas que están fuera del programa.

Es tan grave esta cuestión y tan tremendos los enfrascamientos de la mente, que en modo alguno un robot humanoide cualquiera sospecharía ni remotamente que el programa no sirve, pues él ha sido arreglado de acuerdo con el programa, y dudar del mismo le parecería una herejía, algo incongruente y absurdo.

Que un robot dude de su programa es un adefesio, algo absolutamente imposible, pues su mismísima existencia se debe al programa.

Desgraciadamente las cosas no son como las piensa el robot humanoide. Existe otra ciencia, otra sabiduría inaceptable para el robot humanoide.

Reacciona el humanoide robot y tiene razón en reaccionar, pues no ha sido programado para otra ciencia ni para otra cultura ni para nada diferente a su consabido programa.

El ANTICRISTO ha elaborado los programas del robot humanoide. El robot se prosterna humilde ante su amo. ¿Cómo podría dudar el robot de la sapiencia de su amo?

Nace el niño inocente y puro. La esencia expresándose en cada criatura es preciosa en gran manera.

Incuestionablemente, la naturaleza deposita en los cerebros de los recién nacidos todos esos datos salvajes, naturales, silvestres, cósmicos, espontáneos, indispensables para la captura o aprehensión de las verdades contenidas en cualquier fenómeno natural perceptible para los sentidos.

Esto significa que el niño recién nacido podría por sí mismo descubrir la realidad de cada fenómeno natural. Desgraciadamente interfiere el programa del ANTICRISTO y las maravillosas cualidades que la naturaleza ha depositado en el cerebro del recién nacido pronto quedan destruidas.

El ANTICRISTO prohíbe pensar en forma diferente. Toda criatura que nace, por orden del ANTICRISTO debe ser programada.

No hay duda de que el ANTICRISTO odia mortalmente aquel precioso sentido del Ser, conocido como "facultad de percepción instintiva de las verdades cósmicas".

Ciencia pura, distinta a todo el podridero de teorías universitarias que existen por aquí, por allá y acullá, es algo inadmisible para los robots del ANTICRISTO.

Muchas guerras, hambres y enfermedades ha propagado el ANTICRISTO en toda la redondez de la Tierra, y no hay duda de que seguirá propagándolas antes que llegue la catástrofe final.

Desafortunadamente, ha llegado la hora de la gran apostasía anunciada por todos los profetas, y ningún ser humano se atrevería a pronunciarse contra el ANTICRISTO.




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Capítulo 10.- El Yo Psicológico

Esta cuestión del mí mismo, lo que yo soy, eso que piensa, siente y actúa es algo que debemos autoexplorar para conocer profundamente.

Existen por doquiera muy lindas teorías que atraen y fascinan; empero, de nada serviría todo eso si no nos conociésemos a sí mismos.

Es fascinante estudiar astronomía o distraerse un poco leyendo obras serias. Sin embargo, resulta irónico convertirse en un erudito y no saber nada sobre sí mismo, sobre el yo soy, sobre la humana personalidad que poseemos.

Cada cual es muy libre de pensar lo que quiera, y la razón subjetiva del animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, da para todo. Lo mismo puede hacer de una pulga un caballo que de un caballo una pulga. Son muchos los intelectuales que viven jugando con el racionalismo, y después de todo ¿qué?

Ser erudito no significa ser sabio. Los ignorantes ilustrados abundan como la mala hierba y no solamente no saben, sino además ni siquiera saben que no saben.

Entiéndase por ignorantes ilustrados los sabihondos que creen que saben y ni siquiera se conocen a sí mismos.

Podríamos teorizar hermosamente sobre el yo de la psicología, mas no es eso precisamente lo que nos interesa en este capítulo.

Necesitamos conocernos a sí mismos por vía directa, sin el proceso deprimente de la opción.

En modo alguno sería esto posible, si no nos autoobserváramos en acción de instante en instante, de momento en momento.

No se trata de vernos a través de alguna teoría o de una simple especulación intelectiva.

Vernos directamente tal cual somos es lo interesante; sólo así podremos llegar al conocimiento verdadero de sí mismos.

Aunque parezca increíble, nosotros estamos equivocados con respecto a sí mismos.

Muchas cosas que creemos no tener tenemos y muchas que creemos tener no tenemos.

Nos hemos formado falsos conceptos sobre sí mismos y debemos hacer un inventario para saber qué nos sobra y qué nos falta.

Suponemos que tenemos tales o cuales cualidades que en realidad no tenemos, y muchas virtudes que poseemos ciertamente las ignoramos.

Somos gente dormida, inconsciente y eso es lo grave. Desafortunadamente pensamos de sí mismos lo mejor y ni siquiera sospechamos que estamos dormidos.

Las sagradas escrituras insisten en la necesidad de despertar, mas no explican el sistema para lograr ese despertar.

Lo peor del caso es que son muchos los que han leído las sagradas escrituras y ni siquiera entienden que están dormidos.

Todo el mundo cree que se conoce a sí mismo y ni remotamente sospechan que existe "la doctrina de los muchos".

Realmente el yo psicológico de cada cual es múltiple, deviene siempre como muchos.

Con esto queremos decir que tenemos muchos yoes y no uno solo, como suponen siempre los ignorantes ilustrados.

Negar la doctrina de los muchos es hacerse tonto a sí mismo, pues de hecho sería el colmo de los colmos ignorar las contradicciones íntimas que cada uno de nosotros posee.

-Voy a leer un periódico -dice el yo del intelecto.

-Al diablo con tal lectura -exclama el yo del movimiento-, prefiero ir a dar un paseo en bicicleta.

-Qué paseo ni qué pan caliente -grita un tercero en discordia-, prefiero comer, tengo hambre.

Si nos pudiésemos ver en un espejo de cuerpo entero, cual somos, descubriríamos por sí mismos en forma directa la doctrina de los muchos.

La humana personalidad es tan sólo una marioneta controlada por hilos invisibles.

El yo que hoy jura amor eterno por la Gnosis, es más tarde desplazado por otro yo que nada tiene que ver con el juramento. Entonces el sujeto se retira.

El yo que hoy jura amor eterno a una mujer, es más tarde desplazado por otro que nada tiene que ver con ese juramento. Entonces el sujeto se enamora de otra y el castillo de naipes se va al suelo.

El animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, es como una casa llena de mucha gente.

No existe orden ni concordancia alguna entre los múltiples yoes. Todos ellos riñen entre sí y se disputan la supremacía. Cuando alguno de ellos consigue el control de los centros capitales de la máquina orgánica, se siente el único, el amo. Empero, al fin es derrocado.

Considerando las cosas desde este punto de vista, llegamos a la conclusión lógica de que el mamífero intelectual no tiene verdadero sentido de responsabilidad moral.

Incuestionablemente, lo que la máquina diga o haga en un momento dado depende exclusivamente del tipo de yo que en esos instantes la controle.

Dicen que Jesús de Nazareth sacó del cuerpo de María Magdalena siete demonios, siete yoes, viva personificación de los siete pecados capitales.

Obviamente cada uno de estos siete demonios es cabeza de legión. Por ende, debemos sentar como corolario que el Cristo Íntimo pudo expulsar del cuerpo de la Magdalena millares de yoes.

Reflexionando todas estas cosas, podemos inferir claramente que lo único digno que nosotros poseemos en nuestro interior es la ESENCIA. Desafortunadamente, la misma se encuentra enfrascada entre todos esos múltiples yoes de la psicología revolucionaria.

Es lamentable que la esencia se procese siempre en virtud de su propio embotellamiento.

Incuestionablemente, la esencia o conciencia, que es lo mismo, duerme profundamente.




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Capítulo 11.- Las Tinieblas

Uno de los problemas más difíciles de nuestra época ciertamente viene a ser el intrincado laberinto de las teorías.

Indubitablemente, por estos tiempos se han multiplicado exorbitantemente por aquí, por allá y acullá las escuelas seudoesoteristas y seudoocultistas.

La mercadería de almas, de libros y teorías es pavorosa. Raro es aquel que entre la telaraña de tantas ideas contradictorias logre en verdad hallar el camino secreto.

Lo más grave de todo esto es la fascinación intelectiva. Existe la tendencia a nutrirse estrictamente en forma intelectual con todo lo que llega a la mente.

Los vagabundos del intelecto ya no se contentan con toda esa librería subjetiva y de tipo general que abunda en los mercados de libros, sino que ahora, y para colmo de los colmos, también se atiborran e indigestan con el seudoesoterismo y seudoocultismo barato que abunda por doquiera como la mala hierba.

El resultado de todas estas jergas es la confusión y desorientación manifiesta de los bribones del intelecto.

Constantemente recibo cartas y libros de toda especie. Los remitentes, como siempre, interrogándome sobre ésta o aquella escuela, sobre tal o cual libro. Yo me limito a contestar lo siguiente: Deje usted la ociosidad mental, a usted no tiene porqué importarle la vida ajena, desintegre el yo animal de la curiosidad, a usted no deben importarle las escuelas ajenas, vuélvase serio, conózcase a sí mismo, estúdiese a sí mismo, obsérvese a sí mismo, etc., etc., etc.

Realmente lo importante es conocerse a sí mismo profundamente en todos los niveles de la mente.

Las tinieblas son la inconsciencia, la luz es la conciencia. Debemos permitir que la luz penetre en nuestras tinieblas. Obviamente la luz tiene poder para vencer a las tinieblas.

Desgraciadamente las gentes se encuentran autoencerradas dentro del ambiente fétido e inmundo de su propia mente, adorando a su querido ego.

No quieren darse cuenta las gentes de que no son dueños de su propia vida. Ciertamente cada persona está controlada desde adentro por muchas otras personas. Quiero referirme en forma enfática a toda esa multiplicidad de yoes que llevamos dentro.

Ostensiblemente cada uno de esos yoes pone en nuestra mente lo que debemos pensar, en nuestra boca lo que debemos decir, en el corazón lo que debemos sentir, etc.

En estas condiciones, la humana personalidad no es más que un robot gobernado por distintas personas que se disputan la supremacía, y que aspiran al supremo control de los centros capitales de la máquina orgánica.

En nombre de la verdad hemos de afirmar solemnemente que el pobre animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, aunque se crea muy equilibrado, vive en un desequilibrio psicológico completo.

El mamífero intelectual en modo alguno es unilateral; si lo fuera, sería equilibrado.

El animal intelectual es desgraciadamente multilateral y eso está demostrado hasta la saciedad.

¿Cómo podría ser equilibrado el humanoide racional? Para que exista equilibrio perfecto se necesita de la conciencia despierta.

Sólo la luz de la conciencia dirigida, no desde de los ángulos, sino en forma plena central sobre nosotros mismos, puede acabar con los contrastes, con las contradicciones psicológicas y establecer en nosotros el verdadero equilibrio interior.

Si disolvemos todo ese conjunto de yoes que en nuestro interior llevamos, viene el despertar de la conciencia y, como secuencia o corolario, el equilibrio verdadero de nuestra propia psiquis.

Desafortunadamente no quieren darse cuenta las gentes de la inconsciencia en que viven; duermen profundamente.

Si las gentes estuvieran despiertas, cada cual sentiría a sus prójimos en sí mismos.

Si las gentes estuvieran despiertas, nuestros prójimos nos sentirían en su interior.

Entonces, obviamente las guerras no existirían y la Tierra entera sería en verdad un paraíso.

La luz de la conciencia, dándonos verdadero equilibrio psicológico, viene a establecer cada cosa en su lugar, y lo que antes entraba en conflicto íntimo con nosotros, de hecho queda en su sitio adecuado.

Es tal la inconsciencia de las multitudes que ni siquiera son capaces de encontrar la relación existente entre luz y conciencia.

Incuestionablemente, luz y conciencia son dos aspectos de lo mismo; donde hay luz hay conciencia.

La inconsciencia es tinieblas y éstas últimas existen en nuestro interior.

Sólo mediante la autoobservación psicológica permitimos que la luz penetre en nuestras propias tinieblas.

"La luz vino a las tinieblas pero las tinieblas no la comprendieron".




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Capítulo 12.- Las Tres Mentes

Existen por doquiera muchos bribones del intelecto sin orientación positiva y envenenados por el asqueante escepticismo.

Ciertamente el repugnante veneno del escepticismo contagió a las mentes humanas en forma alarmante desde el siglo XVIII.

Antes de aquel siglo, la famosa isla Nontrabada o Encubierta, situada frente a las costas de España, se hacía visible y tangible constantemente.

No hay duda de que tal isla se halla ubicada dentro de la cuarta vertical. Muchas son las anécdotas relacionadas con esa isla misteriosa.

Después del siglo XVIII, la citada isla se perdió en la eternidad, nadie sabe nada sobre la misma.

En las épocas del Rey Arturo y de los caballeros de la mesa redonda, los elementales de la naturaleza se manifestaron por doquiera, penetrando profundamente dentro de nuestra atmósfera física.

Son muchos los relatos sobre duendes, genios y hadas que todavía abundan en la verde Erim, Irlanda. Desafortunadamente, todas estas cosas inocentes, toda esta belleza del alma del mundo, ya no es percibida por la humanidad debido a las sabihondeces de los bribones del intelecto y al desarrollo desmesurado del ego animal.

Hoy en día los sabihondos se ríen de todas estas cosas, no las aceptan aunque en el fondo ni remotamente hayan logrado la felicidad.

Si las gentes entendieran que tenemos tres mentes, otro gallo cantaría. Posiblemente hasta se interesarían más por estos estudios.

Desgraciadamente los ignorantes ilustrados, metidos en el recoveco de sus difíciles erudiciones, ni siquiera tienen tiempo para ocuparse de nuestros estudios seriamente.

Esas pobres gentes son autosuficientes, se hallan engreídas con el vano intelectualismo, piensan que van por el camino recto y ni remotamente suponen que se encuentran metidas en un callejón sin salida.

En nombre de la verdad debemos decir que, en síntesis, tenemos tres mentes.

A la primera podemos y debemos llamarla mente sensual, a la segunda la bautizaremos con el nombre de mente intermedia. A la tercera la llamaremos mente interior.

Vamos ahora a estudiar cada una de estas tres mentes por separado y en forma juiciosa.

Incuestionablemente la mente sensual elabora sus conceptos de contenido mediante las percepciones sensoriales externas.

En estas condiciones la mente sensual es terriblemente grosera y materialista, no puede aceptar nada que no haya sido demostrado físicamente.

Como quiera que los conceptos de contenido de la mente sensual tienen por fundamento los datos sensoriales externos, indubitablemente nada puede saber sobre lo real, sobre la verdad, sobre los misterios de la vida y muerte, sobre el alma y el espíritu, etc.

Para los bribones del intelecto, atrapados totalmente por los sentidos externos y embotellados entre los conceptos de contenido de la mente sensual, nuestros estudios esotéricos les son locura.

Dentro de la razón de la sin razón, en el mundo de lo descabellado, ellos tienen razón debido a que están condicionados por el mundo sensorial externo. ¿Cómo podría la mente sensual aceptar algo que no sea sensual?

Si los datos de los sentidos sirven de resorte secreto para todos los funcionalismos de la mente sensual, es obvio que estos últimos tienen que originar conceptos sensuales.

Mente intermedia es diferente; sin embargo, tampoco sabe nada en forma directa sobre lo real, se limita a creer y eso es todo.

En la mente intermedia están las creencias religiosas, los dogmas inquebrantables, etc.

Mente interior es fundamental para la experiencia directa de la verdad.

Indubitablemente la mente interior elabora sus conceptos de contenido con los datos aportados por la conciencia superlativa del Ser.

Incuestionablemente la conciencia puede vivenciar y experimentar lo real. No hay duda de que la conciencia sabe de verdad.

Sin embargo, para la manifestación la conciencia necesita de un mediador, de un instrumento de acción y éste en sí mismo es la mente interior.

La conciencia conoce directamente la realidad de cada fenómeno natural y mediante la mente interior puede manifestarla.

Abrir la mente interior sería lo indicado a fin de salir del mundo de las dudas y de la ignorancia.

Esto significa que sólo abriendo la mente interior nace la fe auténtica en el ser humano.

Mirada esta cuestión desde otro ángulo, diremos que el escepticismo materialista es la característica peculiar de la ignorancia. No hay duda de que los ignorantes ilustrados resultan ciento por ciento escépticos.

La fe es percepción directa de lo real, sabiduría fundamental, vivencia de eso que está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente.

Distíngase entre fe y creencia. Las creencias se encuentran depositadas en la mente intermedia, la fe es característica de la mente interior.

Desafortunadamente existe siempre la tendencia general a confundir la creencia con la fe. Aunque parezca paradójico enfatizaremos lo siguiente: "EL QUE TIENE FE VERDADERA NO NECESITA CREER".

Es que la fe auténtica es sapiencia vívida, cognición exacta, experiencia directa.

Sucede que durante muchos siglos se ha confundido a la fe con la creencia y ahora cuesta mucho trabajo hacerles comprender a las gentes que la fe es sabiduría verdadera y nunca vanas creencias.

Los funcionalismos sapientes de la mente interior tienen como resortes íntimos todos esos datos formidables de la sabiduría contenida en la conciencia.

Quien ha abierto la mente interior recuerda sus vidas anteriores, conoce los misterios de la vida y la muerte, no por lo que haya leído o dejado de leer, no por lo que otro haya dicho o dejado de decir, no por lo que se haya creído o dejado de creer, sino por experiencia directa, vívida, terriblemente real.

Esto que estamos diciendo no le gusta a la mente sensual. No puede aceptarlo porque se sale de sus dominios. Nada tiene que ver con las percepciones sensoriales externas. Es algo ajeno a sus conceptos de contenido, a lo que le enseñaron en la escuela, a lo que aprendió en distintos libros, etc., etc., etc.

Esto que estamos diciendo tampoco es aceptado por la mente intermedia, porque de hecho contraría sus creencias, desvirtúa lo que sus preceptores religiosos le hicieron aprender de memoria, etc.

Jesús el Gran Kabir advierte a sus discípulos diciéndoles: "Cuidaos de la levadura de los saduceos y de la levadura de los fariseos".

Es ostensible que Jesús el Cristo con esta advertencia se refirió a las doctrinas de los materialistas saduceos y de los hipócritas fariseos.

La doctrina de los saduceos está en la mente sensual, es la doctrina de los cinco sentidos.

La doctrina de los fariseos se halla ubicada en la mente intermedia, esto es irrefutable, irrebatible.

Es evidente que los fariseos concurren a sus ritos para que se diga de ellos que son buenas personas, para aparentar ante los demás, mas nunca trabajan sobre sí mismos.

No sería posible abrir la mente interior, si no aprendiéramos a pensar psicológicamente.

Incuestionablemente, cuando alguien empieza a observarse a sí mismo, es señal de que ha comenzado a pensar psicológicamente.

En tanto uno no admita la realidad de su propia psicología y la posibilidad de cambiarla fundamentalmente, indubitablemente no siente la necesidad de la autoobservación psicológica.

Cuando uno acepta la doctrina de los muchos y comprende la necesidad de eliminar los distintos yoes que carga en su psiquis con el propósito de liberar la conciencia, la esencia, indubitablemente de hecho y por derecho propio inicia la autoobservación psicológica.

Obviamente la eliminación de los elementos indeseables que en nuestra psiquis cargamos origina la apertura de la mente interior.

Todo esto significa que la citada apertura es algo que se realiza en forma graduativa, a medida que vayamos aniquilando elementos indeseables que llevamos en nuestra psiquis.

Quien haya eliminado los elementos indeseables en su interior en un ciento por ciento, obviamente también habrá abierto su mente interior en un ciento por ciento.

Una persona así poseerá la fe absoluta. Ahora comprenderéis las palabras del Cristo cuando dijo: "Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, moveríais montañas".




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Capítulo 13.- Memoria-Trabajo

Incuestionablemente, cada persona tiene su propia psicología particular, esto es irrebatible, incontrovertible, irrefutable.

Desafortunadamente, las gentes nunca piensan en esto y muchos ni lo aceptan debido a que se hallan atrapados en la mente sensorial.

Cualquiera admite la realidad del cuerpo físico porque lo puede ver y palpar; empero, la psicología es cuestión distinta. No es perceptible para los cinco sentidos y por ello la tendencia general a rechazarla o simplemente a subestimarla y despreciarla calificándose de algo sin importancia.

Indubitablemente, cuando alguien comienza a autoobservarse, es señal inequívoca de que ha aceptado la tremenda realidad de su propia psicología.

Es claro que nadie intentaría autoobservarse, si no encontrara antes un motivo fundamental.

Obviamente, quien inicia la autoobservación se convierte en un sujeto muy diferente a los demás, de hecho indica la posibilidad de un cambio.

Desafortunadamente, la gente no quiere cambiar, se contenta con el estado en que vive.

Causa dolor ver cómo las gentes nacen, crecen, se reproducen como bestias, sufren lo indecible y mueren sin saber por qué.

Cambiar es algo fundamental, pero ello es imposible si no se inicia la autoobservación psicológica.

Es necesario empezar a verse a sí mismo con el propósito de autoconocernos, pues en verdad el humanoide racional no se conoce a sí mismo.

Cuando uno descubre un defecto psicológico, de hecho ha dado un gran paso porque esto le permitirá estudiarlo y hasta eliminarlo radicalmente.

En verdad que nuestros defectos psicológicos son innumerables. Aunque tuviéramos mil lenguas para hablar y paladar de acero no alcanzaríamos a enumerarlos a todos cabalmente.

Lo grave de todo esto es que no sabemos medir el espantoso realismo de cualquier defecto. Siempre lo miramos en forma vana, sin poner en él la debida atención, lo vemos como algo sin importancia.

Cuando aceptamos la doctrina de los muchos y entendemos el crudo realismo de los siete demonios que Jesús el Cristo sacó del cuerpo de María Magdalena, ostensiblemente nuestro modo de pensar con respecto a los defectos psicológicos, sufre un cambio fundamental.

No está de más afirmar en forma enfática que la doctrina de los muchos es de origen tibetano y gnóstico en un ciento por ciento.

En verdad que no es nada agradable saber que dentro de nuestra persona viven cientos y miles de personas psicológicas.

Cada defecto psicológico es una persona diferente existiendo dentro de nosotros mismos aquí y ahora.

Los siete demonios que el gran maestro Jesús el Cristo arrojó del cuerpo de María Magdalena son los siete pecados capitales: ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula.

Naturalmente cada uno de estos demonios por separado es cabeza de legión.

En el viejo Egipto de los faraones, el iniciado debía eliminar de su naturaleza interior a los demonios rojos de SETH, si es que quería lograr el despertar de la conciencia.

Visto el realismo de los defectos psicológicos, el aspirante desea cambiar. No quiere continuar en el estado en que vive con tanta gente metida dentro de su psiquis, y entonces inicia la autoobservación.

A medida que nosotros progresamos en el trabajo interior, podemos verificar por sí mismos un ordenamiento muy interesante en el sistema de eliminación.

Uno se asombra cuando descubre orden en el trabajo relacionado con la eliminación de los múltiples agregados psíquicos que personifican a nuestros errores.

Lo interesante de todo esto es que tal orden en la eliminación de defectos se realiza en forma graduativa y se procesa de acuerdo con la dialéctica de la conciencia.

Nunca jamás podría la dialéctica razonativa superar la formidable labor de la dialéctica de la conciencia.

Los hechos nos van demostrando que el ordenamiento psicológico en el trabajo de eliminación de defectos es establecido por nuestro propio Ser interior profundo.

Debemos aclarar que existe una diferencia radical entre el ego y el Ser. El yo jamás podría establecer orden en cuestiones psicológicas, pues en sí mismo es el resultado del desorden.

Solo el Ser tiene poder para establecer el orden en nuestra psiquis. El Ser es el Ser. La razón de ser del Ser es el mismo Ser.

El ordenamiento en el trabajo de autoobservación, enjuiciamiento y eliminación de nuestros agregados psíquicos, va siendo evidenciado por el sentido juicioso de la autoobservación psicológica.

En todos los seres humanos se halla el sentido de la autoobservación psicológica en estado latente, mas se desarrolla en forma graduativa a medida que vayamos usándolo.

Tal sentido nos permite percibir directamente, y no mediante simples asociaciones intelectuales, los diversos yoes que viven dentro de nuestra psiquis.

Esta cuestión de las extrapercepciones sensoriales comienza a ser estudiada en el terreno de la parapsicología, y de hecho ha sido demostrada en múltiples experimentos que se han realizado juiciosamente a través del tiempo y sobre los cuales existe mucha documentación.

Quienes niegan la realidad de las extrapercepciones sensoriales son ignorantes en un ciento por ciento, bribones del intelecto embotellados en la mente sensual.

Sin embargo, el sentido de la autoobservación psicológica es algo más profundo. Va mucho más allá de los simples enunciados parapsicológicos. Nos permite la autoobservación íntima y la plena verificación del tremendo realismo subjetivo de nuestros diversos agregados.

El ordenamiento sucesivo de las diversas partes del trabajo relacionadas con el tema este tan grave de la eliminación de agregados psíquicos, nos permite inferir una "memoria-trabajo" muy interesante y hasta muy útil en la cuestión del desarrollo interior.

Esta memoria-trabajo, si bien es cierto que puede darnos distintas fotografías psicológicas de las diversas etapas de la vida pasada, juntadas en su totalidad, traerían a nuestra imaginación una estampa viva y hasta repugnante de lo que fuimos antes de iniciar el trabajo psico-transformista radical.

No hay duda de que jamás desearíamos regresar a esa horrorosa figura, viva representación de lo que fuimos.

Desde este punto, tal fotografía psicológica resultaría útil como medio de confrontación entre un presente transformado y un pasado regresivo, rancio, torpe y desgraciado.

La memoria-trabajo se escribe siempre a base de sucesivos eventos psicológicos registrados por el centro de autoobservación psicológica.

Existen en nuestra psiquis elementos indeseables que ni remotamente sospechamos.

Que un hombre honrado, incapaz de tomarse jamás nada ajeno, honorable y digno de toda honra, descubra en forma insólita una serie de yoes ladrones habitando en las zonas más profundas de su propia psiquis, es algo espantoso, mas no imposible.

Que una magnífica esposa llena de grandes virtudes o una doncella de exquisita espiritualidad y educación magnífica, mediante el sentido de la autoobservación psicológica, descubra en forma inusitada que en su psiquis íntima vive un grupo de yoes prostitutas, resulta nauseabundo y hasta inaceptable para el centro intelectual o el sentido moral de cualquier ciudadano juicioso, mas todo eso es posible dentro del terreno exacto de la autoobservación psicológica.




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Capítulo 14.- Comprensión Creadora

El ser y el saber deben equilibrarse mutuamente a fin de establecer en nuestra psiquis la llamarada de la comprensión.

Cuando el saber es mayor que el ser, origina confusión intelectual de toda especie.

Si el ser es mayor que el saber, puede dar casos tan graves como el del santo estúpido.

En el terreno de la vida práctica conviene autoobservarnos con el propósito de autodescubrirnos.

Es precisamente la vida práctica el gimnasio psicológico mediante el cual podemos descubrir nuestros defectos.

En estado de alerta percepción, alerta novedad, podremos verificar directamente que los defectos escondidos afloran espontáneamente.

Es claro que defecto descubierto debe ser trabajado conscientemente con el propósito de separarlo de nuestra psiquis.

Ante todo, no debemos identificarnos con ningún yo-defecto, si es que en realidad deseamos eliminarlo.

Si, parado sobre una tabla, deseamos levantarla para colocarla arrimada a una pared, no sería posible esto, si continuáramos parados sobre ella.

Obviamente debemos empezar por separar a la tabla de sí mismos, retirándonos de la misma y luego con nuestras manos levantar la tabla y colocarla recargada al muro.

Similarmente, no debemos identificarnos con ningún agregado psíquico, si es que en verdad deseamos separarlo de nuestra psiquis.

Cuando uno se identifica con tal o cual yo, de hecho lo fortifica en vez de desintegrarlo.

Supongamos que un yo cualquiera de lujuria se adueña de los rollos que tenemos en el centro intelectual para proyectar en la pantalla de la mente escenas de lascivia y morbosidad sexual. Si nos identificamos con tales cuadros pasionarios, indubitablemente aquel yo lujurioso se fortificará tremendamente.

Mas, si nosotros, en vez de identificarnos con esa entidad, la separamos de nuestra psiquis, considerándola como un demonio intruso, obviamente habrá surgido en nuestra intimidad la comprensión creadora.

Posteriormente podríamos darnos el lujo de enjuiciar analíticamente a tal agregado con el propósito de hacernos plenamente conscientes del mismo.

Lo grave de las gentes consiste precisamente en la identificación, y esto es lamentable.

Si las gentes conocieran la doctrina de los muchos, si de verdad entendieran que ni su propia vida les pertenece, entonces no cometerían el error de la identificación.

Escenas de ira, cuadros de celos, etc., en el terreno de la vida práctica resultan útiles cuando nos hallamos en constante autoobservación psicológica.

Entonces comprobamos que ni nuestros pensamientos, ni nuestros deseos, ni nuestras acciones nos pertenecen.

Incuestionablemente, múltiples yoes intervienen como intrusos de mal agüero para poner en nuestra mente pensamientos y en nuestro corazón emociones y en nuestro centro motor acciones de cualquier clase.

Es lamentable que no seamos dueños de sí mismos, que diversas entidades psicológicas hagan de nosotros lo que les viene en gana.

Desafortunadamente, ni remotamente sospechamos lo que nos sucede y actuamos como simples marionetas controladas por hilos invisibles.

Lo peor de todo esto es que, en vez de luchar por independizarnos de todos estos tiranuelos secretos, cometemos el error de vigorizarlos y esto sucede cuando nos identificamos.

Cualquier escena callejera, cualquier drama familiar, cualquier riña tonta entre cónyuges se debe indubitablemente a tal o cual yo, y esto es algo que jamás debemos ignorar.

La vida práctica es el espejo psicológico donde podemos vernos a sí mismos tal cual somos.

Pero ante todo debemos comprender la necesidad de vernos a sí mismos, la necesidad de cambiar radicalmente. Sólo así tendremos ganas de observarnos realmente.

Quien se contenta con el estado en que vive, el necio, el retardatario, el negligente no sentirá nunca el deseo de verse a sí mismo. Se querrá demasiado y en modo alguno estará dispuesto a revisar su conducta y su modo de ser.

En forma clara diremos que en algunas comedias, dramas y tragedias de la vida práctica intervienen varios yoes que es necesario comprender.

En cualquier escena de celos pasionarios entran en juego yoes de lujuria, ira, amor propio, celos, etc., etc., etc., que posteriormente deberán ser enjuiciados analíticamente, cada uno por separado, a fin de comprenderlos íntegramente con el evidente propósito de desintegrarlos totalmente.

La comprensión resulta muy elástica, por ello necesitamos ahondar cada vez más profundamente. Lo que hoy comprendimos de un modo, mañana lo comprenderemos mejor.

Miradas las cosas desde este ángulo, podemos verificar por sí mismos cuán útiles son las diversas circunstancias de la vida, cuando en verdad las utilizamos como espejo para el autodescubrimiento.

En modo alguno trataríamos jamás de afirmar que los dramas, comedias y tragedias de la vida práctica resultan siempre hermosos y perfectos. Tal afirmación sería descabellada.

Sin embargo, por absurdas que sean las diversas situaciones de la existencia, resultan maravillosas como gimnasio psicológico.

El trabajo relacionado con la disolución de los diversos elementos que constituyen el mí mismo, resulta espantosamente difícil.

Entre las cadencias del verso también se esconde el delito. Entre el perfume delicioso de los templos se esconde el delito.

El delito a veces se vuelve tan refinado que se confunde con la santidad, y tan cruel que se llega a parecer a la dulzura.

El delito se viste con la toga del juez, con la túnica del maestro, con el ropaje del mendigo, con el traje del señor y hasta con la túnica del Cristo.

Comprensión es fundamental, mas en el trabajo de disolución de los agregados psíquicos no es todo, como veremos en el capítulo siguiente.

Resulta urgente, inaplazable, hacernos conscientes de cada yo para separarlo de nuestra psiquis; mas eso no es todo, falta algo más. (véase el capítulo dieciséis).




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Capítulo 15.- La Kundalini

Hemos llegado a un punto muy espinoso. Quiero referirme a la cuestión esta de la Kundalini, la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes, citada en muchos textos de la sabiduría oriental.

Indubitablemente la Kundalini tiene mucha documentación y es algo que bien vale la pena investigar.

En los textos de alquimia medieval, la Kundalini es la signatura astral del esperma sagrado, STELLA MARIS, la VIRGEN DEL MAR, quien guía sabiamente a los trabajadores de la Gran Obra.

Entre los aztecas ella es TONANTZIN, entre los griegos la CASTA DIANA, y en Egipto es ISIS, la MADRE DIVINA a quien ningún mortal ha levantado el velo.

No hay duda alguna de que el cristianismo esotérico jamás dejó de adorar a la Divina Madre Kundalini. Obviamente es MARAH, o mejor dijéramos RAM-IO, MARIA.

Lo que no especificaron las religiones ortodoxas, por lo menos en lo que atañe al círculo exotérico o público, es el aspecto de ISIS en su forma individual humana.

Ostensiblemente, sólo en secreto se enseñó a los iniciados que esa Divina Madre existe individualmente dentro de cada ser humano.

No está de más aclarar en forma enfática que Dios-Madre, REA, CIBELES, ADONÍA o como queramos llamarle, es una variante de nuestro propio Ser individual aquí y ahora.

Concretando diremos que cada uno de nos tiene su propia Madre Divina particular, individual.

Hay tantas Madres en el cielo, cuantas criaturas existentes sobre la faz de la Tierra.

La Kundalini es la energía misteriosa que hace existir al mundo, un aspecto de BRAHMA.

En su aspecto psicológico manifiesto en la anatomía oculta del ser humano, la KUNDALINI se halla enroscada tres veces y media dentro de cierto centro magnético ubicado en el hueso coxígeo.

Allí descansa entumecida como cualquier serpiente la Divina Princesa.

En el centro de aquel chakra o estancia existe un triángulo hembra o yoni donde está establecido un lingam macho.

En este lingam atómico o mágico que representa el poder creador sexual de BRAHMA, se enrosca la sublime serpiente KUNDALINI.

La reina ígnea en su figura de serpiente, despierta con el secretum secretorum de cierto artificio alquimista que he enseñado claramente en mi obra titulada: «El Misterio del Áureo Florecer».

Incuestionablemente, cuando esta divina fuerza despierta, asciende victoriosa por el canal medular espinal para desarrollar en nosotros los poderes que divinizan.

En su aspecto trascendental divinal subliminal, la serpiente sagrada, trascendiendo a lo meramente fisiológico, anatómico, en su estado étnico es -como ya dije- nuestro propio Ser, pero derivado.

No es mi propósito enseñar en este tratado la técnica para el despertar de la serpiente sagrada.

Sólo quiero poner cierto énfasis al crudo realismo del ego y a la urgencia interior relacionada con la disolución de sus diversos elementos inhumanos.

La mente por sí misma no puede alterar radicalmente ningún defecto psicológico.

La mente puede rotular cualquier defecto, pasarlo de un nivel a otro, esconderlo de sí misma o de los demás, disculparlo, mas nunca eliminarlo absolutamente.

Comprensión es una parte fundamental, pero no lo es todo; se necesita eliminar.

Defecto observado debe ser analizado y comprendido en forma íntegra antes de proceder a su eliminación.

Necesitamos de un poder superior a la mente, de un poder capaz de desintegrar atómicamente cualquier yo-defecto que previamente hayamos descubierto y enjuiciado profundamente.

Afortunadamente tal poder subyace profundamente más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, aunque tenga sus exponentes concretos en el hueso del centro coxígeo, como ya lo explicamos en párrafos anteriores del presente capítulo.

Después de haber comprendido íntegramente cualquier yo-defecto, debemos sumergirnos en meditación profunda, suplicando, orando, pidiendo a nuestra Divina Madre particular, individual desintegre el yo-defecto previamente comprendido.

Esta es la técnica precisa que se requiere para la eliminación de los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos.

La Divina Madre Kundalini tiene poder para reducir a cenizas cualquier agregado psíquico subjetivo, inhumano.

Sin esta didáctica, sin este procedimiento, todo esfuerzo para la disolución del ego resulta infructuoso, inútil, absurdo.




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Capítulo 16.- Normas Intelectuales

En el terreno de la vida práctica cada persona tiene su criterio, su forma más o menos rancia de pensar y nunca se abre a lo nuevo. Esto es irrefutable, irrebatible, incontrovertible.

La mente del humanoide intelectual está degenerada, deteriorada, en franco estado de involución.

Realmente el entendimiento de la humanidad actual es similar a una vieja estructura mecánica inerte y absurda, incapaz por sí misma de cualquier fenómeno de elasticidad auténtica.

Falta ductibilidad en la mente. Se encuentra enfrascada en múltiples normas rígidas y extemporáneas.

Cada cual tiene su criterio y determinadas normas rígidas dentro de las cuales acciona y reacciona incesantemente.

Lo más grave de toda esta cuestión es que las millonadas de criterios equivalen a millonadas de normas putrefactas y absurdas.

En todo caso, las gentes nunca se sienten equivocadas. Cada cabeza es un mundo y no hay duda que entre tantos recovecos mentales existen muchos sofismas de distracción y estupideces insoportables.

Mas el criterio estrecho de las multitudes ni remotamente sospecha el embotellamiento intelectivo en que se encuentra.

Estas gentes modernas con cerebro de cucaracha piensan de sí mismas lo mejor, presumen de liberales, de supergenios, creen que tienen muy amplio criterio.

Los ignorantes ilustrados resultan ser los más difíciles, pues en realidad, hablando esta vez en sentido socrático diremos: "no solamente no saben, sino que además ignoran que no saben".

Los bribones del intelecto, aferrados a esas normas anticuadas del pasado, se procesan violentamente en virtud de su propio embotellamiento, y se niegan en forma enfática a aceptar algo que en modo alguno puede encajar dentro de sus normas de acero.

Piensan los sabihondos ilustrados que todo aquello que por una o otra causa se salga del camino rígido de sus procedimientos oxidados es absurdo en un ciento por ciento. Así, de este modo esas pobres gentes de criterio tan difícil se autoengañan miserablemente.

Presumen de geniales los seudosapientes de esta época, ven con desdén a quienes tienen valor de apartarse de sus normas carcomidas por el tiempo. Lo peor de todo es que ni remotamente sospechan la cruda realidad de su propia torpeza.

La mezquindad intelectual de las mentes rancias es tal que hasta se da el lujo de exigir demostraciones sobre eso que es lo real, sobre eso que no es de la mente.

No quieren entender las gentes del entendimiento raquítico e intolerante que la experiencia de lo real sólo adviene en ausencia del ego.

Incuestionablemente, en modo alguno sería posible reconocer directamente los misterios de la vida y de la muerte en tanto no se haya abierto dentro de nosotros mismos la mente interior.

No está de más repetir en este capítulo que sólo la conciencia superlativa del Ser puede conocer la verdad.

La mente interior sólo puede funcionar con los datos que aporta la conciencia cósmica del Ser.

El intelecto subjetivo, con su dialéctica razonativa, nada puede saber sobre eso que escapa a su jurisdicción.

Ya sabemos que los conceptos de contenido de la dialéctica razonativa se elaboran con los datos aportados por los sentidos de percepción externa.

Quienes se encuentran embotellados dentro de sus procedimientos intelectuales y normas fijas, presentan siempre resistencia a estas ideas revolucionarias.

Sólo disolviendo el EGO en forma radical y definitiva es posible despertar la conciencia y abrir realmente la mente interior.

Sin embargo, como quiera que estas declaraciones revolucionarias no caben dentro de la lógica formal, ni tampoco dentro de la lógica dialéctica, la reacción subjetiva de las mentes involucionantes opone resistencia violenta.

Quieren esas pobres gentes del intelecto meter el océano dentro de un vaso de cristal. Suponen que la universidad puede controlar toda la sabiduría del universo y que todas las leyes del cosmos están obligadas a someterse a sus viejas normas académicas.

Ni lejanamente sospechan esos intonsos, dechados de sabiduría, el estado degenerativo en que se encuentran.

A veces resaltan tales gentes por un momento cuando vienen al mundo esoterista, mas pronto se apagan como fuegos fatuos, desaparecen del panorama de las inquietudes espirituales, se los traga el intelecto y desaparecen de escena para siempre.

La superficialidad del intelecto nunca puede penetrar en el fondo legítimo del Ser. Empero, los procesos subjetivos del racionalismo pueden llevar a los necios a cualquier clase de conclusiones muy brillantes pero absurdas.

El poder formulativo de conceptos lógicos en modo alguno implica la experiencia de lo real.

El juego convincente de la dialéctica razonativa, autofascina al razonador haciéndole confundir siempre gato con liebre.

La brillante procesión de ideas ofusca al bribón del intelecto y le da cierta autosuficiencia tan absurda como para rechazar a todo eso que no huela a polvo de bibliotecas y tinta de universidad.

El "delirium tremens" de los borrachos alcohólicos tiene síntomas inconfundibles, pero el de los ebrios de las teorías se confunde fácilmente con la genialidad.

Al llegar a esta parte de nuestro capítulo, diremos que ciertamente resulta muy difícil saber dónde termina el intelectualismo de los bribones y dónde comienza la locura.

En tanto continuemos embotellados dentro de las normas podridas y rancias del intelecto, será algo más que imposible la experiencia de eso que no es de la mente, de eso que no es del tiempo, de eso que es lo real.




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Capítulo 17.- El Cuchillo de la Conciencia

Algunos psicólogos simbolizan a la conciencia como un cuchillo muy capaz de separarnos de lo que está pegado a nosotros y nos extrae la fuerza.

Creen tales psicólogos que la única manera de escapar al poder de tal o cual YO es observarlo cada vez con más claridad, con el propósito de comprenderlo para volvernos conscientes del mismo.

Piensan esas gentes que así uno se separa eventualmente de este o aquel yo, aunque sea por el grosor del filo de un cuchillo.

De esta manera, dicen, el yo separado por la conciencia parece como una planta cortada.

Hacerse consciente de cualquier yo, según ellos, significa separarlo de nuestra psiquis y condenarlo a muerte.

Incuestionablemente tal concepto, aparentemente muy convincente, falla en la práctica.

El yo que mediante el cuchillo de la conciencia ha sido cortado de nuestra personalidad, arrojado de casa como oveja negra, continúa en el espacio psicológico, se convierte en demonio tentador, insiste en regresar a casa, no se resigna tan fácilmente, de ninguna manera quiere comer el pan amargo del destierro, busca una oportunidad y al menor descuido de la guardia se acomoda nuevamente dentro de nuestra psiquis.

Lo más grave es que dentro del yo desterrado se encuentra siempre embotellada cierto porcentaje de esencia, de conciencia.

Todos esos psicólogos que así piensan, jamás han logrado disolver ninguno de sus yoes. En realidad han fracasado.

Por mucho que se intente evadir la cuestión esa del KUNDALINI, el problema es muy grave.

En realidad el "hijo ingrato" no progresa jamás en el trabajo esotérico sobre sí mismo.

Obviamente, "hijo ingrato" es todo aquél que desprecia a ISIS, nuestra Divina Madre Cósmica, particular, individual.

ISIS es una de las partes autónomas de nuestro propio Ser, pero derivado. La serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes, el KUNDALINI.

Ostensiblemente sólo ISIS tiene poder absoluto para desintegrar cualquier yo; esto es irrefutable, irrebatible, incontrovertible.

KUNDALINI es una palabra compuesta: KUNDA viene a recordarnos al abominable órgano KUNDARTIGUADOR, LINI es un término atlante que significa fin.

KUNDALINI quiere decir: "Fin del abominable órgano KUNDARTIGUADOR". Es pues urgente no confundir al KUNDALINI con el KUNDARTIGUADOR.

Ya dijimos en un pasado capítulo que la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes se encuentra enroscada tres veces y media dentro de cierto centro magnético, ubicado en el hueso coxígeo, base de la espina dorsal.

Cuando la serpiente sube, es el Kundalini, cuando baja, es el abominable órgano Kundartiguador.

Mediante el TANTRISMO BLANCO la serpiente asciende victoriosa por el canal medular espinal, despertando los poderes que divinizan.

Mediante el TANTRISMO NEGRO la serpiente se precipita desde el coxis hacia los infiernos atómicos del hombre. Así es como muchos se convierten en demonios terriblemente perversos.

Quienes cometen el error de atribuirle a la serpiente ascendente todas las características izquierdas y tenebrosas de la serpiente descendente, fracasan definitivamente en el trabajo sobre sí mismos.

Las malas consecuencias del abominable órgano Kundartiguador, sólo pueden ser aniquiladas con el KUNDALINI.

No está de más aclarar que tales malas consecuencias están cristalizadas en el YO PLURALIZADO de la psicología revolucionaria.

El poder hipnótico de la serpiente descendente tiene a la humanidad sumergida en la inconsciencia.

Sólo la serpiente ascendente, por oposición, puede despertarnos. Esta verdad es un axioma de la sabiduría hermética. Ahora comprenderemos mejor la honda significación de la palabra sagrada "KUNDALINI".

La voluntad consciente está siempre representada por la mujer sagrada, María, ISIS, que aplasta la cabeza de la serpiente descendente.

Declaro aquí francamente y sin ambages que la doble corriente de luz, el fuego vivo y astral de la tierra, ha sido figurado por la serpiente con cabeza de toro, de macho cabrío o de perro en los antiguos misterios.

Es la doble serpiente del caduceo de Mercurio. Es la serpiente tentadora del Edén; pero es también, sin la menor duda, la serpiente de cobre de Moisés entrelazada en el TAU, es decir, en el LINGAM generador.

Es el "macho cabrío" del Sabbat y el Baphometo de los templarios gnósticos; el HYLE del Gnosticismo Universal; la doble cola de serpiente que forma las patas del Gallo Solar de los ABRAXAS.

En el LINGAM NEGRO embutido en el YONI metálico, símbolos del Dios SHIVA, la Divinidad Hindú, está la clave secreta para despertar y desarrollar la serpiente ascendente o KUNDALINI, a condición de no derramar jamás en la vida el "Vaso de Hermes Trimegisto", el tres veces grande Dios "IBIS DE THOTH".

Hemos hablado entre líneas para quienes sepan entender. Quien tenga entendimiento que entienda porque aquí hay sabiduría.

Los TÁNTRICOS negros son diferentes. Ellos despiertan y desarrollan el abominable órgano KUNDARTIGUADOR, la serpiente tentadora del Edén, cuando cometen en sus ritos el crimen imperdonable de derramar el "Vino Sagrado".




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Capítulo 18.- El País Psicológico

Incuestionablemente, así como existe el país exterior en el cual vivimos, así también en nuestra intimidad existe el país psicológico.

Las gentes no ignoran jamás la ciudad o la comarca donde viven. Desafortunadamente sucede que desconocen el lugar psicológico donde se hallan ubicadas.

En un instante dado, cualquiera sabe en qué barrio o colonia se encuentra, mas en el terreno psicológico no sucede lo mismo. Normalmente las gentes ni remotamente sospechan en un momento dado el lugar de su país psicológico en donde se han metido.

Así como en el mundo físico existen colonias de gentes decentes y cultas, así también sucede en la comarca psicológica de cada uno de nosotros. No hay duda de que existen colonias muy elegantes y hermosas.

Así como en el mundo físico hay colonias o barrios con callejuelas peligrosísimas, llenas de asaltantes, así también sucede lo mismo en la comarca psicológica de nuestro interior.

Todo depende de la clase de gente que nos acompañe. Si tenemos amigos borrachos, iremos a parar a la cantina, y si estos últimos son calaveras, indubitablemente nuestro destino estará en los prostíbulos.

Dentro de nuestro país psicológico cada cual tiene sus acompañantes, sus YOES. Éstos lo llevarán a uno a donde deben llevarlo de acuerdo con sus características psicológicas.

Una dama virtuosa y honorable, magnífica esposa, de conducta ejemplar, viviendo en una hermosa mansión en el mundo físico, debido a sus YOES lujuriosos podría estar ubicada en antros de prostitución dentro de su país psicológico.

Un caballero honorable, de honradez intachable, magnífico ciudadano, podría dentro de su comarca psicológica encontrarse ubicado en una cueva de ladrones, debido a sus pésimos acompañantes, YOES del robo, muy sumergidos dentro del inconsciente.

Un anacoreta y penitente, posiblemente un monje así viviendo austero dentro de su celda en algún monasterio, podría psicológicamente encontrarse ubicado en una colonia de asesinos, pistoleros, atracadores, drogadictos, debido precisamente a YOES infraconscientes o inconscientes, sumergidos profundamente dentro de los recovecos más difíciles de su psiquis.

Por algo se nos ha dicho que hay mucha virtud en los malvados y que hay mucha maldad en los virtuosos.

Muchos santos canonizados aún viven todavía dentro de los antros psicológicos del robo o en casas de prostitución.

Esto que estamos afirmando en forma enfática podría escandalizar a los mojigatos, a los pietistas, a los ignorantes ilustrados, a los dechados de sabiduría, pero jamás a los verdaderos psicólogos.

Aunque parezca increíble, entre el incienso de la oración también se esconde el delito, entre las cadencias del verso también se esconde el delito, bajo la cúpula sagrada de los santuarios más divinos el delito se reviste con la túnica de la santidad y la palabra sublime.

Entre los fondos profundos de los santos más venerables, viven los YOES del prostíbulo, del robo, del homicidio, etc.

Acompañantes infrahumanos escondidos entre las insondables profundidades del inconsciente.

Mucho sufrieron por tal motivo los diversos santos de la historia. Recordemos las tentaciones de San Antonio, todas aquellas abominaciones contra las que tuvo que luchar nuestro hermano Francisco de Asís.

Sin embargo, no todo lo dijeron esos santos, y la mayor parte de los anacoretas callaron.

Uno se asombra al pensar que algunos anacoretas penitentes y santísimos vivan en las colonias psicológicas de la prostitución y del robo.

Empero son santos y, si todavía no han descubierto esas cosas espantosas de su psiquis, cuando las descubran, usarán cilicios sobre su carne, ayunarán, posiblemente se azotarán, y rogarán a su divina madre Kundalini elimine de su psiquis esos malos acompañantes, que en esos antros tenebrosos de su propio país psicológico tiene metidos.

Mucho han dicho las distintas religiones sobre la vida después de la muerte y el más allá.

Que no se devanen más los sesos las pobres gentes sobre lo que hay allá del otro lado, más allá del sepulcro.

Incuestionablemente, después de la muerte cada cual continúa viviendo en la colonia psicológica de siempre.

El ladrón en los antros de los ladrones continuará. El lujurioso en las casas de cita proseguirá como fantasma de mal agüero. El iracundo, el furioso seguirá viviendo en las callejuelas peligrosas del vicio y de la ira, allí también donde brilla el puñal y suenan los tiros de las pistolas.

La esencia en sí misma es muy hermosa, vino de arriba, de las estrellas y desgraciadamente está metida dentro de todos estos yoes que llevamos dentro.

Por oposición, la esencia puede desandar el camino, regresar al punto de partida original, volver a las estrellas, mas debe libertarse primero de sus malos acompañantes que la tienen metida en los suburbios de la perdición.

Cuando Francisco de Asís y Antonio de Padua, insignes maestros cristificados, descubrieron dentro de su interior los yoes de la perdición, sufrieron lo indecible y no hay duda de que a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios lograron reducir a polvareda cósmica a todo ese conjunto de elementos inhumanos que en su interior vivían. Incuestionablemente esos santos se cristificaron y regresaron al punto de partida original después de haber sufrido mucho.

Ante todo es necesario, es urgente, inaplazable que el centro magnético, que en forma anormal tenemos establecido en nuestra falsa personalidad, sea transferido a la esencia. Así podrá iniciar el hombre completo su viaje desde la personalidad hasta las estrellas, ascendiendo en forma didáctica progresiva, de grado en grado por la montaña del Ser.

En tanto continúe el centro magnético establecido en nuestra personalidad ilusoria, viviremos en los antros psicológicos más abominables, aunque en la vida práctica seamos magníficos ciudadanos.

Cada cual tiene un centro magnético que le caracteriza. El comerciante tiene el centro magnético del comercio y por ello se desenvuelve en los mercados y atrae lo que le es afín, compradores y mercaderes.

El hombre de ciencia tiene en su personalidad el centro magnético de la ciencia y por ello atrae hacia sí todas las cosas de la ciencia, libros, laboratorios, etc.

El esoterista tiene en sí mismo el centro magnético del esoterismo, y como quiera que esta clase de centro se torna diferente a las cuestiones de la personalidad, indubitablemente se sucede por tal motivo la transferencia.

Cuando el centro magnético se establece en la conciencia, es decir, en la esencia, entonces se inicia el regreso del hombre total a las estrellas.




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Capítulo 19.- Las Drogas

El desdoblamiento psicológico del hombre nos permite evidenciar el crudo realismo de un nivel superior en cada uno de nosotros.

Cuando uno ha podido verificar por sí mismo en forma directa el hecho concreto de dos hombres en uno mismo, el inferior en el nivel normal común y corriente, el superior en una octava más elevada, entonces todo cambia y procuramos en este caso actuar en la vida de acuerdo a los principios fundamentales que uno lleva en lo hondo de su Ser.

Así como existe una vida externa, así también existe una vida interna.

El hombre exterior no es todo, el desdoblamiento psicológico nos enseña la realidad del hombre interior.

El hombre exterior tiene su modo de ser, es una cosa con múltiples actitudes y reacciones típicas en la vida, una marioneta movida por hilos invisibles.

El hombre interior es el SER auténtico, se procesa en otras leyes muy diferentes, jamás podría ser convertido en robot.

El hombre exterior no da puntada sin dedal. Siente que le han pagado mal, se compadece de sí mismo, se autoconsidera demasiado. Si es soldado aspira a ser general, si es trabajador de una fábrica protesta cuando no le ascienden, quiere que sus méritos sean debidamente reconocidos, etc.

Nadie podría llegar al nacimiento SEGUNDO, renacer, como dice el Evangelio del Señor, en tanto continúe viviendo con la psicología del hombre inferior común y corriente.

Cuando uno reconoce su propia nadidad y miseria interior, cuando tiene el valor de revisar su vida, indubitablemente viene a saber por sí mismo que de ninguna manera posee méritos de ninguna especie.

"Bienaventurados los pobres de espíritu porque ellos recibirán el reino de los cielos".

Pobres de espíritu o indigentes del espíritu son realmente aquellos que reconocen su propia nadidad, desvergüenza y miseria interior. Esa clase de seres incuestionablemente reciben la iluminación.

"Más fácil pasa un camello por el hueco de una aguja que un rico entra en el reino de los cielos".

Es ostensible que la mente enriquecida por tantos méritos, condecoraciones y medallas, distinguidas virtudes sociales y complicadas teorías académicas, no es pobre de espíritu y por ende nunca podría entrar en el reino de los cielos.

Para entrar al Reino se hace impostergable el tesoro de la fe. En tanto no se haya producido en cada uno de nosotros el desdoblamiento psicológico, la FE resulta algo más que imposible.

La FE es el conocimiento puro, la sabiduría experimental directa.

La FE fue siempre confundida con las vanas creencias. Los gnósticos no debemos caer jamás en tan grave error.

La FE es experiencia directa de lo real, vivencia magnífica del hombre interior, cognición divinal auténtica.

El hombre interior, al conocer por experiencia mística directa sus propios mundos internos, es ostensible que conoce también los mundos internos de todas las personas que pueblan la faz de la Tierra.

Nadie podría conocer los mundos internos del planeta Tierra, del Sistema Solar y de la Galaxia en que vivimos, si antes no ha conocido sus propios mundos internos. Esto es similar al suicida que escapa de la vida por puerta falsa.

Las extrapercepciones del drogadicto tienen su raíz particular en el abominable órgano KUNDARTIGUADOR (la serpiente tentadora del Edén).

La conciencia, embotellada entre los múltiples elementos que constituyen el ego, se procesa en virtud de su propio embotellamiento.

La conciencia egoica deviene, pues, en estado comatoso, con alucinaciones hipnóticas muy similares a las de cualquier sujeto que se hallare bajo el influjo de tal o cual droga.

Podemos plantear esta cuestión en la siguiente forma: alucinaciones de la conciencia egoica son iguales a las alucinaciones provocadas por las drogas.

Obviamente estos dos tipos de alucinaciones tienen sus causas originales en el abominable órgano KUNDARTIGUADOR. (Véase capítulo XVI del presente libro).

Indubitablemente las drogas aniquilan los rayos alfa. Entonces incuestionablemente viene a perderse la conexión intrínseca entre mente y cerebro. Esto de hecho resulta fracaso total.

El drogadicto convierte al vicio en religión y, desviado, piensa experimentar lo real bajo el influjo de las drogas, ignorando que las extrapercepciones producidas por la marihuana, el L.S.D., la morfina, los hongos alucinantes, la cocaína, la heroína, el hashis, pastillas tranquilizantes en exceso, anfetaminas, barbitúricos, etc., etc., etc., son meras alucinaciones elaboradas por el abominable órgano KUNDARTIGUADOR.

Los drogadictos involucionando, degenerando en el tiempo, se sumergen al fin en forma definitiva dentro de los mundos infiernos.




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Capítulo 20.- Inquietudes

No hay duda que entre el pensar y el sentir existe una gran diferencia. Esto es incontrovertible.

Existe una gran frialdad entre las gentes. Es el frío de lo que no tiene importancia, de lo superficial.

Creen las multitudes que importante es lo que no es importante. Suponen que la última moda o el coche último modelo o la cuestión esta del salario fundamental es lo único serio.

Llaman serio la crónica del día, la aventura amorosa, la vida sedentaria, la copa de licor, la carrera de caballos, la carrera de automóviles, la corrida de toros, el chismorreo, la calumnia, etc.

Obviamente, cuando el hombre del día o la mujer del salón de belleza escuchan algo sobre esoterismo, como quiera que esto no está en sus planes, ni en sus tertulias, ni en sus placeres sexuales, responden con un no sé qué de frialdad espantosa, o sencillamente retuercen la boca, levantan los hombros y se retiran con indiferencia.

Esa apatía psicológica, esa frialdad que espanta, tiene dos basamentos: primero la ignorancia más tremenda, segundo la ausencia más absoluta de inquietudes espirituales.

Falta un contacto, un choque eléctrico. Nadie lo dio en la tienda, tampoco entre lo que se creía serio, ni mucho menos en los placeres de la cama.

Si alguien fuera capaz de darle al frío imbécil o a la superficial mujercita el toque eléctrico del momento, el chispazo del corazón, alguna reminiscencia extraña, un no sé qué demasiado íntimo, tal vez entonces todo sería distinto.

Mas algo desplaza a la vocecilla secreta, a la primera corazonada, al anhelo íntimo. Posiblemente una tontería, el hermoso sombrero de alguna vitrina o aparador, el dulce exquisito de un restaurante, el encuentro de un amigo que más tarde no tiene para nosotros ninguna importancia, etc.

Tonterías, necedades, que no siendo transcendentales, sí tienen fuerza en un instante dado como para apagar la primera inquietud espiritual, el íntimo anhelo, la insignificante chispa de luz, la corazonada que sin saber por qué nos inquietó por un momento.

Si esos que hoy son cadáveres vivientes, fríos noctámbulos del club o sencillamente vendedores de paraguas en el almacén de la calle real, no hubieran sofocado la primera inquietud íntima, serían en este momento luminarias del espíritu, adeptos de la luz, hombres auténticos en el sentido más completo de la palabra.

El chispazo, la corazonada, un suspiro misterioso, un no sé qué fue sentido alguna vez por el carnicero de la esquina, por el engrasador de calzado o por el doctor de primera magnitud, mas todo fue en vano. Las necedades de la personalidad siempre apagan el primer chispazo de la luz. Después prosigue el frío de la más espantosa indiferencia.

Incuestionablemente, a las gentes se las traga la Luna tarde o temprano. Esta verdad resulta incontrovertible.

No hay nadie que en la vida no haya sentido alguna vez una corazonada, una extraña inquietud. Desgraciadamente, cualquier cosa de la personalidad, por tonta que ésta sea, es suficiente como para reducir a polvareda cósmica eso que en el silencio de la noche nos conmovió por un momento.

La Luna gana siempre estas batallas. Ella se alimenta, se nutre precisamente con nuestras propias debilidades.

La Luna es terriblemente mecanicista. El humanoide lunar, desprovisto por completo de toda inquietud solar, es incoherente y se mueve en el mundo de sus sueños.

Si alguien hiciera lo que nadie hace, esto es, avivar la íntima inquietud surgida tal vez en el misterio de alguna noche, no hay duda de que a la larga se asimilaría la inteligencia solar y se convertiría por tal motivo en hombre solar.

Eso es precisamente lo que el Sol quiere, pero a estas sombras lunares tan frías, apáticas e indiferentes, siempre se las traga la Luna. Después viene la igualación de la muerte.

La muerte iguala todo. Cualquier cadáver viviente, desprovisto de inquietudes solares, degenera terriblemente en forma progresiva hasta que la Luna lo devora.

El Sol quiere crear hombres. Está haciendo ese ensayo en el laboratorio de la naturaleza. Desgraciadamente, tal experimento no le ha dado muy buenos resultados. La Luna se traga a la gente.

Sin embargo, esto que estamos diciendo no le interesa a nadie. Mucho menos a los ignorantes ilustrados. Ellos se sienten la mamá de los pollitos o el papá de Tarzán.

El Sol ha depositado dentro de las glándulas sexuales del animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, ciertos gérmenes solares que, convenientemente desarrollados, podrían transformarnos en hombres auténticos.

Empero el experimento solar resulta espantosamente difícil debido precisamente al frío lunar.

Las gentes no quieren cooperar con el Sol y por tal motivo a la larga los gérmenes solares involucionan, degeneran y se pierden lamentablemente.

La clavícula maestra de la obra del Sol está en la disolución de los elementos indeseables que llevamos dentro.

Cuando una raza humana pierde todo interés por las ideas solares, el Sol la destruye porque no le sirve ya para su experimento.

Como quiera que esta raza actual se ha vuelto insoportablemente lunar, terriblemente superficial y mecanicista, ya no sirve para el experimento solar, motivo más que suficiente por el cual será destruida.

Para que haya inquietud espiritual continua, se requiere pasar el centro magnético de gravedad a la esencia, a la conciencia.

Desafortunadamente, las gentes tienen el centro magnético de gravedad en la personalidad, en el café, en la cantina, en los negocios del banco, en la casa de citas o en la plaza de mercado, etc.

Obviamente, todas éstas son las cosas de la personalidad y el centro magnético de la misma atrae a todas estas cosas. Esto es incontrovertible y cualquier persona que tenga sentido común puede verificarlo por sí misma y en forma directa.

Desgraciadamente, al leer todo esto, los bribones del intelecto, acostumbrados a discutir demasiado o a callar con un orgullo insoportable, prefieren tirar el libro con desdén y leer el periódico.

Unos cuantos sorbos de buen café y la crónica del día resultan magnífico alimento para los mamíferos racionales.

Sin embargo, ellos se sienten muy serios. Indubitablemente sus propias sabihondeces los tienen alucinados, y estas cosas de tipo solar escritas en este libro insolente les molestan demasiado. No hay duda de que los ojos bohemios de los homúnculos de la razón no se atreverían a continuar con el estudio de esta obra.




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Capítulo 21.- Meditación

En la vida lo único importante es el cambio radical, total y definitivo. Lo demás francamente no tiene la menor importancia.

La meditación resulta fundamental cuando sinceramente queremos nosotros tal cambio.

En modo alguno deseamos la meditación intrascendente, superficial y vana.

Necesitamos volvernos serios y dejar a un lado tantas tonterías que abundan por allí, en el seudoesoterismo y seudoocultismo barato.

Hay que saber ser serios, hay que saber cambiar, si es que en realidad de verdad no queremos fracasar en el trabajo esotérico.

Quien no sabe meditar, el superficial, el intonso jamás podrá disolver el ego. Será siempre un leño impotente entre el furioso mar de la vida.

Defecto descubierto en el terreno de la vida práctica, debe ser comprendido profundamente a través de la técnica de la meditación.

El material didáctico para la meditación se encuentra precisamente en los distintos eventos o circunstancias diarias de la vida práctica. Esto es incontrovertible.

Las gentes siempre protestan contra los eventos desagradables, nunca saben ver la utilidad de tales eventos.

Nosotros, en vez de protestar contra las circunstancias desagradables, debemos extraer de las mismas, mediante la meditación, los elementos útiles para nuestro crecimiento anímico.

La meditación de fondo sobre tal o cual circunstancia agradable o desagradable, nos permite sentir en sí mismos el sabor, el resultado.

Es necesario hacer una plena diferenciación psicológica entre lo que es el sabor trabajo y el sabor vida.

En todo caso, para sentir en sí mismos el sabor trabajo, se requiere inversión total de la actitud con que normalmente se toman las circunstancias de la existencia.

Nadie podría gustar del sabor trabajo en tanto cometiera el error de identificarse con los diversos eventos.

Ciertamente la identificación impide la debida apreciación psicológica de los eventos.

Cuando uno se identifica con tal o cual acontecimiento, en modo alguno logra extraer del mismo los elementos útiles para el autodescubrimiento y crecimiento interior de la conciencia.

El trabajador esoterista que regresa a la identificación después de haber perdido la guardia, vuelve a sentir el sabor vida en vez del sabor trabajo.

Esto indica que la actitud psicológica, invertida antes, ha vuelto a su estado de identificación.

Cualquier circunstancia desagradable debe ser reconstruida por medio de la imaginación consciente a través de la técnica de la meditación.

La reconstrucción de cualquier escena nos permite verificar por sí mismos y en forma directa la intervención de varios yoes participantes en la misma.

Ejemplos: Una escena de celos amorosos. En ella intervienen yoes de ira, celos y hasta odio.

Comprender cada uno de estos yoes, cada uno de estos factores, implica de hecho profunda reflexión, concentración, meditación.

La marcada tendencia a culpar a otros es óbice, obstáculo para la comprensión de nuestros propios errores.

Desgraciadamente, resulta tarea muy difícil destruir en nosotros la tendencia a culpar a otros.

En nombre de la verdad hemos de decir que nosotros somos los únicos culpables de las diversas circunstancias desagradables de la vida.

Los distintos eventos agradables o desagradables existen con nosotros o sin nosotros y se repiten mecánicamente en forma continua.

Partiendo de este principio, ningún problema puede tener una solución final.

Los problemas son de la vida y, si hubiese una solución final, la vida no sería vida sino muerte.

Entonces puede haber modificación de las circunstancias y de los problemas, mas nunca dejarán de repetirse y jamás tendrán una solución final.

La vida es una rueda que gira mecánicamente con todas las circunstancias agradables y desagradables, siempre recurrente.

No podemos detener la rueda. Las circunstancias, buenas o malas, se procesan siempre mecánicamente. Únicamente podemos cambiar nuestra actitud ante los eventos de la vida.

Conforme nosotros aprendamos a extraer el material para la meditación de entre las mismas circunstancias de la existencia, nos iremos autodescubriendo.

En cualquier circunstancia agradable o desagradable existen diversos yoes que deben ser comprendidos íntegramente con la técnica de la meditación.

Esto significa que cualquier grupo de yoes interviniendo en tal o cual drama, comedia o tragedia de la vida práctica, después de haber sido comprendido integralmente, deberá ser eliminado mediante el poder de la Divina Madre Kundalini.

A medida que hagamos uso del sentido de la observación psicológica, este último se irá también desarrollando maravillosamente. Entonces podremos percibir interiormente, no solamente los yoes antes de haber sido trabajados, sino también durante todo el trabajo.

Cuando estos yoes son decapitados y desintegrados, sentimos un gran alivio, una gran dicha.




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Capítulo 22.- Retorno y Recurrencia

Un hombre es lo que su vida. Si un hombre no trabaja su propia vida, está perdiendo el tiempo miserablemente.

Sólo eliminando los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos, podemos hacer de nuestra vida una obra maestra.

La muerte es el regreso al principio de la vida, con la posibilidad de repetirla nuevamente en el escenario de una nueva existencia.

Las diversas escuelas de tipo pseudoesoterista y pseudoocultista sostienen la teoría eterna de las vidas sucesivas. Tal concepto está equivocado.

La vida es una película. Concluida la proyección, enrollamos la cinta en su carrete y nos la llevamos para la eternidad.

El reingreso existe, el retorno existe. Al volver a este mundo proyectamos sobre el tapete de la existencia la misma película, la misma vida.

Podemos sentar la tesis de existencias sucesivas, mas no de vidas sucesivas porque la película es la misma.

El ser humano tiene un tres por ciento de esencia libre y un noventa y siete por ciento de esencia embotellada entre los yoes.

Al retornar, el tres por ciento de esencia libre impregna totalmente al huevo fecundado. Incuestionablemente continuamos en la semilla de nuestros descendientes.

Personalidad es diferente. No existe ningún mañana para la personalidad del muerto. Esta última se va disolviendo lentamente en el panteón o cementerio.

En el recién nacido sólo se halla reincorporado el pequeño porcentaje de esencia libre. Esto da a la criatura autoconciencia y belleza interior.

Los diversos yoes que retornan dan vueltas alrededor del recién nacido. Van y vienen libremente por doquiera. Quisieran meterse dentro de la máquina orgánica, mas esto no es posible en tanto no se haya creado una nueva personalidad.

Conviene saber que la personalidad es energética y que se forma con la experiencia a través del tiempo.

Escrito está que la personalidad ha de crearse durante los primeros siete años de la infancia, y que posteriormente se robustece y fortifica con la práctica.

Los yoes empiezan a intervenir dentro de la máquina orgánica poco a poco, a medida que la nueva personalidad se va creando.

La muerte es una resta de quebrados. Terminada la operación matemática, lo único que continúa son los valores (esto es, los yoes buenos y malos, útiles e inútiles, positivos y negativos).

Los valores en la luz astral se atraen y repelen entre sí de acuerdo con las leyes de la imantación universal.

Nosotros somos puntos matemáticos en el espacio que servimos de vehículos a determinadas sumas de valores.

Dentro de la humana personalidad de cada uno de nosotros existen siempre estos valores que sirven de basamento a la Ley de Recurrencia.

Todo vuelve a ocurrir tal como sucedió, mas el resultado o consecuencia de nuestras acciones precedentes.

Como quiera que dentro de cada uno de nosotros existen muchos yoes de vidas precedentes, podemos afirmar en forma enfática que cada uno de aquellos es una persona distinta.

Esto nos invita a comprender que dentro de cada uno de nosotros viven muchísimas personas con distintos compromisos.

Dentro de la personalidad de un ladrón existe una verdadera cueva de ladrones; dentro de la personalidad de un homicida existe todo un club de asesinos; dentro de la personalidad de un lujurioso existe una casa de citas; dentro de la personalidad de cualquier prostituta existe todo un prostíbulo.

Cada una de esas personas que dentro de nuestra propia personalidad cargamos, tiene sus problemas y sus compromisos.

Gente viviendo dentro de la gente, personas viviendo dentro las personas. Esto es irrefutable, irrebatible.

Lo grave de todo esto es que cada una de esas personas o yoes que dentro de nosotros vive, viene de antiguas existencias y tiene determinados compromisos.

El yo que en la pasada existencia tuvo una aventura amorosa a la edad de los treinta años, en la nueva existencia aguardará tal edad para manifestarse y, llegado el momento, buscará a la persona de sus ensueños, se pondrá en contacto telepático con la misma y al fin vendrá el reencuentro y la repetición de la escena.

El yo que a la edad de cuarenta años tuvo un pleito por bienes materiales, en la nueva existencia aguardará tal edad para repetir la misma comidilla.

El yo que a la edad de veinticinco años se peleó con otro hombre en la cantina o en el bar, aguardará en la nueva existencia la nueva edad de veinticinco años para buscar a su adversario y repetir la tragedia.

Se buscan entre sí los yoes de uno y otro sujeto mediante ondas telepáticas y luego se reencuentran para repetir mecánicamente lo mismo.

Ésta es realmente la mecánica de la Ley de Recurrencia, ésta es la tragedia de la vida.

A través de millares de años, los diversos personajes se reencuentran para revivir los mismos dramas, comedias y tragedias.

La humana persona no es más que una máquina al servicio de estos yoes con tantos compromisos.

Lo peor de toda esta cuestión es, que todos estos compromisos de la gente que llevamos en nuestro interior, se cumplen sin que nuestro entendimiento tenga previamente alguna información.

Nuestra personalidad humana en este sentido parece un carro arrastrado por múltiples caballos.

Hay vidas de exactísima repetición, recurrentes existencias que nunca se modifican.

En modo alguno podrían repetirse las comedias, dramas y tragedias de la vida sobre la pantalla de la existencia, si no existiesen actores.

Los actores de todas estas escenas son los yoes que en nuestro interior cargamos, y que vienen de antiguas existencias.

Si nosotros desintegramos los yoes de la ira, las escenas trágicas de la violencia concluyen inevitablemente.

Si nosotros reducimos a polvareda cósmica los agentes secretos de la codicia, los problemas de la misma finalizarán totalmente.

Si nosotros aniquilamos los yoes de la lujuria, las escenas del prostíbulo y de la morbosidad finalizan.

Si nosotros reducimos a cenizas los personajes secretos de la envidia, los eventos de la misma concluirán radicalmente.

Si nosotros matamos los yoes del orgullo, de la vanidad, del engreimiento, de la autoimportancia, las escenas ridículas de estos defectos finalizarán por falta de actores.

Si nosotros eliminamos de nuestra psiquis los factores de la pereza, de la inercia y de la flojera, las horripilantes escenas de esta clase de defectos no podrán repetirse por falta de actores.

Si nosotros pulverizamos los yoes asqueantes de la gula, de la glotonería, finalizarán los banquetes, las borracheras, etc. por falta de actores.

Como quiera que estos múltiples yoes se procesan lamentablemente en los distintos niveles del ser, se hace necesario conocer sus causas, su origen y los procedimientos crísticos que finalmente habrán de conducirnos a la muerte del mí mismo y a la liberación final.

Estudiar al Cristo Íntimo, estudiar el esoterismo crístico es básico cuando se trata de provocar en nosotros un cambio radical y definitivo. Esto es lo que estudiaremos en próximos capítulos.




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Capítulo 23.- El Cristo Íntimo

Cristo es el Fuego del Fuego, la Llama de la Llama, la Signatura Astral del Fuego.

Sobre la cruz del Mártir del Calvario está definido el Misterio del Cristo con una sola palabra que consta de cuatro letras: INRI (Igni Natura Renovatur Integra 'El fuego renueva incesantemente la naturaleza').

El advenimiento del Cristo en el corazón del hombre nos transforma radicalmente.

Cristo es el LOGOS SOLAR, Unidad Múltiple Perfecta. Cristo es la vida que palpita en el universo entero. Es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será.

Mucho se ha dicho sobre el Drama Cósmico. Incuestionablemente, este drama está formado por los cuatro evangelios.

Se nos ha dicho que el Drama Cósmico fue traído por los Elohim a la Tierra. El Gran Señor de la Atlántida representó este drama en carne y hueso.

El gran KABIR JESÚS también hubo de representar el mismo drama públicamente en la Tierra Santa.

Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, de nada sirve, si no nace en nuestro corazón también.

Aunque hubiese muerto y resucitado al tercer día de entre los muertos, de nada sirve eso, si no muere y resucita en nosotros también.

Tratar de descubrir la naturaleza y la esencia del fuego es tratar de descubrir a Dios, cuya presencia real siempre se ha revelado bajo la apariencia ígnea.

La zarza ardiente (Éxodo, III, 2) y el incendio del Sinaí a raíz del otorgamiento del Decálogo (Éxodo, XIX, 18), son dos manifestaciones por las que Dios apareció a Moisés.

Bajo la figura de un ser de jaspe y sardónice de color de llama, sentado en un trono incandescente y fulgurante, San Juan describe al dueño del universo (Apocalipsis, IV, 3,5). "Nuestro Dios es un Fuego Devorador", escribe San Pablo en su Epístola a los Hebreos.

El Cristo Íntimo, el Fuego Celestial, debe nacer en nosotros, y nace en realidad cuando hemos avanzado bastante en el trabajo psicológico.

El Cristo Íntimo debe eliminar de nuestra naturaleza psicológica, las mismas causas de error, los YOES CAUSAS.

No sería posible la disolución de las causas del EGO en tanto el Cristo Íntimo no haya nacido en nosotros.

El fuego viviente y filosofal, el Cristo Íntimo, es el fuego del fuego, lo puro de lo puro.

El fuego nos envuelve y nos baña por todas partes, viene a nosotros por el aire, por el agua y por la misma tierra que son conservadores y sus diversos vehículos.

El fuego celestial debe cristalizar en nosotros. Es el Cristo Íntimo, nuestro Salvador interior profundo.

El Señor Íntimo debe hacerse cargo de toda nuestra psiquis, de los cinco cilindros de la máquina orgánica, de todos nuestros procesos mentales, emocionales, motores, instintivos y sexuales.




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Capítulo 24.- Trabajo Crístico

El Cristo Íntimo surge interiormente en el trabajo relacionado con la disolución del yo psicológico.

Obviamente el Cristo Interior sólo adviene en el momento cumbre de nuestros esfuerzos intencionales y padecimientos voluntarios.

El advenimiento del fuego crístico es el evento más importante de nuestra propia vida.

El Cristo Íntimo se hace entonces cargo de todos nuestros procesos mentales, emocionales, motores, instintivos y sexuales.

Incuestionablemente el Cristo Íntimo es nuestro salvador interior profundo.

Él, siendo perfecto, al meterse en nosotros parecería como imperfecto, siendo casto parecería como si no lo fuese, siendo justo parecería como si no lo fuese.

Esto es semejante a los distintos reflejos de la luz. Si usa anteojos azules, todo nos parecerá azul, y si los usamos de color rojo, veremos todas las cosas de este color.

Él, aunque sea blanco, visto desde afuera, cada cual le verá a través del cristal psicológico con que se le mira. Por eso es que las gentes viéndole, no le ven.

Al hacerse cargo de todos nuestros procesos psicológicos, el Señor de Perfección sufre lo indecible.

Convertido en hombre entre los hombres, ha de pasar por muchas pruebas y soportar tentaciones indecibles.

La tentación es fuego. El triunfo sobre la tentación es Luz.

El iniciado debe aprender a vivir peligrosamente; así esta escrito; esto lo saben los alquimistas.

El iniciado debe recorrer con firmeza la Senda del Filo de la Navaja. A uno y otro lado del difícil camino existen abismos espantosos.

En la difícil senda de la disolución del ego existen complejos caminos que tienen su raíz precisamente en el camino real.

Senda del Filo de la Navaja se desprenden múltiples sendas que no conducen a ninguna parte. Algunas de ellas nos llevan al abismo y a la desesperación.

Existen sendas que podrían convertirnos en majestades de tales o cuales zonas del universo, pero que de ningún modo nos traerían de regreso al seno del Eterno Padre Cósmico Común.

Existen sendas fascinantes, de santísima apariencia, inefables. Desafortunadamente sólo pueden conducirnos a la involución sumergida de los mundos infiernos.

En el trabajo de la disolución del yo necesitamos entregarnos por completo al Cristo Interior.

A veces aparecen problemas de difícil solución. De pronto, el camino se pierde en laberintos inexplicables y no se sabe por donde continúa. Sólo la obediencia absoluta al Cristo Interior y al Padre que está en secreto puede en tales casos orientarnos sabiamente.

La Senda del Filo de la Navaja está llena de peligros por dentro y por fuera.

La moral convencional de nada sirve. La moral es esclava de las costumbres, de la época, del lugar.

Lo que fue moral en épocas pasadas ahora resulta inmoral. Lo que fue moral en la Edad Media, por estos tiempos modernos puede resultar inmoral. Lo que en un país es moral en otro país es inmoral, etc.

En el trabajo de la disolución del ego sucede que a veces, cuando pensamos que vamos muy bien, resulta que vamos muy mal.

Los cambios son indispensables durante el avance esotérico, mas las gentes reaccionarias permanecen embotelladas en el pasado. Se petrifican en el tiempo y truenan y relampaguean contra nosotros a medida que realizamos avances psicológicos de fondo y cambios radicales.

La gente no resiste los cambios del iniciado. Quieren que éste continúe petrificado en múltiples ayeres.

Cualquier cambio que el iniciado realizare es clasificado de inmediato como inmoral.

Mirando las cosas desde este ángulo a la luz del trabajo crístico, podemos evidenciar claramente la ineficacia de los diversos códigos de moral que en el mundo se han escrito.

Incuestionablemente, el Cristo manifiesto y, sin embargo oculto, en el corazón del hombre real, al hacerse cargo de nuestros diversos estados psicológicos, siendo desconocido para las gentes es de hecho calificado como cruel, inmoral y perverso.

Resulta paradójico que las gentes adoren al Cristo y, sin embargo, le acomoden tan horripilantes calificativos.

Obviamente, las gentes inconscientes y dormidas sólo quieren un Cristo histórico, antropomórfico, de estatuas y dogmas inquebrantables, al cual puedan acomodar fácilmente todos sus códigos de moral torpe y rancia y todos sus prejuicios y condiciones.

Las gentes no pueden concebir jamás al Cristo Íntimo en el corazón del hombre. Las multitudes sólo adoran al Cristo estatua y eso es todo.

Cuando uno habla a las multitudes, cuando uno les declara el crudo realismo del Cristo revolucionario, del Cristo rojo, del Cristo rebelde, de inmediato recibe calificativos como los siguientes: blasfemo, hereje, malvado, profanador, sacrílego, etc.

Así son las multitudes, siempre inconscientes, siempre dormidas. Ahora comprenderemos por qué el Cristo crucificado en el Gólgota exclama con todas las fuerzas de su alma: ¡Padre mío, perdónalos porque no saben lo que hacen!

El Cristo en sí mismo siendo uno, aparece como muchos. Por eso se ha dicho que es unidad múltiple perfecta. Al que sabe la palabra da poder; nadie la pronunció, nadie la pronunciará, sino solamente aquel que LO TIENE ENCARNADO.

Encarnarlo es lo fundamental en el trabajo avanzado del yo pluralizado.

El Señor de Perfección trabaja en nosotros a medida que nos esforzamos conscientemente en el trabajo sobre sí mismos.

Resulta espantosamente doloroso el trabajo que el Cristo Íntimo tiene que realizar dentro de nuestra propia psiquis.

En verdad que nuestro Maestro Interior debe vivir todo su vía crucis en el fondo mismo de nuestra propia alma.

Escrito está: "A Dios rogando y con el mazo dando". También está escrito: "Ayúdate que yo te ayudaré".

Suplicar a la divina Madre Kundalini es fundamental cuando se trata de disolver agregados psíquicos indeseables. Empero el Cristo Íntimo, en los trasfondos más profundos del mí mismo, opera sabiamente de acuerdo con las propias responsabilidades que él echa sobre sus hombros.




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Capítulo 25.- El Difícil Camino

Incuestionablemente existe un lado oscuro de nosotros mismos que no conocemos o no aceptamos. Debemos llevar la luz de la conciencia a ese lado tenebroso de sí mismos.

Todo el objeto de nuestros estudios gnósticos es hacer que el conocimiento de sí mismos se torne más consciente.

Cuando se tienen muchas cosas en uno mismo que no se conocen ni se aceptan, entonces tales cosas nos complican la vida espantosamente y provocan en verdad toda suerte de situaciones que podrían ser evitadas mediante el conocimiento de sí.

Lo peor de todo esto es que proyectamos ese lado desconocido e inconsciente de sí mismos en otras personas y entonces lo vemos en ellas.

Por ejemplo, las vemos como si fuesen embusteras, infieles, mezquinas, etc., en relación con lo que cargamos en nuestro interior.

La Gnosis dice sobre este particular, que vivimos en una parte muy pequeña de nosotros mismos. Significa ello que nuestra conciencia se extiende sólo a una parte muy reducida de nosotros mismos.

La idea del trabajo esotérico gnóstico es la de ampliar claramente nuestra propia conciencia.

Indubitablemente, en tanto no estemos bien relacionados consigo mismos, tampoco estaremos bien relacionados con los demás, y el resultado serán conflictos de toda especie.

Es indispensable llegar a ser muchísimo más conscientes para consigo mismos mediante una directa observación de sí.

Una regla gnóstica general en el trabajo esotérico gnóstico es que, cuando no nos entendemos con alguna persona, se puede tener la seguridad de que ésta es la cosa misma contra la cual es preciso trabajar sobre sí mismo.

Lo que se critica tanto en los otros es algo que descansa en el lado oscuro de uno mismo, y que no se conoce ni se quiere reconocer.

Cuando estamos en tal condición, el lado oscuro de nosotros mismos es muy grande, pero, cuando la luz de la observación de sí ilumina ese lado oscuro, la conciencia se acrecienta mediante el conocimiento de sí.

Esta es la Senda del Filo de la Navaja, más amarga que la hiel. Muchos la inician, muy raros son los que llegan a la meta.

Así como la Luna tiene un lado oculto que no se ve, un lado desconocido, así también sucede con la luna psicológica que cargamos en nuestro interior.

Obviamente tal luna psicológica está formada por el ego, el yo, el mí mismo, el sí mismo.

En esta luna psicológica cargamos elementos inhumanos que espantan, que horrorizan, y que en modo alguno aceptaríamos tener.

Cruel camino es este de la AUTORREALIZACIÓN ÍNTIMA DEL SER. ¡Cuántos precipicios!, ¡Qué pasos tan difíciles!, ¡Qué laberintos tan horribles!.

A veces el camino interior, después de muchas vueltas y revueltas, subidas horripilantes y peligrosísimas bajadas, se pierde en desiertos de arena, no se sabe por dónde sigue y ni un rayo de luz te ilumina.

Senda llena de peligros por dentro y por fuera. Camino de misterios indecibles donde sólo sopla un hálito de muerte.

En este camino interior, cuando uno cree que va muy bien, en realidad va muy mal.

En este camino interior, cuando uno cree que va muy mal, sucede que marcha muy bien.

En este camino secreto existen instantes en que uno ya ni sabe qué es lo bueno ni qué es lo malo.

Lo que normalmente se prohíbe, a veces resulta que es lo justo; así es el camino interior.

Todos los códigos morales en el camino interior salen sobrando. Una bella máxima o un hermoso precepto moral, en determinados momentos, puede convertirse en un obstáculo muy serio para la autorrealización íntima del Ser.

Afortunadamente el Cristo Íntimo, desde el mismo fondo de nuestro Ser, trabaja intensivamente, sufre, llora, desintegra elementos peligrosísimos que en nuestro interior llevamos.

El Cristo nace como un niño en el corazón del hombre, pero a medida que va eliminando los elementos indeseables que llevamos dentro, va creciendo poco a poco hasta convertirse en un hombre completo.




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Capítulo 26.- Los Tres Traidores

En el trabajo interior profundo, dentro del terreno de la estricta autoobservación psicológica, hemos de vivenciar en forma directa todo el drama cósmico.

El Cristo Íntimo ha de eliminar todos los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos.

Los múltiples agregados psíquicos en nuestras profundidades psicológicas gritan pidiendo crucifixión para el Señor Interior.

Incuestionablemente cada uno de nosotros lleva en su psiquis los tres traidores.

Judas, el demonio del deseo, Pilatos, el demonio de la mente, Caifás, el demonio de la mala voluntad.

Estos tres traidores crucificaron al Señor de Perfecciones en el fondo mismo de nuestra alma.

Se trata de tres tipos específicos de elementos inhumanos fundamentales en el drama cósmico.

Indubitablemente el citado drama se ha vivido siempre secretamente en las profundidades de la conciencia superlativa del Ser.

No es, pues, el drama cósmico propiedad del Gran Kabir Jesús como suponen siempre los ignorantes ilustrados.

Los iniciados de todas las edades, los maestros de todos los siglos han tenido que vivir el drama cósmico dentro de sí mismos, aquí y ahora.

Empero, Jesús el Gran Kabir tuvo el valor de representar tal drama íntimo públicamente, en la calle y a la luz del día, para abrir el sentido de la iniciación a todos los seres humanos, sin diferencias de raza, sexo, casta o color.

Es maravilloso que haya alguien que en forma pública enseñare el drama íntimo a todos los pueblos de la Tierra.

El Cristo Íntimo, no siendo un lujurioso, tiene que eliminar de sí mismo los elementos psicológicos de la lujuria.

El Cristo Íntimo, siendo en sí mismo paz y amor, debe eliminar de sí mismo los elementos indeseables de la ira.

El Cristo Íntimo, no siendo un codicioso, debe eliminar de sí mismo los elementos indeseables de la codicia.

El Cristo Íntimo, no siendo envidioso, debe eliminar de sí mismo los agregados síquicos de la envidia.

El Cristo Íntimo, siendo humildad perfecta, modestia infinita, sencillez absoluta, debe eliminar de sí mismo los asqueantes elementos del orgullo, de la vanidad, del engreimiento.

El Cristo Íntimo, la Palabra, el Logos Creador, viviendo siempre en constante actividad, tiene que eliminar en nuestro interior, en sí mismo y por sí mismo, los elementos indeseables de la inercia, de la pereza, del estancamiento.

El Señor de Perfección, acostumbrado a todos los ayunos, templado, jamás amigo de borracheras y de grandes banqueteos, tiene que eliminar de sí mismo los abominables elementos de la gula.

Extraña simbiosis la del Cristo-Jesús, el Cristo-Hombre. Rara mezcla de lo divino y de lo humano, de lo perfecto y de lo imperfecto, prueba siempre constante para el Logos.

Lo más interesante de todo esto es que el Cristo Secreto es siempre un triunfador, alguien que vence constantemente a las tinieblas, alguien que elimina a las tinieblas dentro de sí mismo, aquí y ahora.

El Cristo Secreto es el señor de la Gran Rebelión, rechazado por los sacerdotes, por los ancianos y por los escribas del templo.

Los sacerdotes le odian, es decir, no le comprenden. Quieren que el Señor de Perfecciones viva exclusivamente en el tiempo de acuerdo con sus dogmas inquebrantables.

Los ancianos, es decir, los moradores de la Tierra, los buenos dueños de casa, la gente juiciosa, la gente de experiencia aborrece al Logos, al Cristo Rojo, al Cristo de la Gran Rebelión, porque Éste se sale del mundo de sus hábitos y costumbres anticuadas, reaccionarias y petrificadas en muchos ayeres.

Los escribas del templo, los bribones del intelecto aborrecen al Cristo Íntimo porque Éste es la antítesis del Anticristo, el enemigo declarado de todo ese podridero de teorías universitarias que tanto abunda en los mercados de cuerpos y de almas.

Los tres traidores odian mortalmente al Cristo Secreto y le conducen a la muerte dentro de nosotros mismos y en nuestro propio espacio psicológico.

Judas, el demonio del deseo, cambia siempre al señor por treinta monedas de plata, es decir, por licores, dineros, fama, vanidades, fornicaciones, adulterios, etc.

Pilatos, el demonio de la mente, siempre se lava las manos, siempre se declara inocente, nunca tiene la culpa, constantemente se justifica ante sí mismo y ante los demás, busca evasivas, escapatorias para eludir sus propias responsabilidades, etc.

Caifás, el demonio de la mala voluntad, traiciona incesantemente al Señor dentro de nosotros mismos. El Adorable Íntimo le da el báculo para pastorear sus ovejas. Sin embargo, el cínico traidor convierte el altar en lecho de placeres, fornica incesantemente, adultera, vende los sacramentos, etc.

Estos tres traidores hacen sufrir secretamente al Adorable Señor Íntimo sin compasión alguna.

Pilatos le hace poner corona de espinas en sus sienes, los malvados yoes lo flagelan, le insultan, le maldicen en el espacio psicológico íntimo sin piedad de ninguna especie.




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Capítulo 27.- Los Yoes Causas

Los múltiples elementos subjetivos que constituyen el ego tienen raíces causales.

Los yoes causas están vinculados a las leyes de causa y efecto. Obviamente no puede existir causa sin efecto, ni efecto sin causa; esto es incuestionable, indubitable.

Sería inconcebible la eliminación de los diversos elementos inhumanos que en nuestro interior cargamos, si no elimináramos radicalmente las causas intrínsecas de nuestros defectos psicológicos.

Obviamente los yoes causas se hallan íntimamente asociados a determinadas deudas kármicas.

Sólo el arrepentimiento más profundo y los respectivos negocios con los Señores de la Ley, pueden darnos la dicha de lograr la desintegración de todos esos elementos causales que en una u otra forma pueden conducirnos a la eliminación definitiva de los elementos indeseables.

Las causas intrínsecas de nuestros errores, ciertamente pueden ser erradicadas de sí mismos gracias a los eficientes trabajos del Cristo Íntimo.

Obviamente los yoes causas suelen tener complejidades espantosamente difíciles.

Ejemplo, un estudiante esoterista podría ser defraudado por su instructor y en secuencia tal neófito se tornaría escéptico. En este caso concreto el yo causa que originara tal error, sólo podría desintegrarse mediante el supremo arrepentimiento íntimo y con negociaciones esotéricas muy especiales.

El Cristo Íntimo dentro de nosotros mismos trabaja intensivamente eliminando a base de trabajos concientes y padecimientos voluntarios todas esas causas secretas de nuestros errores.

El Señor de Perfecciones debe vivir en nuestras íntimas profundidades todo el drama cósmico.

Uno se asombra al contemplar en el mundo causal todas las torturas por las que pasa el Señor de Perfecciones.

En el mundo causal El Cristo Secreto pasa por todas las amarguras indecibles de su vía crucis.

Indubitablemente Pilatos se lava las manos y se justifica, pero al fin condena al Adorable a la muerte de cruz.

Resulta extraordinario para el iniciado vidente el ascenso al Calvario.

Indubitablemente la conciencia solar integrada con el Cristo Íntimo, crucificada en la cruz majestuosa del Calvario, pronuncia frases terribles que a los seres humanos no les es dable comprender.

La frase final (Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu) va seguida de rayos y truenos y grandes cataclismos.

Posteriormente el Cristo Íntimo, después de la desclavación, es depositado en su Santo Sepulcro.

Mediante la muerte, el Cristo Íntimo mata a la muerte. Mucho más tarde en el tiempo el Cristo Íntimo debe resucitar en nosotros.

Incuestionablemente la resurrección crística viene a transformarnos radicalmente.

Cualquier maestro resurrecto posee poderes extraordinarios sobre el fuego, el aire, las aguas y la tierra.

Indubitablemente los maestros resurrectos adquieren la inmortalidad, no solamente psicológica, sino también corporal.

Jesús el Gran Kabir todavía vive con el mismo cuerpo físico que tuvo en la Tierra Santa. El Conde San Germán, que transmutaba el plomo en oro y hacía diamantes de la mejor calidad durante los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, etc., aún vive todavía.

El enigmático y poderoso Conde Cagliostro que tanto asombrara a Europa con sus poderes durante los siglos XVI, XVII y XVIII es un maestro resurrecto y todavía conserva su mismo cuerpo físico.




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Capítulo 28.- El Superhombre

Un código de Anahuac ha dicho: "Los Dioses crearon a los hombres de madera y después de haberlos creado los fusionaron con la divinidad"; mas luego añade: "No todos los hombres logran integrarse con la divinidad".

Incuestionablemente, lo primero que se necesita es crear al hombre antes de poder integrarlo con lo real.

El animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, en modo alguno es el hombre.

Si nosotros comparamos al hombre con el animal intelectual, podremos entonces verificar por sí mismos el hecho concreto de que el animal intelectual, aunque físicamente se parezca al hombre, psicológicamente es absolutamente distinto.

Desafortunadamente, todos piensan erróneamente, suponen ser hombres, se califican de tales.

Siempre hemos creído que el hombre es el rey de la creación. El animal intelectual, hasta la fecha presente, no ha demostrado ser siquiera rey de sí mismo. Si no es rey de sus propios procesos psicológicos, si no puede dirigirlos a voluntad, mucho menos podrá gobernar la naturaleza.

En modo alguno podríamos aceptar al hombre convertido en esclavo, incapaz de gobernarse a sí mismo y convertido en juguete de las fuerzas bestiales de la naturaleza.

O se es rey del universo o no se es. En el último de estos casos, incuestionablemente queda demostrado el hecho concreto de no haber llegado todavía al estado de hombre.

Dentro de las glándulas sexuales del animal intelectual, el Sol ha depositado los gérmenes para el hombre.

Obviamente tales gérmenes pueden desarrollarse o perderse definitivamente.

Si queremos que tales gérmenes se desarrollen, se hace indispensable cooperar con el esfuerzo que el Sol está haciendo para crear hombres.

El hombre legítimo debe trabajar intensivamente con el propósito evidente de eliminar de sí mismo los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos.

Si el hombre real no eliminara de sí mismo tales elementos, fracasaría lamentablemente. Se convertiría en un aborto de la Madre Cósmica, en un fracaso.

El hombre que verdaderamente trabaje sobre sí mismo con el propósito de despertar conciencia, podrá integrarse con lo divinal.

Ostensiblemente, el hombre solar integrado con la divinidad se convierte de hecho y por derecho propio en SUPERHOMBRE.

No es tan fácil llegar al SUPERHOMBRE. Indubitablemente el camino que conduce al SUPERHOMBRE está más allá del bien y del mal.

Una cosa es buena cuando nos conviene y mala cuando no nos conviene. Entre las cadencias del verso también se esconde el delito. Hay mucha virtud en el malvado y mucha maldad en el virtuoso.

El camino que conduce al SUPERHOMBRE es la Senda del Filo de la Navaja. Esta senda está llena de peligros por dentro y por fuera.

El mal es peligroso, el bien también es peligroso. El espantoso camino está más allá del bien y del mal, es terriblemente cruel.

Cualquier código de moral puede detenernos en la marcha hacia el SUPERHOMBRE. El apego a tales o cuales ayeres, a tales o cuales escenas puede detenernos en el camino que llega hasta el SUPERHOMBRE.

Las normas, los procedimientos, por muy sabios que sean, si se encuentran enfrascados en tal o cual fanatismo, en tal o cual prejuicio, en tal o cual concepto, puede obstaculizarnos en el avance hacia el SUPERHOMBRE.

El SUPERHOMBRE conoce lo bueno de lo malo y lo malo de lo bueno. Empuña la espada de la justicia cósmica y está más allá del bien y del mal.

El SUPERHOMBRE, habiendo liquidado en sí mismo todos los valores buenos y malos, se ha convertido en algo que nadie entiende. Es el rayo, es la llama del espíritu universal de vida resplandeciendo en el rostro de un Moisés.

En cada tienda del camino, algún anacoreta ofrece sus dádivas al SUPERHOMBRE, mas éste continúa su camino más allá de las buenas intenciones de los anacoretas.

Lo que dijeron las gentes bajo el pórtico sagrado de los templos tiene mucha belleza, pero el SUPERHOMBRE está más allá de los dichos piadosos de las gentes.

El SUPERHOMBRE es el rayo y su palabra es el trueno que desintegra los poderes del bien y del mal.

El SUPERHOMBRE resplandece en las tinieblas, mas las tinieblas odian al SUPERHOMBRE.

Las multitudes califican al SUPERHOMBRE de perverso por el hecho mismo de que no cabe dentro de los dogmas indiscutibles, ni dentro de las frases piadosas, ni dentro de la sana moral de los hombres serios.

Las gentes aborrecen al SUPERHOMBRE y le crucifican entre criminales porque no lo entienden, porque lo prejuzgan, mirándolo a través de la lente psicológica de lo que se cree santo, aunque sea malvado.

El SUPERHOMBRE es como la centella que cae sobre los perversos, o como el brillo de algo que no se entiende y que se pierde después en el misterio.

El SUPERHOMBRE ni es santo ni es perverso. Está más allá de la santidad y de la perversidad, mas las gentes le califican de santo o de perverso.

El SUPERHOMBRE brilla por un momento entre las tinieblas de este mundo y luego desaparece para siempre.

Dentro del SUPERHOMBRE resplandece abrasadoramente el Cristo Rojo, el Cristo Revolucionario, el Señor de la Gran Rebelión.




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Capítulo 29.- El Santo Grial

El Santo Grial resplandece en la noche profunda de todas las edades. Los caballeros de la Edad Media, en la época de las cruzadas, buscaron inútilmente el Santo Grial en la Tierra Santa, mas no lo hallaron.

Cuando Abraham el profeta volvía de la guerra contra los reyes de Sodoma y de Gomorra, dicen que encontró a Melquisedec, el genio de la Tierra. Ciertamente, ese gran Ser vivía en una fortaleza ubicada exactamente en aquel lugar donde más tarde se edificó Jerusalén, la ciudad querida de los profetas.

Dice la leyenda de los siglos, y esto lo saben los divinos y los humanos, que Abraham celebró la Unción Gnóstica con el compartimiento del pan y del vino en presencia de Melquisedec.

No está de más afirmar que entonces Abraham entregó a Melquisedec los diezmos y primicias, tal como está escrito en el Libro de la Ley.

Abraham recibió de manos de Melquisedec el Santo Grial. Mucho más tarde en el tiempo esta copa fue a dar en el templo de Jerusalén.

No hay duda de que la Reina de Saba sirvió de mediadora para este hecho. Ella se presentó ante Salomón Rey con el Santo Grial y, después de someterle a rigurosas pruebas, le hizo entrega de tan preciada joya.

El gran Kabir Jesús bebió en esa copa en la ceremonia sagrada de la última cena, tal como está escrito en los cuatro evangelios.

José de Arimatea llenó el cáliz con la sangre que manaba de las heridas del Adorable en el Monte de las Calaveras.

Cuando la policía romana allanó la morada del citado senador, no halló esta preciosa joya.

El senador romano no sólo escondió la tan preciosa joya sino que, además, junto con ella guardó bajo tierra la lanza de Longinus, con la cual el centurión romano hiriera el costado del Señor.

José de Arimatea fue encerrado en una horrible prisión por no haber querido entregar el Santo Grial.

Cuando el citado senador salió de la cárcel, se marchó para Roma portando el Santo Grial.

Al llegar a Roma, José de Arimatea encontró la persecución de Nerón contra los cristianos y se fue por las orillas del Mediterráneo.

Una noche en sueños se le apareció un ángel y le dijo: "Este cáliz tiene un gran poder porque en él se encuentra la sangre del Redentor del Mundo." José de Arimatea, obedeciendo órdenes del ángel, enterró tal cáliz en un templo ubicado en Montserrat (Cataluña, España).

Con el tiempo tal cáliz se hizo invisible junto con el templo y parte de la montaña.

El Santo Grial es el vaso de Hermes, la copa de Salomón, la urna preciosa de todos los templos de misterios.

En el Arca de la Alianza no faltaba nunca el Santo Grial en la forma de la copa o gomor, dentro de la cual se hallaba depositado el maná del desierto.

El Santo Grial categoriza en forma enfática al YONI femenino. Dentro de esta santa copa está el néctar de la inmortalidad, el soma de los místicos, la suprema bebida de los Dioses Santos.

El Cristo Rojo bebe del Santo Grial en la hora suprema de la cristificación, así está escrito en el evangelio del Señor.

Nunca falta el Santo Grial en el altar del templo. Obviamente el sacerdote debe beber el vino de la luz en la Copa Santa.

Sería absurdo suponer un templo de misterios dentro del cual faltara la bendita copa de todas las edades.

Esto viene a recordarnos a Ginebra, la reina de los Jinas, aquella que a Lanzarote escanciara el vino en las copas delicias de SUKRA y de MANTI.

Los dioses inmortales se alimentan con la bebida contenida en la Copa Santa. Aquéllos que odian a la Bendita Copa, blasfeman contra el Espíritu Santo.

El Superhombre debe alimentarse con el néctar de la inmortalidad contenido en el cáliz divinal del templo.

Transmutación de la energía creadora es fundamental, cuando se quiere beber en el Vaso Santo.

El Cristo Rojo, siempre revolucionario, siempre rebelde, siempre heroico, siempre triunfante, brinda por los dioses bebiendo en el cáliz de oro.

Levantad bien vuestra copa y cuidad de no verter ni siquiera una gota del precioso vino.

Recordad que nuestro lema divisa es THELEMA (voluntad).

Del fondo del cáliz -simbólica figura del órgano sexual femenino-, brotan llamas que resplandecen en el rostro encendido del Superhombre.

Los dioses inefables de todas las galaxias beben siempre de la bebida de la inmortalidad en el cáliz eterno.

El frío lunar produce involuciones en el tiempo. Es necesario beber del vino sagrado de la luz en el vaso santo de la alquimia.

La púrpura de los reyes sagrados, la corona real y el oro flamígero sólo es para el Cristo Rojo.

El Señor del rayo y del trueno empuña en su diestra el Santo Grial y bebe el vino de oro para alimentarse.

Quienes derraman el Vaso de Hermes durante la cópula química, de hecho se convierten en criaturas infrahumanas del submundo.

Todo lo que aquí hemos escrito encuentra plena documentación en mi libro titulado «El Matrimonio Perfecto».


Samael Aun Weor

Fin de «La Gran Rebelión» (MN-1976)

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