LAS TRES MONTAÑAS

Mensaje de Navidad 1972

Samael Aun Weor

Kalki Avatara de la Nueva Era Acuaria

PRIMERA EDICIÓN – COLOMBIA


Índice

Cuatro Palabras al Lector

Capítulo 1.- Mi Infancia

Capítulo 2.- Religión

Capítulo 3.- Espiritismo

Capítulo 4.- Teosofía

Capítulo 5.- La Fraternidad Rosa-Cruz

Capítulo 6.- El Corsario

Capítulo 7.- La Meditación

Capítulo 8.- Estados de Jinas

Capítulo 9.- La Onda Dionisíaca

Capítulo 10.- El Fuego Sexual

Capítulo 11.- La Vaca Sagrada

Primera Montaña

Capítulo 12.- La Iglesia Gnóstica

Capítulo 13.- La Primera Iniciación del Fuego

Capítulo 14.- La Segunda Iniciación del Fuego

Capítulo 15.- La Tercera Iniciación del Fuego

Capítulo 16.- La Cuarta Iniciación del Fuego

Capítulo 17.- La Quinta Iniciación del Fuego

Capítulo 18.- Una Aventura Suprasensible

Capítulo 19.- Persecuciones

Capítulo 20.- El Secreto del Abismo

Capítulo 21.- El Bautismo de Juan

Capítulo 22.- La Transfiguración de Jesús

Capítulo 23.- Jerusalén

Capítulo 24.- El Monte de los Olivos

Capítulo 25.- La Bella Helena

Capítulo 26.- El Acontecimiento del Gólgota

Capítulo 27.- El Santo Sepulcro

Segunda Montaña

Capítulo 28.- Serenidad y Paciencia

Capítulo 29.- Los Nueve Grados de la Maestría

Capítulo 30.- El Patriarca Enoch

Capítulo 31.- El Cielo Lunar

Capítulo 32.- Ginebra

Capítulo 33.- El Dragón de las Tinieblas

Capítulo 34.- Conclusión de los Trabajos Lunares

Capítulo 35.- El Cielo de Mercurio

Capítulo 36.- El Cielo de Venus

Capítulo 37.- El Cielo del Sol

Capítulo 38.- El Cielo de Marte

Capítulo 39.- El Cielo de Júpiter

Capítulo 40.- Cielo de Saturno

Capítulo 41.- Cielo de Urano

Capítulo 42.- El Cielo de Neptuno

Capítulo 43.- La Resurrección

Tercera Montaña

Capítulo 44.- Platicando en México

Capítulo 45.- El Décimo Trabajo de Hércules

Capítulo 46.- La Undécima Hazaña de Hércules

Capítulo 47.- El Duodécimo Trabajo de Hércules


Cuatro Palabras al Lector

Sin querer en modo alguno herir delicadas susceptibilidades, debemos enfatizar la idea básica de que en el ambiente cultural‑espiritual de la humanidad contemporánea, coexisten variadas instituciones venerables, que muy sinceramente creen conocer el camino secreto y que sin embargo no lo conocen.

Permítaseme la libertad de decir con gran solemnidad que no queremos hacer crítica destructiva. Enfatizamos, y es ostensible que eso no es delito.

Obviamente, y por un simple respeto muy profundo hacia nuestros semejantes, jamás nos pronunciaríamos contra ninguna mística institución.

A ningún elemento humano podría criticársele por el hecho de desconocer algo que nunca se le ha enseñado. El camino secreto jamás ha sido develado públicamente.

En términos rigurosamente socráticos, diríamos que muchos eruditos que pretenden conocer a fondo la Senda del Filo de la Navaja, no sólo ignoran, sino además ignoran que ignoran.

No queriendo indicar o señalar organizaciones espirituales de ningún tipo y sin el ánimo de zaherir a nadie, diremos simplemente que el ignorante ilustrado no solamente no sabe, sino además no sabe que no sabe.

En todos los libros sagrados de la antigüedad se hace alusión al camino secreto, se le cita, se le nombra en muchos versículos, más la gente no lo conoce.

Develar, indicar, enseñar la senda esotérica que conduce a la liberación final, es ciertamente el propósito de esta obra que tenéis en vuestras manos, querido lector. Este es un libro más del Quinto Evangelio.

Goethe, el gran iniciado alemán, dijo: “Toda teoría es gris y sólo es verde el árbol de dorados frutos, que es la vida”.

Vivencias trascendentales es ciertamente lo que entregamos en este nuevo libro: lo que nos consta, lo que hemos experimentado directamente.

Es inaplazable trazar los mapas del camino, indicar con precisión cada paso, señalar los peligros, etc., etc., etc.

Hace algún tiempo, los guardianes del Santo Sepulcro me dijeron:

—Sabemos que te vais, mas, antes de que te marchéis, debéis dejarle a la humanidad los mapas del camino y vuestras palabras.

Yo respondí diciendo:

—Eso será lo que haré.

Desde entonces me comprometí solemnemente a escribir este libro.

EL AUTOR.

Índice

Capítulo 1.- Mi Infancia

No está de más aseverar solemnemente que nací con enormes inquietudes espirituales; negarlo sería un absurdo.

Aunque a muchos les parezca algo insólito e increíble, el hecho concreto de que haya alguien en el mundo que pueda recordar en forma íntegra la totalidad de su existencia, incluyendo hasta su propio suceso del nacimiento, quiero aseverar que yo soy uno de esos.

Después de todos los consabidos procesos natales, muy limpio y hermosamente vestido, deliciosamente fui colocado en el lecho materno junto a mi madre...

Cierto gigante muy amable, acercándose a aquel sagrado lecho, sonriendo dulcemente me contemplaba; era mi padre.

Huelga decir claramente y sin ambages, que en el amanecer de cualquier existencia andamos originalmente en cuatro patas, luego en dos y por último en tres. Obviamente la postrera es el bastón de los ancianos.

Mi caso en modo alguno podía ser una excepción a la regla general. Cuando tuve once meses quise caminar y es evidente que lo logré, sosteniéndome firmemente sobre mis dos pies.

Todavía recuerdo plenamente aquel instante maravilloso en que, entrelazando mis manos sobre la cabeza, hiciera solemnemente el signo masónico de socorro: "ELAI BNEI ALMANAH".

Y como quiera que todavía no he perdido la capacidad de asombro, debo decir que lo que sucedió entonces me pareció maravilloso. Caminar por vez primera con el cuerpo que a uno le ha dado la Madre Natura, es fuera de toda duda un prodigio extraordinario.

Muy serenamente me dirigí hasta el viejo ventanal desde el cual podía verse claramente el abigarrado conjunto de personas que aquí, allá, o acullá aparecían o desaparecían en la calleja pintoresca de mi pueblo.

Agarrarme a los barrotes de tan vetusta ventana, fue para mí la primera aventura; afortunadamente mi padre –hombre muy prudente– conjurando con mucha anticipación cualquier peligro, había colocado una malla de alambre en la balaustrada, a fin de que yo no fuese a caer en la calle.

¡Ventana muy antigua de un alto piso! ¡Cuánto la recuerdo! Vieja casona centenaria donde diera mis primeros pasos...

Ciertamente en esa deliciosa edad, amaba los encantadores juguetes con que los niños se divierten, mas esto en modo alguno interfería mis prácticas de meditación.

Por esos primeros años de la vida en que uno aprende a caminar, acostumbraba sentarme al estilo oriental para meditar...

Entonces estudiaba en forma retrospectiva mis pasadas reencarnaciones y es ostensible que me visitaban muchas gentes de los antiguos tiempos.

Cuando concluía el éxtasis inefable y retornaba al estado normal común y corriente, contemplaba con dolor los muros vetustos de aquella centenaria casa paternal, donde yo parecía, a pesar de mi edad, un extraño cenobita...

¡Cuán pequeño me sentía ante esos toscos murallones! Lloraba... ¡Sí! como lloran los niños...

Me lamentaba diciendo: ¡Otra vez en un nuevo cuerpo físico! ¡Cuán dolorosa es la vida! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!...

En esos precisos instantes acudía siempre mi buena madre con el propósito de auxiliarme, a tiempo que exclamaba: "El niño tiene hambre, tiene sed," etc., etc., etc.

Jamás he podido olvidar aquellos instantes en que alegre corría por los solariegos corredores de mi casa...

Entonces me acaecían insólitos casos de Metafísica trascendente: Me llamaba mi padre desde el umbral de su recámara; yo le veía en ropas de dormir y cuando intentaba acercarme a él, se esfumaba perdiéndose en la dimensión desconocida...

Empero, confieso sinceramente que este tipo de fenómenos psíquicos me eran muy familiares. Entraba sencillamente en su alcoba y al verificar en forma directa que su cuerpo físico yacía dormido entre el perfumado lecho de caoba, me decía a mí mismo lo siguiente: ¡Ah! lo que sucede es que el alma de mi padre está afuera porque su cuerpo carnal en estos momentos está durmiendo.

Por aquellos tiempos comenzaba el cine mudo y muchas gentes se reunían en la plaza pública durante la noche, para distraerse observando películas al aire libre en la rudimentaria pantalla: una sábana bien templada, clavada en dos palos debidamente distanciados...

Yo tenía en casa un cine muy diferente: me encerraba en una recámara oscura y fijaba la mirada en la barda o pared. A los pocos instantes de espontánea y pura concentración, se iluminaba espléndidamente el muro cual si fuese una pantalla multidimensional, desapareciendo definitivamente las bardas; surgían luego de entre el infinito espacio, paisajes vivientes de la gran naturaleza, gnomos juguetones, silfos aéreos, salamandras del fuego, ondinas de las aguas, nereidas del inmenso mar, criaturas dichosas que conmigo jugueteaban, seres infinitamente felices.

Mi cine no era mudo, ni en él se necesitaba a Rodolfo Valentino, o a la famosa Gatita Blanca de los tiempos idos.

Mi cine era también sonoro y todas las criaturas que en mi pantalla especial aparecían, cantaban o parlaban en el Orto purísimo de la divina lengua primigenia, que como un río de oro corre bajo la selva espesa del sol.

Más tarde, al multiplicarse la familia, invitaba a mis inocentes hermanitos y ellos compartían conmigo esta dicha incomparable mirando serenamente las figuras astrales en la extraordinaria barda de mi oscura recámara...

Fui siempre un adorador del Sol y tanto al amanecer como al anochecer subía sobre la techumbre de mi morada (porque entonces no se usaban las azoteas) y sentado al estilo oriental como un yogui infantil, sobre las tejas de barro cocido, contemplaba al astro rey en estado de éxtasis, sumiéndome así en profunda meditación: buenos sustos se llevaba mi noble madre viéndome caminar sobre la morada...

Siempre que mi anciano padre abría la vieja puerta del guardarropa, sentía como si me fuese a entregar aquella singular chaqueta o casaca de color púrpura en la que lucían dorados botones... Vieja prenda del vestir caballeresco que usara con elegancia en aquella mi antigua reencarnación en que me llamara Simeón Bleler; a veces se me ocurría que entre ese armario viejo pudieran también estar guardados espadas y floretes de los antiguos tiempos.

No sé si mi padre me comprendiera; pensaba tal vez que pudiera entregarme objetos de esa antepasada existencia; el anciano me miraba y en vez de tales prendas me entregaba una carreta para que con ella jugara; juguete de dichas inocentes en mi infancia...

Índice

Capítulo 2.- Religión

Enseñado en buenos modales, confieso francamente y sin ambages, que fui educado de acuerdo con la religión oficial de mi pueblo.

Travesear con alguien por el desván, en plena liturgia, siempre me pareció abominable...

Desde niño tuve el sentido de veneración y respeto. No quise jamás encogerme de hombros en pleno culto; nunca me agradó escabullirme de entre mis sagrados deberes, ni reírme, ni burlarme de las cosas santas.

Sin querer ahora enredarme entre espinas y zarzales, debo tan sólo decir que en tal secta mística —no importa cual sea su nombre— encontré principios religiosos comunes en todas las religiones confesionales del mundo. Citarlos ahora, es conveniente para bien de la Gran Causa.


CIELOS

Los hallamos en toda religión confesional, aunque con diversos nombres; empero, éstos son siempre nueve, como dijera con tanto acierto el Dante Florentino, en su clásico poema de la «Divina Comedia».

1.- Cielo de la Luna (Mundo Astral).

2.- Cielo de Mercurio (Mundo Mental).

3.- Cielo de Venus (Mundo Causal).

4.- Cielo de Sol (Mundo Búdhico o Intuicional).

5.- Cielo de Marte (Mundo Átmico. Región de Atman).

6.- Cielo de Júpiter (El Nirvana).

7.- Cielo de Saturno (Mundo Paranirvánico).

8.- Cielo de Urano (Mundo Mahaparanirvánico).

9.- Cielo de Neptuno (El Empíreo).

Resulta palmario, manifiesto que estos nueve cielos enhorabuena citados, están también dentro de nosotros mismos, aquí y ahora, y se penetran y compenetran mutuamente sin confundirse.

Obviamente estos nueve cielos se hallan ubicados en nueve dimensiones superiores. Ostensiblemente se trata de nueve universos paralelos.


INFIERNOS

No está de más en este esotérico Mensaje de Navidad 1972-1973, recordar con cierto énfasis muy singular a los diversos infiernos religiosos...

Evoquemos con solemnidad, hagamos memoria, de los múltiples infiernos prehistóricos e históricos.

Remembranza, reminiscencias, existen por doquiera sobre infiernos Chinos, Mahometanos, Budistas, Cristianos, etc., etc., etc...

Resulta incuestionable que todos esos variados infiernos sirven de símbolo para el mundo mineral sumergido...

Claramente, el Dante, discípulo maravilloso de Virgilio el Poeta de Mantua, descubre con asombro místico la íntima relación existente entre los nueve círculos dantescos y los nueve cielos...

El «Bardo Thodol» (Libro Tibetano de los espíritus del otro Mundo), resalta magnífico ante nuestros ojos haciéndonos ver la cruda realidad de los Mundos-Infiernos dentro del interior del organismo planetario en que vivimos.

Es indubitable que los Nueve Círculos Dantescos dentro del interior de la Tierra, se corresponden científicamente con las nueve Infradimensiones sumergidas bajo la región tridimensional de Euclides.

Resulta palmario y claro, la existencia cósmica de los Mundos-Infiernos en cualquier mundo del espacio infinito.

Obviamente el Reino Mineral Sumergido, no es ciertamente una excepción del planeta Tierra.


ANGELOLOGÍA

Todo el Cosmos es dirigido, vigilado y animado por series casi interminables de Jerarquías de Seres conscientes, teniendo cada uno de ellos una misión que cumplir, y quienes (ya se les llame por un nombre o por otro, Dhyan-Chohans, Ángeles o Devas, etc.) son Mensajeros tan sólo en el sentido de ser agentes de las Leyes Kármicas y Cósmicas. Varían hasta el infinito en sus grados respectivos de conciencia y de inteligencia, y todos ellos son hombres perfectos en el sentido más completo de la palabra.

Múltiples servicios angélicos caracterizan el Amor Divinal. Cada Elohim trabaja en su especialidad. Nosotros podemos y debemos apelar a la protección angélica.


DIOS

Todas las religiones son perlas preciosas engarzadas en el hilo de oro de la Divinidad.

Es ostensible el amor que todas las místicas instituciones del mundo sienten por lo Divinal: Alá, Brahama, Tao, Zen, I.A.O., INRI, Dios, etc., etc., etc.

El Esoterismo Religioso no enseña ateísmo de ningún tipo, excepto en el sentido que encierra la palabra sánscrita nastika (no admisión de ídolos, incluyendo a ese Dios antropomorfo de la gente ignorante. Cosa absurda sería creer en un dictador celeste que sentado allá arriba en un trono de tiranía, lanzara rayos y centellas contra este triste hormiguero humano).

El Esoterismo admite un Logos o un Creador colectivo del universo, un Demiurgo arquitecto.

Es incuestionable que tal Demiurgo no es una Deidad personal como muchos equivocadamente suponen, sino sólo la colectividad de los Dhyan-Chohans, Ángeles, Arcángeles y demás fuerzas. Dios es Dioses.

Escrito está con caracteres de fuego en el Libro Resplandeciente de la Vida, que Dios es el Ejército de la Voz, la Gran Palabra, El Verbo.

"En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él, nada de lo que ha sido hecho, fue hecho".

Es algo palmario y manifiesto, que cualquier hombre auténtico que logre realmente la perfección, ingresa por tal motivo en la corriente del sonido, en las milicias celestes constituidas por los Budhas de compasión, Ángeles, Espíritus Planetarios, Elohim, Rishi-Prajapatis, etc., etc., etc.

Se nos ha dicho con gran énfasis que el Logos suena y eso es obvio. El Demiurgo, el Verbo, es unidad múltiple perfecta.

Quien adora a los Dioses, quien les rinde culto, puede capturar mejor la honda significación de las diversas facetas divinales del Demiurgo Arquitecto.

Cuando la humanidad se burló de los Dioses Santos, cayó herida de muerte en el grosero materialismo de esta edad de hierro.


LUCIFER

Podemos y hasta debemos eliminar radicalmente a todos los agregados psíquicos subjetivos, tenebrosos y perversos que llevamos dentro; empero, es incuestionable que jamás podríamos disolver en nosotros mismos, a la sombra del Logos Íntimo.

Resulta a todas luces claro y evidente que Lucifer es la antítesis del Demiurgo Creador, su sombra viviente proyectada en el fondo profundo del Microcosmos Hombre.

Lucifer es el Guardián de la Puerta y de las llaves del Santuario, para que no penetren en él sino los ungidos que poseen el secreto de Hermes.

Y ya que hemos escrito este tan aborrecible nombre para los oídos piadosos del vulgo, necesario sería consignar también que el Lucifer esotérico de la Doctrina Arcaica es todo lo contrario de lo que los teólogos, cual el famoso Des Mousseaux y el Marqués de Mirville, suponen equivocadamente, pues es la alegoría del Bien, el símbolo del más alto sacrificio (Christos-Lucifer) de los Gnósticos y el Dios de la sabiduría bajo infinitos nombres.

Luz y sombra, misteriosa simbiosis del Logos Solar, unidad múltiple perfecta, INRI es Lucifer.


DEMONIOS

Las diversas teogonías religiosas nos pintan como castigados a esos “Logoi Divinos” que, reencarnados en humanos cuerpos, cometieran el error imperdonable de caer en la generación animal.

Esos genios tenebrosos son Ángeles caídos, demonios auténticos en el sentido más completo de la palabra.

Resulta absurdo aseverar que tales rebeldes hubiesen dado la mente al hombre. Es obvio que esos ángeles caídos son verdaderos fracasos cósmicos.

Es muy oportuno en estos instantes recordar los nombres inhumanos de Andramelek, Belial, Moloch, Bael, etc., cuyas horrendas abominaciones pueden ser estudiadas por cualquier adepto de la Logia Blanca, en los registros akáshicos de la Naturaleza.

Distíngase entre lo que es una caída esotérica y lo que es una bajada.

Evidentemente esos ángeles rebeldes no bajaron, cayeron y eso es diferente.


EL LIMBO

Versados en la Historia Universal, bien sabemos en forma íntegra lo que es realmente el Orco de los clásicos griegos y latinos, el Limbo de los esoteristas cristianos.

No está de más en este tratado, enfatizar la idea trascendental de que el Limbo es ciertamente la antesala de los Mundos Infiernos.

Todas las cuevas conocidas y por conocer forman una basta e ininterrumpida red que abarca por entero al planeta Tierra, constituyendo el Orcus de los clásicos —como ya dijimos en renglones arriba— el Limbo auténtico del esoterismo gnóstico... el Otro Mundo, en fin, donde vivimos después de muertos.

Corresponde al Limbo aquella mística y terrible alegoría que dice: "Allí viven aquellos niños inocentes que murieron sin haber recibido las aguas del bautismo".

En gnóstico esoterismo tales aguas son de tipo genesíaco y constituyen el Ens Seminis (la entidad del semen, como dijera Paracelso).

El Bautismo sacramental de los diversos cultos religiosos simboliza la Sexo-yoga, el Maithuna, la Magia Sexual. En la Médula y en el Semen se encuentra la clave de la salvación y todo lo que no sea por allí, por este camino, es ciertamente una pérdida inútil de tiempo.

Niños inocentes son aquellos santos que no trabajaron con las aguas espermáticas del primer instante. Gentes virtuosas que creyeron posible la autorrealización íntima del Ser sin cumplir con el compromiso del Sacramento del Bautismo; desconocieron la Magia Sexual o la rechazaron enfáticamente.

Sólo Mercurio, el Jefe y evocador de las almas, tomando el Caduceo de la Sabiduría en su diestra, puede evocar de nuevo a la vida a las infelices criaturas inocentes precipitadas en el Orco.

Sólo él, el archimago y hierofante, puede hacerlas renacer en ambientes propicios, para el trabajo fecundo y creador en la “Forja de los Cíclopes”.

Así es como Mercurio, el Nuncio y el Lobo del Sol hace ingresar a las almas del Limbo en las milicias celestes...


PURGATORIO

Definamos el Purgatorio así: Región molecular inferior. Zona de tipo Sublunar. Astral sumergido (Kamaloka secundario).

En el mundo Purgatorial debemos freír las semillas del mal; aniquilar larvas infra-humanas de todo tipo; purgarnos de toda corrupción; purificarnos radicalmente.

El Dante Alighieri hablando sobre el purgatorio dice:

"Nos aproximamos hasta llegar al sitio que antes me había parecido ser una rotura, semejante a la brecha que divide un muro; y vi una puerta, a la cual se subía por tres gradas de diferentes colores, y un portero que aún no había proferido ninguna palabra.

Y como yo abriese cada vez más los ojos, le vi sentado sobre la grada superior, con tan luminoso rostro, que no podía fijar en él la vista. Tenía en la mano una espada desnuda, que reflejaba sus rayos hacia nosotros de tal modo, que en vano intenté fijar en ella mis miradas.

—Decidme desde ahí ¿qué queréis? –empezó a decir–, ¿dónde está el que os acompaña? Cuidad que vuestra llegada no sea funesta.

—Una dama del cielo, enterada de estas cosas –le respondió mi Maestro– , nos ha dicho hace poco: "Id allí; aquella es la puerta".

—Ella guía felizmente vuestros pasos –replicó el cortés portero–, llegad, pues, y subid nuestras gradas.

Nos adelantamos. El primer escalón era de mármol blanco, tan bruñido, sólido y terso, que me reflejé en él tal como soy. El segundo, más oscuro que el color turquí, era de una piedra calcinada y áspera, resquebrajada a lo largo y de través- El tercero, que gravita sobre los demás, me parecía de un pórfido tan rojo como la sangre que brota de las venas. Sobre este último tenía ambas plantas el Ángel de Dios, el cual estaba sentado en el umbral, que me pareció formado de diamante. Mi guía me condujo de buen grado por los tres escalones, diciendo: "pide humildemente que se abra la cerradura".

Me postré devotamente a los pies santos. Le pedí por misericordia que abriese, pero antes me di tres golpes en el pecho. Con la punta de su espada me trazó siete veces en la frente la letra "P", y dijo: Procura lavar estas manchas cuando estés dentro".

Enseguida sacó de debajo de sus vestiduras, que eran del color de la ceniza o de la tierra seca, dos llaves, una de las cuales era de oro y la otra de plata. Primero con la blanca y luego con la amarilla, hizo en la puerta lo que yo deseaba.

—Cuando una de las llaves falsea, y no gira con regularidad por la cerradura –nos dijo–, esta entrada no se abre. Una de ellas es más preciosa; pero la otra requiere más arte e inteligencia antes de abrir, porque es la que mueve el resorte. Pedro me las dio, previniéndome que más bien me equivocara en abrir la puerta, que en tenerla cerrada, siempre que los pecadores se prosternen a mis pies.

Después empujó la puerta hacia el sagrado recinto, diciendo:

—Entrad; mas debo advertiros que quien mira hacia atrás vuelve a salir.

Entonces giraron en sus quicios los espigones de la sacra puerta, que son de metal, macizos y sonoros; y no produjo tanto fragor, ni se mostró tan resistente la de la Roca Tarpeya, cuando fue arrojado de ésta el buen Metelo, por lo cual quedó vacía. Yo me volví atento al primer ruido, y me pareció oír voces que cantaban al son de dulces acordes: "Te Deum Laudamus".

Tal impresión hizo en mí aquello que oía, como la que ordinariamente se recibe cuando se oye el canto acompañado del órgano, que tan pronto se perciben como dejan de percibirse las palabras. (Véase «La Divina Comedia» del Dante).


LA MADRE DIVINA


María o mejor dijera Ram-Io, es la misma Isis, Juno, Deméter, Ceres, Maya, la Divina Madre Cósmica, el poder serpentino que subyace en el fondo viviente de toda materia orgánica e inorgánica.


MARÍA MAGDALENA

La Bella Magdalena es, fuera de toda duda, la misma Salambo, Matra, Ishtar, Astarté, Afrodita y Venus.

El aura solar de la Magdalena arrepentida, está constituida por todas las esposas sacerdotisas del mundo.

Bienaventurados los hombres que encuentren refugio en esa aura, porque de ellos será el reino de los cielos.


CRISTO

Entre los Persas, Cristo es Ormuz, Ahura-Mazda, la antítesis de Ahriman (Satán).

En la tierra sagrada de los Vedas, Cristo es Vishnú, el segundo Logos, sublime emanación de Brahama, el primer Logos.

El Jesús indostánico es el Avatara Krishna. El Evangelio de este Maestro es similar al del Divino Rabí de Galilea.

Entre los Chinos antiguos Fu-hi es el Cristo Cósmico, quien compusiera el famoso I-King, libro de las leyes, y nombrara para bien de la humanidad ministros Dragones.

En el país asoleado de Kem, en la tierra de los Faraones, Cristo era de hecho Osiris y quien lo encarnaba pasaba por tal motivo a ser un "osirificado".

Quetzalcoatl es el Cristo mexicano, que ahora mora en la lejana Tule, el Dios Blanco.


INMACULADAS CONCEPCIONES

Es urgente comprender lo que son realmente las inmaculadas concepciones. Éstas abundan en todos los cultos antiguos. Fu-hi, Quetzalcoatl, Budha y muchos otros son el resultado de inmaculadas concepciones.

El fuego sagrado hace fecundas a las aguas de la vida para que nazca el Maestro en nosotros.

Todo ángel es ciertamente hijo de la Divina Madre Kundalini; ella es realmente virgen antes del parto, en el parto y después del parto.

En nombre de la verdad solemnemente aseveramos lo siguiente: el esposo de Devi Kundalini, nuestra Madre Cósmica particular, es el Tercer Logos, el Espíritu Santo, Shiva, el primogénito de la creación, nuestra Mónada íntima, individual o, mejor dijéramos, sobre-individual.

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Capítulo 3.- Espiritismo

Era yo todavía un chaval de doce primaveras, cuando solícito con alguien que ansioso investigaba los Misterios del más allá, me propuse también inquirir, indagar, investigar en el terreno inquietante del espiritismo.

Entonces, con tesón de clérigo en la celda, estudié innumerables obras metafísicas. No está de más citar autores como Luis Zea Uribe, Camilo Flammarion, Kardec, León Denis, César Lombroso, etc.

El primero de una serie de Kardec ciertamente me pareció muy interesante, mas tuve que releerlo tres veces con el ánimo indiscutible de comprenderlo íntegramente.

Posteriormente, convertido realmente en un verdadero ratón de biblioteca, confieso con franqueza, sin ambages, que me apasioné con el «Libro de los Espíritus», antes de seguir con muchísimos otros volúmenes de enjundioso contenido.

Con mente impenetrable para cualquier otra cosa que no fuese el estudio, me encerraba muy largas horas dentro de mi casa o en la biblioteca pública, con el anhelo evidente de buscar el camino secreto.

Ahora, sin presumir de sabio, sin vanagloria alguna, sólo deseo en este capítulo dar a conocer el resultado de mis investigaciones en el terreno espiritista.


MÉDIUMS

Sujetos pasivos, receptivos, que ceden su materia, su cuerpo, a los fantasmas metafísicos de ultra-tumba.

Es incuestionable que el Karma de la Mediumnidad es la epilepsia. Obviamente los epilépticos fueron mediums en sus vidas anteriores.


EXPERIMENTOS

1.) Cierta Dama, cuyo nombre no menciono, veía constantemente el fantasma de una mujer fallecida; este último le decía al oído muchas cosas.

En solemne sesión espiritista cayó la dama en trance. El fantasma obsesor le indicó a la redicha médium escarbara en determinado lugar de la casa, pues allí -se le dijo- encontraría un gran tesoro.

Se siguieron las indicaciones del fantasma; desafortunadamente el tesoro no fue hallado.

Es incuestionable que la fortuna esa, sólo era una simple proyección mental de la psiquis subjetiva de los asistentes. Obviamente esa gente resultaba en el fondo muy codiciosa.




2.) Allende el tiempo y la distancia, muy lejos de esta mi querida tierra mexicana, hube de internarme en el estado Zulia, Venezuela, Sur América.

Huésped de mi anfitrión, en su campestre morada, debo aseverar que por aquellos días fui testigo presencial de un acontecimiento metafísico insólito.

Conviene ratificar para bien de mis lectores, que mi redicho anfitrión era, fuera de toda duda y dicho sin ambages, un personaje demasiado humilde, de la raza de color.

Es incuestionable que aquel buen señor, por cierto muy generoso con los necesitados, gastaba con salero, de su propiedad, en ricas comilonas.

Residir en el hotel entre gente cultivada o resentirse contra alguien por algún motivo, era para este buen hombre algo imposible. Ciertamente prefería resignarse a la tarea, con su suerte, en los duros infortunios del trabajo.

Huelga decir en gran manera que aquel caballero de marras parecía tener el don de la ubicuidad, pues se le veía por doquier, aquí, allá y acullá.

Cualquier noche de esas tantas, ese distinguido caballero, con mucho secreto, me invitó a una sesión de espiritismo. Yo, en modo alguno, quise declinar tan amable invitación.

Tres personas reunidas bajo el campesino techo de su hacienda, nos sentamos alrededor de una mesa de tres patas.

Mi anfitrión, lleno de inmensa veneración, abrió una pequeña caja, que jamás abandonaba en sus viajes, y de ella extrajo una calavera indígena.

Posteriormente recitó algunas hermosas plegarias y clamó con gran voz llamando al fantasma del misterioso cráneo.

Era la media noche, el cielo estaba encapotado con negros nubarrones que, siniestros, se perfilaban en el espacio tropical; llovía, y truenos y relámpagos hacían estremecer a toda la comarca.

Extraños golpes se sintieron dentro del interior del mueble y luego, definitivamente violando la ley de la gravedad, como burlándose de los viejos textos de física, la mesa se levantó del piso.

Después vino lo más sensacional. El fantasma invocado apareció en el recinto y pasó junto a mí.

Por último la mesa se inclinó hacia mi lado y la calavera, que sobre este mueble se encontraba, vino a posarse en mis brazos.

—¡Ya basta! -exclamó mi anfitrión-, la tempestad está muy fuerte y en estas condiciones tales invocaciones resultan muy peligrosas.

En esos instantes un trueno espantoso hizo palidecer el rostro del invocador.


3.) Ambulando cierto día por una de esas viejas callejas de la ciudad de México D.F., movido por una extraña curiosidad, hube de penetrar con otras personas en una antigua casona, donde, para bien o para mal, funcionaba un centro espiritista o espiritualista.

Exquisito salón extra-superior de muchas campanillas y con bastante gente emotiva, delicada y de marca mayor.

Sin pretender en modo alguno exponerme a un riesgo, muy respetuosamente tomé asiento frente al estrado.

Empaparme en las doctrinas de los mediums espiritistas, discutir, o empezar a arrojar con mal en términos amistosos y con fingidas mansedumbres y poses pietistas, ciertamente no fue mi propósito al entrar en tal recinto.

Sólo quería tomar nota de todos los detalles con flexible entendimiento y singular cordura.

Ensayarse a orar en el hablar para recitar en público, prepararse con anticipación, ciertamente es algo que está en todo tiempo excluido de la mentalidad espiritista.

Paciente la sacra cofradía del misterio, aguardaba con anhelo místico voces y palabras surgidas de ultratumba.

Independiente de los demás en sus diagnósticos, idóneo para algo bien nefasto, un caballero de cierta edad cae en trance, convulsivo se estremece como cualquier epiléptico, sube a la tarima, ocupa la tribuna de la elocuencia y toma la palabra.

—Aquí, entre vosotros, Jesús de Nazaret, el Cristo -exclama con gran voz aquel infeliz poseso-.

En esos instantes terroríficos vibra horripilante la tarima engalanada con cirios y flores -el altar de los Baales -, y todos los devotos caen en tierra prosternados.

Yo, sin querer turbar en el desempeño a nadie, serenamente me dediqué a estudiar al Médium con mi sexto sentido.

Traspasado de angustia pude verificar ciertamente la cruda realidad de aquel insólito caso metafísico. Obviamente se trataba de un impostor siniestro e izquierdo que explotaba la credulidad ajena haciéndose pasar por Jesucristo.

Con mi sentido clarividente observé a un Mago negro ataviado con roja túnica color sangre.

El tétrico fantasma metido entre el cuerpo físico del médium, aconsejando a los consultantes, procuraba hablar con tono jesucristiano a fin de que los fanáticos aquellos no lo descubriesen.

Concluida aquella horripilante sesión, me retiré del recinto con el ardiente deseo de no regresar jamás allí.


4.) Vivir a placer con su familia, de favor, en paz para trabajar por obra de magia sobre la tierra, es ciertamente algo muy romántico.

Empero, abalanzarse a los riesgos suele a veces ser indispensable cuando se trata de procurar para los demás todo el bien posible.

Flanqueado de murallas intelectivas, quise florecer en sabiduría y, sin desfallecer en fuerzas, viajé muy joven por diversos lugares del mundo.

Allende el tiempo y la distancia, en la remota lejanía de una comarca suramericana conocida popularmente con el típico nombre del ‘Quindío’, muy flexible al entendimiento, hube de relacionarme con un médium espiritista que trabajaba como herrero.

Sin trabucarse jamás en discusión alguna, aquel obrero laboraba tranquilo en su rojiza forja.

Extraño encasquillador espiritista, místico señor de broncínea figura, atlética personalidad cenobita.

¡Válgame Dios y Santa María! Yo le vi en siniestro e izquierdo trance mediumnímico poseído por Belcebú, Príncipe de los Demonios.

Todavía recuerdo aquellas palabras tenebrosas con las cuales el Poder de las Tinieblas cerrara la sesión: "bel tengo mental la petra y que a el le andube sedra, vao genizar le des" (luego firmaba "Belcebú").

Herrero paradójico anacoreta. Arrepentido le hallé al siguiente día del izquierdo aquelarre espiritista. Entonces juró solemnemente, en nombre del eterno Dios viviente, no volver a prestar su cuerpo físico al horror de las tinieblas.

Algunas veces le sorprendía en su fragua consultando muy sinceramente el devocionario espiritista de Kardec.

Posteriormente aquel caballero de marras me invitó, lleno de místico entusiasmo, a otras tantas exhaustivas sesiones mediumnímicas, donde, con ansia infinita, evocara a Juan Huertado el Mayor.

Sin exageración alguna, para bien de mis amados lectores, debo ahora aseverar oportunamente que el redicho fantasma, parlando con la lengua del médium en trance, se vanagloriaba de poder manifestarse a través de ciento cincuenta mediums en forma simultánea.

Concluir con un discurso (a alguien), de listo, en consonante, es ciertamente muy normal; empero, pluralizarse en ciento cincuenta discursos simultáneos, diferentes, me pareció en aquella época algo asombroso.

Es incuestionable que por aquella época de mi vida todavía no había analizado el tema ese de la pluralidad del Yo, del Mí Mismo.


EL Ego

Sin querer extenderme inusitadamente en digresiones de ninguna especie, enfatizo muy sinceramente aquello que en forma directa he experimentado plenamente.

El redicho Ego obviamente carece de todo aspecto divinal, autoenaltecedor y dignificante.

Permítasenos la libertad de disentir con aquellas personas que presuponen la existencia de dos Yoes, uno de tipo superior, otro de clase inferior.

Ciertamente y en nombre de la verdad certificamos sin incongruencia alguna, el tremendo realismo bien informado de que sólo existe en cada sujeto un Yo Pluralizado y terriblemente perverso.

Esta convicción de fondo se afianza en la experiencia vivida del autor del presente tratado esotérico.

En modo alguno necesitamos exteriorizar ideas inmaduras; jamás cometeríamos el desatino de aseverar utopismos descabellados.

Nuestra aserción tiene muy abundante documentación en todos los libros sagrados de los antiguos tiempos.

Como ejemplo viviente de nuestro aserto, no está de más recordar las cruentas batallas de Arjuna contra sus amados parientes (los Yoes), en el «Bhagavad Gita» (El Canto del Señor).

Ostensiblemente tales agregados psíquicos, subjetivos, personifican evidentemente a todo ese conjunto de defectos psicológicos que llevamos dentro de cada uno de nosotros.

En rigurosa psicología experimental resulta patente el embotellamiento de la conciencia dentro de tales Yoes subjetivos.

Eso que continúa más allá del sepulcro es, pues, el Ego, un montón de Yoes-Diablos, los agregados psíquicos.

Resulta palmaria y manifiesta la identificación de tales agregados psíquicos, en los centros espiritistas o espiritualistas.

Es notorio y evidente que esos Yoes-Diablos, debido a su multiplicidad, pueden entrar en muchos cuerpos mediumnímicos -como en el caso de Juan Hurtado el Mayor- para su manifestación.

Cualquier Maestro del Samadhí podrá evidenciar claramente en estado de éxtasis lo siguiente: Aquellos que a través de los mediums espiritistas se manifiestan, ciertamente no son las almas ni los espíritus de los muertos, sino los Yoes-Diablos de estos últimos, los agregados psíquicos que continúan más allá en la fosa sepulcral.

Se nos ha dicho con mucho énfasis que, durante los estados Post-mortem, continúan los mediums convertidos en posesos del Demonio –o de los demonios–. Es incuestionable que, después de cierto tiempo, concluyen divorciándose de su propio ser Divinal; entonces ingresan a la involución sumergida de los mundos-infiernos.

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Capítulo 4.- Teosofía

Sin ufanarme en modo alguno con tan delicadas y múltiples inquietudes de tipo filosófico y metafísico, confieso francamente y con toda sinceridad que aún no había llegado a las dieciséis primaveras de mi actual existencia, cuando ya me hallaba enfrascado en muchas materias de enjundioso contenido.

Con ansias infinitas me propuse analizar detalladamente los problemas del espíritu a la luz de la ciencia moderna.

Muy interesantes me parecieron por aquella época los experimentos científicos del físico Inglés William Crookes, descubridor insigne de la materia en estado radiante y del Talio, ilustre miembro de la Real Sociedad Británica.

Sensacionales me parecieron las famosas materializaciones del espectro de Katie King en pleno laboratorio, tema planteado por Crookes en su «Medida de la fuerza psíquica».

Excelentes, excepcionales, maravillosos me parecieron muchos temas sagrados de la antigüedad tales como: La Serpiente del Paraíso, La Burra de Balaam, Las Palabras de la Esfinge, las voces misteriosas de las Estatuas de Mennon al romper el día, el terrible Mene-Tecel-Phares del festín de Baltasar; el Serafín de Teherán, Padre de Abraham; los Oráculos de Delfos; los Betilos o Piedras Parlantes del Destino, los Menhires Oscilantes y Mágicos de los Druidas; las voces enigmáticas de todos los sangrientos sacrificios necromantes, origen auténtico de toda la tragedia clásica, cuyas revelaciones indiscretas en Prometeo, las Coéforas y las Euménides, costaron la vida al Iniciado Esquilo; las palabras de Tiresias, el adivino evocado por Ulises en la Odisea al borde del hoyo repleto con la sangre del cordero negro propiciatorio; las voces secretas que Alarico oía mandándole destruir a Roma pecadora, y las que la doncella de Orleáns oía también para que exterminase a los ingleses, etc., etc., etc.

Enseñado en buenos modales y sin ensayarme en la oratoria para recitar en público, a los diecisiete años de edad dictaba conferencias en la Sociedad Teosófica.

El Diploma Teosofista lo recibí de manos de Jinarajadasa, ilustre presidente de aquella augusta Sociedad, que en buena hora conociese personalmente.

Seguro de mí mismo en mi carácter, estaba entonces muy bien informado sobre los extraños y misteriosos golpes de Rochester, los clásicos fenómenos psíquicos de la granja de los Eddy, donde nació la misma Sociedad Teosófica; había evocadores de las Pitonisas de los antiguos tiempos, sabía de casas encantadas y de apariciones post-mortem y conocía a fondo todos los fenómenos telepáticos.

Incuestionablemente, con tantos datos metafísicos en mi pobre mente acumulados, me había convertido en un erudito muy exigente.

Sin embargo, quise muy sinceramente formar el corazón con el buen criterio teosofista y por ello me engolosiné con las obras que hallé en la rica biblioteca.

Venero inagotable de Sabiduría Divinal descubrí con asombro místico en las obradas páginas de la Doctrina Secreta, obra extraordinaria de la Venerable Gran Maestra Helena Petrovna Blavatsky, la sublime mártir del Siglo XIX.

Veamos ahora las siguientes notas, por cierto muy interesantes:

"1885. En su Diary, el Coronel Olcott anota en el día 9 de Enero: H.P.B. ha recibido del Maestro M. el plan para su Doctrina Secreta. Es excelente. Oakley y yo intentamos hacerlo la noche pasada, pero este es mucho mejor".

"La conspiración del matrimonio Coulomb obligó a H.P.B. a dejar Adyar y viajar a Europa en Marzo. H.P.B. llevó consigo el precioso manuscrito. Cuando me preparaba para subir al barco, Subba Row me recomendó escribiera «La Doctrina Secreta» y le fuera mandado semanalmente lo escrito. Yo le prometí y lo haré... ya que él va a agregar notas y comentarios, y después la Sociedad Teosófica la publicará".

"Fue en ese año cuando el Maestro K.H. escribió: Cuando la Doctrina Secreta esté lista, será una triple producción de M., Upasika y mía".

Es evidente que tales notas nos invitan a la meditación. Empero, es ostensible que la V.M. interpretó las enseñanzas adaptándolas a la época.

Agotados los teóricos estudios de tipo Teosófico, practiqué con intensidad Raja-Yoga, Bhakti, Jnana-Yoga, Karma-Yoga, etc., etc., etc.

Múltiples beneficios psíquicos obtuve con las Yogas prácticas preconizadas por esa venerada institución.

Como quiera que la meritísima Maestra H.P.B. consideró siempre a la Hatha-Yoga como algo demasiado inferior, me es dable manifestar que jamás me interesé por tal rama de la Yoga Indostán.

Mucho más tarde en el tiempo, fui invitado a una gran asamblea de la Venerable Gran Logia Blanca, donde en plena Ágora se calificó a la Hatha-Yoga como auténtica Magia Negra.

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Capítulo 5.- La Fraternidad Rosa-Cruz

Dieciocho primaveras de adolescente ya tenía en el camino de mi actual reencarnación, cuando hubo de concedérseme el alto honor de ingresar a la Escuela Rosa-Cruz Antigua. Institución Benemérita en buena hora fundada por el excelentísimo Señor Doctor Arnoldo Krumm Heller, médico-coronel del glorioso ejército mexicano, veterano ilustre de la Revolución Mexicana, insigne catedrático de la Universidad de Medicina de Berlín, Alemania, notable científico, extraordinario políglota.

Impetuoso muchacho me presenté con cierta altivez en aquella Aula Lucis, entonces regenteada por un ilustre caballero de esclarecida inteligencia, y, sin andarme en muchos cumplidos, por los aires, confieso francamente y sin ambages que empecé discutiendo y concluí estudiando.

Arrimarse al muro, arrinconarse en la esquina de la sala, arrobado en éxtasis, después de todo me pareció mejor.

Huélgame decir en gran manera y sin mucha prosopopeya, que empapado en muchas intrincadas teorías de enjundioso contenido, sólo anhelaba con ansias infinitas encontrar mi antiguo camino, la senda del "Filo de la Navaja".

Excluyendo cuidadosamente todo pseudopietismo y vana palabrería insustancial de charla ambigua, definitivamente resolví combinar teoría y práctica.

Sin prostituir la inteligencia al oro, preferí ciertamente prosternarme humildemente ante el Demiurgo Creador del Universo.

Riquísimo venero inagotable de esplendores exquisitos encontré gozoso en las magníficas obras de Krumm Heller, Hartman, Eliphas Levi, Steiner, Max Heindel, etc., etc., etc.

Sin verborrea alguna, seriamente, sinceramente, declaro enfáticamente que por aquella época de mi actual existencia me estudié ordenadamente toda la biblioteca Rosacrucista.

Con ansias infinitas buscaba en el camino a un viandante que poseyese algún bálsamo precioso para sanar mi adolorido corazón.

Sufría espantosamente y clamaba en la soledad invocando a los Santos Maestros de la Gran Logia Blanca.

El gran Kabir Jesús dijo: "Golpead y se os abrirá", "pedid y se os dará", "buscad y hallaréis".

En nombre de Eso que es Lo Real, declaro lo siguiente: cumpliendo con las enseñanzas del Evangelio Cristiano, pedí y se me dio; busqué y hallé; golpeé y se me abrió.

Tratándose de estudios tan largos y complejos como son esos de los Rosa-Cruces, es incuestionable que el temario en modo alguno cabría dentro del estrecho marco del presente capítulo; por ello me limitaré a sintetizar y concluir.

Chakra Frontal. Se desarrolla con la entonación de la Vocal I. Así: iiiiiiii. Facultad: Clarividencia.

Chakra Laríngeo. Se desarrolla vocalizando la letra E. Así: eeeeeeeeeee. Facultad: Oído mágico.

Chakra Cardíaco. Se desarrolla cantando la Vocal O. Así: oooooooooo. Facultades: Intuición; Desdoblamientos astrales, etc., etc.

Chakra Umbilical. Se desarrolla entonando la Vocal U. Así: uuuuuuuuuu. Facultad: Telepatía.

Chakras Pulmonares. Se desarrollan cantando la letra A. Así: aaaaaaaaaa. Facultad: Recordación de existencias anteriores.

I.E.O.U.A. es el orden de las vocales. Con estas letras se forman todos los Mantrams.

Decía el Doctor Krumm Heller que una hora diaria de vocalización era mejor que leer un millón de libros de Pseudoesoterismo y Pseudoocultismo.

Yo entonces inhalaba con avidez suprema el Prana Cristónico, el aliento vital de las montañas, y luego exhalaba lentamente haciendo resonar la correspondiente vocal.

Manifiesto para mayor claridad que cada vocal iba precedida de una inhalación y que sólo resonaba al exhalar (es obvio que inhalaba por las fosas nasales y que exhalaba por la boca).

RESULTADOS CONCRETOS

Todos mis Chacras Astrales o Centros Magnéticos intensificaron su actividad vibratoria rotando positivamente de izquierda a derecha como las manecillas de un reloj, visto, no de lado, sino de frente.

EJERCICIO RETROSPECTIVO

Con mucha didáctica nos enseñó el profesor cierto ejercicio retrospectivo maravilloso.

Nos aconsejó jamás movernos entre el lecho en el instante del despertar, explicándonos que con tal movimiento se agita el cuerpo astral y se pierden los recuerdos.

Es incuestionable que durante las horas del sueño las almas humanas viajan fuera del cuerpo físico; lo importante es no olvidar nuestras experiencias íntimas al regresar al cuerpo.

Nos indicó practicar en ese preciso momento un ejercicio retrospectivo con el inteligente propósito de recordar hechos, ocurrencias y lugares visitados en sueños.

RESULTADOS

Declaro solemnemente que tal ejercicio psíquico me resultó asombroso, porque mis recuerdos se hicieron más vívidos, intensos y profundos.

PLEXO SOLAR

De acuerdo con las instrucciones del profesor, diariamente (preferiblemente al salir el Sol), cómodamente me sentaba en un delicioso sillón con el rostro hacia el oriente.

Imaginaba entonces en forma extraordinaria una gigantesca cruz dorada, que desde el Este del mundo y teniendo al Astro Rey por centro básico, lanzaba rayos divinos, que después de atravesar el infinito espacio, penetraban dentro de mi Plexo Solar.

Me encantaba combinar inteligentemente tal ejercicio con la entonación mántrica de la Vocal U, prolongando el sonido como es debido: uuuuuuuuuuu.

RESULTADOS

Se produjo el insólito despertar de mi ojo telepático (ubicado como ya dijimos en la región del ombligo) y me torné exquisitamente hipersensible.

Como quiera que tal Chacra Magnético posee asombrosos funcionalismos, cual ese de atraer y acumular la energía radiante del globo solar, es obvio que por tal motivo mis flores de loto o ruedas astrales pudieron recibir mayores cargas electro-magnéticas que intensificaron más la radioactividad vibratoria.

Resulta muy a propósito en estos momentos, recordar a nuestros amados lectores que el Plexo Solar abastece con sus radiaciones solares a todos los Chacras del organismo humano.

Indudablemente y sin exageración alguna, me es dable poner cierto énfasis para aseverar solemnemente que cada uno de mis chacras astrales se desarrolló extraordinariamente, intensificándose por ese motivo las percepciones de tipo clarividente, clariaudiente, etc., etc., etc.

RETIRADA

Poco antes de retirarme de aquella benemérita institución, clamó aquel profesor diciendo: "Que ninguno de los aquí presentes se atreva a autocalificarse de rosacruz, porque todos nosotros no somos sino simples aspirantes a rosacruces.

Y luego añadió con gran solemnidad: “Rosacruces, un Budha, un Jesús, un Moria, un K.H., etc., etc., etc.”

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Capítulo 6.- El Corsario

Para ciertas personas demasiado superficiales, la teoría de la reencarnación es un motivo de risa; para otras muy religiosas, puede significar un Tabú o pecado; para los pseudoocultistas, esta es una creencia muy firme; para los bribones del intelecto esto es una utopía descabellada; empero, para los hombres que recordamos nuestras existencias anteriores, la reencarnación es un hecho.

En nombre de la verdad debo aseverar solemnemente que yo nací recordando todas mis pasadas reencarnaciones y jurar esto no es un delito. Soy un hombre de conciencia despierta.

Obviamente debemos hacer una franca diferenciación entre Reencarnación y Retorno (dos leyes muy distintas); empero, este no es el objetivo del presente capítulo. Después de este preámbulo vamos a los hechos, al grano.

Antaño, cuando los mares del mundo estaban infestados de buques piratas, hube de pasar por una tremenda amargura.

Entonces el bodhisattva del Ángel Diobulo Cartobu estaba reencarnado.

No está de más afirmar, con cierto énfasis, que aquel Ser poseía cuerpo femenino de espléndida belleza. Es ostensible que yo era su padre.

Desafortunadamente y en malhadada hora, la cruel piratería que no respetaba vidas ni honras, después de asolar el poblado europeo donde muchos ciudadanos morábamos en paz, secuestró a las hermosas del lugar, entre las cuales, es claro que estaba mi hija, doncella inocente de los tiempos idos.

A pesar del terror de tantos aldeanos, yo conseguí valientemente -y poniendo en peligro mi propia vida-, enfrentarme al alevoso capitán de la corsaria nave.

¡Saque Ud. a mi hija de entre ese infierno donde la ha metido y le prometo que yo sacaré su alma de entre el infierno donde ya está metida! Tales fueron mis dolorosas exclamaciones.

El terrible corsario, mirándome fieramente, se apiadó de mi insignificante persona y con imperativa voz me ordenó aguardara un momento.

Yo vi con ansiedad infinita al filibustero tornando a su nave negra; entiendo que supo burlar astutamente a sus despiadados lobos de mar; lo cierto es que momentos después me devolvía a mi hija.

¡Válgame Dios y Santa María! ¿Pero quién iba a pensar que, después de varios siglos, habría de reencontrar al Ego de ese terrible corsario, reincorporado en un nuevo organismo humano?.

Así es la Ley del Eterno etorno de todos los seres y las cosas; y todo se repite de acuerdo con otra Ley que se llama Recurrencia.

Una noche de grandes inquietudes espirituales lo reencontré gozoso entre el selecto grupo de aspirantes a Rosa-Cruces.

Aquel viejo corsario parlaba también el idioma inglés y hasta me manifestó haber viajado mucho, pues fue marino de una empresa naviera norteamericana.

Aquella amistad resultó, sin embargo, "un fuego fatuo", una "llamarada de petate", pues bien pronto hube de verificar plenamente que tal hombre, a pesar de sus místicos anhelos, continuaba en sus trasfondos más íntimos como antiguo corsario vestido a la moderna.

Aquel caballero de marras se entusiasmaba mucho relatándome sus "experiencias astrales", pues es incuestionable que sabía desdoblarse a voluntad.

Cualquier día de esos tantos concertamos una cita metafísica trascendental, en el S.S.S. de Berlín, Alemania.

Esta fue para mí una experiencia relativamente nueva, pues ciertamente hasta entonces no se me había ocurrido todavía realizar el experimento de la proyección voluntaria del Eídolon; empero, sabía que podía hacerlo y por ello me atreví a aceptar tal cita.

Con entera claridad recuerdo aquellos momentos solemnes en que me convirtiera en espía de mi propio sueño...

En acecho místico aguardaba el instante de transición existente entre vigilia y sueño; quería aprovechar ese momento de maravillas para escaparme del cuerpo físico.

El estado de lasitud y las primeras imágenes ensoñativas fueron suficientes como para entender en forma íntegra, que el ansiado momento había llegado...

Delicadamente me levanté del lecho y caminando muy quedito salí de mi casa sintiéndome poseído de cierta voluptuosidad espiritual, exquisita, deliciosa...

Es incuestionable que al levantarme de la cama en instantes de estar dormitando, se produjo el desdoblamiento astral, la separación muy natural del Eídolon...

Con ese brillo muy singular del cuerpo astral, me alejé de todos aquellos contornos, anhelando llegar al templo de Berlín...

Ostensiblemente hube de viajar deliciosamente sobre las procelosas aguas del Océano Atlántico...

Flotando serenamente en la radiante atmósfera astral de este mundo, llegué a las tierras de la vieja Europa y de inmediato me dirigí a la capital de Francia...

Anduve silente como un fantasma por todas esas viejas calles que otrora sirvieran de escenario a la Revolución Francesa...

De pronto, algo insólito sucede; una onda telepática ha llegado a mi plexo solar y siento el imperativo categórico de entrar en una preciosa morada...

En modo alguno, jamás me pesaría haber traspasado el riquísimo umbral de tan noble mansión, pues allí tuve la inmensa dicha de hallar a un amigo de mis pasadas reencarnaciones...

Dichoso flotaba aquel compañero, sumergido en el ambiente fluídico astral, fuera del cuerpo denso que yacía dormido entre el perfumado lecho de caoba...

En el tálamo nupcial dormía también el cuerpo físico delicioso de su bienamada; el alma sideral de esta última, fuera de su receptáculo mortal, compartía el gozo mirífico de su esposo y flotaba...

Y vi dos tiernos infantes de espléndida belleza, jugando felices entre el encanto mágico de aquella morada...

A mi antiguo amigo saludé y también a su Eva inefable, mas los niños se espantaron con mi inusitada presencia.

Parecióme mejor salir por ahí, por esas calles de París, y mi amigo no rechazó la idea; platicando juntos, nos alejamos de la mansión de las delicias...

Caminamos despacito, despacito, por todas esas calles y avenidas que van desde el centro hasta la periferia...

En las afueras de aquella gran urbe, le propuse -a quemarropa, como se dice por ahí- visitáramos juntos el templo esotérico de Berlín, Alemania. El iniciado aquel declinó muy amablemente la invitación, objetando que tenía esposa e hijos y que por ello sólo quería concentrar su atención en los problemas económicos de la vida...

Con gran pesar me alejé de aquel hombre despierto, lamentando que pospusiese su trabajo esotérico...

Suspendiéndome en la luz astral de las maravillas y prodigios, pasé por encima de unos vetustos murallones antiquísimos...

Dichoso viajé a lo largo del tortuoso camino que en forma serpentina se desenvolvía aquí, allá y acullá...

Embriagado de éxtasis llegué hasta el templo de las paredes transparentes. La entrada a aquel lugar santo era ciertamente muy singular...

Vi una especie de parque dominguero, lleno todo con plantas bellísimas y flores exquisitas que exhalaban un hálito de muerte...

En el fondo extraordinario de aquel jardín encantador, resplandecía solemne el templo de los esplendores...

Las enrejadas puertas de hierro que daban acceso al precioso parque del santuario, a veces se abrían para que alguien entrase, a veces se cerraban...

Todo aquel conjunto delicado y maravilloso, resaltaba iluminado con la inmaculada luz del espíritu universal de vida...

Ante el Sancta Sanctorum hallé dichoso a muchos nobles aspirantes de diversas nacionalidades, pueblos y lenguas...

Místicas almas que, durante aquellas horas en que el cuerpo físico duerme, movidas por la fuerza del anhelo, habíanse escapado de la densa forma mortal para venir hasta el Sancta.

Sublimes platicaban todos esos devotos sobre temas inefables. Hablaban de la Ley del Karma, discurrían sobre asuntos cósmicos extraordinarios... emanaban de sí mismos el perfume de la amistad y la fragancia de la sinceridad.

En estado de bienandanza anduve aquí, allá y acullá, buscando al atrevido filibustero que osado me pusiera tan tremenda cita...

En muchos grupos irrumpí preguntando por el consabido caballero de marras, mas nadie supo darme respuesta alguna...

Comprendí entonces que aquel antiguo pirata no había cumplido la palabra empeñada; ignoraba los motivos, me sentía defraudado...

Silente resolví acercarme hasta la gloriosa puerta del templo de la sabiduría. Quise penetrar dentro del lugar santo, mas el guardián me cerró la puerta diciéndome: "Todavía no es hora, retírate..."

Sereno, y comprendiéndolo todo, me senté gozoso en la simbólica piedra, muy cerca del portal del misterio...

En esos instantes de plenitud me autoobservé en forma íntegra. Ciertamente yo no soy un sujeto de psiquis subjetiva; nací con la conciencia despierta y tengo acceso al conocimiento objetivo...

¡Cuán bello me pareció el cuerpo astral! (Resultado espléndido de antiquísimas transmutaciones de la líbido).

Recordé a mi cuerpo físico que ahora yacía dormido en la remota lejanía del mundo occidental, en un pueblo de América...

Autoobservándome cometí el error de confrontar a los vehículos astral y físico; por tales comparaciones perdí el éxtasis y regresé instantáneamente al interior de mi densa envoltura material...

Momentos después me levantaba del lecho; había logrado un desdoblamiento astral maravilloso...

Cuando severamente pregunté al viejo filibustero sobre el motivo por el cual no fue capaz de cumplir con su palabra, no supo darme una respuesta satisfactoria.

Treinta y cinco años transcurrieron desde aquella época en que ese viejo lobo de mar y yo concertáramos tan misteriosa cita...

Allende el tiempo y la distancia, aquel extraño personaje era ya tan sólo un recuerdo escrito entre las empolvadas páginas de mis viejos cronicones...

Empero, confieso sin ambages que después de tantos años hube de ser sorprendido con algo insólito...

Una noche de primavera, hallándome ausente de la densa forma perecedera, vi al Señor Shiva (El Espíritu Santo), mi Sacra Mónada Superindividual, con la semblanza inefable del “Anciano de los Días”.

Amonestaba el Señor con gran severidad al viejo corsario de los mares. Es incuestionable que el cuerpo físico de este último, a esas horas de la noche yacía dormido entre el lecho...

Anhelante quise intervenir como tercero en discordia. El Viejo de los Siglos en forma categórica me ordenó quietud y silencio...

Antaño el pirata aquel me había devuelto a mi hija, la había sacado del infierno donde él mismo la había metido...

Ahora mi Real Ser –Samael– bregaba por libertarle, por emanciparle, por sacarle de los Mundos Infiernos.

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Capítulo 7.- La Meditación

Franqueado de murallas intelectivas, hastiado de tantas teorías tan complicadas y difíciles, resolví viajar hacia las costas tropicales del mar Caribe...

Allá lejos, sentado como un eremita de los tiempos idos, bajo la sombra taciturna de un árbol solitario, resolví darle sepultura a todo ese séquito difícil del vano racionalismo...

Con mente en blanco, partiendo del cero radical, sumido en meditación profunda, busqué dentro de mí mismo al Maestro Secreto...

Sin ambages confieso y con entera sinceridad, que yo tomé muy en serio aquella frase del Testamento de la Sabiduría Antigua que a la letra dice:

"Antes de que la falsa aurora amaneciera sobre la Tierra, aquellos que sobrevivieron al huracán y a la tormenta alabaron al Íntimo, y a ellos se les aparecieron los heraldos de la aurora".

Obviamente buscaba al Íntimo, le adoraba entre el secreto de la meditación, le rendía culto...

Sabía que dentro de mí mismo, en las ignotas reconditeces de mi alma, le hallaría, y los resultados no se hicieron esperar mucho tiempo...

Más tarde en el tiempo, hube de alejarme de la arenosa playa para refugiarme en otras tierras y en otros lugares...

Empero, doquiera que fuese, continuaba con mis prácticas de meditación. Acostado en mi lecho o en el duro piso, me colocaba en la forma de estrella flamígera -piernas y brazos abiertos a derecha e izquierda- con el cuerpo completamente relajado...

Cerraba mis ojos para que nada del mundo pudiese distraerme. Después me embriagaba con el vino de la meditación en la copa de la perfecta concentración.

Incuestionablemente, conforme intensificaba mis prácticas, sentía que realmente me acercaba al Íntimo...

Las vanidades del mundo no me interesaban; bien sabía que todas las cosas de este valle de lágrimas son perecederas...

El Íntimo y sus respuestas instantáneas y secretas era lo único que realmente me interesaba.

Existen festivales cósmicos extraordinarios que jamás pueden ser olvidados; esto lo saben muy bien los Divinos y los Humanos...

En momentos en que escribo estas líneas viene a mi memoria el grato amanecer de un venturoso día...

Desde el jardín interior de mi morada, fuera del cuerpo planetario, hincado humildemente, clamando con gran voz llamé al Íntimo...

El bendito traspasó el umbral de mi mansión; yo le vi venir hacia mí con paso triunfal...

Vestido con céfiro precioso y blanca túnica inefable, vino a mí el adorable; le contemplé dichoso...

En su cabeza celestial lucía espléndida la corona de los Hierofantes; todo su cuerpo estaba hecho de naturaleza de felicidad...

En su diestra resplandecían preciosas todas esas gemas valiosas de las cuales habla el Apocalipsis de San Juan...

Empuñaba el Señor con gran firmeza la Vara de Mercurio, el cetro de los reyes, el bastón de los patriarcas...

Tomándome en sus brazos cantó el venerable con voz de paraíso diciendo cosas que a los seres terrenales no les es dable comprender...

El Señor de perfecciones me llevó entonces al planeta Venus, muy lejos de las amarguras de este mundo...

Así fue como me acerqué al Íntimo por el camino secreto de la meditación interior profunda; ahora parlo porque...

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Capítulo 8.- Estados de Jinas

Es pues el caso, que pasando mi vida en tantas ocupaciones, hube sin embargo de investigar a fondo los estados “Jinas”.

Mirad, señores, si era razón que las razones de este capítulo nos admirasen y alegrasen cuando pudimos experimentar en forma directa la existencia real de tierras y gentes “Jinas”.

"Causará asombro que en el primer tercio del siglo XVIII, cuando ya no reinaban los supersticiosos Felipes, el mismísimo don Juan de Mur y Aguirre, antes Gobernador de San Marcos de Arichoa en el Perú, creyera a ciegas en la existencia de múltiples islas misteriosas por todos los mares del mundo.

Ello se debió a que desde la Gomera y la Palma enviaban informes más o menos fantásticos al General y a la Real Audiencia sobre las repetidas apariciones de las soñadas islas, informes que produjeron -dice Viera- nuevos accesos de fiebre de lo maravilloso en los ánimos, moviéndolos a intentar por cuarta vez el descubrimiento de la isla Non-Trabada.

Lo cierto es que la Non-Trabada o Encubierta no se ha vuelto a ver por los mortales desde el siglo XVIII hasta la fecha, porque el escepticismo agresivo que viene reinando en el mundo desde la Enciclopedia, no merece otra cosa sino que se haga más tupido y denso el velo de Maya, que a semejantes misteriosos etéreos o de la cuarta dimensión recubren.

La isla Non-Trabada o Encubierta, más generalmente conocida por San Borondón -dice Benítez en su Historia de las islas Canarias- es uno de aquellos países encantados que han preocupado a los modernos otro tanto que el Vellocino de Oro a los antiguos. Y a fe que tenían poderosas razones para ello, porque, efectivamente, desde las islas de la Palma, Gomera y Hierro se solía ver al O.S.O. de la primera y al O.N.O., de la última, corriendo en dirección N. a S., una como tierra montañosa que, según el cómputo más generalmente admitido, distaría 40 leguas de la Palma, y que podría tener -no sabemos cómo se mediría- unas 87 leguas de largo por 28 de ancho, y que, pues a veces se veía desde el suroeste de Tenerife, podría estar a los 28° y algunos minutos de latitud Norte.

El día 3 de abril de 1570, el doctor Hernán Pérez de Grado, Primer Regente de la Audiencia de Canarias, libró una provisión encomendada a las islas de Palma, Gomera y Hierro, a fin de que hiciesen una averiguación exacta con cuantas personas hubiesen observado la aparición de semejante tierra, o que, por otro cualquier conducto, tuviesen pruebas de su existencia.

Por virtud de semejante información, depuso en la Palma al piloto portugués Pedro Vello, natural de Setúbal, quien dijo que, a causa de una tempestad, desembarcó en la isla Non-Trabada con dos de su equipaje, y allí contempló tales y cuales maravillas (fenómenos extraordinarios, huellas de gigantes, etc.). Luego, al amanecer, se nubló el cielo, sopló horrísono el huracán, y él, temiendo perder su navío, se volvió a bordo más que deprisa.

Al instante de zarpar, perdieron de vista la tierra, y luego que éste cesó trataron de tornar a ella, siéndoles de todo punto de vista imposible el descubrirla, por lo que quedaron muy contrariados, especialmente por dos hombres de la dotación que habían quedado abandonados en la espesura de la selva".

Esta verdadera historia “Jinas”, que aquí a vuestras mercedes se representa, es sacada al pie de la letra de entre viejos cronicones...

Dicen antiguas tradiciones -por cierto muy respetables-, que durante la Edad de Oro del Lacio y de la Liguria, el Rey Divino Jano o Saturno (I.A.O. Baco, Jahováh) imperó sobre aquellas santas gentes, tribus arias todas, aunque de muy diversas épocas y orígenes. Entonces, como en igual época del pueblo hebreo, podía decirse que convivían felices “Jinas” y hombres.

La “Jana”, Yana, Gnana o Gnosis, no es sino la ciencia de “Jano”, o sea la ciencia del Conocimiento Iniciático, la ciencia de Enoichion o del Vidente, y las variantes de su nombre son tales, que hay en cada lengua una, tales como las de Jan, Chhan o Kan, Dan, Dzan, d'Jan, Jain, Jian, Ioan, Kwan, Swan, Thanos, Thoan, todas equivalentes a la más sublime concepción de “un espíritu planetario” –el regente de Saturno–, un Nazada, un Kabir en el sentido más completo de la palabra.

Para mí la ciencia “Jinas” no es opinión, sino verdad asentada y, si queréis que os lo muestre con la experiencia vivida, escuchad con paciencia el subsiguiente relato:

Treinta veces había visto caer las hojas de otoño en mi presente reencarnación, cuando hube de trabajar consciente y positivamente con la Doctrina de los Jinas o de Jano.

Cualquier noche de maravillas, Litelantes, mi Sacerdotisa-Esposa, me hizo sublime invitación...

Encontrábame reposando en el tálamo nupcial, con el cuerpo relajado, boca arriba (decúbito dorsal).

Debo aseverar con cierta solemnidad y para bien de la Gran Causa, que en esos instantes me hallaba en estado de alerta novedad, alerta percepción.

Dormitaba atento y vigilante como el vigía en época de guerra; obviamente anhelaba con sed infinita, algo extraordinario.

Después de las consabidas invocaciones de rigor, sentí como si otro ser humano se posase sobre mi relajado cuerpo, exactamente sobre aquellas cobijas, frazadas o sarapes, que deliciosamente me protegían del frío de la noche.

Incuestionablemente era Litelantes. La reconocí por la voz cuando en forma vehemente me llamara con mi nombre de pila...

¡Vamos! -me dijo-, ¡Vamos! ¡Vamos!, y yo que con ansia infinita siempre había aguardado este instante, presuroso me levanté del lecho.

Resulta palmario y evidente que al levantarme así ayudado, de hecho atravesé la barrera de la velocidad de la Luz, quedando entonces de pie junto al lecho de penitente y anacoreta, con el cuerpo físico bien sumergido dentro de la cuarta dimensión.

Cualquier Gnóstico sincero podría ciertamente hacer lo mismo si, en instantes de empezar a dormitar, se concentrara intensivamente en su Divina Madre Natura, particular, individual...

Una fórmula mágica muy especial es la siguiente:

Creo en Dios, creo en mi madre Maturaleza y creo en la magia blanca. Madre mía, llevadme con mi cuerpo. Amén”.

Millares de veces se reza esta oración en instantes de querer dormitar, empero conviene no olvidar aquel dicho vulgar que dice: "A Dios rogando y con el mazo dando".

Muy ligeramente adormecidos, levantaos del lecho suplicando y luego saltad con la intención de flotar en el ambiente circundante; tened fe como un grano de mostaza y moveréis montañas.

Si no lográis flotar, meteos nuevamente dentro de vuestra cama y repetid el experimento.

Muchos triunfan de inmediato y otros tardan meses y hasta años enteros para lograr su entrada en los paraísos “Jinas”.

Después de esta pequeña pero importante digresión de tipo indicativo, continuemos con nuestro relato.

Salí de mi recámara con paso firme y decidido, atravesé un pequeño patio, me dirigí a la calle.

Cediéndome el paso con mucha reverencia, cierto grupo de damas muy ancianas, se inclinaron reverentes, ante mi insignificante persona que nada vale. Agradecí la especial deferencia.

Salí de la ciudad seguido muy de cerca por aquel grupo de gentes “Jinas”; me dirigí hacia las montañas vecinas.

Sentí como si me hubiera hundido en un remoto pasado sublunar antiquísimo; comprendí que había penetrado en el cosmos inferior.

Se me sometió a pruebas de valor haciéndoseme pasar por encima de profundos precipicios.

Flotando en el ambiente circundante de la cuarta vertical, acompañado por Litelantes y toda la comitiva de gentes “Jinas”, atravesé el borrascoso océano y llegué a cierto lugar secreto de la vieja Europa.

Penetré valerosamente en cierto castillo, donde hube de contemplar con asombro un extraño símbolo bajo el cual había un crucifijo...

El regreso a mi mansión fue relativamente fácil, pues es ley en la cuarta dimensión que todo regresa a su punto de partida original.

Litelantes y yo comentamos muy alegremente todo esto; obviamente habíamos logrado un triunfo maravilloso.

Días después continuamos con estos experimentos; aprendimos a meter el cuerpo físico dentro del cosmos superior...

Hoy, por experiencias directas, sabemos que con la ayuda de la Madre Divina Kundalini, podemos poner el cuerpo físico en estado de “Jinas”, para viajar por entre el cosmos de arriba.

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Capítulo 9.- La Onda Dionisíaca

Incuestionablemente Mammon y Dionisio, por ser incompatibles tanto en su continente como en su contenido, jamás podrían conciliarse.

En forma axiomática, irrefutable, podemos y hasta debemos definir a Mammon con dos términos:

a.) Intelectualismo.

b.) Dinero (oro, riquezas).

Correctamente, y de modo contundente y definitivo, urge definir a Dionisio así:

a.) Transmutación voluntaria de la líbido sexual.

b.) Éxtasis místico trascendental.

Resulta oportuno citar ahora entre los fastos de esta pobre humanidad pigmea, aquella fecha y hora –4 de febrero de 1962 entre 2 y 3 de la tarde–, en que todos los planetas de nuestro sistema solar se reunieran en supremo concilio cósmico, precisamente en la brillante constelación de Acuario, para iniciar la nueva era entre el augusto tronar del pensamiento.

Desde esa fecha memorable y bajo la regencia de Urano, el muy venerable y meritísimo Señor de Acuario, vibra intensamente en toda la naturaleza la Onda Dionisíaca.

No está de más enfatizar en el presente capítulo, la noticia trascendental de que tal planeta citado ha sido, es y será siempre, el brillante astro que rige y gobierna inteligentemente a las glándulas endocrinas sexuales.

Ahora os explicaréis por vosotros mismos, el intrínseco motivo que en estos instantes origina la intensiva vibración Dionisíaca.

Empero, resulta evidente, palmario y manifiesto, el hecho concreto de que los terrícolas, en su abrumadora mayoría, no estuvieron a la altura de las circunstancias; no fueron capaces de polarizarse positivamente con tal Onda...

Definir los dos aspectos -positivo y negativo- de esa vibración cósmica, es inaplazable, urgente, indispensable.

Polo positivo dionisíaco: Deleite sexual subliminal, transmutación voluntaria de la entidad del semen, Conciencia Despierta, Conocimiento Objetivo, Intuición Superlativa, Música Trascendental de los grandes maestros clásicos, etc., etc., etc.

Polo negativo dionisíaco: Degeneración sexual, Infra-sexualismo de toda clase, Homosexualismo, Lesbianismo, placeres demoníacos en los mundos infiernos mediante la droga, hongos, alcohol; música infernal como la de la nueva ola, etc., etc., etc.

Comprender a fondo los procesos íntimos de estos dos polos de la Onda Dionisíaca, es algo muy urgente...

Como ejemplo viviente de este par de polos diametralmente opuestos, correspondientes a la mencionada ondulación, resulta oportuno citar aquí a título de ilustración a dos movimientos revolucionarios contemporáneos.

En forma delicada quiero referirme claramente y sin ambages, al “Movimiento Gnóstico Cristiano Internacional Universal" y también al anverso de la medalla dionisíaca, conocido con el tristemente célebre nombre de: "Movimiento Hippie".

Incuestionablemente, las dos mencionadas antípodas psicológicas constituyen per se una viviente demostración manifiesta del par de polos opuestos de la tremenda vibración Dionisíaca.

En llegando juiciosamente a esta parte del presente capítulo, deviene ineludible la necesidad de una confrontación didáctica.

Embriaguez Dionisíaca, Éxtasis, Samadhi, obviamente resultan indispensables cuando se trata de experimentar eso que es la Verdad, lo Real. Tal exaltación es ciento por ciento posible a través de la técnica de la meditación.

Psicodelia es diferente. Tradúzcase este término así: psiquis 'alma', delia, 'droga'.

Especificando diremos: Lo psicodélico es el antipolo de la meditación. El infierno de las drogas está en el interior del organismo planetario en que vivimos, bajo la misma epidermis de la corteza terrestre.

Los hongos alucinantes, pastillas LSD., Marihuana, etc., etc., etc., intensifican evidentemente la capacidad vibratoria de los poderes subjetivos, mas es ostensible que jamás podrían originar el Despertar de la Conciencia.

Las drogas alteran fundamentalmente los genes sexuales y esto ya está demostrado científicamente. Como secuencia de tales mutaciones negativas, genéticas, resulta evidente el nacimiento de niños monstruos.

Meditación y Psicodelia son incompatibles, opuestos, antagónicos; jamás podrían mezclarse.

Incuestionablemente estos dos factores de la embriaguez Dionisíaca, señalan, indican rebelión psicológica.

Gnósticos y Hippies se fastidiaron con el vano intelectualismo de Mammon; se aburrieron con tantas teorías; llegaron a la conclusión de que la mente como instrumento de investigación es demasiado miserable...

¿Zen? ¿Gnana Yoga? Eso es superlativo. Existen dentro de nosotros en estado latente facultades de cognición infinitamente superiores a la mente. Mediante estas últimas, podemos experimentar en forma directa eso que es lo Real, eso que no es del tiempo.

El Movimiento Hippie prefirió el infierno de las drogas; indubitablemente se definió perversamente.

Los Gnósticos, plenamente desilusionados del necio intelectualismo de Mammon, bebemos del vino de la meditación en la copa de la perfecta concentración.

Cambios psicológicos, radicales y de fondo se hacen urgentes cuando nos desilusionamos de los bribones de la mente.

Regresar al punto de partida original es lo indicado; sólo así es posible una transformación radical.

¿Sexología? ¡Válgame Dios y Santa María! Este tema horroriza a los puritanos...

Escrito está con palabras de fuego en las sagradas escrituras, que el sexo es piedra de tropiezo y roca de escándalo...

Resalta la evidencia de que nosotros no somos hijos de ninguna teoría, escuela o secta.

En la cruda raíz de nuestra existencia sólo encontramos un hombre, una mujer y un coito...

Nacimos desnudos, alguien nos cortó el cordón umbilical; lloramos y buscamos luego el pecho materno...

¿Vestido? ¿Escuelas? ¿Teorías? ¿Erudición? ¿Dinero? etc., etc., etc., todo eso vino después por añadidura.

Creencias de todo tipo existen por doquier; empero, la única fuerza que puede transformarnos en forma íntegra, unitotal, es aquella que nos puso en el tapete de la existencia. Quiero referirme a la energía creadora del primer instante, a la potencia sexual.

El deleite amoroso, el disfrute erótico es, por secuencia lógica, la dicha más grande...

Saber copular sabiamente es indispensable cuando se anhela sinceramente un cambio psicológico definitivo.

Los "Hippies" presintieron todo esto cuando se sublevaron contra Mammon, pero erraron el camino; no supieron sintonizarse con el polo positivo de Dionisio.

Los Gnósticos somos diferentes; sabemos gozar, nos agrada transmutar y sublimar la líbido. Esto no es un delito.

El "Movimiento Hippie" marcha resueltamente por el camino involutivo descendente del infrasexualismo.

El "Movimiento Gnóstico Cristiano Internacional Universal" avanza victorioso por la vía ascendente revolucionaria de lo suprasexual.

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Capítulo 10.- El Fuego Sexual

La transmutación sexual del "ENS SEMINIS" en energía creadora, se hace posible cuando evitamos cuidadosamente el abominable espasmo, el inmundo orgasmo de los fornicarios.

La bipolarización de este tipo de energía cósmica en el organismo humano, fue desde los antiguos tiempos analizada en los Colegios Iniciáticos de Egipto, México, Perú, Grecia, Caldea, Roma, Fenicia, etc., etc., etc.

El ascenso de la energía seminal hasta el cerebro se verifica gracias a cierto par de cordones nerviosos, que en forma de ocho se desenvuelven espléndidamente a derecha e izquierda de la espina dorsal.

Hemos llegado, pues, al Caduceo de Mercurio con las alas del Espíritu siempre abiertas.

El mencionado par de cordones nerviosos jamás podría ser encontrado con el bisturí, pues aquellos son más bien de naturaleza semietérica, semifísica.

Estos son los dos testigos del Apocalipsis, las dos olivas y los dos candeleros que están delante del Dios de la Tierra, y, si alguno les quisiese dañar, sale fuego de la boca de ellos y devora a sus enemigos.

En la sagrada tierra de los Vedas, este par de cordones nerviosos son conocidos con los nombres sánscritos de Idá y Pingalá; el primero se relaciona con la fosa nasal izquierda y el segundo con la derecha.

Es obvio que el primero de estos dos Nadis o canales es de tipo lunar; es ostensible que el segundo es de naturaleza solar.

A muchos estudiantes Gnósticos puede sorprenderles un poco que, siendo Idá de naturaleza fría y lunar, tenga sus raíces en el testículo derecho.

A muchos discípulos de nuestro Movimiento Gnóstico podrá caerles como algo insólito e inusitado, la noticia de que, siendo Pingalá de tipo estrictamente SOLAR, parta realmente del testículo izquierdo.

Empero, no debemos sorprendernos, porque todo en la naturaleza se basa en la ley de las polaridades.

El testículo derecho encuentra su antipolo exacto en la fosa nasal izquierda, y esto ya está demostrado.

El testículo izquierdo encuentra su antípoda perfecta en la fosa nasal derecha y obviamente esto debe ser así.

La fisiología esotérica enseña que en el sexo femenino los dos testigos parten de los ovarios.

Es incuestionable que en las mujeres el orden de este par de olivas del templo se invierte armoniosamente.

Viejas tradiciones que surgen de entre la noche profunda de todas las edades, dicen que cuando los átomos solares y lunares del sistema seminal hacen contacto en el Triveni cerca del coxis, entonces por simple inducción eléctrica despierta una tercera fuerza; quiero referirme al fuego maravilloso del amor.

Escrito está en los viejos textos de la sabiduría antigua, que el orificio inferior del canal medular en las personas comunes y corrientes se encuentra herméticamente cerrado; los vapores seminales lo abren para que el fuego sagrado de la sexualidad penetre por allí.

A lo largo del canal medular se procesa un juego maravilloso de variados canales que se penetran y compenetran mutuamente sin confundirse, debido a que están ubicados en diferentes dimensiones. Recordemos al Susumná y a otros como el Vajra, el Chitra, el Centralis y al famoso Braham-Nadi; por este último asciende el fuego del deleite sexual cuando jamás cometemos el crimen de derramar el semen.

Absurdo es enfatizar la equivocada idea de que el erótico fuego de todas las dichas emprenda viaje de retorno hasta el coxis, después de la encarnación del Ser (el Jivatma) en el corazón del hombre.

Falsedad horripilante es aquella que afirma torpemente, que la Flama Divina del amor, después de haber gozado su unión con Paramashiva, se separe en viaje de retorno por el camino inicial.

Tal regreso fatal, dicho descenso hasta el coxis, sólo se hace posible cuando el Iniciado derrama el semen; entonces cae fulminado por el rayo terrible de la Justicia Cósmica.

El ascenso del fuego sexual por el canal medular se realiza muy lentamente, de acuerdo con los méritos del corazón. Los fuegos del Cardias controlan sabiamente el ascenso milagroso de la flama del amor.

Obviamente tal llama erótica no es algo automático, o mecánico, como suponen muchos equivocados sinceros. Este fuego serpentino despierta exclusivamente con el deleite sexual amoroso y verdadero.

Jamás ascendería la flama erótica por el canal medular de parejas unidas por mera conveniencia personal.

Sería imposible el ascenso de la llama santa en la espina dorsal de hombres y mujeres adúlteras.

Nunca subiría el fuego de las delicias sexuales en la espina dorsal de aquellos que traicionan al Gurú.

Jamás ascendería el fuego sexual por la médula de los borrachos, afeminados, lesbianas, drogadictos, asesinos, ladrones, mentirosos, calumniadores, explotadores, codiciosos, blasfemos, sacrilegios, etc., etc., etc.

El fuego de los goces sexuales es semejante a una serpiente de maravillas que cuando despierta, emite un sonido muy similar al de cualquier víbora que es azuzada con un palo.

El fuego sexual, cuyo nombre sánscrito es Kundalini, se desarrolla, evoluciona y asciende dentro del aura resplandeciente del Maha-Choan.

El ascenso de la flama de las dichas ardientes a lo largo del canal espinal, de vértebra en vértebra, –de grado en grado–, resulta en verdad muy lento; jamás subiría instantáneamente, como equivocadamente suponen algunas personas que no poseen información correcta.

Huelga decir en gran manera y sin mucha prosopopeya, que los treinta y tres grados de la Masonería Oculta se corresponden esotéricamente con las treinta y tres vértebras espinales.

Cuando el Alquimista comete el crimen de derramar el "Vaso de Hermes" (me refiero al derrame seminal), obviamente pierde grados masónicos, porque el fuego de los encantos amorosos desciende una o más vértebras de acuerdo con la magnitud de la falta.

Recuperar los grados perdidos suele ser espantosamente difícil; empero, está escrito que en la Catedral del Alma hay más alegría por un pecador que se arrepiente, que por mil justos que no necesitan arrepentimiento.

En el Magisterio del Amor siempre somos asistidos por los Elohim; ellos nos aconsejan y ayudan.

La Universidad Adhyatmica de los sabios examina periódicamente a los aspirante que, después de haber renunciado a Mammon (intelectualismo y riquezas materiales), disfrutan sabiamente de las delicias del amor en el tálamo nupcial.

En la médula y en el semen se encuentra la clave de la redención, y todo lo que no sea por allí, por ese camino, significa de hecho una pérdida inútil de tiempo.

El fuego serpentino (Kundalini) se encuentra enroscado como cualquier culebra con tres vueltas y media, dentro de cierto centro magnético situado en el hueso coxígeo, base de la espina dorsal.

Cuando la serpiente sexual despierta para iniciar su marcha hacia adentro y hacia arriba, pasamos por seis experiencias místicas trascendentales que podemos y debemos definir claramente con seis términos sánscritos así:

Ananda: Cierta dicha espiritual.

Kampan: Hipersensibilidad de tipo eléctrico y psíquico.

Uttahan: Progresivo aumento autoconscientivo; desdoblamientos astrales; experiencias místicas trascendentales en los mundos superiores, etc.

Ghurni: Intensos Anhelos Divinales.

Mukta: Estados de lasitud, relajamiento de músculos y nervios en forma muy natural y espontánea durante la meditación.

Nidra: Algún modo específico de sueño que, combinado con la meditación interior profunda, viene a convertirse en Samadhí resplandeciente (éxtasis).

Incuestionablemente el fuego del amor nos confiere infinitos poderes trascendentales.

La flama sexual es fuera de toda duda una verdad jehovística y vedantina a la vez.

La llama sexual es la Diosa de la Palabra adorada por los sabios; cuando despierta nos confiere la iluminación...

La flama erótica nos confiere esa Sabiduría Divina que no es de la mente y que está más allá del tiempo.

Es ella la que da también el Mukti de la beatitud final y el Jnana de la liberación.

DI-ON-IS-IO, Dionisio. Silabeando esta mágica palabra, este Mantram de maravillas, deviene extraordinariamente la transmutación voluntaria de la libido durante el coito paradisíaco.

MÁGICOS RESULTADOS DE ESTE MANTRAM

DI --Intensificada vibración de los órganos creadores.

ON --Movimiento inteligente de la energía creadora en todo el sistema nervioso sexual hasta sumergirse en la conciencia.

IS --Esta mántrica sílaba nos recuerda a los Misterios Isíacos y a su correspondiente nombre ISIS. Obviamente la vocal I y la letra S prolongada como un silbo dulce y apacible, invoca a la serpiente sexual para que suba victoriosa por el canal medular espinal.

Io-Isolda, el androginismo luni-solar, Osiris-Isis, centellea desde el fondo profundo de todas las edades, terriblemente Divino.

I, con su honda significación, ciertamente es el lingam (phalo), el Iod hebreo.

O, es el eterno femenino, el útero el yoni, el famoso “HE” de tipo hebraico.

IO, cuando entonamos esta última sílaba de la mágica palabra durante el trance sexual, entonces deviene la transmutación íntegra de la líbido.

Así es como la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes despierta para iniciar su éxodo por el canal medular.

Resalta patente y manifiesto el aspecto maternal de la flama sagrada, que en forma serpentina asciende por la espina dorsal.

Flama con figura de culebra; Divina Llama Sexual; Madre Sacratísima Kundalini.

Fuera del cuerpo físico, nuestra Madre Cósmica particular (pues cada cual tiene la suya), asume siempre la presencia maravillosa de una madre virgen.

Alguna vez –no importa la fecha ni la hora–, hallándome fuera del cuerpo físico me encontré con mi Madre Sagrada en el interior de un precioso recinto.

Después de los consabidos abrazos de hijo y madre, ella se sentó en un cómodo sillón frente a mí; oportunidad que aproveché para hacer preguntas muy necesarias.

—¿Voy bien ahora, madre mía?

—Si, hijo mío, vais bien?

—¿Todavía necesito practicar Magia Sexual?

—Sí, todavía necesitas

—¿Es posible que allá, en el mundo físico, haya alguien que pueda autorrealizarse sin necesidad de la magia sexual?

La respuesta a esta última pregunta fue tremenda:

—Imposible hijo mío, eso no es posible.

Confieso francamente y sin ambages, que estas palabras de la adorable me dejaron asombrado. Recordé entonces con supremo dolor a tantas gentes seudoesoteristas y seudoocultistas que anhelan de verdad la liberación final, pero que desconocen el “Sahaja Maithuna” –La Magia Sexual–, la clave maravillosa del Gran Arcano.

Incuestionablemente, el camino que conduce al abismo está empedrado con buenas intenciones.

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Capítulo 11.- La Vaca Sagrada

Antes de la segunda catástrofe Transapalniana, que alteró fundamentalmente el aspecto de la corteza terrestre, existió un viejo continente que hoy yace sumergido entre las procelosas aguas del Océano Atlántico.

Quiero referirme en forma enfática a la "Atlántida", sobre la cual existe por doquiera innumerables tradiciones.

Ved, si no, nombres extranjeros Atlantes o de lenguas bárbaras, como solían decir aquellos cretinos Griegos que quisieron asesinar a Anaxágoras cuando se atrevió a decir que el Sol era un poco más grande que la mitad del Peloponeso.

Nombres, digo, traducidos al Egipcio por los sacerdotes saíficos, y vueltos a su significación primera por el Divino Platón, para verterlos después maravillosamente al lenguaje de Ática.

Ved el hilo diamantino de la tradición milenaria desde aquellos a Solón, continuándose luego con los dos Critias y el Maestro Platón...

Ved, os digo, extraordinarias descripciones de Botánica, Geografía, Zoología, Mineralogía, Política, Religión, costumbres, etc., de los Atlantes.

Ved también con ojos de águila rebelde, veladas alusiones a los primeros Reyes Divinos de aquel viejo continente antediluviano, a los que tantas referencias tienen asimismo el Paganismo Mediterráneo y los textos sagrados antiquísimos del mundo oriental.

Reyes sublimes de los que estotros apuntes asombrosos de Diodoro Sículo, que aún nos quedan por estudiar, dan detallada cuenta.

Ved, en fin, y esto es lo más interesante, el mismo sacrificio de la Vaca Sagrada, característico de los Brahmanes, los Hebreos, los Mahometanos, los Gentiles europeos y millares de otros pueblos.

Es incuestionable que nuestro celebérrimo e indestructible Circo Taurino, en el fondo no es sino una supervivencia ancestral antiquísima de aquella fiesta de sacrificio Atlante, cuya descripción se encuentra todavía en muchos libros arcaicos secretos.

Son en realidad muchas las leyendas existentes en el mundo, sobre aquellos toros sueltos en el Templo de Neptuno, animales a los que no se les rendía brutalmente como hoy, con picos y espadas, sino con lazos y otras artes ingeniosas de Clásica Tauromaquia.

Vencida ya en el ruedo sacro la simbólica bestia, era inmolada en honor de los Dioses Santos de la Atlántida, quienes, cual el propio Neptuno, habían involucionado desde el estado solar primitivo, hasta convertirse en gentes de tipo lunar.

El clásico arte taurómaco es ciertamente algo iniciático y relacionado con el culto misterioso de la Vaca Sagrada.

Ved, el ruedo atlante del templo de Neptuno y el actual, ciertamente no son sino un zodíaco viviente, en el que constelado se sienta el honorable público.

El Iniciador o Hierofante es el maestro, los banderilleros de a pie, son los compañeros. Los picadores, a su vez, los aprendices. Por ello estos últimos van sobre el caballo, es decir, con todo el lastre encima de su indomado cuerpo, que suele caer muerto en la dura brega.

Los compañeros, al poner las banderillas o bastos, ya empiezan a sentirse superiores a la fiera, al Ego animal; es decir, que son ya, a manera del Arjuna del Bhagavad Gita, los perseguidores del enemigo secreto, mientras el Maestro con la capa de su jerarquía, o sea con el dominio de Maya y empuñando con su diestra la espada flamígera de la voluntad, resulta, a la manera del Dios Krishna de aquel viejo poema, no el perseguidor, sino el matador del Yo, de la bestia, horripilante monstruo bramador que también viese en el Kameloc o Kamaloka el propio Rey Artus, jefe supremo de los insignes Caballeros de la Mesa Redonda.

Es pues, la resplandeciente tauromaquia atlante, un arte regio, profundamente significativo, por cuanto nos enseña, a través de su brillante simbolismo, la dura brega que debe conducirnos hasta la disolución del Yo.

Cualquier vistazo retrospectivo, relacionado con el Esoterismo Taurino, es indubitable que puede conducirnos a místicos descubrimientos de orden trascendental.

Como hecho de actualidad inmediata, no está de más citar el profundo amor que siente el torero por su Virgen. Es ostensible que a ella se entrega totalmente antes de aparecer con su traje de luces en el ruedo.

Esto viene a recordarnos los Misterios Isíacos, el sacrificio terrible de la Vaca Sagrada y los cultos arcaicos de IO, cuyos orígenes devienen solemnes desde el amanecer de la vida en nuestro planeta Tierra.

Resulta patético, claro y definido, que sólo IO, Devi Kundalini, la Vaca Sagrada de las Cinco Patas, la Madre Divina, posee en verdad ese Poder Mágico Serpentino que nos permite reducir a polvareda cósmica al Ego Animal, la bestia bramadora del ruedo de la existencia.

Las vocales IO constituyen en sí mismas el número DIEZ de la generación y la razón de la circunferencia al diámetro.

Obviamente IO es, pues, el número Pi (Pithar), el tremendo misterio masculino-femenino.

IO, también es la Swástica, fohat o la electricidad sexual trascendente que se representan con la cruz dentro del círculo y símbolo de la Tierra sobre cuyo tema podría escribirse todo un libro.

Escrito está con letras de fuego en el libro de la vida, que tal símbolo de la Swástica, en forma de coordinadora matemática, ha existido en todos los países de la Tierra desde la noche de los siglos.

Necesitamos con suma urgencia inaplazable, convertirnos en "Boyeros", es decir, en sabios conductores de la "Vaca Sagrada". La Venerable Gran Maestra H.P.B., vio realmente en el Indostán una auténtica vaca de cinco patas; era un verdadero capricho de la naturaleza, un milagro inmaculado, blanquísimo, inefable.

Don Mario Roso de Luna dijo que aquella singular criatura llevaba la quinta pata en la jiva, y que con ésta espantaba las moscas o se rascaba.

El curioso animal era conducido por un joven de la secta Sadhú. El doncel se alimentaba exclusivamente con la leche de esta misteriosa vaca.

Resalta palmario y manifiesto el simbolismo esotérico, maravilloso y esplendente de la "Vaca de las Cinco Patas".

Vivísima expresión manifiesta de los cinco desdoblamientos de nuestra Divina Madre Kundalini, muy particular.

Recordemos el signo del infinito, el ocho tendido horizontalmente e igualado a un cinco, lo que da, leído literalmente: "Infinito igual a Cinco". Es decir, el infinito igual a la pentalfa, a la Vaca Inefable de las Cinco Patas, a la estrella de las cinco puntas o pentágono regular estrellado, que detuvo a Mefistófeles cuando acudió a la evocación brujesca del Doctor Fausto.

Definir estos cinco aspectos es indispensable para bien de todos y de cada uno de nuestros estudiantes:

A) La inmanifestada Kundalini.

B) Isis inefable, Casta Diana (Sabiduría, Amor, Poder).

C) La Hécate Griega, la Proserpina Egipcia, la Coatlicue Azteca (La Reina de los Infiernos y la Muerte, Terror de Amor y Ley).

D) La Madre Natura Particular Indivicual (Aquella que creó nuestro cuerpo físico).

E) La Maga Elemental Instintiva (Aquella que originó nuestros instintos).

El "Boyero", el conductor de la "Vaca Sagrada", puede y debe trabajar en el Magisterio de estos cinco poderes de la Pentalfa...

Solemnemente declaro, enfáticamente, lo siguiente: Yo trabajo directamente con los cinco poderes de la Vaca Sagrada.

Ilustrar, aclarar, enseñar sobre la Pentalfa, es un deber, pero prefiero hacerlo con relatos vividos.

PRIMER RELATO

Dicen que entre lo sublime y lo ridículo no hay más que un paso y esto es axiomático.

Recordad por un momento a las Bacantes cuando estaban en el período de su furor orgiástico.

Bellezas femeninas polarizadas positivamente con la Onda Dionisíaca, Ninfas de los bosques y de las montañas perseguidas por los Silenos lascivos.

Ved ahora a las Ménades ridículas, negativamente polarizadas con la Onda de Dionisio.

Bailarinas desenfrenadas en el furor de su locura sagrada. Mujeres "hippies" de la antigua Grecia.

Féminas prostitutas excitadas por las drogas, en plena embriaguez dionisíaca. Los sacrificios humanos y de animales, las hacían aún más peligrosas.

Fueron las Ménades lujuriosas quienes dieron muerte a Orfeo, y la lira maravillosa cayó sobre el pavimento del templo hecha pedazos.

Alguna vez relataba a mis amigos cómicos episodios relacionados con un pasado bohemio.

Obviamente no podía faltar en tal comicidad el fruto fermentado de la vid y las Bacantes en el colmo de su furor orgiástico.

Ridículas escenas de aquellos tiempos idos en que yo anduve por el mundo este del Kali Yuga como Bodhisattva caído.

Empero, existen momentos estelares de la humanidad. Un recordatorio cósmico suele en verdad ser muy necesario.

Fuera del vehículo físico, en cuerpo astral bajo la zona tridimensional de Euclides, hube de entrar en el mundo soterrado.

Lo que sucedió luego fue espantoso en gran manera. Lo que allí vi en la horrible región sumergida, fue lo mismo que antes vieran los Hoffman, los Edgard Poe, los Blavatsky, los Bulwer-Litton de todos los tiempos. Lo mismo que nos pintase Espronceda con sus coros demoníacos, con las angustias del poeta, con sus voces discordes de los que llevan sin rumbo la nave de la vida, fiándose, locos, del viento de las pasiones y de la tenebrosa mar de la duda en el bien obrar; de los que, fatales, se desposan con el destino; de los que, orgullosos, quieren alzar Torres de Babel de ambiciones necias; de los que mienten, de los que combaten por mundanales glorias, de los que se enlodan en el placer de la orgía, de los que codician el oro, de los ociosos que odian el trabajo fecundo y creador, de los malvados, de los hipócritas y demás víctimas del Proteo del Egoísmo, en fin...

Aparecieron garras, dientes, cuernos, trompas, dardos, labros, colas, alas aserradas, dilacerantes anillos que amenazaban aniquilarme cual a ínfimo gusano...

A mis oídos mágicos llegaron en esos momentos muchos sonidos horripilantes: baladros, aullidos, silbos, relinchos, chirridos, mugidos, graznidos, maullidos, ladridos, bufares, roncares y crocotares.

Sumergido me hallé entre el lodo de tanta miseria. La angustia se apoderó de mí. Aguardaba ansiosamente un bálsamo para sanar mi adolorido corazón.

No eran vanas, no, las lucubraciones de esos grandes videntes de lo astral que se llamaron alquimistas, kabalistas, ocultistas, esoteristas, yoguis, gnósticos o simplemente poetas.

De pronto, algo insólito sucede más allá de las cenagosas aguas del Aqueronte. Gira sobre sus goznes de acero la horrible puerta que da acceso a la Morada de Plutón.

Intensamente emocionado me estremezco, presiento que algo terrible ha sucedido. No estoy equivocado, la veo, es ella. La Inmanifestada Kundalini ha traspasado el umbral donde moran las almas perdidas.

Magnífica Madona, excelente, extraordinaria y terriblemente Divina, se acerca a mí con paso magistral. No sé qué hacer, estoy confundido, siento temor y amor simultáneamente.

¿Recordatorio Cósmico? ¿Recriminación? Habla la adorable con voz de paraíso, me bendice y luego continúa su camino como quien va hacia las espantosas murallas de la ciudad de Dite.

En el fondo de mi conciencia sentí en esos momentos como si ella quisiera también ayudar a otros que moran en torno a la ciudad del dolor, donde ya no podremos entrar sin justa indignación.

Mirando desde la alta torre de ardiente cúspide, cuentan que vio el Dante aparecer de improviso las tres Furias Infernales, las cuales, según se dice, tenían movimientos y miembros femeniles.

Todo esto lo recordé instantáneamente. En modo alguno quería yo, mísero mortal del lodo de la tierra, convertirme en un habitante más de la Ciudad del Dolor.

Afortunadamente tuve la inmensa dicha de poder salir de entre las entrañas del Averno para aparecer a la luz del Sol.

Otro día, muy de mañana, alguien toca a mi puerta. Es un viejo profesor de Enseñanza Secundaria.

Aquel buen señor me invita a una fiesta de graduación. Su hija ha concluido estudios con pleno éxito.

¡Imposible declinar su invitación! Es mi amigo y hasta le debo ciertos servicios. En modo alguno estoy dispuesto a despreciarlo.

Después de todos los consabidos arreglos personales, Litelantes y mi insignificante persona que nada vale, salimos de casa con el ánimo de llegar hasta la morada del profesor.

Muchas gentes elegantemente vestidas nos recibieron muy cordiales en la regia mansión.

Música deliciosa resonaba en la estancia. Gentes alegres iban y venían por aquí, por allá y acullá. Dichosas parejas danzaban sobre la mullida alfombra.

Varias veces mi espléndido anfitrión vino hasta nosotros con el propósito de brindarnos el fermentado vino.

Yo vi una y otra vez muy de cerca las resplandecientes copas de fino bacará. Empero, rechacé enérgicamente a Baco y sus orgías. Me hallaba compungido de corazón.

Incuestionablemente se convirtió en mi peor enemigo. Supuso equivocadamente que yo hacía un desaire a su fiesta.

Más tarde propagó contra mí diversos infundios difamantes. Lanzó contra mi insignificante persona todo el veneno de sus críticas.

No contento con todo eso, apeló a la calumnia pública, acusándome ante los tribunales de justicia por supuestos delitos que todavía ignoro.

Aquel caballero de marras murió un poco más tarde en un desgraciado accidente automovilístico.

Hoy en día pienso que en aquel festín procedí ciertamente como cualquier intonso, me faltó diplomacia.

Existen convidados en todas las salas del mundo, que saben jugar con el Diablo. Se pasan la noche entera con una copa en la mano y se defienden maravillosamente.

Simulan beber cada vez que hay un nuevo brindis, mas en realidad no beben, se burlan del Demonio del Alcohol.

SEGUNDO RELATO

Vamos ahora a un nuevo relato muy singular, en el cual no hablaremos de festines maravillosos ni de banquetes a lo Heliogábalo.

¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruido

y sigue la escondida

senda por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido!

¡Que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado,

ni del dorado techo

se admira, fabricado

del sabio moro, en jaspes sustentado!...

Venus cazadora, descendiendo de las altas cumbres con el propósito de auxiliar a su hijo Eneas, el héroe troyano que ha desembarcado en la tierra de Libia, me trae recuerdos insólitos.

Isis, Adonía, Tonantzin (el segundo aspecto de mi Madre Divina Kundalini) vino a mí más veloz que el soplo del Euro.

No tenía el rostro propio de un mortal, poseía una belleza imposible de definir con palabras, parecía hermana de Febo Apolo.

Me vi entre sus amantísimos brazos inmaculados. Parecía la Adorable una dolorosa como aquella del bíblico evangelio crístico.

Tenía hambre y me dio de comer, sed y me dio de beber, enfermé y me curó. Imposible olvidar sus palabras:

—Hijo mío, tú, sin mí, en la hora de la muerte estaríais completamente huérfano.

Luego continuó diciendo:

—Tú, sin mí, estaríais en el mundo totalmente solo. ¿Qué sería de tu vida sin mí?.

Posteriormente repetí:

—Ciertamente, sin ti, Madre mía, yo estaría huérfano. Reconozco plenamente que sin tu presencia, en la hora de la muerte me hallaría realmente solo.

La vida se torna en un desierto cuando uno ha muerto en sí mismo. Sin el auxilio de nuestra Divina Madre Kundalini en toda la presencia de nuestro ser, nos encontraríamos entonces interiormente huérfanos.

¡Oh Madre adorable! Tú has manifestado el Prana, la electricidad, la fuerza, el magnetismo, la cohesión y la gravitación en este universo.

Tú eres la Divina Energía Cósmica oculta entre las ignotas profundidades de cada criatura.

¡Oh Maha Saraswati! ¡Oh Maha Lakshmi! Tú eres la esposa inefable de Shiva (El Espíritu Santo).

TERCER RELATO

La leyenda de la Vaca Celeste, cuya leche es ambrosía, vida e inmortalidad, no es en modo alguno algo sin basamentos sólidos, y nosotros, los adeptos, como el divino Gautama o el Budha conductor de la Vaca, trabajamos muy seriamente con el Magisterio de los Cinco Aspectos de Devi Kundalini.

A los Gnósticos nos place en gran manera alimentarnos con las manzanas de Oro o de Freya, que dan la inmortalidad a los Dioses.

Bebemos, dichosos, el licor del Soma o bíblico Maná, con el cual nos sentimos tan reconfortados y vigorosos, como en los mejores momentos de nuestras floridas juventudes.

Cierto evento cósmico trascendental, divinal, adviene a mi memoria en instantes en que escribo estas líneas.

Sucedió, hace ya muchos años, que en una noche de plenilunio fui transportado a un monasterio extraordinario de la Fraternidad Universal Blanca.

¡Cuán feliz me sentí en la mansión del amor!. Ciertamente no hay mayor placer que aquel de sentirse el alma desprendida. En esos instantes el tiempo no existe y el pasado y el futuro se hermanan dentro de un eterno ahora.

Siguiendo a mis amigos por regias cámaras y galerías, llegamos hasta un patio fresquísimo, del que era una miniatura el de Los leones de la Alhambra.

Encantador patio en el que murmuraban, entre flores nunca vista ni oídas, varios surtidores de aguas como aquellas de la divina Fuente Castalia.

Empero, lo mejor lucía en el centro del patio y lo contemplé con místico asombro de penitente y anacoreta.

Quiero referirme en forma enfática a la “Piedra de la Verdad”. Ésta tenía entonces humana forma divinal.

Prodigio sexual de la bendita Diosa Madre Muerte. Maravilla funeral, espectral...

Tercer aspecto de mi Divina Madre Kundalini, pétrea escultura viviente, tremenda representación de eso que tanto asusta a los mortales.

Sin ambages confieso ante los Divinos y ante los humanos, que yo abracé a la terrible Diosa Muerte en plena embriaguez dionisíaca.

Era indispensable reconciliarme con la ley. Así me lo habían dicho los Hermanos de la Orden de San Juan, esos Venerables que en sí mismos habían realizado ya el Misterio Hiperbóreo.

Concluido aquel festival cósmico, hube entonces de reunirme con algunas damas y caballeros del Santo Grial en el refectorio del monasterio.

Con mucho secreto y gran entusiasmo, todos los hermanos comentamos durante la cena el extraordinario acontecimiento.

Incuestionablemente las “Piedras Animadas” que en la antigua Arcadia modificaron radicalmente la forma de pensar del sabio Pausanias, pueden ser clasificadas en dos clases: Ophites y Siderites, la “Piedra-Serpiente” y la “Piedra-Estrella”.

Eusebio, especialmente, nunca se separaba de sus Ophites que llevaba en su seno, y recibía oráculos de ellas, proferidos por una vocecita que se parecía a un tenue silbido.

Arnobio cuenta que siempre que encontraba una piedra de éstas, no dejaba de dirigirle alguna pregunta que ella contestaba con una vocecita clara y aguda.

Hécate, Proserpina, Coatlicue, en viviente piedra animada, parecióme como si hubiese brotado del “Campo de la Madre” o de alguna tumba de Carnac.

CUARTO RELATO

Lo que el común de las gentes conoce actualmente acerca del chamanismo es muy poco, y aún este poco ha sido adulterado, lo mismo que el resto de las religiones no cristianas.

Suele llamársele “el paganismo de la Mongolia” sin razón alguna, puesto que es una de las más antiguas religiones de la India, a saber: el culto del espíritu, la creencia en la inmortalidad de las almas y en que éstas, allende la muerte, siguen presentando las mismas características de los hombres a quienes animaron aquí en la Tierra, aunque sus cuerpos hayan perdido, por la muerte, su forma objetiva, cambiando el hombre su forma física por la espiritual.

Dicha creencia en su forma actual, es un retoño de la primitiva Teúrgia y una fusión práctica del mundo visible con el invisible.

Cuando un extranjero naturalizado en el país desea entrar en comunicación con sus invisibles hermanos, tiene que asimilarse su naturaleza, esto es, debe encontrar a estos seres andando la mitad del camino que de ellos lo separa. Y enriquecido entonces por ellos con una abundante provisión de esencia espiritual, dótales él, a su vez, con una parte de su naturaleza física, para colocarles de esta suerte en condiciones de poderse mostrar algunas veces en su forma semi-objetiva, de la que de ordinario carecen.

Semejante proceso es un cambio temporal de naturalezas, llamado comúnmente Teúrgia.

La gente vulgar llama hechiceros a los chamanos, porque se dice que evocan a los espíritus de los muertos con el fin de ejercer la nigromancia. Pero el verdadero chamanismo no puede ser juzgado por sus degeneradas ramificaciones en Siberia, del mismo modo que la religión de Gautama Budha no puede ser confundida con el fetichismo de algunos que se dicen sus secuaces, en Siam y Birmania.

Incuestionablemente, las teúrgicas invocaciones devienen más sencillas y eficaces, cuando se opera mágicamente con el cuerpo físico totalmente sumergido dentro de la cuarta dimensión.

Si, recorriendo hacia adentro y hacia arriba la mitad del camino que de los seres queridos nos separa, podemos encontrarnos con nuestros muertos queridos cara a cara, obviamente resultaría más fácil todo esto andando la totalidad del camino.

Con el cuerpo físico sumergido dentro de la cuarta coordenada, podemos como Jámblico invocar a los Dioses Santos para platicar con ellos personalmente.

Empero, es ostensible que necesitamos con urgencia máxima un punto de apoyo, una palanca que nos permita realmente saltar con cuerpo físico y todo a la cuarta dimensión.

Cabe oportunamente citar aquí, aquella famosa frase de Arquímedes: “Dadme un punto de apoyo y moveré el Universo”.

Ya en el octavo capítulo de este libro hablamos con mucho énfasis sobre el agente mágico de los estados “Jinas”, quiero referirme claramente al cuarto aspecto de Devi Kundalini (Este es el punto de apoyo para la cuarta vertical).

En instantes en que escribo estas líneas, vienen a mi mente algunas remembranzas, magníficas evocaciones divinales.

Sucedió que en una noche otoñal resolví beber del vino de la meditación en la copa de la perfecta concentración.

El motivo de mi meditación fue “Mi Madre Natura Particular”, el cuarto aspecto de la Serpiente Ígnea de nuestros mágicos poderes.

Orar es platicar con Dios y yo platiqué con la adorable, suplicándole con el verbo silencioso me llevase con cuerpo físico al Paraíso Terrenal (La Cuarta Dimensión).

Lo que luego acaeció en la noche del misterio fue asombroso. Asistido por la inefable me levanté del lecho.

Cuando abandoné mi morada y salí a la calle, pude evidenciar que mi cuerpo físico había penetrado en la cuarta dimensión.

Ella me llevó a los bosques más profundos del Edem, donde los ríos de agua pura de vida manan leche y miel.

¡Virgen, Señora de arboladas cumbres! Todo calla ante ti: La Iberia inculta, el galo que, aún muriendo, adusto reta, y el sicambro feroz que al fin rindiendo las armas humillado te respeta.

Adorable Madona mía, por los Dioses que desde alto cielo gobiernan en la Tierra a los mortales, imploro siempre tu auxilio.

El rostro de mi Madre Natura era como el de una beldad paradisíaca, imposible de describir con humanas palabras.

Su cabello parecía como una cascada de oro cayendo deliciosamente sobre sus hombros alabastrinos.

Su cuerpo era como el de la Venus mitológica. Sus manos con dedos cónicos hermosísimos y llenos de gemas preciosas, tenían la forma crística.

En el bosque platiqué con la adorable y ella me dijo cosas que a los seres terrenales no les es dable comprender.

Sublime resplandecía mi Madre en el mundo etérico, en la cuarta vertical, en la cuarta dimensión.

Si, pues, nada produce alivio para el pecho doliente, ni mármoles de Frigia, ni púrpura esplendente, mejor es que se refugie entre el seno delicioso de su divina Madre Natura particular, individual.

Ella es la autora de nuestros días, la verdadera artífice de nuestro cuerpo físico.

Fue Ella la que en el laboratorio humano juntó al óvulo con el zoospermo para que surgiera la vida.

Es ella la creadora de la célula germinal con sus cuarenta y ocho cromosomas.

Sin ella no se hubieran multiplicado las células del embrión, ni formado los órganos.

Aunque doblegue tu alma el sufrimiento, tente firme ¡Oh discípulo! Y entrégate humildemente a tu Madre Natura.

QUINTO RELATO

“Quiero ver en los confines de la terrestre mansión al Océano y a Thetis, a quienes debemos la existencia”.

Los amores de Júpiter con la Virgen IO, la cual fue transformada en ternera celeste o Vaca Sagrada de los orientales, para así escapar a las iras de Juno, es algo que tiene muy honda significación.

De aquí, pues, el primer Júpiter de la Teogonía griega, Padre de todos los Dioses, Señor del Universo y hermano de Urano o Ur-Anas, es decir, el Fuego y el Agua primitivos; pues es sabido, según el clásico, que en el Panteón Griego figuran cerca de trescientos Júpiter.

En su otro aspecto de Jove o Iod-Eve, es el Jehovah macho-hembra, andróginos colectivos de Elohim de los libros mosaicos, Adam-Kadmon de los Kabalistas, el Ia-Cho o Ínacho de la Anatolia, que también es el Dionisios, cuya onda vibratoria se ha vuelto muy intensa con la entrada del Sol en la brillante constelación de Acuario.

Jesús, el Gran Kabir, jamás le rindió culto al antropomórfico Jehováh de las muchedumbres judías.

A la Ley del Talión: “Ojo por ojo y diente por diente” del Jehováh vengativo, le siguió la Ley del Amor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

Si con místico entusiasmo escudriñamos las Sagradas Escrituras, podremos evidenciar claramente el hecho palmario y manifiesto de que en ninguno de los cuatro evangelios figura el antropomórfico Jehováh hebraico.

Ram-Io (María), la Divina Madre Kundalini, acompañó siempre al adorable y ahí la vemos en el Monte de las Calaveras al pie de la cruz.

“Padre mío, perdónalos porque no saben lo que hacen”, exclama el Divino Rabí de Galilea desde las cumbres majestuosas del Calvario.

Incuestionablemente el bendito Señor de Perfecciones sólo adoró a su Padre que está en secreto y a su Divina Madre Kundalini.

En otras palabras diremos: El Gran Kabir Jesús amó profundamente a Iod-Heve, el Divino Macho-Hembra interior.

Iod, es ciertamente la Mónada particular, individual, de cada cual, el Shiva Indostán, el Archihierofante y Archimago, el primogénito de la creación, el Vellocino de Oro, el tesoro del cual debemos apoderarnos después de vencer al Dragón de las Tinieblas.

Heve, es el desdoblamiento de Iod, la Divina Esposa de Shiva, nuestra Madre Kundalini individual, la Vaca Sagrada de las cinco patas, el misterio esotérico de la Pentalfa.

Júpiter y su Vaca de IO (iiiii ooooo), guarda concomitancia exacta con el Iod-Heve, la Divina Pareja Divinal interior de cada criatura.

Cuatro aspectos de la Vaca Sagrada de IO hemos estudiado. Continuemos ahora con el Quinto Misterio.

Existen en el camino esotérico intervalos cósmicos trascendentes y trascendentales.

Después de haber ingresado al templo de los dos veces nacidos, hube de pasar por uno de esos intervalos.

Quiero referirme en forma enfática a un suspenso sexual, a un período de abstención que duró varios años.

En el ínterin me dediqué con exclusividad absoluta a la meditación interior profunda.

Objetivo: disolver el Yo psicológico, el Mí Mismo, el Sí Mismo, el cual es ciertamente un nudo en la energía cósmica, una trabazón que debemos reducir a polvareda cósmica.

Comprender en forma íntegra cada uno de mis defectos psicológicos, me pareció fundamental, mas yo quise ir un poco más lejos por el camino de la meditación.

Comprensión no es todo. Necesitamos con urgencia máxima, inaplazable, capturar la honda significación de aquello que hemos comprendido.

Cualquier devoto del real camino puede haberse dado el lujo de comprender un defecto psicológico en todos los territorios de la mente, sin que por ello haya logrado la aprehensión de su hondo significado.

Tratando de comprender mis propios defectos en todos los recovecos de la mente, resolví convertirme en enemigo de mí mismo.

Cada defecto fue estudiado por separado y en forma muy ordenada. Jamás cometí el error de querer cazar diez liebres al mismo tiempo, de ninguna manera quería exponerme a un fracaso.

La meditación se hacía exhaustiva, se tornaba cada vez más profunda, y cuando me sentía desfallecer, dejaba la mente quieta y en silencio como aguardando alguna revelación. En esos instantes venía la verdad, capturaba eso que no es del tiempo, el hondo significado del defecto comprendido en forma íntegra.

Después oraba, suplicaba, rogaba con vehemencia a mi Divina Madre Kundalini, eliminara de mi mente el agregado psíquico, el defecto psicológico en cuestión.

Así, poco a poco, con esta didáctica, con este “Modus Operandi”, logré durante aquella pausa sexual, eliminar un cincuenta por ciento de esos elementos subjetivos, infrahumanos, que llevamos dentro y que constituyen el Ego, el Yo.

Empero, es evidente que todo en la vida tiene un límite. Hay escalas y escalas, grados y grados.

Este trabajo se hizo espantosamente difícil cuando hube de enfrentarme a los elementos infrahumanos más antiguos.

Incuestionablemente mi Madre Divina necesitaba de armas superiores. Me acordé de la lanza de Eros, el emblema maravilloso de la sexualidad trascendental, pero me hallaba en una pausa. ¿Qué hacer?.

Sin embargo, ya se me había entregado un desiderato cósmico y cierto imperativo categórico me exigía descender otra vez a la “Fragua Encendida de Vulcano” (el sexo), mas yo no había comprendido.

Había sido transportado a las montañas del misterio, había visto en acción las terribles fuerzas del Gran Arcano.

En vano luché contra el imperativo categórico de las Ondas Dionisíacas. Eran, ciertamente, espantosamente divinas, omnipotentes.

Esos poderes sobrenaturales parecían una hecatombe apocalíptica. Sentí como si tales fuerzas pudiesen hacer saltar la Tierra en pedazos.

Cuando quise buscar, indagar, inquirir, sobre el origen de tales fuerzas y poderes sexuales, me encontré frente a frente con la Maga Elemental, con mi Divina Madre Kundalini en su Quinto Aspecto.

Ciertamente la había visto bellísima, del tamaño de un gnomo o pigmeo, muy pequeña.

Ella vestía con blanca túnica y larga capa negra que arrastraba por el suelo. Su cabeza estaba cubierta con un tocado mágico muy especial.

Junto a una de las dos columnas simbólicas de la Masonería Oculta, la adorable me había ordenado un nuevo descenso a la “Novena Esfera” (el Sexo).

Desgraciadamente yo había creído que se trataba de alguna prueba y por ello continuaba en desobediencia. Ciertamente estaba lerdo en la comprensión y esto me estaba estancando.

Pasado algún tiempo de mortales luchas contra cierto agregado psíquico muy infrahumano que se resistía violento a desaparecer, hube de apelar a la Lanza de Longinus.

No me quedaba otra solución. Apelé a la electricidad sexual trascendente. Supliqué a mi Divina Madre Kundalini durante la cópula metafísica, le rogué ansioso que empuñara la Lanza de Eros.

El resultado fue extraordinario. Mi Madre Sagrada, armada entonces con la Pica Santa, con el Asta Divina, con el poder eléctrico-sexual, pudo reducir a polvo cósmico al monstruo horripilante, al agregado psíquico que en vano había intentado disolver lejos del coito químico.

Así fue como abandoné mi pausa sexual y volví a la “Forja de los Cíclopes”. Trabajando con el Asta Santa conseguí reducir a polvareda cósmica a todos los elementos infrahumanos que constituyen el Yo.

El Quinto Aspecto de Devi Kundalini nos da la potencia sexual, la fuerza natural instintiva, etc., etc., etc.

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PRIMERA MONTAÑA

Capítulo 12.- La Iglesia Gnóstica

Aquellos que ya pasaron a la otra orilla, saben bien lo que son las rigurosas ordalías de la Iniciación.

Separarnos del monstruo de las mil caras (la humanidad), para auxiliarle en forma eficiente, no es un delito.

Treinta años de edad tenía cuando fui sometido a terribles y espantosas pruebas. Lo que entonces vi, lo que me sucedió bien vale la pena relatarlo.

Fue en la noche del misterio cuando sentí cerca de mí el aullido del huracán; entonces comprendí...

¡Cuán solo me encontraba aquella noche! Y sin embargo, doquiera me situase, aquí, allá o acullá, bien pronto me veía rodeado por las multitudes. No sé cómo venían las gentes hasta mí y luego...

Nuevamente sólo aullaba el huracán, entonces comprendí lo que el viento se llevó. Hoy parlo porque...

¿Qué rumor

lejos suena

que el silencio

en la serena

negra noche interrumpió?

¿Es del caballo la veloz carrera,

tendido en el escape volador,

o el áspero rugir de hambrienta fiera,

o el silbido tal vez del Aquilón,

o el eco ronco de lejano trueno

que en las hondas cavernas retumbó,

o el mar que amaga con su hinchado seno,

nuevo Luzbel, al trono de su Dios?.

Porque todos aquellos espectros de la noche del misterio fueron vistos también por aquel poeta que cantó así:

"Densa niebla

cubre el cielo

y de espíritus

se puebla

vagarosos,

que aquí el viento

y allí cruzan

vaporosos,

y sin cuento,

y aquí toman,

y allí giran,

ya se juntan,

se retiran,

ya se ocultan,

ya aparecen,

vagan, vuelan.

Vago enjambre de vanos fantasmas

de formas diversas, de vario color,

en cabras y sierpes montados y en cuervos,

y en palos de escobas, con sordo rumor...

Pasan, huyen,

vuelven, crecen,

disminuyen,

se evaporan,

se coloran,

y entre sombras

y reflejos

cerca y lejos

ya se pierden;

ya me evitan

con temor;

ya se agitan

con furor

en aérea danza fantástica

a mi alrededor.

Con todos cuantos baladros, aullidos, silbos, relinchos, chirridos, mugidos, graznidos, maullidos, ladridos, bufares, roncares y crocotares, sigue oyendo el vidente poeta, hablándonos con palabras que son pinceladas lívidas y fosfóricas del Greco, en apariciones extraordinarias como las de los Caprichos de Goya.

Por todas partes escudos con leones rampantes, conchas de Compostela, moros degollados, flores de lis y truchas, doquiera palacios y casonas en ruinas, pobreza y más pobreza.

Muchas veces hube de enfrentarme valerosamente a las Potestades negras que dijera el Apóstol Pablo de Tarso en el capítulo II de la Epístola a los de Éfeso.

Incuestionablemente el adversario más peligroso de aquella noche tenía el título fatal de “Anagarika”. Quiero referirme en forma enfática al Demonio Cherenzi.

Aquella repugnante criatura tenebrosa había enseñado en el mundo “Tantrismo Negro” (Magia Sexual con eyaculación seminal).

El resultado aparecía a simple vista: cola diabólica desarrollada y horripilantes cuernos.

Aquel tántrico de la mano izquierda llegóse ante mi presencia acompañado por otros dos demonios.

Parecía sentirse muy satisfecho con el “abominable órgano Kundartiguador”, la satánica cola brujesca y terrible, el fuego sexual proyectado desde el coxis hacia los infiernos atómicos del hombre, secuencia y corolario del Tantrismo negro.

A “quemarropa” como dicen por ahí, le espeté la siguiente pregunta:

—¿Tú me conoces?

Respuesta:

—Sí, Te vi una noche en la ciudad de Bacatá cuando yo dictaba una conferencia.

Lo que luego sucedió no fue ciertamente muy agradable. Aquel “Anagarika” me había reconocido y, enfurecido, arrojaba fuego por los ojos y la cola. En forma violenta quiso herirme. Yo me defendí con las mejores conjuraciones de la alta magia y al fin huyó con sus acompañantes.

Solitario, continué por mi camino en la noche del misterio. Aullaba el huracán.

En las hondas profundidades de mi conciencia tenía la extraña sensación de estarme despidiendo de todo y de todos.

Jadeante, cansado, después de haber peleado muchas veces contra la tiranía del Príncipe de las Potestades del Aire, que es el espíritu que ahora reina sobre los hijos de la infidelidad, me metí dentro de la “Iglesia Gnóstica”.

Templo de mármol luminoso, que más bien pareciera de cristal por sus raras trasparencias.

La terraza de aquella Iglesia Trascendida dominaba invicta, como una acrópolis gloriosa, el ámbito solemne de un sacro pinar.

Desde aquélla, el constelado firmamento resplandeciente podía ser contemplado como antaño en los templos atlantes, aquellos hoy sepultados templos añorados por la extraordinaria poesía de Maeterlink, desde los que Asura Maya, el astrónomo discípulo de Narada, hiciese las observaciones previas para descubrir sus ciclos cronológicos de millares de años, enseñándoselas luego a sus amados discípulos a la luz de la Luna pálida, cual hoy la practican sus devotos sucesores.

Lentamente avancé, caminando muy despacio y en actitud reverente, dentro del lugar santo.

Empero, algo me sorprende. Veo a cierto personaje que, atravesándose en mi camino, me cierra el paso. ¿Otra batalla? Me preparo para la defensa, pero el personaje sonríe dulcemente y exclama con voz de paraíso:

—A mí tú no me asustas. Te conozco muy bien.

¡Ah! Le reconozco al fin. Es mi gurú Adolfo –a quien siempre le he llamado con el diminutivo “Adolfito”–. ¡Válgame Dios y Santa María! Pero ¿Qué es lo que yo estaba haciendo?

—Perdóname Maestro, no te había reconocido.

Mi gurú me conduce de la mano hasta el interior de la Iglesia Gnóstica. El Mahatma toma asiento y después me invita a sentarme a su lado. Imposible declinar tan espléndida invitación.

El diálogo que Devino luego entre maestro y discípulo fue ciertamente extraordinario:

—Aquí en la Iglesia Gnóstica –dijo solemnemente el Hierofante– sólo podéis estar casado con una sola mujer, con dos no. Tú, en un pasado le disteis vanas esperanzas a cierta dama XX, quien por esa causa y a pesar del tiempo y la distancia, todavía continúa esperándote.
Obviamente, en forma inconsciente, le estáis haciendo un gran mal, pues ella, aguardándote, vive en una ciudad dentro de la más completa miseria.
Esa dama, bien podría regresar al seno de su familia en el campo. Así es claro que sus problemas económicos quedarían resueltos.

Atónito, perplejo, al escuchar tales palabras, abracé a mi gurú agradeciéndole infinitamente sus consejos.

—Maestro –le dije– ¿Qué me podría usted decir ahora sobre mi esposa Litelantes?.

—Ella sí te sirve para la Magia Sexual (Sahaja Maithuna). Con esta Dama Adepto podéis trabajar en la “Novena Esfera” (El Sexo).

—¡Oh, Gurú!, yo lo que anhelo con ansias infinitas es el despertar del Kundalini y la unión con el Íntimo, cuésteme lo que me cueste.

—Pero ¿Qué habéis dicho, oh discípulo? ¿Cueste lo que cueste?.

—Sí Maestro, eso he dicho.

—Esta noche, aquí se le ha pagado a uno y luego se le ha confiado la tarea de ayudarte en el despertar del Kundalini. Habéis pasado la prueba “Direne” –exclamó el Hierofante–.

Y luego, poniendo en mi cabeza un turbante de inmaculada blancura con un botón de oro en la frente, dijo:

—Vamos al altar;...

Levantándome presto, avancé con mi santo gurú hasta el Ara Santa.

Todavía recuerdo aquel instante solemne en que, arrodillado ante el ara sacra, hube de prestar solemne juramento.

—¡Cuéstele lo que le cueste! –exclamó mi Maestro con gran voz–

Y esta frase, vibrando intensamente, se repitió luego de esfera en esfera.

Cubrí entonces mi plexo solar con la palma de la mano izquierda y extendí la diestra sobre el Santo Grial diciendo:

—¡Lo Juro!.

¡Terrible Juramento!...

Leyendas genuinas de Castilla, como aquella de Alfonso VII arrancando de manos de los moros de Almería la famosa escudilla o Grial –mejor dijéramos copa–, tallada en enorme esmeralda, y que se decía fue usada por el gran Kabir Jesús en su última cena, es terriblemente divina.

¿Jurar ante el Vaso Santo?...

Dicen antiguas leyendas que José de Arimatea recogió en esa copa al pie de la cruz en el Monte de las Calaveras, la sangre bendita que manara de las heridas del Adorable.

Semejante Vaso, antes fue regalado por la Reina de Saba a Solimán o Salomón –el Rey Solar– y fue patrimonio, según otros, de los Tuatha de Danand, raza “jina” del Gaedhil (La Galicia Británica).

No se sabe cómo vino a parar esta reliquia venerada a la ermita de San Juan de la Peña en el Pirineo, y desde allí continuó su peregrinación, ora a la Salvatierra galaica, ora a Valencia en tiempos de Jaime I el Conquistador, ora a Génova, por haberla recibido antaño los genoveses en premio del auxilio que a Alfonso VII prestasen en el sitio de Almería.

EPÍLOGO

Muy de mañana escribí a la noble dama sufriente que en al ciudad remota me aguardaba.

Le aconsejé con infinita dulzura que regresase a la tierra de sus mayores y se olvidase de mi insignificante persona que nada vale.

Índice

Capítulo 13.- La Primera Iniciación del Fuego

En tratándose de esoterismo trascendental y práctico, podemos y hasta debemos enfatizar lo siguiente:

Todo cuanto en ocultismo puro se ha dicho acerca de nuestros cuadros geománticos, astrología, yerbas mágicas, pergaminos maravillosos con lenguajes criptográficos, a pesar de ser absolutamente noble y verdadero, no es ciertamente sino el Kindergarten, la parte menor de la Gran Sabiduría del Oriente heredada, y que consiste en la transformación radical de uno mismo mediante el ascetismo revolucionario de la Nueva Era Acuaria (Mezcla extraordinaria del ansia sexual con el anhelo espiritual).

Nosotros los Gnósticos somos en realidad los elegidos poseedores de tres grandes riquezas, a saber:

A) La “Piedra Filosofal”.

B) La “Clavícula de Salomón”.

C) El “Génesis de Enoch”.

Estos tres factores constituyen el fundamento vivo del Apocalipsis, amén de las colecciones de Pistorius, de la Teosofía de Porfirio y de muchos otros secretos antiquísimos.

El cambio radical absoluto dentro de nosotros mismos, aquí y ahora, sería imposible sin la “Piedra Filosofal”.

Hablando claramente y sin ambages, declaro: El “Ens Seminis” (la entidad del semen) es ciertamente esa materia venerable –citada por Sendivogius– con la cual debemos elaborar “La Piedra Filosofal”.

Magia Sexual es el camino. Así lo comprendí en mi presente reencarnación cuando quise elaborar la “Piedra Filosofal”.

Mediante esa piedra bendita podemos cumplir con aquella máxima alquimista que dice: “solve et coagula”.

Necesitamos disolver el Yo Psicológico y coagular en nosotros el Hidrógeno Sexual SI-12 en forma de cuerpos solares, poderes íntimos, virtudes, etc., etc., etc.

La “Piedra Filosofal” es la que valoriza la semilla sexual y le da el poder de germinar, como mística levadura que hace fermentar y levanta la entera masa metálica haciendo aparecer en su forma íntegra al Rey de la Creación. Quiero referirme al hombre auténtico, no al animal intelectual equivocadamente llamado hombre.

La Voluntad –thélema– adquiere el poder de transmutación que convierte los metales viles en oro, o sea el mal en bien, en todas las circunstancias de la vida.

Por esta razón, para la transmutación exige una mínima cantidad de “Piedra Filosofal” o “Polvo de Proyección”.

Cada metal vil disuelto en el crisol de la Alquimia Sexual, es siempre reemplazado por el oro puro de alguna nueva virtud (solve et coagula).

EL “Modus Operandi” véase en el capítulo Once, Quinto Relato, de este mismo tratado. (Para mayor información estúdiese mi libro titulado: «El Misterio del Áureo Florecer»).

Encender el Fohat individual, la Flama de Eros, en nuestro Laboratorio Alquimista Sexual, es ciertamente el fundamento de la Onda Dionisíaca. Así lo comprendí profundamente estudiando a los pies de mi gurú “Adolfito”.

Incuestionablemente siempre fui asistido durante la cópula metafísica. Estotro guruji divinal a quien le pagaron su salario en el templo (véase capítulo 12), cumplió con la palabra empeñada.

Aquella Gran Alma me asistía astralmente durante el coito químico. Yo le veía hacer fuertes pases magnéticos sobre mi hueso coxígeo, espina dorsal y parte superior de mi cabeza.

Cuando la erótica serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes despertó para iniciar su marcha hacia adentro y hacia arriba, a lo largo del canal medular espinal, sentí entonces mucha sed y un dolor muy agudo en el coxis que me duró varios días.

Entonces fui agasajado en el templo, jamás he podido olvidar aquel gran evento cósmico.

Por aquella época yo moraba en paz en una pequeña casa, a la orilla del mar, en la zona tropical de las costas del caribe.

El ascenso del Kundalini de vértebra en vértebra, se realizó muy lentamente de acuerdo con los méritos del corazón.

Cada vértebra es muy exigente; de esto podemos inferir difíciles pruebas. Como corolario afirmamos: No es posible el ascenso del Kundalini a tal o cual vértebra, si para ello no llenamos las condiciones morales precisas.

En los Mundos Superiores, a estas treinta y tres vértebras espinales se les denomina con términos simbólicos como los siguientes: “Cañones”, “Pirámides”, “Cámaras Santas”, etc., etc., etc.

El místico ascenso de la flama del amor de vértebra en vértebra y de chacra en chacra, a lo largo del canal medular, se realizó ciertamente sobre la base de la Magia Sexual, incluyendo la santificación y el sacrificio.

El Mahatma asistente me brindó auxilio conduciéndome el fuego sagrado desde el hueso coxígeo –base de la espina dorsal–, hasta la glándula pineal, situada, como ya es sabido por los médicos, en la parte superior del cerebro.

Posteriormente, aquella “Gran Alma” hizo fluir con gran maestría mi fuego erótico hasta la región del entrecejo.

La Primera Iniciación del Fuego devino como corolario, cuando la Serpiente Ígnea de nuestros Mágicos Poderes hizo contacto con el Átomo del Padre, en el campo magnético de la raíz de la nariz.

Fue ciertamente durante la ceremonia mística de la Última Cena, cuando se fijó la fecha cósmica de la Iniciación.

El Santo Grial, cual ascua sagrada, resplandece abrasador sobre la mesa del banquete pascual.

La historia verdadera de este Santo Grial está escrita en las estrellas y tiene su fundamento, no en Toledo, como dice Wolfram de Eschembach.

Los principales orígenes conocidos de todas estas leyendas caballerescas relacionadas con la del Santo Grial, son:

A) La «Historia Rerum in Partibus Transmarinis Gestarum» de Guillermo de Tiro (M. en 1184), obra latina traducida al francés con el título de «Roman D'Eracle», y libro que sirve de base al de la «Gran Conquista de Ultramar», traducida del francés al castellano a últimos del siglo XIII o principios del XIV. En esta conquista se resumen las cinco principales ramas referentes al ciclo de la Primera Cruzada: La «Chansó D'Antiocha», la «Chanson de Jerusalem», «Les Chetifs» (o cautivos), «Elias» (el Caballero del Cisne).

B) El «Dolopathos» de Juan de Haute-Seille, escrito hacia 1190.

C) Lo del poema que París llama «Elioxa» o «Heli-Oxa» (La Ternera Solar), nombre primitivo de la Insoberta o Isis-Bertha del Caballero del Cisne, obra esta última de grandes analogías, según Gayangos, con el famoso Amadís de Gaula.

D) El Parsifal y el Titurel de Eschembach.

E) El «Conde del Graal» de Chrétien de Troyes (1175), el «Lohengrín» o «Swan-Ritter» (el Caballero del Cisne), obra bávara anónima del siglo XIII publicado por Goerres en 1813.

F) El «Tristan und Isolde» de Godofredo de Estrasburgo (1200-1220) y cuantos “Tristanes” análogos andan por la literatura.

G) La «Demanda del Sancto Grial» con los maravillosos hechos de Lanzarote y de Galaz, su hijo (Siglo XIV), con todas sus obras concordantes.

(Texto citado por Don Mario Roso de Luna en «El Árbol de las Hespérides»)

Yo aguardé con ansiedad infinita, fecha y hora de la Iniciación. Se trataba de un 27 sacratísimo.

Quería una Iniciación como aquella que el comandante Montenero recibiera en el templo de Chapultepec, o como esotra que Ginés de Lara –el Deva reencarnado– tuviera en aquel Sancta-Santorum o Adyta de los Caballeros Templarios, en la noche extraordinaria de un eclipse de Luna.

Pero mi caso fue ciertamente muy diferente y, aunque parezca increíble, la noche de la Iniciación me sentí defraudado.

Reposando con angustia infinita en mi duro lecho, dentro de una humilde choza, a orillas del mar, pasé la noche en vela aguardando inútilmente.

Mi esposa sacerdotisa dormía, roncaba, a veces se movía entre su lecho o pronunciaba palabras incoherentes.

El mar con sus olas furiosas golpeaba la playa rugiendo espantosamente, como protestando.

Amaneció y ¡Nada! ¡Qué noche de perros, Dios mío! ¡Válgame Dios y Santa María!.

¡Qué de tempestades intelectuales y morales hube de experimentar en aquellas mortales horas nocturnas!

Realmente no hay resurrección sin muerte, ni amanecer alguno en la naturaleza ni en el hombre sin que le precedan las tinieblas, tristezas y agonías nocturnas que hacen más adorable su luz.

Todos mis sentidos fueron puestos a prueba, torturados en agonías mortales, que me hicieron exclamar: “¡Padre mío, si es posible pasa de mí este cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la tuya”.

Al salir el Sol, como bola de fuego que pareciera brotar de entre el tempestuoso océano, despertó Litelantes diciéndome:

—¿Se acuerda de la fiesta que le hicieron allá arriba? Usted recibió la Iniciación.

—¿Cómo? Pero ¿Qué está usted diciendo? ¿Fiesta? ¿Iniciación? ¿Cuál? Yo lo único que sé es que he pasado una noche más amarga que la hiel.

—¡Qué! –exclamó Litelantes asombrada– Entonces ¿Usted no trajo a su cerebro físico recuerdo alguno? ¿No se acuerda de la gran cadena? ¿Olvidó las palabras del Gran Iniciador?

Abrumado con tales preguntas interrogué a Litelantes diciendo:

—¿Qué me dijo el Gran Ser?

—Se os advirtió –exclamó la Dama-Adepto–, que de hoy en adelante tendréis doble responsabilidad por las enseñanzas que deis en el mundo.
Además –dijo Litelantes–, se os vistió con la túnica de lino blanco de los Adeptos de la Fraternidad Oculta y se os entregó la espada flamígera.

—¡Ah! Ya entiendo. Mientras yo pasaba tantas amarguras en mi lecho de penitente y anacoreta, mi Real Ser interior recibía la cósmica iniciación. ¡Válgame Dios y Santa María! Pero ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy tan lerdo?
Tengo un poco de hambre; me parece que es hora de levantarnos para el desayuno.

Momentos después, Litelantes juntaba en la cocina algunos leños secos que sirvieron de combustible para encender el fuego.

El desayuno estaba delicioso; comí con mucho apetito después de noche tan dolorosa.

Un nuevo día de rutina. Trabajé como siempre para ganarme el pan de cada día, descansé en mi lecho cerca de las doce del día.

Ciertamente, estaba desvelado y justo me pareció un pequeño reposo; además me sentía compungido de corazón.

No tuve pues inconveniente alguno como para acostarme en “decúbito dorsal”, es decir, posición boca-arriba y con el cuerpo bien relajado.

De pronto, encontrándome en estado de vigilia, veo que alguien entra en mi recámara. Lo reconozco, es un chela de la Venerable Gran Logia Blanca.

Aquel Discípulo trae un libro en sus manos; desea consultarme y solicitar cierta autorización.

Cuando quise dar respuesta hablé con cierta voz que me asombró a mí mismo. Atman respondiendo a través de la laringe creadora es terriblemente divino.

Id –le dijo mi Real Ser–, cumplid con la misión que se os ha encomendado. El chela se retiró agradecido.

¡Ah! ¡Cuán cambiado he quedado! Ahora sí, ya entiendo –fueron estas mis exclamaciones después de que el chela se retiró–.

Alegre me levanté del duro lecho para platicar con Litelantes. Necesitaba contarle lo ocurrido.

Sentí un algo superlativo, como si en el interior de mi conciencia se hubiese operado un cambio étnico, trascendental, de tipo esotérico divinal.

Anhelaba la nueva noche. Aquel día tropical era para mí como el vestíbulo de la sabiduría. Cuanto antes yo quería ver el Sol como bola de fuego hundiéndose una vez más entre las tormentosas olas del océano.

Cuando la Luna comenzó a acerar las aguas tormentosas del mar Caribe, en esos instantes en que las aves del cielo se recogen en sus nidos, hube entonces de urgir a Litelantes para que concluyera sus quehaceres domésticos.

Aquella noche nos acostamos más temprano que de costumbre. Yo anhelaba algo, me hallaba en estado extático.

Acostado otra vez en mi duro lecho de penitente y anacoreta, en esa asana indostán de hombre muerto –decúbito dorsal, boca arriba, cuerpo relajado, brazos a lo largo de los costados, pies tocándose por los talones con las puntas de los dedos abiertas en forma de abanico–, aguardé en estado de alerta percepción, alerta novedad.

De pronto, en cuestión de milésimas de segundo, recordé una lejana montaña. Lo que entonces acaeció fue algo insólito, inusitado.

Me vi instantáneamente allí, sobre la cumbre lejana, muy lejos del cuerpo, de los afectos y de la mente.

Atman sin ataduras, lejos del cuerpo denso y en ausencia de los vehículos suprasensibles.

En tales momentos de samadhí, la cósmica iniciación recibida en la noche anterior era para mi un hecho palpable, una cruda realidad viviente que ni siquiera necesitaba recordar.

Cuando mi diestra puse sobre el áureo cinto, dichoso pude evidenciar que allí tenía la flamígera espada, exactamente en el lado derecho.

Todos los datos que Litelantes me diera habíanme resultado precisos. ¡Cuán feliz me sentía ahora como hombre-espíritu, vestido ciertamente con la túnica de lino blanco!.

En plena embriaguez dionisíaca me lancé al infinito espacio sideral. Dichoso me alejé del planeta Tierra.

Sumergido entre el océano del Espíritu Universal de Vida, quise no regresar más a este valle de amarguras y entonces visité muchas moradas planetarias.

Cuando me posé suavemente sobre un planeta gigante del inalterable infinito, desenvainando la espada flamígera, exclamé:

—¡Yo domino todo esto!.

—El hombre está llamado a ser el gobernador de toda la creación –contestó un Hierofante que estaba a mi lado–.

Guardé la espada flamígera entre su dorada vaina y, sumergiéndome aún más entre “las aguas durmientes de la vida”, realicé una serie de invocaciones y experimentos extraordinarios.

—¡Cuerpo búdhico, venid hacia mí!

Atendiendo a mi llamado vino hacia mí la Bella Elena, Ginebra, la Reina de los “Jinas”, mi alma espiritual adorable.

Ella entró en mí y yo en ella, y entrambos formamos ese famoso Atman-Budhi del cual habla tanto la Teosofía Oriental.

Con justa razón se ha dicho siempre que el Budhi (Alma Espiritual), es como un vaso de alabastro fino y transparente, dentro del cual arde la llama de Prajna (Atman).

Continuando en sucesivo orden aquellas singulares invocaciones hechas desde el fondo mismo del Caos, llamé entonces a mi alma humana, diciendo:

—¡Cuerpo Causal, venid hacia mí!.

Yo vi a mi humana alma revestida gloriosa con el vehículo causal (Manas superior teosófico).

¡Cuán interesante resultó aquel momento en que mi alma humana entró dichosa en mí.

En esos instantes integraba en forma extraordinariamente lúcida, aquella Tríada Teosófica conocida con los términos sánscritos de Atman-Budhi-Manas.

Incuestionablemente Atman, es decir, el Íntimo, tiene dos almas. La primera, el Alma Espiritual (Budhi) que es femenina. La segunda es el Alma Humana (Manas superior), que es masculina.

Posteriormente, embriagado de éxtasis llamé a mi mente así:

—¡Cuerpo Mental, venid hacia mí!.

Varias veces hube de repetir la invocación, pues la mente es tardía en obedecer, mas al fin se presentó con mucha reverencia diciendo:

—¡Señor, aquí estoy, he concurrido a tu llamado, dispensadme que me haya demorado! ¿Cumplí bien tus órdenes?.

En instantes en que iba a dar respuesta salió de mi interior profundo la voz solemne de mi Mónada Pitagórica diciendo:

—Sí, obedecisteis bien, entrad.

Aquella voz era como la del Ruach Elohim que, según Moisés, labraba las aguas en el amanecer de la vida.

No está de más decir con gran énfasis que concluí estas invocaciones llamando al cuerpo astral. Éste demoró también un poco en venir a mi esotérico llamado, mas al fin entró en mí.

Revestido ya con mis vehículos suprasensibles, hubiera podido llamar desde el Caos o Abismo Primitivo a mi cuerpo físico, que en esos momentos yacía entre su duro lecho de penitente y anacoreta, y es obvio que también ese cuerpo habría concurrido a mi llamado.

Esto jamás es un imposible. Mi cuerpo físico, que en tales momentos tan interesantes yacía entre su duro lecho, con ayuda del cuarto aspecto de Devi Kundalini, habría podido abandonar la región tridimensional de Euclides para concurrir a mi llamado.

Empero, yo preferí entonces resurgir de entre ese “Vacuum” –en el sentido de ‘espacio pleno, ilimitado y profundo’–, para regresar al planeta Tierra.

Yo parecía en esos momentos un rayo solitario surgiendo de entre el Abismo de la Gran Madre.

El regreso a este planeta de amarguras, gobernado por cuarenta y ocho leyes, se hizo relativamente rápido.

Francamente y sin ambages declaro: Con plena autoconciencia reingresé al cuerpo físico, penetrando dentro de este último por esa puerta maravillosa del Alma, citada por Descartes; quiero referirme a la Glándula Pineal.

Es lástima que la Filosofía cartesiana ignore lo que es el conocimiento objetivo.

Como quiera que tal tipo de conocimiento puro es accesible a mis facultades cognoscitivas, he podido escribir estas líneas para bien de nuestros muy amados lectores.

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Capítulo 14.- La Segunda Iniciación del Fuego

Incuestionablemente podemos y hasta debemos aseverar con gran énfasis, la existencia trascendente y trascendental de dos tipos clásicos de ocultismo.

De todo el variado conjunto de procesos históricos y prehistóricos, relacionados con la Tierra y sus humanas razas, nos es dable inferir dos modalidades ocultistas, a saber:

A.) Ocultismo Innato.

B.) Ocultismo Escolástico.

La primera de estas dos corrientes es ostensiblemente antediluviana; la segunda es completamente postdiluviana.

Las paralelas exactas de estas dos formas ocultistas claramente enunciadas, debemos descubrirlas clarividentemente en las dos modalidades de la Ley:

A.) Ley Natural y paradisíaca (Sabiduría de los Dioses).

B.) Ley Escrita, Deuteronomio (Ley Segunda y más inferior).

Escrito está con caracteres de fuego en el libro de la vida, que cuando “los hijos de Dios”, es decir, de los Elohim o de los “Jinas”, conocieron a las hijas de los hombres, devino espantosa la terrible catástrofe atlante o del Diluvio Universal (Génesis, VI, I). Entonces concluyó el imperio formidable de la Primera Ley y llegó el tiempo del Deuteronomio o Segunda Ley.

Es demasiado palmaria y evidente la imperfección terrible de la ley escrita, tormento de los grandes hombres por las espantosas limitaciones de la misma y férrea tutela de los pequeños.

Moisés, el insigne caudillo sagrado del pueblo de Israel, congregando a su gente en las llanuras de Moab, expone a la vista de todos los prodigios extraordinarios que el Señor había obrado en su favor desde que en el Monte Sinaí había sido establecida la primera alianza, y repite la Ley con nuevas ilustraciones, pronunciando espantosas advertencias contra sus transgresores y prometiendo justas recompensas y felicidades de todo género a quienes la guardan fielmente.

Moisés, transfigurado en el Monte Nebo después de haber bendecido a las Doce Tribus de Israel, contempla la “Tierra Prometida”, los campos Elíseos o Mundo de los “Jinas”, la tierra que mana leche y miel, el Mundo Etérico, la Cuarta Dimensión.

Moisés no murió como los demás hombres. Desapareció en el Monte Nebo. Nunca se encontró su cadáver ¿Qué se hizo?

Moisés retornó a la tierra feliz de los cantos nórdicos y druidas. Se hizo “Jina”, se convirtió en habitante del paraíso.

Con plena lucidez hemos podido verificar en forma íntegra, el hecho contundente, claro y definitivo, de que es precisamente ahí, en el mundo superliminal, en la cuarta dimensión, donde otrora moraban las gentes dichosas de la antigua Arcadia.

Quiero referirme en forma específica a las humanidades paradisíacas de los antiguos tiempos.

Cuando Juan el Bautista fue degollado, el Gran Kabir Jesús se retira en un barco “a un lugar desierto y apartado”, es decir, a las tierras de “Jinas”, a la cuarta coordenada de nuestro planeta Tierra, y es allí donde opera con la multitud el milagro de los cinco panes y dos peces, de los que comieron nada menos que cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, sobrando además doce cestos llenos de pedazos. (Ibid, XIV, 15-21).

Es ostensible que el Gran Sacerdote Gnóstico Jesús hubo de meter también a las multitudes dentro de la Cuarta Dimensión, con el evidente propósito de realizar el milagro.

Antiguas tradiciones irlandesas, consignadas sabiamente en los deliciosos cantos de los bardos o rapsodas nórdicos, hablan con justa razón de un extraordinario pueblo cainita o inca, es decir, de “sacerdotes reyes”, llamado de los Tuatha de Danand, habilidísimo en toda clase de artes mágicas aprendidas en Tebas.

Obviamente se trata de un gran pueblo “Jina”, prototipo del “judío errante”, infatigable viajero.

Los Tuatha de Danand recorrieron los países mediterráneos hasta llegar a la propia Escandinavia, donde fundaron, además de una ciudad Lunar y otra Solar, cuatro grandes ciudades mágicas.

Llegados de nuevo los Tuatha a Irlanda, desembarcaron en dicha isla protegidos, como Eneas en Cartago, por una espesa niebla mágica (o velo de Isis de la cuarta dimensión que los ocultara).

En otras palabras diremos que los Tuatha llegaron de regreso a Irlanda por entre la cuarta dimensión.

Escrita está en viejos cronicones la muy célebre batalla de Madura, donde ellos se cubrieron de gloria derrotando a los tenebrosos “Fir-Bolgs”.

Era, en efecto tan grande la excelencia de los Tuatha de Danand, tan poderosas e innumerables sus huestes, que las llanuras se vieron cuajadas de hordas de combatientes que se extendían hasta las regiones por donde se oculta el Sol al declinar el día. Sus héroes se inmortalizaron ante Tara, la capital mágica de Irlanda.

Los Tuathas no llegaron a Erim en barco alguno conocido, ni nadie alcanzó a determinar claramente si eran gentes nacidas de la Tierra o descendidas de los cielos, ni si se trataba de entes diabólicos o de una nueva nación, que no podría en modo alguno ser humana si por sus venas no corría la regia sangre de Berthach, el infatigable, el fundador de la Ceinne primitiva.

Al ocurrir la Gran Catástrofe Atlante, los Tuatha de Danand se metieron dentro de la Cuarta Dimensión definitivamente.

En la etérica región de nuestro planeta Tierra, habitan dichosas algunas razas humanas. Esas gentes, aun en nuestros días de tanta amargura, viven todavía en estado paradisíaco.

En la Cuarta Coordenada de nuestro planeta Tierra, existen muchas ciudades mágicas de esplendente belleza.

En la Cuarta Vertical terrestre podemos descubrir los paraísos elementales de la Naturaleza, con todos sus templos, valles, lagos encantados y tierras de “Jinas”.

Incuestionablemente es allí, en la “Tierra Prometida”, donde todavía podemos encontrar dichosos, el “Ocultismo Innato” y la “Ley Natural y Paradisíaca”.

Aquellos “Jinas” bienaventurados, que felices moran en “Los Campos Elíseos”, en al tierra que mana leche y miel, no caen ciertamente bajo la regencia del Deuteronomio o Segunda Ley que tanto atormenta a los mortales.

Obviamente las muchedumbres “Jinas”, como aquellas conocidas como los Tuatha de Danand, moran dichosas en el Edem bajo la regencia de la Primera Ley.

Cuatro esotéricos símbolos mágicos llevaban siempre consigo los Tuatha de Danand, a través de aquellas tierras de sus éxodos legendarios:

A) Una gigantesca copa o Grial (símbolo viviente del útero femenino).

B) Una enorme lanza de hierro puro (fálico símbolo masculino).

C) Una gran espada flamígera (símbolo del fuego sexual).

D) La Piedra de la Verdad (símbolo de la Piedra Filosofal sexual).

Si Moisés, el gran caudillo hebreo, hubiese ignorado la honda significación de estos cuatro símbolos mágicos, jamás habría podido convertirse en “Jina” en el Monte Nebo.

Así lo comprendí yo cuando, prosternado ante el Logos del Sistema Solar, le pidiera con entera humildad, el ingreso a la Segunda Iniciación del Fuego.

Imposible olvidar aquellos instantes en que el Bendito encomendara a cierto especialista la sacra misión de conducir sabiamente por mi espina dorsal, el segundo grado de poder del fuego.

Yo quería conocer a fondo los Misterios de la Cuarta Coordenada y penetrar victorioso en la “Tierra Prometida”.

Necesitaba con urgencia máxima, inaplazable, restaurar los poderes ígneos en mi fondo vital etérico.

Cuando la segunda serpiente despertó para iniciar su ascenso hacia adentro y hacia arriba, a lo largo de la médula espinal etérica, fui agasajado en el templo con un gran festival cósmico.

El “Jina” especialista me asistía durante la cópula metafísica. Litelantes y yo lo percibíamos con el sexto sentido.

Ostensiblemente no estaba abandonado; el “Jina” me auxiliaba con fuertes pases magnéticos que iban desde el coxis hasta la glándula pineal.

Aquel Maestro se había echado sobre sus hombros una gran responsabilidad moral, debía conducirme inteligentemente el fuego viviente y filosofal a lo largo del canal medular espinal del famoso “Lingam Sarira” teosófico (fondo vital del organismo humano).

Obviamente tal vehículo es tan sólo la sección superior del cuerpo físico, el aspecto tetradimensional de nuestro cuerpo físico.“Esta Iniciación es mucho más trabajosa”, así me lo había dicho el Logos de nuestro Sistema Solar. Empero, yo anhelaba con ansias infinitas conocer los misterios del “Mundo Etérico”, entrar en la “Tierra Prometida”.

El brillante ascenso de la segunda serpiente ígnea a lo largo del canal medular, de vértebra en vértebra y de chacra en chacra, se realizó muy lentamente, de acuerdo con los méritos del corazón.

Cada vértebra espinal de tipo etérico implica determinadas virtudes. Ostensiblemente debemos ser probados antes de llegar a tal o cual vértebra. Recordemos que el oro se prueba con el fuego y la virtud con la tentación.

Las patas de los tronos de los Dioses tienen animalescas formas. Los tenebrosos atacan incesantemente a quienes intentan alcanzar cualquier grado de la masonería oculta en la espina dorsal.

“El Cielo se toma por asalto, los valientes lo han tomado”. En el país de las Mil y Una Noches también existen ágapes místicos. Yo estuve en una de esas cenas. Los invitados fuimos regiamente atendidos por cisnes de inmaculada blancura a orillas de un lago cristalino.

En otra ocasión se me enseñó la siguiente Ley Cósmica: “Nunca mezcles dentro de una misma casa fuerzas contrarias, porque de la mezcla de dos corrientes opuestas resulta una tercera fuerza, la cual es destructiva para todos”.

El cuerpo vital está constituido por cuatro éteres:

A) Éter Reflector

B) Éter luminoso.

C) Éter químico.

D) Éter de vida.

El primero de estos éteres se encuentra íntimamente relacionado con los diversos funcionalismos de la voluntad y de la imaginación.

El segundo se halla asociado secretamente a todas las percepciones sensoriales y extra-sensoriales.

El tercero es el basamento de todos los procesos bioquímicos orgánicos.

El cuarto sirve de medio a las fuerzas que trabajan con los procesos de la reproducción de las razas.

Durante la Segunda Iniciación del Fuego aprendí a liberar los dos éteres superiores para viajar con ellos lejos del cuerpo físico.

Incuestionablemente las percepciones clarividentes y clariaudientes se intensifican extraordinariamente cuando uno absorbe en su cuerpo astral los dos éteres superiores.

Tales éteres nos permiten traer al cerebro físico la totalidad de los recuerdos suprasensibles.

La esotérica explicación vívida que en forma escénica se me diera sobre la decapitación mística, fue ciertamente extraordinaria.

Invitado fui a un festín macabro y lo que sobre la mesa trágica viera, fue realmente espantoso.

Profana cabeza sangrante puesta sobre bandeja de plata, adornado todo con algo que mejor es callar.

Ostensible su honda significación: El Ego animal, el Sí Mismo, el Mí Mismo debe ser degollado.

De esto podemos colegir con gran acierto el hecho contundente y definitivo de que la cabeza de Juan el Bautista entre charola de plata, posee ciertamente idéntico significado.

Incuestionablemente Juan el precursor enseñó esta terrible verdad subiendo al Ara del supremo sacrificio.

Escudriñando viejos cronicones con tesón de clérigo en la celda, descubrimos lo siguiente:

Los Nazarenos eran conocidos como Bautistas, Sabeanos y Cristianos de San Juan. Su creencia era que el Mesías no era el Hijo de Dios, sino sencillamente un profeta que quiso seguir a Juan.

Orígenes (Vol. II, página 150) observa que “Existen algunos que dicen de Juan que él era el ungido (Christus)”.

Cuando las concepciones metafísicas de los Gnósticos, que veían en Jesús al Logos y al Ungido, empezaron a ganar terreno, los primitivos cristianos se separaron de los Nazarenos, los cuales acusaban a Jesús de pervertir las doctrinas de Juan y de cambiar por otro el bautismo en el Jordán (Codex Nazaraeus, II, Pág. 109).

No está de más aseverar con gran énfasis el hecho trascendental de que Juan el Bautista era también un Christus.

Por otra parte, considerados desde el punto de vista del Logos (Unidad Múltiple Perfecta), puede decirse que ha salvado a los que han muerto en sí mismos, a esos que han decapitado al Ego Animal y que han vencido al reino de las tinieblas o infierno.

Como consecuencia o corolario, todo esto lo comprendí en forma íntegra, unitotal, al ver la mesa macabra en la sala del festín.

Cuando abandoné aquel antro insólito y abismal, los Adeptos de la Fraternidad Oculta me dieron un hermoso presente.

Trátase de un minúsculo instrumento de magia, mediante el cual puedo operar como teúrgo modificando la plástica.

Quienes hayan visto mis fotos podrán evidenciar por sí mismos, el hecho concreto de que en forma voluntaria manejo la plástica.

Variadas formas de mi rostro desconciertan a mis mejores fotógrafos. Empero, confieso francamente y sin ambages que no soy yo quien tiene este poder, sino el Íntimo, mi Real Ser Interior, Atman el inefable. Él opera sobre la plástica cuando es indispensable.

Mi insignificante persona nada vale, la Obra lo es todo. Yo ciertamente no soy más que un simple gusano del lodo de la tierra.

Si escribiese detenidamente todo aquello que nosotros los místicos hemos experimentado en las treinta y tres Cámaras Santas del mundo etérico, llenaríamos muchos volúmenes. Por ello prefiero hablar en síntesis.

Cuando el segundo grado de poder del fuego llegó a la altura de la laringe creadora, fui metido en la cárcel.

El acta acusatoria decía textualmente lo siguiente: “Este Señor, además de cometer el delito de curar a los enfermos, es también autor de un libro titulado «El Matrimonio Perfecto», el cual es un atentado contra la moral pública y las buenas costumbres de los ciudadanos”.

Fue pues en el horripilante calabozo de una vieja prisión suramericana, donde hube de pasar por la clásica ceremonia de la decapitación.

Entonces vi al pie de un viejo torreón a mi Divina Madre Kundalini con la Espada Flamígera en su diestra, decapitando a una criatura.

¡Ah! ¡Ya entiendo! –exclamé entre las pavorosas tinieblas del horrible calabozo–. Posteriormente entré en ese estado delicioso que en alta Yoga se conoce como Nirvi-Kalpa-Samadhí.

Fuera de estotro calabozo que se llama cuerpo físico, extasiado experimenté en mí mismo la gran realidad interior profunda.

Él –mi Mónada– entró en mí –en mi alma– y entonces me transfiguré totalmente. Con plenitud lúcida a mí mismo me vi íntegramente.

Él es el Quinto de los Siete Espíritus ante el Trono del Cordero y yo soy su Bodhisattva. Esto viene a recordarnos aquella frase de Mahoma: “Alá es Alá y Mahoma su Profeta”.

Al salir de aquella prisión me dirigí a casa. Allí me aguardaban mis mejores amigos.

Días después, el segundo grado de poder del fuego hacía contacto directo con el Átomo del Padre, situado en el Campo Magnético de la Raíz de la Nariz. Entonces vi en visión de noche a la estrella flamígera con el Ojo de Dios en el centro.

La Pentalfa resplandeciente se desprendió del Cristo Sol para brillar sobre mi cabeza.

El festival cósmico de la noche de la Iniciación fue extraordinario. Desde el umbral del templo vi a mi Real Ser –el Íntimo– crucificado en su cruz en el fondo sacratísimo del Santuario y ante los Hermanos de la Fraternidad Oculta.

Mientras Él recibía la Iniciación, yo, en el vestíbulo del templo, arreglaba cuentas con los Señores del Karma.

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Capítulo 15.- La Tercera Iniciación del Fuego

Incuestionablemente la muerte es algo profundamente significativo. Ahondar en este tema, profundizarlo íntegramente, sinceramente, con paciencia infinita y en todos los niveles de la mente, resulta ciertamente urgente, inaplazable.

Como consecuencia o corolario luminoso, podemos y hasta debemos afirmar con solemnidad el siguiente postulado: “Sólo descubriendo totalmente los misterios de la muerte, podremos descubrir el origen de la vida”.

Si el germen no muere, la planta no nace. Muerte y concepción se encuentran íntimamente asociados.

Al exhalar el postrer aliento de nuestra existencia, proyectamos inevitablemente, a través del tiempo y el espacio, el diseño eléctrico de nuestra propia existencia.

Ostensiblemente tal diseño electro-psíquico, viene más tarde a impregnar el huevo fecundado. Así es como retornamos.

El sendero de la vida está formado con las huellas de los cascos del caballo de la muerte.

Los últimos momentos del agonizante, se encuentran vinculados secretamente a los goces amorosos de nuestros futuros padres terrenales.

El destino que nos aguarda más allá de la muerte, será la repetición de nuestra vida actual, más sus consecuencias.

Eso que continúa más allá de la fosa sepulcral son mis afectos, mis ternuras, mis odios: Yo quiero, Yo no quiero, Yo envidio, Yo deseo, Yo me vengo, Yo mato, Yo robo, Yo soy lujurioso, Yo tengo ira, Yo codicio, etc., etc., etc.

Toda esta legión de Yoes –verdadera legión de demonios– personificando defectos psicológicos, regresa, retorna, se reincorpora.

Absurdo sería hablar sobre un Yo individual. Mejor es hablar con entera claridad sobre el Yo pluralizado.

EL budhismo esotérico ortodoxo enseña que el Ego es una suma de agregados psíquicos.

El libro egipcio de “La Morada Oculta” menciona con gran énfasis a los demonios rojos de Seth (los Yoes diablos que constituyen el Ego).

Tales Yoes pendencieros y gritones constituyen las legiones tenebrosas, contra las cuales debía combatir Arjuna por orden emanada directamente del bendito señor Krishna. (véase el «Bhagavad Gîta»).

La Personalidad no retorna. Es hija de su tiempo. Tiene un principio y un fin. Lo único que continúa es ciertamente un montón de diablos.

Podemos alcanzar la inmortalidad en el mundo astral. Empero, esto sólo es posible fabricando el eídolon, (el cuerpo astral).

Muy diversos autores de tipo pseudoesoterista y pseudoocultista, caen en el error de confundir al Ego con el cuerpo astral.

La moderna literatura metafísica habla mucho sobre proyecciones del cuerpo astral. Empero, debemos tener el valor de reconocer que los aficionados al ocultismo suelen desdoblarse en el Ego para viajar en las regiones sublunares de la Naturaleza a través del tiempo y el espacio.

El cuerpo astral no es un implemento indispensable para la existencia. No está de más recordar que el cuerpo físico tiene afortunadamente un trasfondo vital o lingam sarira, que garantiza íntegramente su existencia.

Incuestionablemente el cuerpo astral es un lujo que muy pocas personas se pueden dar. Raros son los sujetos que nacen con ese espléndido vehículo.

La “Materia Prima de la Gran Obra”, el alquímico elemento con el cual podemos fabricar el cuerpo astral, es el “Hidrógeno Sexual SI-12”. Obviamente, el citado hidrógeno representa el producto final de la transformación de los alimentos, dentro del maravilloso laboratorio del organismo.

Resulta evidente que esta es la materia más importante con que trabaja el sexo. La elaboración de esta sustancia se desarrolla en consonancia rítmica con las siete notas de la escala musical.

No está de más comprender que el “ens seminis” y su peculiar “Hidrógeno SI-12” es semilla y fruto a la vez.

Transmutar este hidrógeno portentoso para darle inteligente cristalización en una octava superior, significa de hecho crear una nueva vida dentro del organismo existente, dar forma evidente al “cuerpo astral o sideral” de “alguimistas y kabalistas”.

Deben ustedes entender que el cuerpo astral nace del mismo material, de la misma sustancia, de la misma materia de que nace el cuerpo físico. Lo único que difiere es el procedimiento.

Todo el cuerpo físico, todas las células quedan, por así decirlo, impregnadas por las emanaciones de la materia que es SI-12. Y cuando éstas se han saturado lo suficiente, la materia SI-12 comienza a cristalizar.

La cristalización de esta materia constituye la formación del cuerpo astral”.

La transición de la “Materia SI-12” a una condición de emanaciones y la gradual saturación de todo el organismo con estas emanaciones, es lo que se llama en alquimia Transmutación o Transformación.

Justamente esta transformación del cuerpo físico en astral es lo que la Alquimia denomina “Transformación de los metales groseros en metales finos”, o sea la obtención de oro de los metales ordinarios.

El procedimiento esotérico podemos descubrirlo en la sexo-yoga, en el maithuna, en la magia sexual. Conexión del lingam-yoni (phalo-útero) sin eyaculación del ens seminis.

El deseo refrenado originará los procesos maravillosos de la cristalización del Hidrógeno SI-12 en una octava superior.

Alimentación es diferente. Incuestionablemente el cuerpo astral necesita también su alimento y nutrición, eso es obvio.

Como quiera que el cuerpo físico está sabiamente controlado por cuarenta y ocho leyes –hecho que está científicamente demostrado con los cuarenta y ocho cromosomas de la célula germinal–, resulta muy claro y manifiesto que el hidrógeno capital del cuerpo celular es el “Hidrógeno-48” (cuarenta y ocho).

Ahorrar este tipo específico de hidrógeno, resulta en verdad relativamente fácil cuando marchamos por el sendero de la línea recta.

El excedente del “Hidrógeno-48” no gastado en las físicas actividades del mundo tridimensional de Euclides, se convierte maravillosamente en el “Hidrógeno-24” (veinticuatro).

Ostensiblemente el citado “Hidrógeno-24” deviene siempre como alimento extraordinario del cuerpo astral.

Es urgente aseverar con gran énfasis que el cuerpo sideral o astral de alquimistas y kabalistas, se desarrolla y desenvuelve espléndidamente bajo el control absoluto de las veinticuatro leyes.

Todo órgano se conoce claramente por sus funciones, y uno sabe que tiene un cuerpo astral cuando puede viajar con él (véase capítulo 6 de este mismo tratado). Mi caso particular fue ciertamente extraordinario. Debo afirmar específicamente que yo nací con cuerpo astral.

En forma magnífica lo había fabricado antes de nacer, en antiquísimas edades de un antepasado mahamanvántara, mucho antes de que rayara el alba de la “Cadena Lunar”.

Restaurar los poderes ígneos en el citado cuerpo sideral, ciertamente era para mí lo más importante. Así lo comprendí antes de solicitar al Logos del Sistema Solar el ingreso a la Tercera Iniciación del Fuego.

No está de más decirles a mis lectores muy amados, que el Gran Ser, después de otorgarme lo pedido, dictó especial providencia auxiliándome.

De esto podréis colegir que me fue dado cierto especialista en el Tercer Grado de Poder del Fuego.

Aquel gurú-deva cumplió su misión dirigiendo la tercera serpiente ígnea por el canal medular en el cuerpo astral.

Litelantes y mi insignificante persona que nada vale, percibíamos con el sexto sentido al especialista astral que durante la cópula metafísica nos auxiliara.

El despertar del fuego en el cuerpo astral es siempre anunciado con un relámpago terrible en la noche.

Originalmente el Tercer Grado de Poder del Fuego en tan precioso vehículo, posee un hermosísimo color blanco inmaculado. Más tarde deviene brillando entre el aura del Universo con un bellísimo color oro.

Confieso francamente y sin ambages que, durante el trabajo esotérico con el Tercer Grado de Poder del Fuego, hube de vivir en forma simbólica todo el “Drama Cósmico”.

Uno, que no es más que un vil gusano que se arrastra por el lodo de la tierra, se siente realmente conmovido cuando, de pronto y sin merecerlo, se ve convertido en el personaje central de tal drama, aunque esto sea en forma meramente simbólica.

A diferencia de las dos serpientes anteriores, el Tercer Grado de Poder del Fuego, después de tocar el átomo del Padre en el campo magnético de la raíz de la nariz, prosigue su marcha hasta el corazón.

Entre el “campo magnético” de la raíz de la nariz y el corazón, existen vías secretas, “nadis” o canales maravillosos.

Cierto camino secreto conecta a la raíz de la nariz con el chakra Capital, que desde el centro del cerebro controla al cardias. Por esa vía circula el fuego. Más tarde prosigue su marcha hasta el corazón mismo, circulando misteriosamente por el anahata nadi.

Vivir todo el drama del Cristo en el mundo astral, es fuera de toda duda algo que nunca podría ser olvidado.

Conforme el Tercer Grado de Poder del Fuego se desarrolla y desenvuelve armoniosamente en el cuerpo astral, los diversos acontecimientos del drama crístico devienen abiertos.

Cuando el fuego sagrado llega al puerto maravilloso del corazón tranquilo, vivenciamos entonces aquel simbolismo relacionado íntimamente con la muerte y resurrección del Cristo.

Terrible resulta ese instante en el que el “Longinus” simbólico, clava en el costado del iniciado la “Lanza Sacra”, el emblema extraordinario de la fuerza fálica.

Parsifal sanó con tal asta la espantosa llaga que ardía dolorosa en el costado del Rey Amfortas.

Cuando yo fui aprobado secretamente por cierta potencia sideral, los tenebrosos Adeptos de la Mano Izquierda me atacaron llenos de gran odio.

Entre los misterios de las grandes catedrales no falta jamás el “Santo Sepulcro” y es evidente que no podía faltar el mío en la iniciación.

En instantes en que escribo estas líneas viene a mi memoria el momento iniciático de Ginés de Lara.

No había efectivamente, en aquel instante esotérico del insigne iniciado, doncella alguna del “Gran Linaje”, hija del fundador del monasterio acompañándole, ni más “Ome Bueno” que el propio maestro guía, quien lo condujo hasta el Sancta-Sanctorum o Adyta de aquel templo, donde el neófito halló, en el centro de una riquísima estancia de mármol, un sepulcro suntuoso herméticamente cerrado, y cuya pesada tapa levantó fácilmente con sus propias manos Ginés, obedeciendo al Maestro, y vio en el mismo con gran sorpresa suya a su propio cuerpo físico.

A diferencia de Ginés de Lara, yo vi en el sepulcro a mi propio cuerpo astral. Comprendí entonces que debía pasar por la resurrección esotérica.

Incuestionablemente debe resucitar en nosotros el gran maestro masón Hiram Abiff. “El Rey ha muerto ¡Viva el Rey!”.

Resurrección realista, cruda, legítima, auténtica, sólo es posible en la Segunda Montaña. En estos párrafos sólo nos estamos refiriendo enfáticamente a la simbólica resurrección iniciática.

Dentro del Santo Sepulcro hube de permanecer astralmente por espacio de tres días, antes de la mencionada resurrección simbólica.

El descenso a la oscura morada de Plutón fue indispensable después de todo el proceso simbólico resurrectivo.

Recapitulaciones tenebrosas hube de iniciar entre las entrañas más profundas de la Tierra. Allí donde el Dante florentino encontrara la ciudad de Dite.

La ascensión progresiva se realizó lentamente, a través de los diversos estratos del reino mineral sumergido.

Recapitulación escénica, vívida, progresiva, ascendente, fue indispensable para el pleno conocimiento del “Sí Mismo”, del “Mí Mismo”.

Recapitular antiguos errores abismales suele ser útil cuando se trata de disolver el Ego.

Conocer nuestros propios errores psicológicos es ciertamente urgente, inaplazable.

—¡Soy un Santo! –exclamé ante un grupo de damas elegantes, que tenebrosas tomaron asiento en suntuoso salón abismal–.

Aquellas mujeres se rieron de mí burlándose de buena gana, a tiempo que con cierto mohín muy provocativo repetían irónicamente:

—¡Santo!, ¡Santo!, ¡Santo!...

Tenían razón esas desdichadas criaturas. En aquella época todavía no había disuelto el Ego. Era un bodhisattva caído.

Escrito está con carbones encendidos en el “Libro de Todos los Esplendores” que en la morada de Plutón “la verdad se disfraza de tinieblas”. “Daemonium est Deus inversus” escribió H.P.B.

Ascensión simbólica, iniciática, instructiva; empero, diferente a la ascensión lógica de la Tercera Montaña.

Diecinueve días después de haber iniciado la marcha ascendente abismal, los adeptos de la Fraternidad Oculta eliminaron de mi bajo vientre cierta capa o sustancia atómica semejante a la piel del organismo humano.

Dentro del microcosmos hombre, tal capa atómica es como una gran puerta que da acceso a los bajos fondos abismales.

Mientras ese elemento atómico exista en los individuos, la esencia permanecerá demasiado autoencerrada en el Ego.

Quitada esa puerta atómica en la contraparte astral del vientre, los adeptos deben entonces curar tal zona ventral.

Cuando el Tercer Grado de Poder del Fuego logra salir por la parte superior del cráneo, asume la mística figura del Espíritu Santo, blanca paloma con cabeza de anciano venerable.

Inmaculada criatura divinal sobre la torre del templo posada, en místico acecho, aguardando dichosa el instante supremo de la iniciación.

Recordando antiguos errores de anteriores reencarnaciones, hube de pasar a los treinta y tres días por un acontecimiento insólito, inusitado.

Tres de los cuatro estados fundamentales de la conciencia, hubieron de ser sometidos a la prueba de fuego.

Definir estos cuatro estados de la conciencia es urgente para bien de nuestros amados lectores:

A) Eikasia.

B) Pistis.

C) Diánoia.

D) Nous.

El primero de estos cuatro estados es inconsciencia profunda, barbarie en marcha, sueño infrahumano, crueldad, etc., etc., etc.

El segundo de tales estados se corresponde exactamente con todos los procesos razonativos: opiniones, sectarismo, fanatismo, etc., etc., etc.

El tercero se manifiesta como sintetismo conceptual, cientifismo, revisión intelectiva de creencias, inducción, deducción de tipo reflexivo, estudios muy serios sobre fenómenos y leyes, etc., etc., etc.

El cuarto es conciencia despierta; estado de Turiya, clarividencia realmente objetiva, iluminada, perfecta; polividencia, etc., etc., etc.

Salí victorioso en la difícil prueba. Incuestionablemente, en la senda del “Filo de la Navaja” debemos ser probados muchas veces.

El simbolismo hermético de la citada prueba esotérica fue muy interesante. “Tres doncellas” muy serenas entre el fuego. ¡Victoria! fue el resultado.

Hoy en día ya me encuentro firmemente establecido en los estados dianoético y noético. No está de más aseverar que Eikasia y Pistis fueron eliminados de mi naturaleza a través de las terribles ordalías de la iniciación.

Treinta y siete días después de haber iniciado revisiones abismales, hube entonces de estudiar en forma directa las doce constelaciones zodiacales, bajo cuya regencia evolucionamos e involucionamos constantemente.

Cada una de las doce constelaciones zodiacales resplandece con su tono peculiar.

La luz astral de la constelación de Leo es de un bellísimo color oro y uno se siente inspirado cuando la contempla.

El final de todos los procesos relacionados con la ascensión es siempre anunciado por cuatro ángeles, que, vueltos hacia los cuatro puntos cardinales del planeta Tierra, hacen cada uno sonar su trompeta.

Dentro del templo se me entregó la blanca paloma del Espíritu Santo, como diciéndome: “Trabajad intensamente en la Novena Esfera” si es que queréis encarnar en ti mismo al “Tercer Logos”. Todos estos procesos simbólicos de la ascensión concluyeron a los cuarenta días.

La ceremonia final se realizó en el mundo causal. Lo que entonces sentí y vi fue ciertamente extraordinario.

El Gran Iniciador fue entonces Sanat Kummara, el fundador del Gran Colegio de Iniciados de la Venerable Logia Blanca.

En el altar, con la caña de siete nudos en su potente diestra, aquel Gran Ser resplandecía terriblemente divino.

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Capítulo 16.- La Cuarta Iniciación del Fuego

Ese triste homúnculo racional, equivocadamente denominado “hombre”, es muy semejante a un barco fatal tripulado por muchos izquierdos y tenebrosos pasajeros. Quiero referirme a los Yoes.

Incuestionablemente, cada uno de éstos en particular tiene su propia mente, ideas, conceptos, opiniones, emociones, etc., etc., etc.

Obviamente estamos llenos de infinitas contradicciones psicológicas. Si nos pudiésemos ver en un espejo de cuerpo entero tal como internamente somos, quedaríamos horrorizados de nosotros mismos.

El tipo de mente que en un momento dado se exprese en nosotros a través de los diversos funcionalismos cerebrales, depende exclusivamente de la calidad del Yo en acción (véase capítulo 3, párrafo titulado el Ego).

Es evidente, palmaria y manifiesta en cada uno de nosotros, la existencia interior de muchas mentes.

Ciertamente no somos poseedores de una mente individual, particular. Tenemos muchas mentes.

Necesitamos con urgencia máxima, inaplazable, crear el “cuerpo mental”, mas esto sólo es posible transmutando el “Hidrógeno Sexual SI-12”.

Mediante el sahaja maithuna (magia sexual), podemos y hasta debemos pasar el excedente del Hidrógeno Sexual SI-12 no utilizado en la fabricación del cuerpo astral, a una segunda octava de orden superior.

La cristalización de tal hidrógeno en la forma esplendente y maravillosa del cuerpo mental, es un axioma de la sabiduría hermética.

Ostensiblemente, esta cristalización del citado hidrógeno sexual se procesa solemnemente de acuerdo con las notas DO RE MI FA SOL LA SI en segunda octava trascendente.

Alimentación es diferente. Es evidente que cualquier organismo que deviene a la existencia, necesita su alimento específico y su nutrición. El cuerpo mental no es una excepción a la regla general.

El excedente del Hidrógeno-24 no gastado en la alimentación del cuerpo astral, se convierte en Hidrógeno-12 (No se confunda a este último con el Hidrógeno Sexual SI-12). Como consecuencia o corolario evidente, es lícito aseverar claramente que el Hidrógeno-12 es el alimento cardinal y definitivo para el cuerpo mental.

No es posible lograr la plena individualización del entendimiento sin la creación de un cuerpo Mental.

Sólo creando tal vehículo poseemos “manas inferior organizado”, mente concreta particular individual.

El fundamento de esta creación se encuentra en la “Novena Esfera” (el sexo). Trabajar en la “Fragua Encendida de Vulcano” es indispensable.

Es evidente que uno sabe que posee un cuerpo mental, cuando puede viajar con él consciente y positivamente a través de los mundos suprasensibles.

Mi caso particular fue ciertamente algo muy especial. Yo nací con cuerpo mental. Ya lo había creado en un pasado remotísimo, mucho antes de que rayara la aurora del mahamanvántara de Padma o Loto de Oro.

Realmente ahora sólo necesitaba con urgencia máxima, inaplazable, recapitular la Cuarta Iniciación del Fuego y restaurar los flamígeros poderes en el ya mencionado vehículo.

El Resplandeciente Dragón de Sabiduría –quiero referirme al Logos del Sistema Solar de Ors– confió a un especialista la noble misión de asistirme y ayudarme.

Levantar la cuarta serpiente a lo largo del canal medular del cuerpo mental, de vértebra en vértebra y de chakra en chakra, es ciertamente algo muy lento y espantosamente difícil.

Antes que la llama de oro pueda arder con luz serena, la lámpara debe estar bien cuidada y en lugar libre de todo viento.

Los pensamientos terrenales deben caer muertos ante las puertas del templo.

La mente que es esclava de los sentidos, hace al alma tan inválida como el bote que el viento extravía sobre las aguas.

Asombrado percibí los múltiples esplendores de la pentalfa maravillosa sobre los candeleros sacratísimos del templo.

Traspasé dichoso el umbral del Santuario. Mis pensamientos flameaban ardientemente.

Comprendí claramente que durante el trabajo en la Novena Esfera, debería separar muy cuidadosamente el humo de las llamas.

El humo es horror, tinieblas, bestialidad. La llama es luz, amor, castidad trascendente.

Cualquier impacto exterior origina reacciones ondulatorias en la mente. Estas últimas en sí mismas tienen su núcleo fundamental en el Ego, el Yo, el Mí mismo.

Ejercer absoluto control sobre las citadas reacciones mentales es ciertamente indispensable.

Necesitamos volvernos indiferentes ante la alabanza y el vituperio, ante el triunfo y la derrota.

Sonreír antes los insultadores, besar el látigo del verdugo, es indispensable. Recordad que las palabras hirientes no tienen más valor que el que le da el ofendido.

Cuando no le damos valor alguno a las palabras de los insultadores, éstas quedan como un cheque sin fondos.

El Guardián del Umbral, en el mundo de la mente, deviene personificando al Ego, al Yo.

Afrontar con heroísmo la terrible prueba, vencer realmente al hermano terrible –como se le denomina en la Masonería Oculta– es indispensable en la Cuarta Iniciación del Fuego.

Sin temor alguno, prestamente desenvainé la flamígera espada. Lo que sucedió después fue extraordinario. La larva del umbral huyó despavorida.

Es ostensible que tal prueba adviene siempre después que las “Alas Ígneas” han sido abiertas.

Es una tremenda verdad que cuando el fuego sagrado ascendiendo llega a la altura del corazón, se abren siempre las radiantes alas angélicas.

Incuestionablemente las ardientes alas nos permiten entrar instantáneamente en cualquier departamento del Reino.

Otro evento cósmico maravilloso que hube de vivenciar en mí mismo durante los múltiples procesos de la Cuarta Iniciación del Fuego, fue ciertamente el de la entrada victoriosa de Jesús en la ciudad querida de los profetas.

Quien quiera realmente ingresar a la Jerusalén de arriba (los mundos superiores), debe libertarse del cuerpo, de los afectos y de la mente.

Es urgente, indispensable, inaplazable, montar en el simbólico asno (la mente), domarlo, controlarlo. Sólo así es posible liberarnos de éste para ingresar a los mundos del espíritu (la Jerusalén Celestial). Sentí que mi gastado cuerpo físico se desintegraba y moría. En esos momentos clamó con gran voz el Divino Rabí de Galilea diciendo: “Ese cuerpo ya no te sirve”.

Dichoso me escapé de la destruida forma de vestido con el “to soma heliakón”, el cuerpo de oro del Hombre Solar.

Cuando el fuego sagrado resplandeció solemnemente en la estrella flamígera y en la cruz estrellada, mi Divina Madre Kundalini particular, individual, fue agasajada en el templo.

El Kundalini floreció en mis labios fecundos hecho Verbo, cuando el fuego llegó a la laringe creadora.

Todavía recuerdo aquel instante en que se celebró la fiesta. Los Adeptos de la Fraternidad Oculta me premiaron con un símbolo maravilloso que todavía conservo.

Extraordinario fue aquel momento en que el fuego del Kundalini llegó a la altura del cerebelo. Entonces mi cuerpo mental pasó por la simbólica crucifixión del Señor.

Notorio resultó el ascenso de la flama erótica a la vértebra treinta y dos. En esos momentos de gran solemnidad comprendí los misterios relacionados con el grado de “León de la Ley”.

Cuando una ley inferior es trascendida por una ley superior, la ley superior lava a la ley inferior.

Al “León de la Ley” se combate con la balanza.

Haz buenas obras para que pagues tus deudas.

Cierta campana metálica hizo estremecer solemnemente todos los ámbitos del Universo, cuando el fuego divino abrió el loto de los mil pétalos (el chakra Sahasrara). En esos instantes de beatitud suprema escuché coros inefables que resonaron en el espacio sagrado.

Más tarde hube de llevar pacientemente la flama erótica hasta el campo magnético de la raíz de la nariz.

Aprovechando inteligentemente cierto hilo nervioso, secreto, proseguí después conduciendo el fuego hasta la región del Tálamus, región donde está ubicado el chakra capital que controla al corazón.

Por último aproveché inteligentemente el Anahata Nadi para llevar la flama sexual hasta el Templo-Corazón.

La ceremonia final de aquella iniciación fue realmente extraordinaria, sublime, terriblemente divina.

Aquella noche mística el templo estaba vestido de gloria. Imposible describir tanta belleza...

Sanat Kummara, el gran hierofante, me aguardaba austero en su trono regio. Yo entré con profunda veneración dentro del sacro recinto...

Ante este Gran Inmolado, como H.P.B. suele llamarle, mi Divina Madre Kundalini con infinito amor puso sobre mi cabeza el manto amarillo de los Budhas y la extraordinaria diadema en la cual resplandece el Ojo de Shiva.

—¡Éste es mi Hijo Muy Amado! –exclamó mi Madre, y luego añadió–: Él es un Budha.

El Anciano de los Días, Sanata Kummara, el ilustre fundador del Gran Colegio de Iniciados de la Logia Blanca en el Planeta Tierra, acercándoseme puso en mis manos el símbolo del imperator (la esfera con la cruz encima).

En esos instantes se escucharon acordes angélicos, regias sinfonías basadas en los ritmos del Mahaván y Chotaván que sostienen al universo firme en su marcha.

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Capítulo 17.- La Quinta Iniciación del Fuego

Nosotros aseveramos con gran solemnidad y sin mucha prosopopeya el tremendo realismo palpable y evidente de tres tipos específicos de acción:

A.) Actos basados en la Ley de los Accidentes.

B.) Actos fundamentados en las Leyes Eternas de Retorno y Recurrencia.

C.) Actos maravillosos nacidos de la Voluntad Consciente.

El basamento del primer tipo de acción es ciertamente la mecanicidad natural de todo este orden de cosas.

Elemento primordial del segundo tipo de acción es, fuera de toda duda, la incesante repetición de muchos dramas, comedias y tragedias.

Esto sucede siempre de vida en vida a través del tiempo y el espacio, en el Valle Doloroso del Samsara.

El drama es para las gentes más o menos buenas, la comedia para los payasos y la tragedia para los perversos.

Todo vuelve a ocurrir tal como ocurrió, más las consecuencias positivas o negativas.

La causa causarum del tercer tipo de acción es ciertamente el cuerpo causal o cuerpo de la voluntad consciente.

Como consecuencia o corolario podemos asentar el siguiente enunciado: “Sólo son posibles los actos nacidos de la voluntad consciente, cuando nos hemos dado el lujo de crear para nuestro uso particular un cuerpo causal”. El Hidrógeno Sexual Si-12, mediante la sexo-yoga con su famoso sahaja maithuna (magia sexual), puede y debe pasar a una tercera octava de orden superior.

La cristalización del citado hidrógeno en la forma esplendente y maravillosa del cuerpo causal, se procesará con las notas DO RE MI FA SOL LA SI en la mencionada octava.

Alimentación es diferente. El cuerpo causal también necesita su alimento y éste deviene perfecto del excedente Hidrógeno-12 no consumido en el cuerpo Mental.

Obviamente el Hidrógeno-12 (no se confunda con el Hidrógeno Sexual Si-12) puede y debe convertirse en Hidrógeno-6 que es el alimento específico del cuerpo Causal.

Incuestionablemente las pobres gentes, como quiera que no poseen realmente el cuerpo de la voluntad consciente, siempre son fatalmente víctimas de las circunstancias.

El imperativo categórico, la facultad determinativa, aquella que nos permite originar nuevas circunstancias, sólo es posible cuando se posee el cuerpo causal o cuerpo de la voluntad consciente.

Con gran sinceridad y tremendo realismo gnóstico hemos de afirmar lo siguiente: El animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, no tiene los cuerpos astral, mental y causal. Nunca los ha creado.

Inaceptable, insostenible, inadmisible suponer siquiera por un instante la plena manifestación del hombre, cuando ni siquiera se han elaborado los citados vehículos suprasensibles.

Condición básica, indispensable, urgente, cuando de verdad queremos convertirnos en hombres auténticos, es crear dentro de nosotros mismos los mencionados vehículos.

Grave error es creer que los bípedos tri-cerebrados o tri-centrados vengan a este mundo con tales cuerpos.

En la médula y en el semen existen infinitas posibilidades que, desarrolladas, pueden transformarnos en hombres legítimos. Sin embargo, aquellas podrían perderse, y hasta es normal que se pierdan cuando no trabajamos con la escala fundamental de los hidrógenos.

El humanoide intelectivo no es hombre, pero presume de tal, supone equivocadamente que lo es, y por mera ignorancia trata de usurpar un puesto que no le corresponde. Se cree el rey de la creación, cuando ni siquiera es rey de sí mismo.

La inmortalidad es algo muy serio. Empero hay que lograrla mediante el sahaja maithuna (magia sexual).

Quien se fabrica un cuerpo astral, de hecho y por derecho propio se hace inmortal en el mundo de las veinticuatro leyes.

Quien se da el lujo de crearse un cuerpo mental, ostensiblemente alcanza la inmortalidad en el mundo de las doce leyes.

Quien se forja un cuerpo causal, indubitablemente logra la ansiada inmortalidad en el mundo de las seis leyes.

Sólo fabricando los precitados vehículos solares podemos encarnar eso que se llama “alma humana”. Quiero referirme al tercer aspecto de la Trimurti Indostánica “Atman-Budhi-Manas”.

Mucho se ha dicho ahora sobre el famoso to soma heliakón (el cuerpo de o del hombre solar).

Incuestionablemente se trata del “traje de Bodas del Alma” citado por el bíblico evangelio crístico.

Obviamente tal vestidura está compuesta por los cuerpos suprasensibles, por esas extraordinarias cristalizaciones del Hidrógeno Sexual SI-12. En modo alguno es posible penetrar en el Sanctum Regnum, Regnum Dei, Magiae Regnum sin el Traje de Bodas del Alma.

Con el sano propósito de iluminar aun más estos párrafos, a continuación transcribimos la Parábola de la Fiesta de Bodas:

Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:

El Reino de los Cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo.

Envió sus siervos a llamar los convidados a las bodas, mas éstos no quisieron venir.

Volvió a enviar otros siervos diciendo: “Decid a los convidados: he aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos y todo está dispuesto; venid a las bodas”.

Mas ellos sin hacer caso se fueron, uno a su labranza y otro a sus negocios.

Otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron.

Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas y quemó su ciudad.

Entonces dijo a sus siervos: “Las bodas a la verdad están preparadas, mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis”.

Saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos, y las bodas fueron llenas de convidados.

Y entró el Rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.

Y le dijo: Amigo ¿Cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.

Entonces el Rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.

Es notorio y evidente que aquel convidado que no estaba vestido con el “Traje de Bodas del Alma” no podía legítimamente recibir el calificativo de “hombre”. Empero se le otorga tal término simplemente por amor y respeto a nuestros semejantes.

Grotesca habría resultado la parábola si hubiese dicho que allí había un animal que no estaba vestido de boda.

Obviamente ningún animal –incluyendo a la bestia intelectual– está jamás vestida con el “Traje de Bodas del Alma”.

Empero, volvamos a mi caso personal para que nos acerquemos un poco más a la finalidad de este capítulo.

En nombre de la verdad debo decir con entera claridad que yo nací con los cuatro cuerpos: físico, astral, mental y causal.

Restaurar el poder del fuego en cada cuerpo, recapitular iniciaciones, me fue ciertamente indispensable, urgente, inaplazable.

Después de las cuatro iniciaciones anteriores, hube de repasar pacientemente la Quinta Iniciación del Fuego.

Al término “repasar” quiero en estas líneas darle un significado intrínseco, trascendente y trascendental.

Como quiera que en vidas anteriores ya había pasado por las cósmicas Iniciaciones del Fuego, sólo necesitaba ahora repasarlas.

Cuando pedí al Logos de nuestro Sistema Solar de Ors permiso para ingresar a los Misterios de la Quinta Iniciación del Fuego, se me dio la siguiente respuesta: “Tú ya no necesitas pedir permiso para entrar en la Iniciación, tienes todo el derecho de hacerlo”.

El bendito confió entonces a un noble especialista del mundo causal, la misión de asistirme y ayudarme.

El citado especialista hubo de conducirme inteligentemente el Fuego Sagrado por el canal medular espinal del cuerpo causal o cuerpo de la voluntad consciente.

El despertar de la Quinta Serpiente Ígnea de nuestros mágicos poderes en el chakra Mulhadara del hueso coxígeo, fue celebrado en el templo con una gran fiesta.

El ascenso del Kundalini de vértebra en vértebra y de chacra en chacra a lo largo de la espina dorsal del cuerpo causal, se realizó muy lentamente de acuerdo con los méritos del corazón.

Como quiera que nací despierto y que gozo ciertamente de eso que podríamos llamar “conciencia objetiva” y “conocimiento objetivo”, me fue muy fácil traer los recuerdos del mundo causal al cerebro físico.

Aclaro: La moderna Psicología Revolucionaria de la Nueva Era del Acuario usa los términos “objetivo” y “subjetivo” en la siguiente forma:

A) Objetivo.- Real, espiritual, verdadero, divinal, etc.

B) Subjetivo.- Vago, incoherente, impreciso, ilusorio, fantástico, absurdo.

En el mundo de las causas naturales comprendí la necesidad de aprender a obedecer al Padre así en la Tierra como en los Cielos.

Ingresar al templo de la música de las esferas en esa región cósmica, ciertamente fue una de mis mayores dichas.

En el umbral de ese templo, el Guardián me enseñó uno de los secretos saludos de la Fraternidad Oculta.

El rostro de aquel Guardián parecía un relámpago. Cuando ese hombre vivió en el mundo se llamó Beethoven.

En el Mundo Causal encontré a muchos bodhisattvas trabajando intensamente por la humanidad.

Esos Hombres Causales se desenvuelven maravillosamente cada uno bajo la dirección de su Dios Interno.

Sólo el Hombre Causal ha logrado definitivamente la inmortalidad. Esa clase de seres está más allá del bien y del mal.

Vivenciar el Drama del Cristo Cósmico en esas regiones, convertirse uno en el personaje central de todo el Vía Crucis, es ciertamente algo que jamás se podría olvidar. Necesitamos refinarnos, quintaesenciarnos, purificarnos realmente, si es que en verdad anhelamos vivenciar seriamente las tremendas realidades contenidas en el divino simbolismo crístico.

Sin frenar en modo alguno mis íntimos anhelos, confieso sinceramente que en el mundo de las causas naturales me vi a mí mismo cargando con el peso de mi propia cruz ante las profanas muchedumbres, que enfurecidas me apedreaban.

Muy señalado me pareció el rostro del adorable, estampado milagrosamente en el paño sagrado de la Verónica.

No está de más recordar que los arqueólogos descubrieron muchas cabezas de piedra coronadas de espinas; tales efigies pertenecen a la edad de bronce.

Esto es claro que viene a recordarnos la Runa Espina sobre la cual ya hablamos ampliamente en el «Tratado Esotérico de Magia Rúnica».

Cualquier persona versada en Gnosticismo Universal, sabe muy bien lo que significa tal Runa.

La honda significación del divino rostro con la cabeza coronada de espinas es: “Voluntad Cristo”.

Con singular diafanidad y transparencia divinales, vi extático resplandecer el paño de la Verónica sobre el Ara Sacra en la noche de la iniciación.

El evento cósmico final devino inevitablemente cuando la Quinta Serpiente, después de haber pasado por la glándula pineal y campo magnético de la raíz de la nariz, llegó hasta su correspondiente cámara secreta en el corazón tranquilo.

Entonces, fusionado con mi Real Ser Interior, dichoso sentí que regresaba al estado infantil paradisíaco.

Concluida la ceremonia final me prosterné ante mi Gurú “Adolfito” exclamando:

—Gracias Venerable Maestro, a ti debo todo esto.

El Mahatma bendito, poniéndose de pie, contestó:

—No me deis las gracias. Lo que necesito saber es cómo os vais a portar ahora en la vida.

—Los hechos están hablando por mí, Venerable Maestro, tú lo estáis viendo.

Tales fueron entonces mis palabras.

Posteriormente fui visitado por un Gran Genio Elemental. Quiero referirme a aquel Deiduso que personifica a la Esfinge del Desierto de Egipto.

Aquel ser traía los pies llenos de lodo. Entendí su honda significación esotérica ocultista.

—Traéis los pies llenos de lodo –le dije–.

La misteriosa criatura guardó silencio. Incuestionablemente el lavatorio de pies me estaba haciendo falta.

Cuando quise depositar en sus mejillas el Ósculo Santo, delicadamente me llamó al orden diciendo:

—Bésame con pureza.

Yo así lo hice.

Más tarde me visitó Isis, a quien ningún mortal ha levantado el velo, mi Divina Madre Kundalini. Yo le interrogué de inmediato sobre resultados.

—¡Oh Madre mía! ¿Tengo entonces ya las cinco serpientes levantadas?

—¡Si, Hijo mío!.

—Quiero ahora que me ayudes a levantar las culebras sexta y séptima.

—Ésas las tenéis levantadas.

En esos instantes surgió en mí la perfecta recordación de mí mismo.

—¡Ah! Yo soy un antiguo maestrito. Estaba caído, ahora lo recuerdo.

—Sí, hijo mío, eres un maestro.

—¡Oh, Devi Kundalini! Tú eres Laksmi, la esposa de Vishnú. ¡Madre Adorable! Tú eres la Divina Prometida de Shiva. ¡Virgen Venerable! Tú eres la acuosa Sarasvati, la consorte de Brahama.

¡Oh, querido lector! escúchame: Ella ciertamente es el eterno femenino representado por la Luna y por el Agua. La Magna Mater de la cual proviene la “M” mágica y el famoso jeroglífico de Acuario.

Incuestionablemente Ella es también la Matriz Universal del Gran Abismo, la Venus primitiva, la Gran Madre Virgen que surge de las olas del mar con Cupido-Eros, que es su hijo.

Fuera de toda duda, debemos afirmar francamente y sin ambages que Ella es la Prakriti Indostánica y metafísicamente Aditi y hasta Mulaprakriti.

Jamás podríamos hollar la rocallosa senda que conduce hasta la liberación final, sin el auxilio de la Divina Madre Kundalini.

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Capítulo 18.- Una Aventura Suprasensible

Platicando en el bosque del misterio, tres amigos errabundos llegamos despacito, despacito, despacito, ante la colina sagrada.

Sin el más mínimo temor, fuimos entonces testigos de algo insólito e inusitado. Narrarlo es urgente para bien de nuestros muy amados lectores.

Impoluta roca milenaria abrióse de pronto en el peñascal, como si se hubiese partido exactamente en dos pedazos iguales, dejándonos perplejos y asombrados.

Antes que hubiese tiempo suficiente como para poder justipreciar aquello, sin cavilación alguna, como atraído por extraña fuerza, me acerqué a la misteriosa puerta de granito.

Sin impedimento ajeno, valeroso traspasé el umbral de un templo. En el ínterim mis amigos, serenos, se sentaron frente a la gigantesca mole que ante ellos se cerraba.

Cualquier glosario extraordinario resultaría francamente insuficiente, si intentáramos describir en detalle minucioso todos los portentos de aquel santuario subterráneo.

Sin mundología de ningún tipo, prefiero hablar sobre esto grosso modo, pero sinceramente, limitándome a narrar lo ocurrido.

Telendo, animado por la llama viviente del espíritu, avancé por un estrecho pasillo hasta llegar a un pequeño salón.

Aquel exótico recinto semejaba más bien un bufete, oficina o despacho de abogado.

Ante el escritorio, sentado, hallé a un Arconte del Destino, indescifrable personaje, hermético Juez del Karma, místico provicero vestido como elegante caballero moderno.

¡Cuán sabio resultaba aquel Abogado-Cohén! Vaticinador sublime, infalible y terriblemente divino.

Con profunda veneración me acerqué hasta su escritorio. El Fuego Sagrado resplandeció en su rostro.

De inmediato sentí en forma directa su honda significación.

—Gracias, Venerable Maestro –exclamé con infinita humildad–...

El austero Hierofante con tono sibilino tomó su parábola y dijo:

—Fulano de tal –refiriéndose ostensiblemente a uno de los dos amigos que afuera me aguardaban– es el tipo andrajoso; siempre vivirá en la miseria. Zutano –refiriéndose ahora a mi otro amigo– es el tipo zamuro.

—¿Cómo?

—Zamuro, repito, zamuro. Amigo luchador y espiritual como los progresistas samurais budhistas del Imperio del Sol Naciente.

Por último, dirigiéndose a mi insignificante persona que nada vale, dijo:

—Tú eres el tipo militar porque tendréis que arrastrar multitudes, formar el ejército de Salvación Mundial, iniciar la Nueva Era Acuaria.

Luego prosiguió así:

—Tu misión específica es crear hombres, enseñarle a las gentes a fabricar sus cuerpos astral, mental y causal, para que puedan encarnar su alma humana.

Posteriormente se levantó de su bufete con el evidente propósito de buscar en su biblioteca una de mis obras, y ya que la tuvo en sus manos, embriagado por el éxtasis exclamó:

—El libro que en buena hora enviasteis por correo a fulano de tal, gustó muchísimo.

Lo que sucedió después es fácil corregirlo. Con infinita veneración y gran humildad, sin farfulla de ninguna especie, lejos de toda vana infatuación, me despedí del Venerable y salí del templo.

Discurrir ahora, excogitar, meditar seriamente sobre la cuestión esencial de este relato, es urgente, indispensable.

Excluyendo de nuestro léxico todo rehilete de mal gusto, enfatizamos el siguiente postulado: Es indispensable crear al hombre dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Como quiera que yo estoy enseñando a las gentes la doctrina, obviamente soy un creador de hombres.

Hay necesidad de crear dentro de nosotros mismos la disponibilidad al hombre. No está de más recordar que los tiempos del fin ya llegaron.

Mucho se ha dicho ahora en literatura ocultista sobre las dos sendas. Quiero referirme específicamente a las vías espiral y directa.

Incuestionablemente los dos caminos sólo se abren augustos ante el hombre auténtico, jamás ante el animal intelectual.

Nunca podré olvidar los momentos finales de la Quinta Iniciación del Fuego. Después de todos esos procesos recapitulativos, hube de enfrentarme valerosamente ante un Guardián Nirvánico terriblemente Divino.

El Bienaventurado Señor de Perfecciones mostrándome la Senda Espiral Nirvánica, dijo:

—Este es un trabajo bueno.

Después, señalando la vía directa, exclamó con gran voz como cuando un león ruge, diciendo:

—Éste es un trabajo superior.

Posteriormente lo vi avanzando hacia mí con ese imperativo tremendo de las grandes majestades. Él me interrogó y yo le respondí, estableciéndose el siguiente diálogo:

—¿Por cuál de estos dos caminos vais a seguir ahora?.

—Dejadme que lo piense.

—No lo piense, dígalo inmediatamente, defínase.

—Me voy por el camino directo que conduce hasta el Absoluto.

—Pero ¿Qué está diciendo usted? ¿No se da cuenta de que ese camino es demasiado doloroso?.

—Repito, ¡Yo voy para el Absoluto!

—¿Cómo se le ocurre a usted meterse por ahí? ¿No quiere comprender lo que va a sufrir? ¿Qué le está pasando, señor?.

—Yo voy para el Absoluto.

—Bueno, advertido queda.

Estas fueron las palabras finales del Guardián. Después se retiró solemne.

Otra noche, fuera de mis cuerpos suprasensibles, en total ejercicio de funciones como Atman u “hombre-espíritu”, en pleno Nirvana, solitario me hallaba sobre la hermosa terraza de la mansión de las delicias en el rincón del amor.

Yo vi a los habitantes de esa región en número siempre creciente, flotando en el espacio sagrado.

Felices tomaron asiento en el paraje lleno de perfumadas flores. Algoritmia divinal, estro sublime, numen inolvidable.

Atman-Budhi-Manas, Trimurtis de Perfección. En instantes en que escribo estas líneas se me ocurre repetir aquel versículo del libro de «La Morada Oculta» que a la letra dice:

Yo soy el cocodrilo sagrado Sebek.

Yo soy la llama de tres pabilos,

y mis pabilos son inmortales.

Yo entro en la región de Sekem,

Yo entro en la región de las llamas

que han derrotado a mis adversarios.

Repentista criatura ígnea tomó la palabra en nombre de la sacra cofradía y dijo:

—Hermano mío ¿Por qué os vais por ese camino tan duro? Aquí en el Nirvana somos felices. Quédate aquí con nosotros.

Mi respuesta llena de gran energía fue la siguiente:

—No pudieron los animales intelectuales con sus tentaciones, mucho menos ustedes los Dioses. ¡Yo voy para el Absoluto!.

Los inefables callaron y yo me retiré precipitadamente de aquella morada.

La Voz del Silencio ha dicho: “El bodhisattva que renuncia al Nirvana por amor a la humanidad es confirmado tres veces honrado, y después de muchos Nirvanas ganados y perdidos por esa causa, se gana el derecho de entrar en un mundo de supernirvánica felicidad.”

El Nirvana tiene ciclos de actividad y ciclos de profundo reposo. Por esta época del siglo XX se encuentra en el período de acción.

Los Nirvanis que se reencarnaron durante las primeras razas, sólo ahora han vuelto a reencarnarse. Pasada esta época, se sumergirán entre la dicha infinita hasta el futuro mahamanvántara.

La senda del deber largo y amargo es diferente. Implica renunciación total. Empero, nos conduce directamente al Absoluto.

Cualquier noche de esas tantas, encontrándome feliz en estado de samadhí, vi resplandecer con tintes purpúreos al planeta Marte.

Sus vibraciones eran ciertamente de carácter telepático. Sentí en mi corazón tranquilo que se me llamaba urgentemente desde el núcleo central de aquella mole planetaria; ese centelleo resultaba inconfundible.

Presto me transporté vestido con el to soma heliakón hasta las vivientes entrañas de aquel mundo.

Vestido con el traje de las milicias celestes, resplandeciente me aguardaba Samael, mi propia Mónada Individual, mi Real Ser Íntimo, el Regente Divinal de aquel planeta.

Reverente me prosterné ante el omniscio ínclito Señor de aquel lugar, y luego tomando la palabra dije:

—Aquí estoy, Padre mío ¿Para qué me habéis llamado?

—Tú, Hijo mío, te olvidas de mí.

—No, Padre mío, yo no me olvido de ti.

—Sí, Hijo mío, si a ti te entregan la portería del Universo, te olvidas de mí.

—¡Oh Padre mío! Yo he venido a besar tu mano y a recibir tu bendición.

El Omnimisericordioso me bendijo y yo hincado besé su diestra. En el fondo del templo planetario aparecía un lecho de dolor.

Posteriormente entré en profundas reflexiones. ¿Por qué elegí yo mismo el camino? ¿Por qué olvidé a mi Padre ante la terrible presencia del Guardián de los caminos?

Jesús, el Gran Sacerdote Gnóstico, en el Monte de los Olivos nos dio una gran lección cuando exclamó: “Padre mío, si es posible pasa de mí este Cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la tuya”.

Dieciocho años después, tronando y relampagueando, rasgué mis vestiduras protestando por tanto dolor. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!.

Una Virgen del Nirvana me respondió:

—Así es el camino que tú mismo escogisteis. Para nosotros, los habitantes del Nirvana, los triunfos son menores y por eso es evidente que sufrimos menos. Empero, como tus triunfos serán mayores, tus sufrimientos también serán más intensos.

Cuando quise descansar un poco, los agentes del Karma me recriminaron diciendo:

—¿Qué le pasa Señor? ¿Va Ud. a andar? ¡Circule amigo! ¡Circule! ¡Circule!.

Pacientemente continué la marcha por la rocallosa senda que conduce a la liberación final.

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Capítulo 19.- Persecuciones

En las vertientes tropicales de la Sierra Nevada, a orillas del “Macuriba” o “Mar Caribe”, yo hube de recapitular pacientemente los diversos procesos esotéricos iniciáticos de la Tercera, Cuarta y Quinta Iniciaciones del Fuego.

Allí vivía austero con cierto grupo muy selecto de estudiantes gnósticos, muy lejos de tanto sandio, panarra, pazguato, del vano intelectualismo.

Probos e irreprochables anacoretas gnósticos, agradecidos, habíanme construido con maderas de aquellos bosques sencilla morada.

Quiero evocar ahora siquiera por un momento a todos esos esclarecidos varones, algunos de los cuales en estos instantes sobresalen como notables misioneros internacionales.

¡Desde esta mi antigua tierra mexicana os saludo, perínclitos señores de la Nevada Sierra Sur Americana!.

Quiero incluir también dentro de estas mis salutaciones a sus mujeres y sus hijos y a los hijos de sus hijos.

¡Cuán dichoso moraba en aquel nemoroso refugio del boscaje profundo, fuera del mundanal bullicio!.

Entonces retorné a los paraísos elementales de la Naturaleza y los príncipes del fuego, los aires, las aguas y la perfumada tierra me entregaron sus secretos.

Un día cualquiera, no importa cual, algunos de estos cenobitas del Gnosticismo Universal, afanosos tocaron en la puerta de mi morada para suplicarme apagara el fuego.

El crepitar incesante del ígneo elemento, avanzaba terrible a través de la espesa umbría, incinerando todo lo que hallaba a su paso.

Espantosa cremación amenazaba a cultivos y cabañas. En vano se hicieron zanjas, cunetas, con el propósito de detener la marcha triunfal del fuego.

El ígneo elemento traspasaba ardiente todo foso y arrollaba, amenazando inclemente todas las inmediaciones, contornos, afueras y aledaños.

Obviamente, yo jamás he sido bombero o “traga-humos” como simpáticamente se les apoda a esos heroicos servidores públicos.

Empero, confieso francamente y sin ambages que en esos instantes la suerte de todos estos hermanos gnósticos estaba en mis manos. ¿Qué hacer?.

Yo anhelaba servirles del mejor modo posible y ésta era, fuera de toda duda, una de mis mejores oportunidades.

Infando, absurdo y hasta ingrato habría sido negar tan urgente auxilio. No sólo se paga karma por el mal que se hace, sino por el bien que se deja de hacer, pudiéndose hacer.

Así pues, resolví operar mágicamente. Avanzando sobre mis pies hasta la alcandora titánica, me senté muy cerca de allí y luego me concentré en el Íntimo.

Orando secretamente, le supliqué al mismo invocara a “Agni”, el ingente y preclaro Dios del Fuego.

El Íntimo escuchó mi plegaria y clamó con gran voz, como cuando un león ruge, llamando a “Agni”, y siete truenos repitieron sus voces.

Presto estuvo a mi lado el brillante Señor del Fuego, el resplandeciente Hijo de la Llama, el Omnimisericordioso.

Yo lo sentí en toda la presencia de mi Ser y le rogué en nombre de la “caridad universal” disipara aquel incendio.

Ostensiblemente, el Bendito Señor de Perfección consideró justa y perfecta mi demanda.

En forma inusitada surgió de entre el misterio azul del boscaje profundo, una suave brisa perfumada que modificó totalmente el rumbo de esas lenguas de fuego, y entonces de disipó totalmente la candelada.

Otro día, cuando platicaba ante los cenobitas gnósticos en un claro muy bello de la espesura del bosque, muy cerca de las cabañas, nos vimos de pronto amenazados por torrencial aguacero.

Anhelante me concentré en el Íntimo, orando intensamente y pidiéndole invocara a “Paralda”, el Genio Elemental de los inquietos Silfos del Aire.

Olímpico acudió aquel Deva con el evidente propósito de auxiliarme. Yo aproveché la magnífica oportunidad que se me ofrecía y le rogué alejara de aquellos contornos las tormentosas nubes.

Incuestionablemente, estas últimas se abrieron sobre nuestras cabezas en forma de círculo, y luego se marcharon ante los asombrados místicos de aquel rincón del amor.

Por esos tiempos, los hermanos gnósticos viajaban semanalmente hasta las playas arenosas del borrascoso ponto.

Litelantes les encomendaba a aquellos penitentes sinceros, nos trajesen peces y hasta legumbres y frutas, que en la Nevada Sierra no era posible cultivar debido al hambre feroz de las implacables hormigas.

Estas involucionantes criaturas devoraban insaciables flores, frutas y verduras y ciertamente nada podía detenerlas. Así es la vorágine de la selva. Esto lo saben muy bien los divinos y los humanos. Las rondas nocturnas de las “tambochas” u hormigas son ciertamente espantosas.

Las sierpes venenosas, tales como la temible “Talla X” y esas otras reconocidas desde los antiguos tiempos con los clásicos nombres de “Cascabel”, “Coral” y “Mapaná”, medraban espantosas por doquiera, aquí allá y acullá.

Aún recuerdo a un viejo curandero de la montaña, llamado Juan. Ese varón moraba con su esposa en lo más profundo del bosque.

Cual buen samaritano del Antiguo Testamento, aquel hombre con sus preciosos bálsamos sanaba a los humildes montañeros mordidos por las víboras.

Desafortunadamente, aquel señor odiaba a las culebras e implacable y vengativo las mataba sin consideración alguna.

—Amigo Juan, –le dije un día–, usted está en guerra contra las víboras y éstas se preparan para defenderse. Vamos a ver quien gana la batalla.

—Yo odio a las culebras.

—Mejor sería que usted las amara. Recuerde que las serpientes son clarividentes. En el aura astral de esas criaturas resplandece el Zodíaco maravilloso y saben, por experiencia directa, quien las ama de verdad y quien las aborrece.

—Yo no puedo amarlas. Siento que se me descompone el cuerpo cuando las veo. Culebra que se me atraviese en mi camino la mato.

—¡Oh, buen anciano! Doce serpientes os han mordido y, cuando la decimotercera os hiera, moriréis.

Un poco más tarde, cerca a su cabaña solitaria, el viejo fue mordido por una temible culebra que, enroscada tres veces y media, escondida le aguardaba.

Se cumplió mi profecía. El viejo curandero falleció con el Arcano Trece de la Kábala. Ninguno de sus amigos pudo encontrar a la venenosa sierpe.

El anciano médico portaba siempre entre su morral algunas plantas maravillosas; recordemos a las cinco capitanas:

Capitana Solabasta.

Capitana Generala.

Capitana Silbadora.

Capitana Pujadora.

Capitana Lengua de Venado.

Milagrosos vegetales no clasificados por la Botánica y sólo conocidos en la Nevada Sierra, cerca de las tormentosas aguas del “Macuriba”. Extraordinarias plantas mediante las cuales el viejo curandero del bosque solitario sanaba a las víctimas de las serpientes.

No hay duda de que el viejo las usaba terapéuticamente en forma muy sabia, recetándolas ya en forma oral, como té o tisanas, o en forma externa, haciendo lavar la herida o heridas con el cocimiento de tales vegetales.

Los eremitas gnósticos de la Nevada Sierra jamás mataban a las peligrosas víboras. Ellos aprendieron a amarlas sinceramente.

Como consecuencia de este proceder, se ganaron la confianza de las temibles sierpes. Ahora tales culebras venenosas se han convertido en guardianas del Templo. Cuando estos anacoretas de la montaña querían alejar a las serpientes, cantaban llenos de fe los siguientes mantrams:

OSI... OSOA... OSIAS...

Cada vez que esos ermitaños anhelaban de verdad encantar mágicamente a las terribles culebras, silabeaban las misteriosas palabras: OSI... OSOA... OSIAS...

¡Jamás místico alguno de aquella montaña suprimió la vida de alguna sierpe! Esos cenobitas aprendieron a respetar toda existencia. Empero hay ciertas excepciones. Tal es el caso de la preciosa culebra cascabel.

CÁNCER

En nombre de la Verdad quiero dejar sentado en este libro el siguiente enunciado: ¡Ya se descubrió el remedio infalible contra el temible cáncer y éste se encuentra en la serpiente cascabel!

Fórmula salvadora:

Sacrifíquese el citado animal; elimínense cascabeles y cabeza, estas partes no son útiles.

Muélase la carne utilizable hasta reducirla a un fino polvo. Enciérrese tal sustancia entre cápsulas vacías, que bien se pueden conseguir en cualquier farmacia.

Dosis: Tomar una cápsula cada hora.

OBSERVACIÓN: Continúese el tratamiento hasta sanar radicalmente.

ADVERTENCIA: El enfermo deberá eliminar radicalmente toda medicina y limitarse exclusivamente al tratamiento con la víbora.

GAVILANES

Surgen en mi mente, en estos instantes, silvestres reminiscencias, recuerdos de montaña, evocaciones salvajes.

¡Cuánto sufrían aquellos penitentes con las crueles aves de rapiña!. Los astutos gavilanes asolaban los corrales, llevándose entre sus garras a pollos y gallinas.

Yo vi muchas veces a esos sanguinarios pajarracos sobre las ramas de los vecinos árboles posados, acechando a sus indefensas víctimas.

Tragar y ser tragado es la Ley del eterno “Trogo-Autoegocrático Cósmico Común”. Recíproca alimentación de todos los organismos.

Incuestionablemente, tal reciprocidad, correspondencia o mutualidad, deviene íntimamente del elemento activo omnipresente “Okidanok”.

PERSECUCIONES

¡Cuán felices morábamos en nuestras cabañas del bosque solitario! Desafortunadamente vinieron nuevas persecuciones.

Profanas gentes de las vecinas aldeas se dieron a la tarea –por cierto no muy bella– de propagar, contra nos, variadas infundias difamantes.

La comadrería de las señoras, el embuste de los caballeros, el chirimbolo, el cachivache, la chinchorrería, asumió monstruosas figuras y se desató la tempestad.

Incuestionablemente, yo me convertí en el personaje central del drama, contra el que fuera lanzado todo destello, chispazo, fusilazo.

Ese orden de cosas se fue entonces poniendo cada día de mal en peor, y al fin surgió por ahí el acusetas, el soplón, el denunciante.

Alarmada la policía me buscaba por doquiera con órdenes categóricas de aplicarme la ley de fuga.

Ciertamente no era yo para esos pobres gendarmes un simple bolinero o alborotador del pueblo al estilo de Pablo de Tarso, sino algo peor: un brujo del Averno escapado de misteriosos Aquelarres, un pajarraco del mal agüero, un monstruo que era indispensable encarcelar o matar.

Una noche estrellada, hallándome en estado de éxtasis, fui visitado por un Mahatma, quien tomando la palabra dijo:

—Viene en tu búsqueda mucha gente armada; tú debes irte por otro camino.

No está de más aseverar con gran énfasis que yo siempre sé obedecer las órdenes de la Fraternidad Universal Blanca.

Aprovechando el silencio nocturnal, bajé de la montaña por un escarpado y difícil camino.

En “El Plan” –como denominan los eremitas gnósticos a las tierras costeras–, fuera de la Sierra, fui recogido por el Venerable Maestro Gargha Kuichines. Él nos transportó en su carruaje hasta una hermosa ciudad.

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Capítulo 20.- El Secreto del Abismo

Excluyendo de mi mente toda posible farfulla, sin jactancia alguna, humildemente, confieso francamente y sin ambages que después de haber subido por las cinco gradas de las Ígneas Iniciaciones, me fue urgente el desarrollo en la Luz con los Ocho Grados de la Iniciación Venusta.

Trabajar en la “Fragua Encendida de Vulcano” (el sexo) resulta inaplazable cuando de verdad se quiere el completo despertar de la primera serpiente de luz.

Escrito está con palabras de oro en el libro de todos los esplendores lo siguiente: “EL Kundalini se desarrolla, revoluciona y asciende dentro del Aura maravillosa del Mahachohán”.

Incuestionablemente, primero trabajamos con el fuego y luego con la luz. Jamás debemos confundir a las sierpes del Fuego con las víboras de la Luz.

El ascenso extraordinario de la primera serpiente de luz hacia adentro y hacia arriba a lo largo del canal medular Espinal del cuerpo físico, me permitió conocer el secreto del abismo.

El fundamento de tal secreto se encuentra en la Ley de la Caída, tal como fue formulada por San Venoma.

He aquí la formulación que el citado Maestro dio a esta ley cósmica por él descubierta:

“Todas las cosas que existen en el mundo caen hacia el fondo. Y el fondo para cualquier parte del Universo es su estabilidad más próxima. Y dicha estabilidad es el lugar o punto sobre el cual convergen todas las líneas de fuerza provenientes de todas direcciones.

Los centros de todos los soles y de todos los planetas de nuestro Universo son precisamente esos puntos de estabilidad. No son sino los puntos inferiores de aquellas regiones del espacio, hacia las cuales tienden definitivamente las fuerzas provenientes de todas las direcciones de aquella parte dada del Universo. También se concentra en estos puntos el equilibrio que permite a los soles y planetas mantener su posición”.

“El Tigre del Turquestán” comentando dice:

“Al enunciar su principio, San Venoma dijo además que al caer las cosas en el espacio, dondequiera que ello fuese, tendían a caer hacia uno u otro sol, o hacia uno u otro planeta, según a qué sol o planeta perteneciera aquella parte dada del espacio en que caía el objeto, constituyendo cada sol o planeta, en esa esfera determinada, la estabilidad o fondo”.

Los anteriores párrafos entre comillas citados, aluden claramente a los dos aspectos, externo e interno, de la Ley de la Gravedad.

Lo exterior es tan sólo la proyección de lo interior. Siempre se repite en forma tridimensional la gravitación secreta de las esferas.

El núcleo central de esta masa planetaria en que vivimos es, fuera de toda duda, el lugar o punto matemático donde convergen todas las líneas de fuerza provenientes de diversas direcciones.

En el centro de estabilidad planetaria se encuentran y equilibran recíprocamente las fuerzas involutivas y evolutivas de la naturaleza.

Oleadas esenciales inician su evolución en el reino mineral; prosiguen con el estado vegetal; continúan en la escala animal y por último alcanzan el nivel del tipo humanoide intelectivo.

Oleadas de vida descienden luego involucionando de acuerdo con la Ley de la Caída, reviviendo procesos animales, vegetales y minerales, hacia el centro de gravedad terrestre.

Gira la rueda del Samsara. Por el lado derecho asciende Anubis evolucionante y por el izquierdo desciende Tiphón involucionante.

La estadía dentro del estado “humanoide intelectivo” es algo demasiado relativo y circunstancial.

Con mucha justeza se nos ha dicho que cualquier período “humanoide” consta siempre de ciento ocho vidas de tipo evolutivo e involutivo que se procesan y repiten siempre, ya en espiras más elevadas, ya en espiras más bajas.

Aclaro. A cada período “humanoide racional” se le asignan siempre ciento ocho existencias que guardan estricta concordancia matemática con el mismo número de cuentas que forman el collar del Budha.

Después de cada época “humanoide”, de acuerdo con las leyes del tiempo, espacio y movimiento, gira inevitablemente la rueda del Arcano Diez del Tarot. Entonces resulta palmario y manifiesto que las oleadas de vida involucionante descienden en el reino mineral sumergido hacia el centro de estabilidad planetaria, para reascender evolutivamente un poco más tarde.

Cualquier nuevo reascenso evolutivo desde el centro de gravedad terrestre, exige previa desintegración del “Mí Mismo”. Esta es la Muerte Segunda.

Como quiera que la esencia está embotellada entre el Ego, la disolución de este último se hace indispensable a fin de que aquella se libere.

En el centro de estabilidad planetaria se restaura la prístina pureza original de toda esencia.

Tres mil veces gira la rueda del Samsara. Comprender esto, captar su honda significación es indispensable e inaplazable, si es que realmente anhelamos la liberación final.

Continuando con el presente capítulo es necesario llamar la atención del lector, con el propósito de aseverar lo siguiente: Concluidos los tres mil períodos de la gran rueda, cualquier tipo de autorrealización íntima resulta imposible.

En otras palabras, es necesario afirmar el hecho ineludible de que a toda mónada se le asignan matemáticamente tres mil períodos para su autorrealización interior profunda. Es indubitable que, después de la última vuelta de la rueda, las puertas se cierran.

Cuando esto último sucede, entonces la mónada, la chispa inmortal, nuestro Real Ser recoge su esencia y sus principios para absorberse definitivamente entre el seno del Espíritu Universal de Vida (El supremo Parabrahman).

Escrito está con misteriosos caracteres de fuego en el testamento de la Sabiduría Antigua el hecho concreto, claro y definitivo, de que muy pocas son las mónadas divinales o chispas virginales que realmente quieren la maestría.

Cuando una mónada cualquiera anhela ciertamente la maestría, es incuestionable que la consigue trabajando intensivamente a su esencia.

Toda esencia íntimamente trabajada desde adentro por su mónada divina, es muy fácil reconocerla en el mundo de las formas densas. Ese es el caso concreto de cualquier persona con grandes inquietudes espirituales.

Ostensiblemente, tal tipo específico de inquietudes místicas jamás podría existir en personas cuya esencia no hubiere sido trabajada desde adentro por su correspondiente mónada divinal.

Alguna vez, hallándome de vacaciones en el Puerto de Acapulco, en las Costas del Pacífico (México), hube de entrar en el estado yóguico de Nirvi-Kalpa-Samadhí.

Quise entonces saber algo sobre esas mónadas que, después de haber pasado por las tres mil vueltas de la rueda del Samsara, habían perdido ya toda oportunidad cósmica.

Lo que vi en aquella ocasión, lejos del cuerpo, de los afectos y de la mente, fue realmente extraordinario.

Completamente sumergido dentro de la “corriente del sonido”, entre el océano resplandeciente e inmaculado del Supremo Parabrahman, me metí por las puertas de un templo inefable.

No fue necesario interrogar, escudriñar e investigar. En toda la presencia de mi Ser pude vivenciar la tremenda realidad de tales mónadas sublimes. Ellas están más allá del bien y del mal.

Pequeñísimas criaturas inocentes, destellos de la Divinidad, sin autorrealización, seres felices pero sin maestría.

Flotaban deliciosamente aquellas nobles criaturas entre la blancura inmaculada del Gran Océano. Entraban al templo o salían, oraban y se prosternaban ante los Buddhas, ante los Dioses Santos, antes los Mahatmas.

Incuestionablemente, tales mónadas divinas ven a los maestros en la misma forma en que las hormigas ven a los hombres.

Los Agnisvatas, los Buddhas de compasión, los Hierofantes son para tal tipo de mónadas sin maestría algo que no se puede entender, seres extraños, enigmáticos, terriblemente divinos.

En los Sancta o iglesias de la vida libre en su movimiento, las citadas mónadas obedecen a los Dioses Santos y les sirven con infinita humildad.

El gozo de aquellas mónadas es muy bien merecido, pues la esencia de cada una de ellas conoció los horrores del abismo y giró tres mil veces en la rueda del Samsara.

Cada una de las tres mil vueltas cíclicas de la Rueda del Samsara incluye múltiples procesos evolutivos a través de los Reinos Mineral, Vegetal, Animal y Humanoide.

Cada una de las tres mil vueltas fatales de la redicha Rueda significa de hecho pavorosas involuciones descendentes hacia el centro de estabilidad planetaria, bajando lentamente por los escalones humanoide, animal, vegetal y mineral.

Especificando datos concretos enfatizaremos lo siguiente:

Tres mil ascensos desde el Centro de Gravedad Planetaria.

Tres mil descensos hacia el Centro de Gravedad Planetaria.

Tres mil subidas desde la dura piedra hasta el Animal Racional.

Tres mil bajadas desde el Homúnculo Racional, hasta la piedra.

Tres mil veces fracasados y repetidos los ciclos de ciento ocho vidas humanas.

Incuestionablemente, aquellas mónadas divinales excluidas radicalmente de la maestría, ya por intencional rechazo o simplemente por haber fracasado en sus esfuerzos por lograrla, sufrieron lo indecible en el Valle doloroso del Samsara y en la infernal Morada de Plutón (el Reino Mineral Sumergido).

Este último dato demuestra la infinita Misericordia Divina y da sentido al estado de felicidad elemental que tales mónadas poseen entre el seno del Espíritu Universal de Vida.

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Capítulo 21.- El Bautismo de Juan

El Segundo Grado de la Iniciación Venusta, Octava Superior de su correspondiente Iniciación del Fuego, surgió trascendente como resultado esotérico del ascenso milagroso de la segunda serpiente radiante de luz, hacia adentro y hacia arriba, por el canal medular espinal del fondo vital orgánico (lingam sarira).

Inusitado, mágico encuentro fue ciertamente aquel que hube de tener con Juan en el Jardín de las Hespérides, donde los ríos de agua pura de vida manan leche y miel.

Quiero referirme con gran solemnidad al Bautista, vivísima reencarnación de Elías, aquel coloso que vivió en las asperezas del Monte Carmelo, teniendo por toda compañía la vecindad de las bestias feroces, y de donde salía como el rayo para hundir y levantar reyes. Criaturas sobrehumanas, unas veces visibles, otras invisibles, a quien respetaba hasta la misma muerte.

Ostensiblemente el esotérico bautismo divinal del Christus-Juan tiene muy profundas raíces arcaicas.

No está de más en este párrafo recordar el bautismo de Rama, el Cristo-Yogui del Indostán:

“Cuando estuvieron a media yodjana de la ribera meridional del Sarayu:

—Rama –dijo dulcemente Visvamitra–, es conveniente que arrojes agua sobre ti mismo conforme a nuestros ritos. Voy a enseñarte nuestros saludos para no perder tiempo. Primero recibe estas dos ciencias maravillosas: “La Potencia” y la “Ultrapotencia”. Ellas impedirán que la fatiga, la vejez u otro mal invada nunca tus miembros.

Pronunciando este discurso Visvamitra, el hombre de las mortificaciones, inició en las dos ciencias a Rama, ya purificado en las aguas del río, de pie, la cabeza inclinada y manos juntas”. (Esto es textual del «Ramayana» e invita a los buenos cristianos a meditar).

El fundamento diamantino bautismal, incuestionablemente se encuentra en el sahaja maithuna (magia sexual).

Plena información sobre sexo-yoga era urgente al candidato antes de recibir las aguas bautismales.

Rama hubo de ser previamente informado por Visvamitra, antes de ser bautizado. Así conoció la ciencia de la Potencia y de la Ultrapotencia.

En la transmutación científica de las aguas espermáticas del primer instante, se encuentra la clave del bautismo.

El sacramento bautismal en sí mismo está lleno de una honda significación. Es de hecho un compromiso sexual. Bautizarse equivale de hecho a firmar un pacto de magia sexual. Rama supo cumplir con este terrible compromiso. Practicó el sahaja maithuna con su esposa sacerdotisa.

Rama transmutó las aguas seminales en el vino de luz del alquimista, y al fin encontró la “palabra perdida” y el Kundalini floreció en sus labios fecundos hecho verbo. Entonces pudo exclamar con todas las fuerzas de su Alma: ¡El Rey ha muerto, viva el Rey!.

En presencia del Christus-Juan pude sentir en toda la presencia de mi Ser cósmico la honda significación del bautismo.

Los nazarenos eran conocidos como bautistas, sabeanos y cristianos de San Juan. Su creencia era que el Mesías no era el Hijo de Dios, sino sencillamente un profeta que quiso seguir a Juan.

Orígenes (Vol. II, página 150) observa que “Existen algunos que dicen de Juan el Bautista que él era el ungido (Christus)”.

Cuando las concepciones metafísicas de los gnósticos, que veían en Jesús el Logos y el Ungido, empezaron a ganar terreno, los primitivos cristianos se separaron de los nazarenos, los cuales acusaban a Jesús de pervertir las doctrinas de Juan y de cambiar por otro el bautismo en el Jordán. (Codex Nazaraeus II, Pág.. 109).

Concluiré este capítulo enfatizando lo siguiente:

Cuando la Segunda Culebra de Luz hizo contacto con el átomo del Padre en el campo magnético de la raíz de la nariz, resplandeció el Cristo-Sol sobre las aguas de la vida, y vino la ceremonia iniciática final.

¡Sean las bendiciones de Amenzano, con su inalterabilidad, por toda la eternidad!. ¡Amén!

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Capítulo 22.- La Transfiguración de Jesús

El ascenso luminoso de la Tercera Serpiente de Luz hacia adentro y hacia arriba por el brillante canal medular espinal del cuerpo sideral, me dio franco acceso a la octava superior venusta de la correspondiente Iniciación del Fuego...

No es posible escribir dentro del estrecho marco de este tratado, todo lo que antaño aprendiera en todas y cada una de las treinta y tres cámaras santas.

La revolución extraordinaria de la Tercera Culebra radiante se procesó muy lentamente de acuerdo con los méritos del corazón tranquilo.

Cuando la víbora luminosa traspasó el umbral de la tercera cámara secreta del Templo-Corazón, obviamente me sentí transfigurado.

¿Es esto acaso algo demasiado raro? ¿No le sucedió lo mismo a Moisés en el Monte Nebo? Incuestionablemente no soy el primero a quien esto le suceda, ni tampoco el último.

En tales momentos de bienandanza transportado fui ante la presencia del aquel ínclito varón de preclara inteligencia y noble faz, que antaño conociera cuando yo tan sólo era un tierno adolescente.

Quiero referirme francamente y sin ambages al profesor de aspirantes a Rosa-Cruz, citado en el capítulo cinco de este mismo tratado.

Desafortunadamente ese insigne señor no pudo verme ni siquiera en plena transfiguración.

La emocionante y sublime escena de la Transfiguración de Jesús, sobre la cual, como sobre la ascensión, los que se tienen por cristianos jamás han meditado lo bastante, aparece descrita por Lucas (IX, 18-37) en los términos siguientes:

Aconteció que estando Jesús orando, preguntó luego a sus discípulos: ¿Quién dicen las gentes que soy yo? Y ellos le respondieron: Unos dicen que eres Juan el Bautista –IO AGNES, RA o el Cordero de Dios–; otros dicen que eres Elías, y otros muchos que en ti ha resucitado alguno de los antiguos profetas.

A lo que Jesús añadió: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?; respondiendo Simón Pedro: ¡Tú, el Cristo de Dios eres!. Él entonces les conminó para que no dijesen nada a nadie acerca de todo aquello, diciéndoles:

Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas y que sea desechado de los ancianos y de los príncipes, de los sacerdotes y de los escribas, y que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día.

Y añadía a todos:

Quien desee venir en pos de mí, niéguese a sí mismo (disuelva el Ego), tome día tras día su cruz (practique magia sexual) y sígame (sacrifíquese por la humanidad).

Porque el que quiera salvar su alma –el egoísta que nunca se sacrifica por sus semejantes–, la perderá, y el que por amor a mí quiera perder su alma –el altruista que sube al Ara del Supremo Sacrificio por la Humanidad–, ese la salvará.

Porque ¿Qué aprovecha a un hombre el granjearse todo lo del mundo, si se daña y se pierde a sí mismo?.

Pues quien se afrentase de mí y de mis palabras, de este tal se afrentará el Hijo del Hombre cuando viniese con toda su majestad y la del Padre y de sus Santos Ángeles. Más os digo en verdad, que algunos hay que no gustarán de la muerte hasta que vean por sí mismos el Reino de Dios.

Y después de este pasaje, que tomado a la letra se refiere sólo a Jesús, pero que tomado simbólicamente o “en espíritu” se refiere en efecto a todos los hombres, como más adelante veremos, continúa el texto con la escena de la transfiguración, diciendo:

Aconteció como ocho días después de estas palabras –y como si el hecho (añadimos nosotros) viniese a ser una corroboración práctica y tangible de ellas–, que tomando Jesús a sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, subió a un monte para orar.

Y al par que hacía el Maestro su oración, se cambió e hizo otra la gira de su rostro, y sus vestiduras se tornaron blancas y resplandecientes.

Y he aquí que con Jesús hablaban dos varones. Y estos eran Moisés y Elías, que aparecieron llenos de majestad y que le hablaban de su salida, o de Jerusalén. Mas Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño y, despertando, vieron la gloria de Jesús y de los dos varones que con Él estaban.

Y cuando éstos se apartaron de Él, dijo Pedro a Jesús no sabiendo lo que se decía: Maestro, bueno es que nos estemos aquí; hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Y mientras Pedro decía esto, vino una gran nube que los envolvió, causándoles gran pánico.

Y de la nube salió una voz que decía: ¡Este es mi Hijo Amado! ¡A Él escuchad! Y cuando la voz cesó, hallaron ya sólo a Jesús. Y ellos callaron y a nadie dijeron cosa alguna de lo que habían visto y oído.

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Capítulo 23.- Jerusalén

El extraordinario desarrollo, revolución y ascenso de la Cuarta Serpiente Venusta hacia adentro y hacia arriba por el canal medular del cuerpo mental, me permitió vivenciar todo el crudo realismo evangélico de la magistral entrada del Gran Kabir Jesús en Jerusalén.

Entonces pude verificar por mí mismo y en forma directa los aspectos inferior (Infierno) y superior (Cielo) del Mundo Mental.

Incuestionablemente, esa Hurgamandera de todas las fatalidades, o Gran Ramera Apocalíptica cuyo número es 666, involuciona horripilante en los infiernos mentales.

No soy ciertamente ningún alevoso iconoclasta empeñado en destruir, cual vándalo intelectual, queridos ideales. Empero, debo confesar sinceramente y sin ambages, todo aquello que viera entre esas regiones “manásicas” de la Naturaleza.

Icástica aparece la razón de las sinrazones en la región inferior de la mente concreta planetaria.

Aquello que percibiera con el sentido espacial en los infiernos mentales, ya fue dicho por San Juan en el Apocalipsis:

Mercadería de oro y de plata, y de piedras preciosas y de margaritas, y de lino fino, y de escarlata, y de seda y de grana, y de toda madera olorosa, y de todo vaso de marfil, y de cobre, y de hierro, y de mármol.

Y canela, y olores y ungüentos, y de incienso, y de vino y de aceite; y flor de harina y trigo, y de bestias y de ovejas; y de caballos, y de carros, y de siervos, y de almas de hombres.

Horribles edificios y lechos de Procusto, donde fornica incesantemente la Gran Ramera.

Prostíbulos abominables, asqueantes calles, antros del cine donde se exhiben películas pornográficas, etc., etc., etc.

Pasar más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, es indispensable cuando se quiere la entrada triunfal en la Jerusalén de arriba (El Cielo de Mercurio y después el Mundo del Espíritu).

Veamos ahora el capítulo 21 de Mateo: (Versículos del 1 al 20).

Y como se acercaron a Jerusalén y vinieron a Bethfagé, al Monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos diciéndoles:

Id a la aldea que está delante de vosotros y luego hallaréis una asna atada y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguno os dijere algo, decid: El Señor los ha menester. Y luego los dejará. Y todo esto fue hecho, para que se cumpliese lo que fue dicho por el Profeta, que dijo:

“Decid a la Hija de Sión: He aquí tu Rey viene a ti manso y sentado sobre una asna (símbolo de la mente) y sobre un pollino, hijo de animal de yugo.

Y los discípulos fueron e hicieron como Jesús –el Gran Kabir– les mandó. Y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos y Él se sentó sobre ellos.

Y la compañía, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramos de los árboles y los tendían por camino –esotérico–. Y las gentes que iban delante –en la senda del filo de la navaja– y los que iban detrás –en el esotérico sendero–, aclamaban diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!.

Y entrando Él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó diciendo: ¿Quién es éste?. Y las gentes decían: Este es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.

Y entró Jesús en el Templo de Dios –el Templo que cada uno de Nos lleva dentro– y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo –los mercaderes, los Yoes que personifican a nuestros defectos de tipo psicológico–, y trastornó las mesas de los cambiadores –demonios que adulteran todo lo bueno– y las sillas de los que vendían palomas –diablos que venden al Tercer Logos, que comercian profanando al Espíritu Santo: fornicarios, prostitutas, lesbianas, homosexuales).

Y les dice: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada, mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho. (Así la Mente de cada persona es guarida de perversidad).

Entonces vinieron a él ciegos y cojos en el templo, y los sanó. (Gentes incapaces de ver la verdad y sujetos que no podían andar el camino).

Más los príncipes de los sacerdotes y los escribas –o intelectuales–, viendo las maravillas que hacía y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!, se indignaron. Y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí, ¿Nunca leísteis: “De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?”.

Y dejándolos, se salió fuera de la ciudad, a Bethania, y posó allí.

Y por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.

Y viendo una higuera cerca del camino –símbolo de la fuerza sexual–, vino a ella, y no halló nada en ella sino hojas solamente; y le dijo: Nunca más para siempre nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.

Escrito está con carbones encendidos en el “Libro de los Esplendores”: “Árbol que no da fruto es cortado y echado al fuego”.

Cuando Adam y Eva (la humanidad paradisíaca) comieron del fruto prohibido, fueron abiertos los ojos de entrambos y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales.

Gautama, el Budha, sentado cuatro días con sus noches en profunda meditación a la sombra de la higuera, alcanzó la iluminación final.

En el antiguo Egipto de los Faraones, la higuera fue siempre venerada como símbolo viviente de la Energía Creadora del Tercer Logos.

Las criaturas involucionantes de los Mundos Infiernos ciertamente son higueras estériles que jamás dieron fruto.

Sobre esta siempre verde higuera podría escribirse un extraño epígrafe, porque uno de los detalles más típicos, concomitante con ciertas videncias astrales, es de la planta siempre verde y que gira vertiginosamente.

Un buen amigo de Jumilla me dice:

En el término de este pueblo existe una cueva de bastante extensión y altura, donde crece una higuera que jamás pierde la hoja ni echa fruto, y es creencia general, apoyada por el testimonio de varios que dicen haberlo visto, que el día de San Juan, al despuntar el día, sale de esta cueva una gran cohorte militar de espectros con caballos de guerra ricamente enjaezados; guerreros que, precedidos de fantásticos estandartes, se dirigen hacia el Sur, desapareciendo en lontananza, cual si evocasen algún lejano hecho histórico.

(Esto es textual del «Árbol de las Hespérides)».

Jesús, el Gran Sacerdote Gnóstico, dijo:

La Piedra –filosofal, el sexo– que desecharon los que edificaban (gente de muchas religiones), ésta fue hecha por cabeza de esquina. Por el Señor es hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos.

Por tanto os digo que el Reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él (personas que sean capaces de practicar magia sexual, disolver el Ego y sacrificarse por sus semejantes). Y el que cayese sobre esta piedra –el sexo–, será quebrantado; y sobre quien ella cayese, le desmenuzará.

Incuestionablemente, sólo mediante el Fuego Sexual es posible incinerar todos los agregados psíquicos perversos que llevamos dentro, para entrar a la Jerusalén Celestial en Domingo de Ramos. (Véase mi libro titulado: «El Misterio del Áureo Florecer»).

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Capítulo 24.- El Monte de los Olivos

El ascenso maravilloso de la Quinta Serpiente de Luz hacia adentro y hacia arriba por el canal medular espinal del cuerpo causal, me dio de hecho franco acceso a los misterios iniciáticos del Quinto Grado de la Sabiduría Venusta.

Si escribiese detalladamente todo aquello que entonces aprendiera en las treinta y tres cámaras santas del Mundo Causal, es obvio que llenaría un inmenso volumen.

Como hombre causal, sentado con mucha humildad, crucé mis brazos sobre el pecho para asistir a la ceremonia final.

Desafortunadamente yo tenía la pésima costumbre de cruzar los brazos en forma tal que el izquierdo quedaba sobre el derecho.

—Así no debéis cruzar los brazos –me dijo un adepto del templo–.

Y luego añadió:

—El derecho debe ir sobre el izquierdo.

Yo obedecí sus indicaciones.

¿Habéis visto sarcófagos egipcios? Los brazos de los difuntos cruzados sobre el pecho ilustran estas afirmaciones.

Cualquier cráneo entre dos canillas o huesos de muerto, como señal de peligro, dice lo mismo.

Hacer la voluntad del Padre así en los Cielos como en la Tierra, morir en el Señor, es el hondo significado de tal símbolo.

El Gran Kabir Jesús en el Monte Oliveti oró así:

Padre mío, si es posible pasa de mí este Cáliz, mas no se haga mi Voluntad sino la tuya.

Y estando en agonía, oraba más intensamente. Y fue su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

Y como se levantó de la oración y vino a sus discípulos, hallólos durmiendo de tristeza (con la conciencia dormida).

Y les dijo: ¿Por qué dormís? (¿Por qué tenéis la conciencia dormida?). Levantaos y orad para que no entréis en tentación. (Porque los dormidos es claro que caen en tentación).

En verdad, en verdad os digo que vuestra conciencia debe permanecer siempre alerta y vigilante como el vigía en época de guerra.

Escrito está: “Antes que el gallo (el Verbo) cante (o se encarne en nosotros), me negarás tres veces”. Cuando el hierofante “Patar” o Pedro se olvidó de sí mismo, negó al Cristo Íntimo tres veces.

Pedro, Petra o Piedra era el propio hierofante o el intérprete en Fenicio, y de aquí la famosa frase evangélica: “Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia” (nuestro templo interior).

Bunsen, en su «Lugar del Egipto en la Historia Universal» (Vol. 5 Pág. 90), comenta a su vez la inscripción encontrada en el sarcófago de una gran Reina de la Oncena Dinastía (2.250 años antes de J.C.) y que sólo es transcripción de «El Libro de los Muertos» (4.500 antes de J.C.), interpretando jeroglíficos de Peter, Patar, Revelación, Iniciación, etc., etc., etc.

En modo alguno se equivocaron jamás los viejos alquimistas medievales, cuando descubrieron la “Pétera Iniciática” en nuestros órganos sexuales.

Incuestionablemente, “derramar el Vaso de Hermes”, prostituir la Piedra de la Verdad equivale a negar al Cristo.

Del Todo Incognoscible o Cero Radical emana, al comenzar una manifestación o Universo, la mónada pitagórica, el Verbo, el Archimago o Hierofante, el Uno-Único, el Aunad-Ad budhista, el Ain Soph, En Soph o Pneuma-Eikon caldeo, el Ruach Elohim o Divino Espíritu del Señor flotando sobre las aguas genesíacas, el Existente por sí mismo, Anupadaka o Manú-Swayambu-Narayana ario.

Ésta, la mónada particular de cada uno de nosotros, se transforma en la dúada más excelsa, nuestra Divina Madre Kundalini particular, individual.

El y Ella constituyen realmente el “Padre-Madre gnóstico”, el Zeru-Ana parsi, el Protogonos dual o Adam-Kadmón, el Theos-Chaos de la Teogonía de Hesíodo, el Ur-Anas o Fuego y Agua caldeo, el Osiris-Isis egipcio, el Jah-Hovah Jehovah o Iod-Heve semita, etc., etc., etc.

Roma a la inversa es Amor. El Sacramento de la Iglesia del Amor o Roma es el sahaja maithuna (magia sexual).

Debemos aprender a cumplir con este Santo Sacramento vibrando a tono con la divina pareja.

Él debe convertirse en la viva expresión del Iod hebraico. Ella debe ser la viva manifestación de Heve.

El Adam-Kadmón kabalista, el Rha-Sephira o eterno Masculino-Femenino, conciliándose en perfecta armonía arriba y abajo, en lo infinitamente grande y en lo infinitamente pequeño, constituyen la nota culminante del “Monte Oliveti”.

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Capítulo 25.- La Bella Helena

El ascenso sublime y maravilloso de la Sexta Serpiente radiante hacia adentro y hacia arriba, a lo largo del canal medular espinal del cuerpo búdhico, me dio, de hecho y por derecho propio, paso franco a la Sexta Iniciación Venusta.

En el Mundo Búdhico o Intuicional Universal hube de vivenciar por aquella época algunos capítulos trascendentales del evangelio crístico.

Quiero referirme ahora, con suma delicadeza, a ciertos pasajes miríficos secretos, intencionalmente eliminados del texto original por los escribas y doctores de la ley.

Es ciertamente deplorable que la Santa Biblia hebraica haya sido tan cruelmente mutilada, adulterada, deformada.

Lo que entonces experimenté en la cósmica Región Intuicional, guarda múltiples concordancias rítmicas perfectas con los diversos procesos esotéricos iniciáticos que nosotros debemos vivenciar aquí y ahora.

Extraordinarias escenas relacionadas con los otros planetas del Sistema Solar de Ors, en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser.

Cuando la Sexta Víbora de Luz Resplandeciente traspasó el umbral augusto de su correspondiente cámara en el corazón tranquilo, gloriosamente brilló el Sol de la Media Noche en el inalterable infinito.

Yo entré al Templo de la Iniciación acompañado por mucha gente. Cada uno de los del cortejo portábamos en nuestra diestra una candela, cirio o antorcha ardiente.

En esos instantes me sentí vivenciando aquellos versículos esotéricos crísticos que a la letra dicen:

Y luego, aún hablando él, vino Judas, que era uno de los doce, y con él una compañía con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes (u hombres constituidos por autoridad mundana) y de los escribas (o sea de los tenidos por sabios en el mundo) y de los ancianos (los tenidos en el mundo por prudentes, sensatos y discretos).

Y como vino Judas (el demonio del deseo), se acercó luego a él y le dijo: Maestro. Y lo Besó.

Entonces ellos echaron en Él sus manos y lo prendieron.

Embriagado de éxtasis exclamé:

—¡Yo Soy el Cristo!

Una dama-adepto me amonestó, diciendo:

—¡Cuidado! No digas eso, es falta de respeto.

—En estos momentos lo estoy representando –repliqué–.

La dama sagrada guardó entonces un respetuoso silencio.

El Drama Cósmico dentro del templo de las paredes transparentes tuvo cierto sabor mayéstico, muy grave, terriblemente divino.

Convertido yo en el personaje central, hube de experimentar en mí mismo los siguientes pasajes evangélicos:

Y trajeron a Jesús al Sumo Sacerdote Caifás (el demonio de la mala voluntad) y se juntaron a él todos los príncipes de los sacerdotes (las autoridades oficiales de este mundo) y los ancianos (las personas muy respetables y llenas de experiencia) y los escribas (los intelectuales).

Y los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús (el Interno Salvador) para entregarlo a la muerte, mas no lo hallaban. Porque muchos decían falso testimonio contra Él, mas sus testimonios no concertaban.

Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él diciendo: Nosotros le hemos oído decir: “Yo derribaré este templo que es hecho de mano (refiriéndose al cuerpo animal) y en tres días edificaré otro hecho sin mano” (el cuerpo espiritual, el to soma heliakón).

Más ni aún así se concertaba el testimonio de ellos.

Entonces, el Sumo Sacerdote (con su mala voluntad), levantándose en medio preguntó a Jesús diciendo: ”¿No respondes algo? ¿Qué atestiguan éstos contra ti?”.

Mas él callaba y nada respondía (el silencio es la elocuencia de la Sabiduría).

El Sumo Sacerdote le volvió a preguntar, y le dice: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios?” (El Segundo Logos).

Y Jesús le dijo: Yo Soy (Él Es), y veréis al Hijo del Hombre (a todo verdadero cristificado u osirificado) sentado a la diestra de la potencia de Dios (el Primer Logos), y viniendo en las nubes del cielo.

Entonces, el Sumo Sacerdote (el demonio de la mala voluntad) rasgó sus vestiduras y dijo: “¿Qué más tenemos necesidad de testigos?

Oído habéis la blasfemia. ¿Qué os parece?” Y ellos todos lo condenaron a ser culpado de muerte.

Y algunos comenzaron a escupir en él, y cubrir su rostro, y darle bofetadas, y decirle: Profetiza. Y los servidores le herían de bofetadas.

Y luego por la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilatos.

Y Pilatos (el demonio de la mente) le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” Y respondiendo él, le dijo: Tú lo has dicho.

Y los príncipes de los sacerdotes (las autoridades de este mundo) le acusaban mucho.

Y le preguntó otra vez Pilatos, diciendo: “¿No respondes algo? Mira de cuántas cosas te acusan”. (Al Cristo Interno lo acusan todas las gentes, hasta aquellos que se dicen sus seguidores).

Mas Jesús (El Cristo Íntimo), ni aun con eso respondió. (Repito: el silencio es la elocuencia de la sabiduría). Pilatos (el demonio de la mente) se maravillaba.

Empero, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen. Y había uno que se llamaba Barrabás (el demonio de la perversidad que cada cual lleva dentro), preso con sus compañeros de motín que habían hecho muerte en una revuelta (porque el Ego es siempre homicida y malvado).

Y viniendo la multitud, comenzó a pedir hiciese como siempre les había hecho.

Y Pilatos les respondió diciendo: “¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos?”.

Porque conocía que por envidia le habían entregado los príncipes de los sacerdotes (las autoridades de todo tipo).

Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron a la multitud que les soltase antes a Barrabás (las autoridades de todo tipo defienden al Ego. Ellas dicen: primero Yo, segundo Yo, tercero Yo).

Y respondiendo Pilatos les dice otra vez: ¿Qué pues queréis que haga del que llamáis Rey de los Judíos?.

Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale! (¡Crucifixia! ¡Crucifixia! ¡Crucifixia!).

Del Sancta inefable salí extático, después de haber experimentado en forma directa el tremendo realismo íntimo de todos estos versículos, renglones arriba citados.

Revestido con una nueva túnica de gloria, vestidura talar esplendorosa, salí de la Gran Catedral del Alma.

¡Cuán dichoso me sentí al contemplar desde allí el amplio panorama! Entonces vi el fluir y refluir de todas las cosas.

EL Budhi es como un “Vaso de alabastro fino y transparente, dentro del cual arde la llama de Prajna”.

Atman, el Ser, tiene dos almas. La primera es el alma espiritual y es femenina (Budhi). La segunda es el alma humana y es masculina (Manas superior).

El “animal intelectual”, equivocadamente llamado hombre, sólo tiene encarnada dentro de sí mismo a la Esencia.

Ostensiblemente, esta última es el Budhata, una mínima fracción del alma humana, el material psíquico con el cual se puede y debe fabricar el “Embrión Áureo” (Véase «El Misterio del Áureo Florecer»).

La fuente y base de la Alta Magia se encuentra en el desposorio perfecto de Budhi-Manas, ya en las regiones puramente espirituales o en el mundo terrestre.

Helena significa claramente los desposorios de Nous (Atman-Budhi) con Manas (el alma humana o causal), la unión mediante la cual se identifican Conciencia y Voluntad, quedando por tal motivo dotadas ambas almas con divinales poderes.

La esencia de Atman, del primordial eterno y universal Fuego Divino, se encuentra contenida dentro del Budhi, que en plena conjunción con Manas Causal (alma humana), determinan el Masculino-Femenino.

La Bella Helena de Troya es la misma Helena del Fausto de Goethe, la Shakti o potencia femenina del Ser Interno.

Él y Ella, Budhi-Manas, son las Almas Gemelas dentro de nosotros mismos (aunque el “animal intelectual” todavía no las tenga encarnadas), las dos hijas adorables de Atman (El Íntimo), el Esposo y la Esposa eternamente enamorados.

Tal amor tiene infinitas correlaciones, ya en los pares conjugados de los Soles Dobles del Cielo y en el de la Tierra con la Luna, ya en el “Anfiaster” protoplasmático de las células determinantes, como es sabido, del misterioso fenómeno de la cariocinesis o duplicación morfológica de la célula una, ya en el universal simbolismo de las epopeyas y de toda la restante literatura, donde el amor ideal entre dos seres del sexo opuesto, constituyen el “Alma Mater” de la producción literaria.

Incuestionablemente, el “sahaja maithuna” como Sacramento de la Iglesia de RRoma, se repite con los Gemelos en el Akasha Tattva y se continúa glorioso con Osiris-Isis en la región de Anupadaka.

ACLARO: Cuando citamos a la Iglesia de ROMA, colóquense las letras a la inversa y léase así: A M O R. Obviamente el SEXO es la Iglesia del AMOR.

La teoría de las Almas Gemelas no implica peligro alguno cuando atrapamos su honda significación.

El coito químico, la cópula metafísica, resplandece gloriosamente en el cenit del ideal, sin la más leve sombra de impureza.

El legítimo enamoramiento nunca está separado del sexo. El acto sexual es ciertamente la consubstancialización del amor en el realismo psico-fisiológico de nuestra naturaleza.

El desposorio Budhi-Manas sólo es posible mediante el coito químico. El goce sexual es un derecho legítimo del hombre.

Renato cometió el grave error de afirmar, en forma enfática, que la Helena de Simón el Mago era una hermosa mujer de carne y hueso, a quien el citado Mago había encontrado en un lupanar de Tiro, y que, según opinan sus biógrafos, era la reencarnación de la Helena griega.

Tal concepto no resiste un análisis de fondo. Los Colegios Iniciáticos auténticos enseñan, con entera claridad, que la Bella Helena es el Budhi, el Alma Espiritual de la Sexta Iniciación Venusta, la Shakti potencial femenino.

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Capítulo 26.- El Acontecimiento del Gólgota

El radiante ascenso de la Séptima Serpiente Venusta, hacia adentro y hacia arriba por el canal espiritual medular espinal del vehículo divinal (Atman), me permitió vivenciar el acontecimiento del Gólgota.

Incuestionablemente, necesito confesar francamente y sin ambages el hecho concreto, claro y definitivo, de que me vi convertido en el personaje central del “Drama Cósmico”.

Experimentar en sí mismo el evento cósmico del Calvario, con todo el crudo realismo trascendental del “Mundo del Espíritu Divino” (Atman), resulta ciertamente extraordinario.

No soy el primero en vivenciar el acontecimiento del Monte de las Calaveras, tampoco seré el último.

Y me vi a mí mismo después de la crucifixión, tendido como un cadáver sobre el “limo de la tierra”.

Entonces la Shakti potencial, la Divina Esposa de Shiva, mi perfecta Madre Kundalini, prosternada con infinita humildad, me adoraba.

¡Oh, Madre mía! “exclamé” ¡Tú eres mi Madre! ¡Yo soy quien debe arrodillarse ante ti! ¡No es posible que tú te hinques ante mí! ¡Yo no merezco eso! ¡Soy un vil gusano del lodo de la tierra, un pecador, un indigno...!

Empero, es evidente que en tales instantes del “Drama Cósmico”, yo representaba al Christus, Vishnú, el Segundo Logos, el Hijo...

En momentos en que escribo estas cuartillas, me viene a la memoria aquella oración inefable del Dante Alighieri, que textualmente dice:

Virgen Madre, Hija de tu Hijo, la más humilde a la par que la más alta de todas las criaturas, término fijo de la Voluntad Eterna, tú eres la que has ennoblecido de tal suerte la humana naturaleza, que su Hacedor no se desdeñó de convertirse en su propia obra.

En tu seno se inflamó el amor, cuyo calor ha hecho germinar esta flor en la Paz Eterna.

Eres aquí, para nosotros, meridiano Sol de Caridad, y abajo, para los mortales, vivo manantial de esperanza.

Eres tan grande, Señora, y tanto vales, que todo el que desea alcanzar alguna gracia y no recurre a ti, quiere que su deseo vuele sin alas.

Tu benignidad no sólo socorre al que te implora, sino que muchas veces también se anticipa espontáneamente a la súplica. En ti se reúnen la misericordia, la piedad, la magnificencia, y todo cuanto bueno existe en la criatura. (Incuestionablemente cada Ser tiene su Divina Madre Kundalini original, particular, individual).

Este, pues, que desde la más profunda laguna del universo, hasta aquí ha visto una a una todas las existencias espirituales, te suplica le concedas la gracia de adquirir tal virtud, que pueda elevarse con los ojos hasta la salud suprema.

Y yo, que nunca he deseado ver más de lo que deseo que él vea, te dirijo todos mis ruegos, y te suplico que no sean vanos, a fin de que disipes con los tuyos todas las nieblas procedentes de su condición mortal, de suerte que pueda contemplar abiertamente el sumo placer.

Te ruego además, ¡Oh Reina, que puedes cuanto quieres!, que conserves puros sus afectos después de tanto ver; que tu custodia triunfe de los impulsos de las pasiones humanas.

Hasta aquí esta sublime plegaria dantesca.

Continuemos ahora con el tema de este capítulo; estudiemos algunos versículos crísticos.

“Los soldados del presidente llevaron a Jesús al pretorio, y juntaron a él toda la cuadrilla.

Y desnudándolo, le echaron encima un manto de grana (La Piedra Filosofal primero es negra, luego blanca y por último roja).

Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas –clásica diadema dolorosa en todo astral cristificado– y una caña en su mano derecha –como la Vara de Aarón o el Bastón de los Patriarcas, viviente símbolo de la espina dorsal– e hincando la rodilla delante de él, se burlaban diciendo: ¡Salve, Rey de los Judíos!.

Y después que le hubieron escarnecido –porque así es este camino del Sexo–, le desnudaron el manto –porque ellos, los tenebrosos, jamás quieren que el Iniciado vista la púrpura de su Logos Íntimo– y le vistieron de sus vestidos y le llevaron para crucificarle.

Y saliendo hallaron a un Cirineo, que se llamaba Simón. A éste cargaron para que llevase su Cruz (El Gurú siempre aparece en el camino para ayudarnos).

Y como llegaron al lugar que se llama Gólgota, que es dicho el lugar de la Calavera (sinónimo de muerte) le dieron a beber vinagre con hiel. Y gustando no quiso beberlo (es evidente que la senda del filo de la navaja es muy amarga).

Y después que le hubieron crucificado (con Cruz Sexual porque el Phalo embutido dentro del Útero forma tal signo sacratísimo), repartieron sus vestidos echando suertes (clara alusión a la eliminación de las humanas posesiones).

Y sentados le guardaban allí.

Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: INRI: Igni Natura Renovatur Integra (El Fuego Renueva Incesantemente la Naturaleza).

Entonces crucificaron con él dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda (“Buen ladrón”: el divino poder secreto que para la cristificación se roba la energía sexual. “Mal ladrón”: el enemigo secreto, quien para el mal, saquea el depósito del Hidrógeno Sexual SI-12).

Y los que pasaban (los profanos y profanadores de siempre) le decían injurias, meneando sus cabezas.

Y diciendo: Tú, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas –tú, que aniquilas al Adam de pecado para que nazca el Adam Celestial– sálvate a ti mismo. Si eres Hijo de Dios, desciende de la Cruz –porque a los tenebrosos no nos gusta la inserción del madero atravesado que forman tus dos brazos, como dos manos ingentes, que se extienden para ahuyentar las fuerzas siniestras y los poderes inferiores–.

De esta manera también los príncipes de los sacerdotes –las autoridades–, escarneciendo con los escribas –o intelectuales– y los fariseos –que siempre presumen de virtuosos y santos– y los ancianos –personas muy respetables del mundo–, y decían: A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la Cruz –que abandone la Senda del Filo de la Navaja y el Sahaja Maithuna– y creeremos en él.

Confió en Dios. Líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy el Hijo de Dios –Él se cristificó y, por tanto, se hizo Hijo del Eterno. Nosotros Hijos del Diablo somos, porque somos fruto de fornicación–.

Y desde la hora de Sexta (tentación) fueron tinieblas sobre toda la Tierra hasta la hora de nona (Novena Esfera. Sumando kabalísticamente tenemos 9 más 6 igual: 15. Este es el Arcano de Tiphón Bafometo: el Diablo. Tal valor esotérico corresponde a la Constelación de la Ballena, bajo cuya influencia cósmica se desenvuelve el Iniciado hasta lograr la resurrección. Recordemos la Señal de Jonás).

Y cerca de la hora de nona Jesús exclamó con grande voz diciendo: Elí, Elí, Elí, Lama Sabachtani, esto es: Dios mío, ¿Por qué me habéis abandonado? –ostensiblemente, antes de la resurrección todo iniciado se siente realmente abandonado–.

Y algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: A Elías llama éste (Helías, Eliú, Elías, Helios, el Sol Cristo, el Logos Íntimo es nuestra suprema aspiración).

Y luego, corriendo uno de ellos, tomó una esponja y la hinchó de vinagre, y poniéndola en una caña (símbolo de la espina dorsal) dábale de beber –como diciendo: el trabajo con los fuegos sexuales, espinales, es más amargo que la hiel–.

Mas Jesús, habiendo otra vez exclamado con gran voz, dio el Espíritu (así es como los Iniciados morimos en nosotros mismos con muerte de cruz. Véase mi libro titulado: «El Misterio del Áureo Florecer»).

Y he aquí, el velo del templo –el famoso Velo de Isis o Velo Sexual Adámico, producto del pecado original–, se rompió en dos –debido a la muerte suprema del Ego– y la tierra tembló y las piedras (de la senda del filo de la navaja) se hendieron.

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Capítulo 27.- El Santo Sepulcro

Escrito está con caracteres de fuego en el libro de los esplendores, que cuando Jesús –el Gran Sacerdote Gnóstico– exhaló su postrer aliento, la tierra filosófica, su muy humana persona, tembló al comprender la difícil tarea que el destino le tenía reservada. Y las piedras de “La Senda del Filo de la Navaja” se hendieron tornándose el camino todavía más difícil (Esto sólo lo comprenden íntegramente aquellos Maestros que, después de haber muerto en sí mismos, se preparan para la resurrección).

Mercurio, como planeta astrológico, es mucho más misterioso que el propio Venus, e idéntico al Mithra mazdeísta, el Budha, el Genio o Dios establecido entre el Sol y la Luna, el compañero perpetuo del Sol de la Sabiduría.

Pausanias, en su libro V, nos lo muestra teniendo un altar en común con Júpiter. Ostentaba alas para expresar que asistía al Sol en su curso, y era llamado el Nuncio y el Lobo del sol: “Solaris luminis particeps”. “Era el Jefe y el evocador de las Almas, el Archimago y el Hierofante”.

Virgilio lo describe tomando su Caduceo o Martillo para evocar de nuevo a la vida a las infelices almas precipitadas en el Orco o Limbus: “Tum virgam capit, hac animas ille evocat Orco” con el sano propósito de hacerlas ingresar en la Milicia Celeste.

Después de estas explicaciones se hacen claros los siguientes versículos: (explicados).

“Y abriéronse los sepulcros, y muchos cuerpos de Santos que habían dormido en el Orco o Limbus, se levantaron.

Y salidos de los sepulcros, después de su resurrección esotérica, vinieron a la santa ciudad, la Jerusalén de arriba, y aparecieron a muchos”.

Incuestionablemente muchos Santos han querido autorrealizarse íntimamente sin el Santo Sacramento de la Iglesia del AMOR (Sahaja maithuna).

Esas desdichadas almas caen siempre en el Orco o Limbo de la ignorancia, las tinieblas y el dolor.

Sólo muriendo en sí mismo, con muerte de cruz –símbolo este completamente sexual–, es posible entonces la resurrección.

Si el germen no muere la planta no nace. La Senda de la Vida está formada con las huellas de los cascos del caballo de la muerte.

Mercurio es el áureo planeta, el inefable, a quien los Hierofantes prohibían nombrar y está simbolizado en la mitología griega por los famosos lebreles o perros guardadores del ganado celeste, que se abreva en las purísimas fuentes de la Sabiduría Oculta.

Mercurio es también “Hermes-Anubis” el buen inspirador o Agathodaemon. Como Ave de Argos, vela sobre la Tierra, quien le toma equivocadamente por el Sol mismo, siendo entrambos, respectivamente, el Sarama y Sarameya hindúes.

El emperador Juliano oraba todas las noches al Sol Oculto, por la intercesión de Mercurio, pues como dice Vossius: “Todos los teólogos aseguran que Mercurio y el Sol son uno... Por eso era considerado como el más elocuente y sabio de los Dioses, lo cual no es de extrañar, pues que Mercurio se halla tan cerca de la Sabiduría y de la palabra (o Logos) que con ambos fue confundido.

“Mercurio es el Tercer Logos, Shiva, El Espíritu Santo, el Primogénito de la Creación, nuestra Mónada auténtica, particular, individual.

¡Oh Dioses Santos! ¡Cuán triste sería la suerte de los Santos en el Limbo si Mercurio los abandonase!.

Mercurio, Shiva, Gran Hierofante, Nuncio y Lobo del Cristo Íntimo, suprema esperanza de aquellos que duermen entre el Santo Sepulcro.

Yo reconocí la fálica señal en la “Barca de RA” al pasar por la Octava Iniciación Venusta. Entonces clamé con gran voz, diciendo:

“Cuando suene la primera trompeta resucitaré de entre los muertos. ¡Salve, oh gran Divinidad que navegas en tu barca! Transportado hasta aquí, ¡ante ti aparezco!. Déjame subir al puente de mando y dirigir la maniobra de la barca, como hacen tus servidores, los Arcontes de los Planetas”.

Litelantes se apesadumbró un poco al contemplar mi Santo Sepulcro. “No temáis –le dijo un Mahatma– el cuerpo físico de él todavía no morirá”. Estas palabras la tranquilizaron íntegramente.

En aquella lejana época de mi presente existencia, ni siquiera había muerto en mí mismo, continuaba con el Ego bien vivo. El sepulcro era entonces meramente simbólico, como el ataúd de toda Logia Masónica.

Comprendía sí, en forma íntegra, el simbolismo sepulcral. Sabía que debía morir en mí mismo para tener derecho a la resurrección de “Hiram Abiff” el Maestro Secreto, dentro de mi templo-corazón.

Concluyó aquella Iniciación con instrucciones precisas, relacionadas con la misión que actualmente estoy cumpliendo en el mundo.

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SEGUNDA MONTAÑA

Capítulo 28.- Serenidad y Paciencia

Es ostensible que nosotros los hermanos del Templo de “Los dos veces nacidos”, habíamos eliminado de nuestra psiquis variados elementos subjetivos, infrahumanos. Empero, después de haber pasado por las Ocho Iniciaciones, anhelábamos, con todas las fuerzas del alma, ingresar a los esotéricos trabajos mágicos de la “Montaña de la Resurrección”.

Se nos dijo en el Templo que debíamos aguardar con infinita paciencia al Abad del Monasterio, mas es evidente que las horas transcurrían largas y aburridoras, con una monotonía insoportable. El Venerable no parecía ciertamente tener prisa alguna.

Algunos de esos veteranos de la Primera Montaña se movían por doquiera, aquí, allá y acullá, protestando impacientes por la singular demora del Superior.

Hay casos que sorprenden en la vida y uno de ellos fue la asombrosa entrada del Abad en el Templo. Todos los Hermanos de la Orden Sagrada quedamos estupefactos, pues algunos de los nuestros ya habían perdido la esperanza de ver al Maestro.

Frente a la Sacra Cofradía habló el Venerable, diciendo:

—A ustedes, hermanos, les hace falta dos virtudes que este hermano tiene.

Esto dijo a tiempo que me señalaba con el dedo índice.

Posteriormente, en forma dulce e imperativa a la vez, me ordenó así:

—Dígales Ud. hermano, cuáles son esas dos virtudes.

—Hay que saber ser pacientes, hay que saber ser serenos –exclamé con voz pausada y clara...–.

&rmdash;¿Ya ven? ¿Se convencieron? –porrumpió el Abad con gran solemnidad–.

Todos los Adeptos, espantados y maravillados a la vez, optaron por guardar un respetuoso silencio.

Incuestionablemente todos los miembros de la Congregación, a excepción mía, hubieron entonces de ser aplazados, pues sólo mi insignificante persona que nada vale, salió victoriosa en la difícil prueba.

El austero Hierofante me obsequió luego una hermosa naranja. Yo capturé de inmediato su honda significación.

Mucho más tarde en el tiempo, hube de comparecer ante la Hermandad de otro Monasterio de la Fraternidad Universal Blanca, con el propósito definido de recibir instrucciones y firmar documentos.

Entonces se me previno con las siguientes palabras:

—Debes cuidarte muy bien del frío Lunar.

Volver a “La Fragua encendida del Vulcano” después de un largo receso, me fue urgente.

Incuestionablemente, entre Montaña y Montaña existen siempre largos períodos de abstención sexual.

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Capítulo 29.- Los Nueve Grados de la Maestría

Capturar, aprehender, captar en forma íntegra, unitotal, la honda significación de los nueve Maestros que se fueron en busca de Hiram y de sus asesinos, es urgente, inaplazable.

Incuestionablemente ninguno de los nueve Maestros se fue por las regiones del Norte, sino que inteligentemente ordenados en tres grupos de a tres, se repartieron respectivamente al Oriente, al Mediodía y al Occidente. Ostensiblemente fueron estos últimos los que lograron descubrir la tumba y los asesinos.

Esta simbólica peregrinación esotérica de los nueve Maestros, se refiere específicamente en consecuencia, al peregrinaje individual que todo Iniciado tiene que efectuar en “La Segunda Montaña”, pasando por nueve etapas o grados sucesivos totalmente enumerados y definidos en las nueve esferas:

Luna.

Mercurio.

Venus.

Sol.

Marte.

Júpiter.

Saturno.

Urano.

Neptuno.

Podemos y hasta debemos emitir el siguiente enunciado: “Sólo mediante estas romerías de esfera en esfera, estaremos en condiciones de vivificar y hacer resurgir en cada uno de nos al Maestro Secreto, Hiram, Shiva, el esposo de nuestra Divina Madre Kundalini, el Archihierofante y el Archimago, la Mónada particular, individual, nuestro Ser Real.

Una cosa es ser Maestro, y otra, por cierto muy diferente, alcanzar la perfección en la Maestría.

Cualquier Esoterista que fabrique en la “Forja de los Cíclopes” el “To Soma Heliakón”, el “Traje de Bodas del Alma”, por tal motivo se convierte en Hombre y por ende en un Maestro. Empero, perfección en la Maestría es algo muy distinto.

El número nueve, aplicado a la Retórica, nos pone en íntima relación mística con las nueve Musas eternas. No está de más en este capítulo citar a cada una de estas deidades inefables del clasicismo antiguo:

1. -Clío.

2. -Erato.

3. -Melpómene.

4. -Calíope.

5. -Euterpe.

6. -Talía.

7. -Urania.

8. -Polimnia.

9. -Terpsícore.

Vivencias es algo muy importante, a fin de que nuestros muy amados lectores puedan comprender mejor la Doctrina.

Escuchadme. Cierta noche, no importa ahora la fecha ni el día ni la hora, espléndidamente ataviado con el “Traje de Bodas del Alma”, me salí a voluntad del cuerpo físico.

Experimentando en toda la presencia de mi Ser Cósmico cierta exquisita voluptuosidad espiritual, floté con entera suavidad en el áura del universo.

En suprema bienandanza hube de posar mis plantas, como si fuese un ave celestial, sobre el limo de la tierra, bajo el verde follaje de un árbol taciturno.

Enhorabuena clamé entonces con gran voz invocando a los Adeptos de la Fraternidad Oculta.

Incuestionablemente fui asistido.

Los Hermanos me condujeron amablemente hasta el Templo maravilloso de las paredes transparentes.

El Mahatma permanecía sentado ante su escritorio como si estuviese atendiendo a muchas gentes.

—Quiero saber –dije– qué es lo que me hace falta.

El Venerable, sacando de entre uno de los cajones del bufete cierto libro secreto, consultó sus páginas y luego respondió:

—A Ud. le hacen falta cincuenta y ocho (58) minutos. Tiene que presentar aquí treinta y seis (36) Bolívares de a veintitrés (23) kilos cada uno. Y las Ocho (8) Iniciaciones recibidas deben ser calificadas.

—Gracias, Venerable Maestro.

Posteriormente me retiré del templo con infinita humildad y veneración.

Análisis cabalístico de esta cuestión:

58 minutos: 5 más 8 igual 13. Este arcano significa muerte de todos los elementos subjetivos que constituyen el Yo.

36 bolívares: 3 más 6 igual 9. Romper cadenas y grilletes en los Mundos sumergidos de los nueve planetas citados en este capítulo. Trabajo muy intenso en la “Fragua encendida de Vulcano”.

23 Kilos: 2 más 3 igual 5. Los trabajos de liberación deberán ser perfectos bajo los esplendores de la flamígera estrella de cinco puntas.

(No está de más recordar oportunamente al Rishi Baha-Deva y sus 23 profetas).

CALIFICACIÓN. Antes de la resurrección auténtica, cada una de las Ocho Iniciaciones debe ser calificada. Esto se procesa en ocho años, durante los cuales tenemos que experimentar el Libro del Patriarca Job en todo su crudo realismo.

Enfatizamos solemnemente el siguiente enunciado: “Jamás podrían calificarse las Ocho Iniciaciones en un tiempo menor al ya indicado de ocho años.”

Obviamente a cada una de las Ocho le corresponde un año. Como corolario resultan ocho años para las Ocho Iniciaciones.

ACLARO. El ya mencionado tiempo exclusivamente corresponde al epílogo de toda una serie mística de profundos trabajos esotéricos, realizados en todos y cada uno de los Nueve Planetas antes citados.

Indubitablemente tales trabajos se procesan en tiempos diferentes y suelen en verdad ser demasiado delicados.

Es ostensible que todo aquel que ingresa a la Segunda Montaña no recibe por tal motivo más Grados ni Iniciaciones.

La perfección en la Maestría sólo adviene con la Resurrección esotérica trascendental.

La plena manifestación de la Mónada dentro del Maestro Resurrecto, le confiere extraordinarios poderes mágicos.

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Capítulo 30.- El Patriarca Enoch

El símbolo del tiempo, al que el anillo de bronce hace también enfática referencia, conduce cíclicamente al arhat gnóstico hasta aquella antigua época patriarcal denominada también Edad de Bronce o Dvápara Yuga, que indudablemente precedió a esta nuestra actual Edad de Hierro o Kali Yuga.

Los mejores tratadistas del Ocultismo afirmaron siempre que entre estas dos Edades acaeció la Segunda Catástrofe Transapalniana, que modificó totalmente la fisonomía geológica del planeta Tierra.

El Séptimo, entre los Diez sublimes Patriarcas antediluvianos es, fuera de cualquier suposición, totalmente diferente a los seis que en el curso de los siglos le precedieron (Adam, Set, Enoch, Cainan, Malalel, Jared), así como de los tres que le sucedieron (Matusalén, Lamec, Noé).

Empero, es claro que lo que más nos asombra en todo esto es el sagrado nombre de Enoch, que traducido significa “iniciado, dedicado, consagrado, maestro”. El Génesis hebraico (V.24) asevera en forma muy solemne que Enoch no murió físicamente en realidad, sino que “caminó con Dios y desapareció porque lo llevó Dios”.

Antiquísimas tradiciones esotéricas que se pierden en la noche de los siglos, dicen claramente que estando Enoch sobre la cumbre majestuosa del Monte Moria, tuvo un samadhí clarividente en el que su conciencia objetiva iluminada fue arrebatada y llevada a los Nueve Cielos citados por el Dante en su «Divina Comedia» y en el último de los cuales –en el de Neptuno– encontró el Patriarca la palabra perdida (su propio Verbo, su mónada particular, individual).

Posteriormente quiso aquel Gran Hierofante expresar esta visión en un recuerdo permanente e imperecedero.

Así, dispuso categóricamente y con gran sabiduría que se hiciera debajo de ese mismo lugar bendito, un templo secreto y subterráneo, comprendiendo nueve bóvedas sucesivamente dispuestas una debajo de la otra, entre las vivientes entrañas del monte.

Su hijo Matusalén fue ciertamente el arquitecto encargado material de tal extraordinario Sancta.

No se menciona el contenido y destino específico, definido, de cada una de estas bóvedas o cuevas mágicas, en comunicación una con otra mediante una escalera espiraloide.

La última de estas cavernas es, sin embargo, la que absorbe toda la importancia oculta, de manera que las anteriores tan sólo constituyen la vía secreta indispensable, mediante la cual se llega a aquella en lo más profundo de la Montaña.

Es esa última, el “Penetral” o “Sancta” más íntimo, en el que el Patriarca Enoch depositara su más rico tesoro esotérico.

El “Vellocino de Oro de los antiguos”, el Tesoro Inefable e Imperecedero que buscamos, no se encuentra nunca, pues, en la superficie, sino que tenemos que escarbar, cavar, buscar entre las entrañas de la Tierra hasta encontrarlo.

Descendiendo valerosamente a las entrañas o infiernos del Monte de la Revelación, encuentra el iniciado el místico tesoro –su mónada divina– que para él se conserva a través de los incontables siglos que nos precedieron en el curso de la Historia.

En el Capítulo II del Apocalipsis de San Juan, todavía podemos leer lo siguiente:

“Al que venciere daré a comer del Maná oculto, y le daré una piedra blanca, y en la piedra un nuevo nombre escrito, el cual no conoce sino aquel que lo recibe”.

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Capítulo 31.- El Cielo Lunar

La Gran Obra Individual se cumple en el Dominio Zodiacal de las Potencias Titánicas.

Los Doce Trabajos de Hércules, prototipo del hombre auténtico, indican, señalan la vía secreta que ha de conducirnos hasta los grados de maestro perfecto y gran elegido.

Primero entre todos viene la captura y muerte del león de Nemea, la fuerza de los instintos y pasiones incontroladas que todo lo devasta y lo devora.

En estado de éxtasis fui llevado consciente y positivamente al Mundo Lunar (o Mundo astral). Entonces se me aconsejó con infinita sabiduría.

Mi alma se conmovió en sus profundidades más íntimas al encontrar allí al Anciano del Templo de los dos veces nacidos. Nuestro querido Rector, el viejo sagrado, parece ciertamente tener todas las características del limón, mas es ostensible que irradia infinito amor.

Comprendí que para tener derecho al ascenso al Cielo Lunar (astral superior), debía primero bajar a los Infiernos Selenitas (astral inferior) y enfrentarme valerosamente a las Tres Furias.

En instantes en que escribo estas líneas, me viene a la memoria aquel pasaje iniciático en que Ginés de Lara, conducido por su maestro, contempla asombrado las aguas aceradas del lago.

—¡Mira ahora aquí! –exclama el Mahatma–.

Y Ginés miró, erizándosele el cabello, y vio dos cosas que ningún mortal ha visto, pero no por eso menos asombrosas ni menos ciertas.

Vio primero, como en gigantesco telescopio, a los habitantes del lado acá de la Luna, seres infelices, desgraciados sobre toda ponderación, y acerca de cuya naturaleza y origen se guarda gran misterio entre “los que lo saben todo”.

Y vio después algo más maravilloso aún: el secreto del otro lado del satélite, o sea el del hemisferio siempre vuelto del otro lado, y desde el cual jamás se ve la tierra miserable. Lugar donde algún místico ha querido situar por tanto “el Paraíso de Enoch y de Elías”, los dos “Jinas” del pueblo hebreo.

Después de esta pequeña digresión, continuemos con el tema del presente capítulo.

Cuando quise subir por la simbólica escala de Jacob, el viejo Sagrado del Templo arrancó del árbol del conocimiento –o árbol de la ciencia del bien y del mal– una rama deliciosa y me la hizo oler. Aquella fragancia era ciertamente nirvánica.

—Oled siempre esta rama para que podáis subir –tales fueron las palabras del Adepto–.

Incuestionablemente debemos practicar el “sahaja maithuna”, aspirar la fragancia deliciosa de la fruta prohibida, pero no comerla. Ésa es la Ley.

En los abismos de Selene inicié mi trabajo desintegrando a Judas, el Demonio del Deseo.

Huelga decir con gran acierto que, enhorabuena y gracias al auxilio directo de mi Divina Madre Kundalini, quedó reducido a cenizas el horripilante Demonio del Deseo.

Un poco más tarde hube de continuar mi trabajo con el inquieto Demonio de la Mente, que tanta amargura nos trae, el abominable Pilatos de todos los tiempos.

¡Aniquilación! Palabra terrible. Ese fue el final catastrófico del Pilatos fatal que me atormentaba.

Posteriormente proseguí mi trabajo en el Abismo, atacando a Caifás, el Demonio de la Mala Voluntad, la más detestable de las tres furias clásicas dentro del interior de cada uno de nosotros.

Murió ciertamente la tercera Furia después de recibir varias lanzadas en el cuerpo.

Ninguna igualaba su horrible apariencia. Ninguna tenía en su cabellera tantas serpientes. Sus mismas hermanas le temían. Llevaba la desdichada en sus manos todos los venenos gorgóneos del Infierno.

Pude verificar con entera claridad que asombra, todo el proceso de muerte en las Tres Furias.

Es incuestionable que pasaron por todas las transformaciones mágicas cantadas por Ovidio.

Si en principio fueron gigantescas y horribles, como el monstruo Polifemo de la tierra maldita que devorara implacable a los compañeros de Ulises, después, momentos antes de llegar la Parca soberana, tenían ya el aspecto de niños recién nacidos.

Aquellas sombras abominables, aquellos tres traidores que llevaba dentro, murieron afortunadamente.

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¿Qué habría sido de mí sin el auxilio de mi Divina Madre Kundalini?

Yo invocaba a mi Madre desde el fondo del Abismo y ella empuñaba la Lanza de Eros.

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Capítulo 32.- Ginebra

La eterna Dama, el Alma-Espíritu (Budhi) exige siempre de su caballero (el Alma Humana, Manas Superior), todo género de inauditos sacrificios y prodigios de valor.

Ella, la Divina Esposa Perfecta, es Ginebra, la Reina de los “Jinas”, aquella que a Lanzarote escanciaba el vino.

Delicioso vino de la espiritualidad trascendente en las copas iniciáticas de Sukra y de Manti.

Copas que no son, en suma, sino el Santo Grial en su significación de Cáliz de la suprema bebida o néctar iniciático de los dioses santos.

¡Dichoso el caballero que después de la dura brega celebre sus esponsales con la Reina de los “Jinas”!

Escrito está con letras de oro en el Libro de la Vida, que dentro del Budhi (Alma-Espíritu), como un vaso de alabastro fino y transparente, arde la llama de Prajna (El Ser).

Una noche de indiscutibles delicias tuve la dicha de encontrar a mi bienamada en el paraje secreto de la Segunda Montaña.

Por el sendero solitario avanzaba lentamente la carroza de mi prometida .Dice la leyenda de los siglos que la Marquesa de Beaupré se paseaba en un coche de singular belleza, pues estaba hecho de porcelana pura. Pero la carroza triunfal de mi Walkiria adorable, parecíase más bien a aquel otro coche que en los tiempos del “Rococó” usara la mujer del Duque de Clermont. Carruaje espléndido con tronco de seis caballos, los cuales llevaban herraduras de plata, y las ruedas, llantas del mismo metal.

La carroza triunfal de mi adorada se detiene ante un alcázar de pórfido luciente, do la riqueza y esplendor de oriente los muros y artesones abrillanta.

El espléndido vehículo se estaciona ante las puertas de bronce refulgente, que con tanta majestad espantan.

Pronto se ve allí cercado el carruaje por amable coro. Distinguidos caballeros, príncipes y nobles, hermosas damas y delicados niños.

Alguien da una señal y yo obedezco. Avanzo hacia la carroza del amor. Veo a través de los cristales de la dicha a mi Walkiria (Budhi).

Ataviada ella con el vestido nupcial, el traje de Bodas del Alma, ha llegado mi prometida en su resplandeciente coche para los esponsales.

Desposarme ante el Ara Santa con mi Alma Gemela, el Budhi teosófico ¡Qué dicha Dios mío!. Empero, se me dijo que debía todavía aguardar un poco.

La viril suministradora de la fuerza de lo alto me aplazaba y yo sufría lo indecible.

Por esa época hube de sumergirme profundamente en los Sacros Misterios de Minna, las pavorosas tinieblas lunares de un amor que es de la muerte hermano gemelo.

Trabajé intensivamente en la Superobscuridad del silencio y el secreto augusto de los sabios.

Tuve que aguardar por un tiempo y tiempos y la mitad. Empero, yo suspiraba por Ginebra, la Reina de los “Jinas” (mi Alma Espiritual).

Cierta noche, las estrellas centellando en el espacio infinito, parecían tener un nuevo aspecto.

Lejos del mundanal bullicio me encontraba en éxtasis. La puerta de mi recámara permanecía herméticamente cerrada.

Fue entonces ciertamente cuando celebré las Bodas con mi adorada (Budhi). Ella entró en mí y yo me perdí en ella.

En esos instantes de bienaventuranza brilló intensivamente el Sol de la Media Noche (El Logos Solar).

Me sentí transformado en forma íntegra. El famoso chakra Sahasrara, el Loto de los Mil Pétalos, la Corona de los Santos, resplandeció victoriosa en mi glándula pineal y entré en ese estado conocido entre los indostanes con el término sánscrito de “Paramananda” ( Suprema felicidad Espiritual).

Fue entonces cuando sentí la necesidad de convertirme en un auténtico y legítimo “Brahmavidvarishta”.

Los Mil Yoga-Nadis del Sahasrara me confirieron de hecho poder sobre ciertas fuerzas sutiles de la Naturaleza.

Budhi, mi Ginebra, mi Alma Espiritual, además de llevar el Shiva-Shakti-Tattva al máximum de actividad vibratoria, había puesto el Padma Coronario en cierto estado de intensificadas funciones místicas.

Entonces me vi convertido en el Mensajero de la Nueva Era Acuaria, enseñándole a la humanidad una Doctrina tan nueva y tan revolucionaria... Y sin embargo tan antigua.

Cuando abrí la puerta de mi recámara, el Ojo de Diamante (La Pineal), me permitió ver innumerables enemigos. Es obvio que la difusión de la Gnosis, en su forma revolucionaria, aumentará cada vez más el número de mis adversarios.

No está de más decir que después de este gran evento cósmico, hubo de realizarse cierto rito nupcial en el templo. Mucha gente asistió a este festival del amor.

Incuestionablemente en la Quinta Iniciación del Fuego había encarnado a mi Humana Alma (El Manas Superior de la Teosofía).

Mas ahora, ¡Oh Dioses!, con este desposorio alquimista y cabalista, encarnaba también a mi Alma Espiritual (El Budhi). Ostensiblemente dentro de este último, arde siempre en forma inalterable la Llama de Prajna (El Íntimo).

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Capítulo 33.- El Dragón de las Tinieblas

Yo pensaba que después de las Bodas Químicas con mi Alma Espiritual, entraría de lleno en una paradisíaca Luna de Miel. Ni remotamente sospechaba que entre las guaridas sumergidas del subconsciente humano, se escondiera el izquierdo y tenebroso Mara del evangelio budhista, el famoso Dragón de las tinieblas citado por el Apocalipsis de San Juan, el padre de los tres traidores.

Gigantesco monstruo abismal de siete cabezas infrahumanas, personificando siempre a los siete pecados capitales: ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, y gula.

Y rugió la gran bestia espantosamente, como cuando un león ruge, y se estremecieron de horror las potencias de las tinieblas.

Sólo con la electricidad sexual trascendente en plena magia sexual, es posible reducir a polvareda cósmica aquel horripilante engendro abismal.

Afortunadamente yo supe aprovechar hasta el máximum el coitus reservatus para hacer mis súplicas a “Devi Kundalini”, la Serpiente Ígnea de Nuestros Mágicos Poderes.

Empuña el monstruo con su siniestra mano la temible lanza. Tres veces intenta herirme en vano. Desesperado arroja contra mí la dura pica. Interviene en esos instantes mi Divina Madre Kundalini, se apodera de la singular reliquia y con ella hiere mortalmente al Dragón Rojo.

Mara, la horripilante bestia infernal, pierde entonces su gigantesca estatura, se empequeñece poco a poco, se reduce a un punto matemático y desaparece para siempre del tenebroso antro.

Posteriormente, aquella fracción de mi conciencia antes enfrascada entre el abominable monstruo, regresa, vuelve a mí.

Terribles son los secretos del viejo Abismo, océano sombrío y sin límites, donde la Noche primogénita y el Caos, abuelos de la Naturaleza, mantienen una perpetua anarquía en medio del rumor de eternas guerras, sosteniéndose con el auxilio de la confusión.

El calor, el frío, la humedad, la sequía, cuatro terribles campeones, se disputan allí la superioridad y conducen al combate sus embriones de átomos, que, agrupándose en torno de la enseña de sus legiones y reunidos en diferentes tribus, armados ligera o pesadamente, agudos, redondeados, rápidos o lentos, hormiguean tan innumerables como las arenas del Barca o las de la ardiente playa de Cirene, arrastrados para tomar parte en la lucha de los vientos y para servir de lastre a sus alas veloces.

El átomo, a quien mayor número de átomos se adhiere, domina por un momento. El Caos gobierna como árbitro y sus decisiones vienen a aumentar cada vez más el desorden, merced al cual reina. Después de él, es ostensible que en esos Mundos Infiernos el acaso lo dirige todo.

Ante aquel abismo salvaje, cuna y sepulcro de la Naturaleza, ante aquel antro que no es mar ni tierra ni aire ni fuego, sino que está formado de todos esos elementos, que, confusamente mezclados en sus causas fecundas, deben combatir del mismo modo siempre, a menos que el Demiurgo Creador disponga de sus negros materiales para formar nuevos mundos, ante aquel Tártarus Bárbaro, el Dragón de las Tinieblas exhaló su postrer aliento.

Fácil es descender a los “Mundos Infiernos”, pero no lo es tanto volver. ¡Allí está el duro trabajo! ¡Allí la difícil prueba!.

Algunos héroes sublimes, pocos en verdad, han logrado el regreso triunfal. Bosques impenetrables separan el Averno del Mundo de Luz. Y las aguas del pálido río, el Cócito, trazan repliegues laberínticos en aquella penumbra, cuya sola imagen estremece.

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Capítulo 34.- Conclusión de los Trabajos Lunares

Después de haber reducido a polvareda cósmica a Mara, el Padre de las tres Furias Clásicas, hube entonces de enfrentarme a las bestias secundarias del abismo.

El día terminaba lentamente. El aire delicioso de la noche invitaba a descansar de sus fatigas a los seres vivientes que pueblan la faz de la tierra. Y yo, vil gusano del lodo de la tierra, sólo quería sostener los combates del camino y de las cosas dignas de compasión que mi memoria escribirá sin equivocarse.

¡Oh, Musas inefables! ¡Oh, alto ingenio divino! Venid en mi auxilio. Inspiradme para que mi estilo no desdiga de la naturaleza del asunto.

Interrumpió mi sueño profundo un trueno tan fuerte, como hombre a quien se despierta violentamente. Me levanté y, dirigiendo una mirada en derredor mío, fijé la vista para reconocer el lugar donde me hallaba. Vime entonces en una casa solitaria junto al camino tenebroso.

Sentado en un tosco sillón junto a la ventana, desde la cual bien podía contemplarse el escarpado sendero, evoqué muy sinceramente los tiempos idos.

Ciertamente, en otras edades yo había estado allí en la mansión del abismo y ante el mismo camino.

Nada de esto me pareció nuevo. Comprendí que estaba recapitulando Misterios. Levantándome de la silla, abrí la vieja puerta de aquella morada y salí caminando despacito... despacito... despacito... por el camino solitario.

De una sola ojeada, y atravesando con la mirada un espacio tan lejano como es dable a la penetración de la vista espiritual, vi aquel paraje triste, devastado y sombrío.

El piso estaba húmedo y yo hube de detenerme intempestivamente ante cierto cable eléctrico que yacía tendido en el suelo.

¿Un cable de cobre cargado con alta tensión? ¡Qué horror! Y estuve a punto de pisarlo...

—Es preferible morir siendo libre, que vivir estando preso.

Así clamó la voz del silencio en la noche del Misterio.

Y yo, que alarmado intentaba en esos precisos instantes retroceder, me sentí reconfortado.

Avancé resueltamente por aquellos parajes sublunares a lo largo de la tortuosa senda abismal.

El escarpado sendero, virando sorpresivamente hacia la izquierda, penetró dentro de ciertas colinas muy pintorescas.

En ellas vi algo así como un parque nacional en día domingo. Un abigarrado conjunto de humanas criaturas que parecían disfrutar deliciosamente de la pradera.

Para solaz entretenimiento de muchos, algunos vendedores ambulantes iban y venían aquí, allá y acullá vendiendo globos de colores.

Símbolo viviente de la vida profana, así lo entendí. Empero, es ostensible que quise vivir todo aquello con intensidad.

Estaba muy absorto en todo eso, contemplando las muchedumbres de siempre, cuando de pronto he aquí que algo insólito e inusitado sucede. Me pareció como si de verdad el tiempo se detuviera un momento.

En esos instantes de terror surge de entre la maleza un lobo sanguinario, que, feroz y con mirada aviesa, intenta en vano agarrar su presa. Ante aquél huyen de la Parca despiadada algunas gallinas que desesperadas cacarean.

Extraordinaria simbología oculta. Ave de corral, pusilánime, cobarde, tímida. Lobo sanguinario, cruel, despiadado.

¡Pavor! ¡Terror! ¡Espanto! Humanos estados sublunares de la infraconciencia humana. Y yo, que creía haber muerto en mí mismo, ignoraba la existencia de estos agregados psíquicos dentro de mis propios infiernos atómicos.

Afortunadamente, jamás en la dura brega olvidé mi Pica Santa. Gracias a mi Divina Madre Kundalini he podido exceder a muchos en fuerza y habilidad en la lanza.

Habiendo caído ya los principales Demonios-Yoes, viles personificaciones de mis horribles defectos infrahumanos, concluyeron épicamente mis trabajos lunares dando muerte con el Asta Santa a muchas otras bestias infernales.

No está de más decir que hube de recoger muy rico botín de guerra después de muchas cruentas batallas.

Quiero referirme con gran énfasis a aquellas múltiples gemas preciosas de mi propia existencia, a esos granos de conciencia embutidos, enfrascados, entre esos horripilantes engendros del Infierno.

La última parte del trabajo fue de carácter completamente atómico. No es nada fácil expulsar a las malignas inteligencias de entre sus habitáculos nucleares.

Esto es ciertamente lo que se entiende por transformar las aguas negras en blancas.

Ahora, tales átomos se han convertido en vehículos maravillosos de ciertas inteligencias luminosas.

Chispas magníficas, átomos capaces de informar sobre las actividades del enemigo secreto.

Una noche de gloria tuve la honra más grande que se le pueda brindar a un ser humano. Fui visitado por el Cristo Cósmico. El Adorable traía un gran libro en su mano derecha como diciéndome: “Vais a entrar ahora en la esfera de Mercurio”.

Al ver al Maestro no pude menos que exclamar, diciendo:

—¡Señor! Habéis llegado más pronto de lo que yo pensaba. Todavía no os aguardaba.

El Cristo vivo respondió dulcemente:

—Yo a veces demoro cuando me toca venir en el mes de Marzo. Tú tenéis que seguir muriendo todavía.

—¿Cómo? ¿Seguir muriendo? ¿Todavía?

—Sí – respondió el adorable– tenéis que seguir muriendo –repitió–.

Lo que sucedió luego fue prodigioso. El Maestro se elevó lentamente hacia el Sol de la Media Noche, desprendiéndose después un poco del Astro Rey para bendecirme y perdonar mis antiguos errores.

Así fue cómo logré el reingreso al Primer cielo, la Morada de los Ángeles inefables.

Incuestionablemente era yo un ángel caído, mas es ostensible que había sido perdonado.

En la Catedral del Alma hay más alegría por un pecador que se arrepiente, que por mil justos que no necesitan de arrepentimiento.

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Capítulo 35.- El Cielo de Mercurio

Deviene ahora trascendental y trascendente el Segundo Trabajo de Hércules: la destrucción de la Hidra de Lerna, monstruo simbólico de origen inmortal, dotado de nueve cabezas amenazantes que se regeneran cada vez que son destruidas, amenazando los rebaños al igual que las cosechas.

Dura brega en la que el Héroe solar se hace acompañar por “Yolao”, su auriga e inspirador, cuyo notable papel es muy similar al de Sri Krishna en su relación con Arjuna. (Véase el Bhagavad Gîta, el Canto del Señor).

Aun cuando este magnífico trabajo pueda interpretarse como una obra bonificativa en un delta pantanoso como el del Nilo Sagrado, esa Hidra polifacética es también una imagen alegórica que personifica claramente a la mente con todos sus defectos psicológicos.

Como constelación, tal Hidra simbólica tiene su parte delantera entre Leo y Cáncer, extendiéndose al Sur hasta los pies resplandecientes de Virgo.

Con carbones encendidos, “Yolao” quema las cabezas renacientes, en lugar de las que Hércules aplasta con su maza. Después de lo cual, habiendo éste cortado la cabeza inmortal, símbolo extraordinario del amor auténtico, la esconde bajo una roca que obviamente ha de servir como “Piedra Filosofal” de su regenerada vida exquisitamente espiritual.

Escrito está con caracteres de fuego en el libro de la vida: “Quien quiera subir debe primero bajar”. “A cada exaltación le precede siempre una terrible humillación”.

Incuestionablemente yo anhelaba de verdad y con todas las fuerzas de mi alma, subir, ascender, al Cielo de Mercurio, el Devachán de los indostanes, el Mundo Mental Superior, la Morada de los Arcángeles. Empero, fue indispensable antes bajar, descender a los Infiernos de la Mente para destruir allí a la Hidra de Lerna.

Aquellos defectos psicológicos de polifacética estructura, que en los Infiernos Lunares había reducido a polvareda cósmica, continuaban existiendo como las abominables cabezas de la Hidra fatal, en los diversos repliegues de la mente.

Horripilantes criaturas animalescas, asqueantes engendros abismales, personificaban claramente a cada uno de mis propios defectos psicológicos.

Uno puede darse el lujo de comprender cualquier error psicológico, sin que por tal motivo haya capturado su honda significación.

Incuestionablemente necesitamos con urgencia máxima, inaplazable, no sólo comprender sino también atrapar el hondo significado de aquello que queremos eliminar.

Eliminar las cabezas (defectos psicológicos) de la Hidra de Lerna, sólo es posible mediante la electricidad sexual trascendente, durante el “sahaja maithuna” en la “Forja de los Cíclopes”.

Como quiera que la “Cópula Metafísica” en la “Novena Esfera” es una forma de la oración, yo suplicaba en esos instantes a Devi Kundalini.

Goethe, el gran iniciado alemán, adorando a su Divina Madre Kundalini, lleno de éxtasis exclamaba:

Virgen pura en el más bello sentido.

Madre digna de veneración.

Reina elegida por nosotros

y de condición igual a los Dioses.

Anhelando morir en sí mismo aquí y ahora, durante el coito químico, aquel gran bardo decía:

Flechas traspasadme,

lanzas sometedme,

mazas heridme.

Todo desaparezca,

desvanézcase todo.

Brille la estrella perenne,

foco del eterno amor.

Incuestionablemente yo siempre procedí en forma muy similar, y la Hidra de Lerna, poco a poco, lentamente, fue perdiendo cada una de sus abominables cabezas.

En cierta ocasión, hallándome en el Tíbet Oriental dentro de un Monasterio, tuve la ocurrencia de decirle a mi Divina Madre Kundalini lo siguiente:

— Tú y yo platicamos y parecemos dos personas diferentes, y sin embargo, somos el mismo Ser.

No está demás aseverar enfáticamente que la respuesta fue ciertamente extraordinaria:

— ¡Sí, Hijo Mío!.. Tú y yo somos el mismo Ser, pero derivado .

En nombre de la Verdad confieso francamente y sin ambages, que sin el auxilio inmediato de mi Divina Madre Adorable, de ninguna manera habría podido eliminar radicalmente la Hidra de Lerna (mis defectos psicológicos en el subconsciente intelectual).

Antes que la llama de oro pueda arder con luz serena, la lámpara debe estar bien cuidada en lugar libre de todo viento. Los pensamientos terrenales deben caer muertos a las puertas del templo.

La mente que es esclava de los sentidos, hace al alma tan inválida como el bote que el viento extravía sobre las aguas.

Cuando resplandeció victorioso el Sol de la Media Noche en el firmamento espiritual, volví al estado arcangélico que otrora había perdido, y entré dichoso en el Cielo de Mercurio.

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Capítulo 36.- El Cielo de Venus

Deviene ahora extraordinaria la tercera hazaña de Hércules, el héroe solar.

Quiero referirme enfáticamente a la captura de dos animales, suave el uno como veloz, turbulento y amenazador el otro. La Cierva Cerenita y el Jabalí de Erimantea.

Podemos y hasta debemos identificar estos famosos cuadrúpedos con las dos resplandecientes constelaciones australes más próximas a las estrellas de Géminis, que se hallan cerca de los dos Centauros, con los que Hércules sostiene una lid sangrienta.

En la cierva de pies de bronce y cuernos de oro, consagrada a Diana y disputada por Apolo, el Dios del Fuego, podemos ver una clara alusión al alma humana (el esposo de la Walkiria), el Manas Superior de la Teosofía.

Y en el terrible Jabalí, perverso cual ninguno, está el símbolo viviente de todas las bajas pasiones animales.

No está de más aseverar en estos instantes que yo anhelaba muy sinceramente y con todas las fuerzas de mi alma, entrar al Cielo de Venus, el Mundo Causal, la morada de los Principados.

Empero, es claro que necesitaba primero hacer méritos, reducir a polvareda cósmica al espantoso Jabalí.

Bajar es necesario antes de subir. A toda exaltación le precede siempre una terrible humillación.

Descender a los Infiernos Venustos fue indispensable, urgente, inaplazable, antes del ascenso.

Información previa necesitaba y ésta, en sí misma, resultaba ciertamente apremiante, perentoria.

Indicaciones precisas, extraordinarias, vinieron a mí durante la meditación. Es ostensible que el iniciado siempre es asistido.

Sobre una gran tabla, muy semejante al atractivo tablón de un juego de ajedrez, en vez de las consabidas piezas del citado juego, vi muchas figuras animalescas de asqueante aspecto.

Incuestionablemente, con la ayuda de mi Divina Madre Kundalini, yo había eliminado defectos de tipo psicológico, ya en el Mundo astral, ya en el Mundo Mental; empero, los gérmenes causales de aquéllos, continuaban existiendo dentro de mí mismo, aquí y ahora.

Dentro del terreno de la más pura Psicología Experimental, podemos asentar el siguiente enunciado: La eliminación radical de cualquier defecto psicológico fracasa absolutamente cuando no se disuelve su causa secreta.

Extirpar de mi psiquis tales causas intrínsecas, fue ciertamente mi tarea en los Infiernos Venustos.

Es ostensible que entonces hube de pasar victorioso por espantosas tentaciones carnales, como aquellas que sufriera el patriarca gnóstico San Agustín al pie de la cruz.

El gnóstico misterio está presente

en el quieto volar de la paloma,

y el pecado del mundo en la serpiente

que muerde el pie del ángel que la doma.

Sobre la eterna noche del pasado

se abre la eterna noche del mañana.

Cada hora, una larva del pecado,

y el símbolo la sierpe y la manzana.

Inmensa es la multitud de los delitos, cuyos gérmenes causales debía eliminar, y aunque tuviese cien bocas, cien lenguas y voz de hierro, no podría enumerarlos todos.

En el Tartarus, donde se castiga a los malvados, encontré también a dos viejos amigos de la juventud; uno aún vive, el otro ya es muerto.

No está de más recordar a esos titanes de los antiguos tiempos, que quisieron escalar el cielo. Sufren ahora en los abismos, encadenados por la ira de Júpiter.

Allí también moran los insolentes lapitas y el atrevido Ixión, que atentó contra Juno, y Piritoo, que quiso raptar a Proserpina.

En el mundo subterráneo vive también el orgulloso Salmoneo, Rey de Elida, que reclamó para sí los honores divinos, siendo él un simple mortal, un vil gusano del lodo de la tierra.

Momentos antes de abandonar definitivamente la morada de Plutón, vi algo espantoso, terrible, como si un descomunal monstruo gigantesco quisiese devorarse a la humanidad entera. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

Posteriormente me sentí transformado entre esos infiernos atómicos. El Cristo Cósmico entró en mí y yo me perdí en Él.

Entonces, multitud de madres me trajeron sus niños y yo, lleno de éxtasis exclamé: “dejad que vengan los niños a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

¡Cuán feliz me sentí con el cuerpo causal transformado! Después de bendecir a todos esos tiernos infantes, abandoné el Reino Mineral Sumergido y penetré victorioso en el Cielo de Venus (El Mundo Causal).

Fue así como reingresé al estado de los Principados, que otrora había perdido, cuando en la meseta central del Asia cometiera el mismo error del Conde Zanoni.

Caer rendido a los pies paradisíacos de la exquisita beldad femenina, beber el licor de mandrágoras, comer de las manzanas de oro del “Jardín de las Hespérides”, fue ciertamente el mencionado error. Empero, trabajando posteriormente con la electricidad sexual trascendente, hube de retornar al camino que otrora había abandonado.

Ese Mundo Causal maravilloso o Mundo de la Voluntad Consciente, tantas veces citado por el señor Leadbeater, Annie Besant, Arturo Power, Rudolf Steiner, H.P.B., etc., ostensiblemente es terror de amor y ley. Indubitablemente el Cielo de Venus no es del tiempo y está más allá de la mente.

Resulta patente que la sustancia akáshica, como elemento natural y vibración o tattva, constituye en sí misma el fondo viviente y filosofal del mundo de causalidad cósmica.

El azul eléctrico profundo resplandece maravilloso en esa región y centellea por aquí, por allá y acullá, saturándonos con una exquisita voluptuosidad espiritual indescriptible.

Es el Mundo de las Causas Naturales como un océano sin límites ni orillas. El incesante oleaje de acción y consecuencia fluye y refluye allí de instante en instante.

Es evidente que no existe causa sin efecto ni efecto sin causa. A toda acción le sigue una reacción. De cualquier acto siempre se desprende una consecuencia o, mejor dijéramos, serie de consecuencias.

Por aquella época de mi actual existencia, recibí mucha información objetiva demostrada y demostrable.

Ejemplo. Ante el orador de cierto auditorio me presento en plena asamblea. No sé guardar compostura, meto las narices donde no debo, refuto conceptos...

Resultado. El disertador – un hombre del Mundo Causal– se retira indignado.

Posteriormente, el conferencista aquel comenta con otros mi actitud y esto se convierte de hecho en toda una serie encadenada de consecuencias.

En el Mundo Causal vi también, con asombro místico, el porvenir que le aguarda al planeta Tierra y a las humanas criaturas que en este mundo físico moran.

Vestido con el “cuerpo causal” me vi de pronto metido dentro de un gran patio ferroviario.

Ciertamente el Movimiento Gnóstico es un tren en marcha. Unos pasajeros suben en una estación y se bajan en otra. Raros son aquellos que llegan hasta la estación final.

Posteriormente hube de sumergirme entre el infinito espacio estrellado. Necesitaba investigar algo en el anfiteatro de la Ciencia Cósmica.

Sorprendido, admirado – puesto que todavía no he perdido la capacidad de asombro– , pude percibir con el “Ojo de Dagma” u “Ojo de Shiva”, algo insólito e inusitado.

Ante mi vista espiritual apareció la Tierra sitiada a muerte por doce gigantes descomunales, negros, siniestros, amenazantes (las doce constelaciones zodiacales agenciando la cristalización definitiva del karma mundial).

Gente de otros mundos no ignoran la gran catástrofe que sobrevendrá y se acercarán con sus naves para registrar o fotografiar el cataclismo.

He ahí el Apocalipsis de San Juan en plena marcha. Colisión de Mundos. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!...

Resulta oportuno citar en esta parte algunos versículos extraordinarios del Korán.

Entre los signos que deben preceder a la llegada de la hora postrera, se halla el que la Luna se partirá en dos. Pero a pesar de ello los incrédulos no darán crédito a sus ojos.

(Es obvio que en modo alguno puede tratarse de una división geológica o física de nuestro vecino satélite. Interprétese esto en forma política y militar. Las grandes potencias se disputarán la Luna).

Cuando se toque la trompeta por primera vez.

Cuando la Tierra y las montañas sean llevadas por los aires y machacadas de un solo golpe.

Cuando el cielo se desgarre y caiga en pedazos...

Ese día será el día inevitable.

(¡Colisión! Es el término preciso. El planeta Tierra chocará con otro mundo que se viene acercando peligrosamente).

¡El golpe que es! Será el día del Juicio Final.

Quienes tengan obras que pesen en la balanza, tendrán una vida agradable. Quienes ligeras, tendrán por morada la fosa ardiente (los Mundos Infiernos).

Cuando la Tierra tiemble con ese temblor que le está reservado...

Cuando haya vomitado los muertos que reposan en sus entrañas, el hombre se preparará para ser juzgado.

El Sol será desgarrado, las estrellas caerán, las montañas serán puestas en movimiento y terminarán estrellándose contra el suelo. El cielo estallará en mil pedazos y los mares y ríos confundirán sus aguas. Las tumbas se entreabrirán y resucitarán los muertos. Los que hayan practicado el bien tendrán la felicidad sin límites; pero los réprobos serán también castigados sin mesura.

Incuestionablemente, antes de la inevitable colisión, el excesivo acercamiento de aquella mole planetaria originará espantosas tempestades electro-magnéticas.

Es ostensible que la presencia de aquel mundo sideral ejerza atracción sobre el fuego líquido del interior de nuestro globo terráqueo. Entonces el ígneo elemento buscará salida dando origen a innúmeros volcanes.

Por aquellos días, la Tierra se estremecerá con pavorosos terremotos y horripilantes maremotos.

Pueblos y ciudades caerán fatalmente como míseros castillos de naipes, hechos ruinas.

Olas monstruosas nunca jamás vistas azotarán con furia las arenosas playas y un sonido muy extraño surgirá de entre el fondo de los mares.

Indubitablemente, la radiación extraordinaria de aquel planeta matará a millones de criaturas y todo se consumirá en apocalíptico holocausto.

Pedro o Patar, el Gran Hierofante, dijo:

Mas el día del Señor vendrá como ladrón en la noche. En el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la Tierra y las obras que en ella están serán quemadas.

En el Mundo Causal yo contemplaba con asombro místico la Gran Catástrofe que se avecina y, como quiera que esa es la región de la música inefable, la visión fue ilustrada en la “corriente del sonido”.

Cierta deliciosa sinfonía trágica resonaba entre los fondos profundos del Cielo de Venus.

Aquella partitura asombraba en general por la grandeza y majestad, y por la inspiración y belleza de su traza, por la pureza de sus líneas y por el colorido y matiz de su sabia y artística instrumentación dulce y severa, grandiosa y terrorífica, dramática y lúgubre a la vez.

Los trozos melódicos fragmentarios ( Leitmotiv ) que se oyeron en el Mundo Causal en las diferentes situaciones proféticas, son de gran potencia expresiva, y en íntima relación con el gran acontecimiento y con los sucesos históricos que inevitablemente le precederán en el tiempo.

Hay en la partitura de esa Gran Opera Cósmica, fragmentos sinfónicos relacionados con la tercera guerra mundial. Sonoridades deliciosas y funestas, sucesos horripilantes, bombas atómicas, radioactividad espantosa en toda la Tierra, hambres, destrucción total de las grandes metrópolis, enfermedades desconocidas, contiendas incesantes aquí, allá y acullá, etc., etc., etc.

Entremezclados con un arte sin precedentes, se oyeron los temas relacionados con la destrucción de New York, París, Londres, Moscú, etc., etc., etc.

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Capítulo 37.- El Cielo del Sol

La siguiente obra de Hércules, el héroe solar, es ciertamente la limpieza extraordinaria de los famosos establos de Augias, Rey de la Élida, cuya hija, conocedora de las virtudes de las plantas, componía con ellas mágicos brebajes.

En tales mencionados establos (viva representación simbólica de nuestros propios fondos subconscientes, sumergidos), que hospedaban a sus innumerables rebaños (esos múltiples agregados psíquicos bestiales que constituyen el Ego), y entre ellos doce cándidos toros alegorizando el karma zodiacal, se había acumulado la suciedad de varias generaciones.

Incuestionablemente, Hércules debía limpiar esos establos en un solo día. Dicen viejas tradiciones que se pierden en la noche de los siglos, que lo logró haciendo un agujero en la pared y desviando luego el curso de un río para que sus aguas los inundaran.

Este insólito trabajo puede, por lo tanto, identificarse con Acuario, casa zodiacal de Urano, Ur-Anas, el Fuego y el Agua primordiales simbolizando claramente las corrientes sexuales en el organismo humano.

Urano, como primer rey divino de la primitiva Atlántida, es el regente de nuestras glándulas sexuales.

Urano, el Asura-Maya, es realmente el primer revelador de los misterios de la vida y de la muerte.

Es ciertamente Ur-Anas, el Fuego y el Agua primievales, quien determina intrínsecamente el primer culto luni-solar de la andrógina IO... (iiiiiiii ooooooooo).

IO Pitar es el Sol.

Menes o Maní es la Luna.

Om mani padme jum,como mantram de inmenso poder esotérico, tiene su equivalencia en los Dioses Sol y Luna, en el seno del Sagrado Loto surgido milagrosamente de las aguas espermáticas del primer instante.

Dice la leyenda de los siglos, que Urano tuvo cuarenta y cinco hijos de diversas mujeres, y que además tuvo de Titaea otros dieciocho hijos. Estos últimos recibieron el colectivo nombre de titanes por causa de su madre.

Adicionando entre sí, por separado, cada una de estas cantidades kabalísticas, tendremos los siguientes resultados:

45: 4 más 5 igual 9. El Ermitaño del Tarot, “La Novena Esfera”, el Sexo.

18: 1 más 8 igual 9. El Arcano 18 es el Crepúsculo del Tarot. Incluye el Arcano 9 dos veces. Significa los enemigos secretos, ocultos, la lucha subterránea en los demonios de la “Novena Esfera”, lo tenebroso.

Ostensiblemente Urano es el Rey absoluto de las funciones sexuales, el amo de la nueva Era Acuaria.

Como Titaea sobrepujaba a todas las mujeres en belleza y virtudes, fue también puesta en el número de los Dioses. Se nos ha dicho que sus fieles devotos, agradecidos por todos los bienes recibidos, la llamaron “Tierra”.

En nombre de la verdad he de confesar francamente y sin ambages que el cuarto trabajo resultó para mí tremendamente fácil. Empero, hube de pasar previamente por una delicada prueba.

En un viejo parque de la ciudad me vi a mí mismo platicando con una noble dama. Alguien que, sin lugar a dudas, fuera ciertamente una gran amiga.

Muy juntitos nos sentamos en un escaño, sintiendo entrambos un gran amor. Por un instante parecíamos dos enamorados, pero...

¡De pronto me acordé de mi Divina Madre Kundalini! Y entonces desvié esa corriente del amor hacia adentro y hacia arriba, hacia mi Madre Adorable.

En esos momentos exclamé con todas las fuerzas de mi alma:

— ¡Este amor es para mi Madre!...

Así fue como Hércules desvió el curso de un río para que sus aguas inundaran los “Establos de Augias”. (El que tenga entendimiento que entienda porque aquí hay sabiduría).

Incuestionablemente estaba metido dentro de las entrañas minerales del Sol, en los Infiernos Solares.

¡Cuán limpios me parecieron los Mundos Sumergidos del Astro Rey! Infiernos sin almas en pena, sin demonios. ¡Qué Maravillas!.

Es ostensible que entre las vivientes entrañas del resplandeciente Sol no podrían vivir los demonios. Jamás resistirían estos últimos las potentes vibraciones de ese astro.

Cuando me hallé encerrado dentro de uno de los simbólicos “Establos de Augias”, lo encontré completamente limpio y sin animales de ninguna especie. Entonces comprendí.

Quise salir, pero la puerta estaba herméticamente cerrada. ¡Ábrete Sésamo! Grité con todas mis fuerzas.

En esos instantes las puertas se abrieron como por encanto y entonces penetré en un segundo establo. Lo hallé tan limpio como el primero.

¡Ábrete Sésamo! Grité otra vez, y cuando se abrieron las puertas penetré en un tercer establo. Ostensiblemente éste también estaba limpio y hermoso.

¡Ábrete Sésamo! Grité por cuarta vez y cuando se abrió la cuarta puerta, traspasé el umbral de una brillante mansión solar.

Lo que vi en el fondo del Santuario fue algo insólito e inusitado. ¡Oh, Dioses! Allí sentados en sus tronos me aguardaban Osiris, Isis, Horus...

Avancé hasta ellos y prosternándome los adoré. En esos instantes sentí en mí sus bendiciones.

Tres aspectos de mi Ser, pero “derivado”. Así lo comprendí y esto merece una explicación.

Uno de nuestros rituales gnósticos esotéricos dice textualmente lo siguiente:

Osiris (el Archihierofante y el Archimago, nuestra Mónada Particular, Individual), Poderoso Emperador, responde al Hijo suplicante.

Isis (el desdoblamiento de Osiris, la Dúada Mística, Devi Kundalini), Madre dignísima, responde al Hijo suplicante.

Horus (El Cristo Íntimo) responde al peregrino suplicante.

Ellos me recibieron y entré victorioso en el Cielo del Sol, en la Morada de las Potestades, en el Mundo Búdhico o Intuicional. Entonces reconquisté mi lugar entre esas divinales criaturas, glorioso estado conscientivo que otrora había perdido.

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Capítulo 38.- El Cielo de Marte

El Quinto trabajo de Hércules, el héroe solar, fue la caza y destrucción de las aves antropófagas que tenebrosas habitan las lagunas de Estinfal y mataban a los hombres con sus bronceadas plumas, que a manera de flechas mortíferas lanzaban contra sus indefensas víctimas.

Ostensiblemente esta labor se halla íntimamente relacionada con la Constelación de Piscis, casa de Neptuno, el Señor de la Magia Práctica.

Incuestionablemente aquellas aves antropófagas son las crueles Arpías citadas por Virgilio, el poeta de Mantua.

Para bien de la Gran Causa, por la cual todos nosotros, los Hermanos del Movimiento Gnóstico, estamos luchando, voy a transcribir ahora algunos párrafos de la Eneida.

Nos acercamos a las islas Strófadas, que se encuentran en el mar Jónico, y en las que habitan las inmundas Arpías (brujas horripilantes, jinas negros), monstruos con cabeza y cuello de mujer, que eran antes hermosas doncellas, pero ahora están transformadas en Furias, y su contacto corrompe cuanto toca. Las capitanea la execrable Celeno, y, provistas de luengas garras, tienen siempre en el rostro la palidez del hambre.

Sin pensar en ellas, arribamos a aquella tierra, y, apenas desembarcados, encontramos un rebaño de vacas, hermosas y relucientes, que estaban pastando sin que nadie las cuidara.

Hambrientos como estábamos, no tardamos en sacrificarlas para saciar nuestro apetito con su carne fresca. Pero cuando estábamos en lo mejor del banquete, bajaron de los montes las Arpías (brujas), graznando como cuervos y batiendo las alas, y aproximaron a nuestra comida sus bocas inmundas.

La carne se corrompió y el hedor infestaba el aire. Entonces creímos que nos sería imposible huir de ellas y cambiamos de lugar, refugiándonos cerca de unas cuevas apartadas de la playa. Pero, por segunda vez, cuando nos disponíamos a comer, después de sacrificar nuevas reses, volvieron aquellos monstruos (aquellas aves antropófagas) y nos estropearon de nuevo el alimento.

Llenos de coraje, mis hombres se dispusieron al ataque, y armaron arcos y jabalinas para exterminar a tan horribles seres. Pero su piel no se dejaba atravesar por el bronce y sus flancos eran invulnerables. Entonces la horrenda Celeno dijo, gritando, mientras revoloteaba sobre nuestras cabezas:

“ ¿Por qué nos hacéis la guerra, insensatos? Los dioses nos han hecho inmortales.

No os hemos ofendido sin justicia, porque vosotros habéis sacrificado muchas vacas de nuestro rebaño.

En castigo, voy a daros una maldición. Eneas y su estirpe andarán errantes por el mar antes de encontrar la tierra que buscan y pasarán hambre.

No podrán alzar las murallas de su nueva ciudad hasta que, de tan hambrientos, se hayan visto obligados a devorar sus propias mesas” .

Estas extrañas palabras nos llenaron de consternación. Imprecando a los Dioses para que apartasen de nosotros tales amenazas, abandonamos aquella triste tierra y nos embarcamos de nuevo.

Hasta aquí este insólito relato ocultista y esoterista. Continuemos ahora con las explicaciones.

Muchas de estas arpías abismales, sorprendidas in fraganti , han sido capturadas con ciertos procedimientos.

Algunas tradiciones antiguas dicen:

“Si ponemos en el suelo unas tijeras de acero abiertas en forma de cruz y si regamos mostaza negra alrededor de este metálico instrumento, cualquier bruja puede ser atrapada” .

¡Causa asombro el que algunos ocultistas ilustres ignoren que estas brujas pueden eludir la ley de la gravedad universal!

Aunque parezca inusitada la noticia, nosotros aseveramos muy solemnemente que esto es posible metiendo el cuerpo de carne y hueso dentro de la Cuarta Dimensión.

No es, en modo alguno, extraño el que estas calchonas con sus zánganos, metidas con su cuerpo físico dentro de la cuarta vertical (el hiperespacio), puedan levitar y viajar en pocos segundos a cualquier lugar del mundo.

Es ostensible que ellas tienen fórmulas secretas para escaparse “físicamente” de este mundo tridimensional de Euclides.

En términos estrictamente ocultistas, bien podemos calificar a esas arpías izquierdas y tenebrosas con el título de “jinas negros” para diferenciarlas radicalmente de los “jinas blancos”.

El organismo humano metido dentro de la Cuarta Dimensión, a despecho de todo lo que diga la ciencia oficial, puede asumir cualquier figura, cambiar de forma.

Recordad, amados lectores, a la execrable Celeno y sus inmundas arpías, horrendos pajarracos de las islas Strófadas, en el Mar Jónico.

Una tarde cualquiera, no importa la fecha ni el día ni la hora, sentado al pie de las rejas dentro de un vetusto calabozo, estudiaba una obra esotérica.

El sol se ocultaba entre los rojos incendios del ocaso y la luz vespertina se esfumaba lentamente.

De pronto, algo insólito sucede. Escucho junto a mí una carcajada estruendosa, sarcástica, burlona, marcadamente femenina.

Se trata de una de esas aves antropófagas que habitan las lagunas de Estinfal, una calchona, una bruja de mal agüero, una mujer de izquierdos aquelarres.

La perversa huye y se esconde entre las pavorosas tinieblas de los Mundos Infiernos.

Así se inicia mi intrépido descenso entre las entrañas vivientes del reino mineral sumergido marciano.

Antes de subir es indispensable bajar. Ésa es la Ley. A cada exaltación le antecede una espantosa y terrible humillación.

Aniquilar dentro de mí mismo esos elementos inhumanos, brujescos, esas aves de mal agüero, fue ciertamente mi tarea en el tenebroso Tartarus.

Aunque parezca increíble –por lo inusitado de la noticia–, es urgente saber que todos los seres humanos sin excepción alguna, llevan en sus trasfondos inconscientes variados elementos hechiceros.

Esto significa que en el mundo existen muchas gentes que, sin saberlo, practican inconscientemente la Magia Negra.

Incuestionablemente hasta los mismos santos de todas las religiones sufren lo indecible cuando se autodescubren. Entonces pueden verificar por ellos mismos el crudo realismo de esos elementos inhumanos, que ostensiblemente están obligados a eliminar de su psiquis.

Cualquier adepto o místico o santo, en tanto no haya muerto radicalmente en todos y cada uno de los cuarenta y nueve departamentos del subconsciente, es más o menos negro.

He ahí uno de los grandes motivos por los cuales no nos es dable condenar a nadie. “Quien se sienta limpio de pecado que arroje la primera piedra”.

En aquella época de mi vida fui atacado incesantemente y en despiadada forma, por las siniestras aves que habitan las lagunas de Estinfal.

En los “mandingos” salones de tenebrosos aquelarres, dentro de los Infiernos Marcianos, asombrado descubrí a muchos hermanos de la rocallosa senda.

Tratábase de “agregados brujescos”, ostensiblemente ignorados por sus humanas personalidades.

Concluidos mis trabajos en los abismos minerales de Marte, ascendí victorioso al Quinto Cielo, el Mundo de Atman, la Morada radiante de las Virtudes.

Así fue como volví al cielo de Marte. Entonces reconquisté mi lugar entre esos sublimes seres, posición divinal que otrora había perdido.

El objetivo de mis trabajos en los infiernos marcianos se había logrado. Eliminados de mi psiquis los elementos inhumanos, mi conciencia quedaba libre.

Los grilletes intelectuales habían sido aniquilados. Y mi conciencia liberada, fuera ya del horripilante calabozo de la mente donde por tanto tiempo morara prisionera, había conseguido fusionarse, mezclarse con Atman, el Inefable, mi Real Ser.

¡Ah! Si las gentes comprendieran lo que es el calabozo del intelecto. Si entendieran que viven prisioneras entre la cárcel de la mente...

En completa bienandanza, como “Hombre-Espíritu” en el cielo marciano, lejos del cuerpo, de los afectos y de la mente, anduve conscientemente cual un ave de luz resplandeciente, antítesis radical de esas otras aves siniestras de las lagunas de Estinfal.

En tales momentos de exquisita bienaventuranza, hube de pasar junto a muchas obras simbólicas estructuradas en hierro puro.

Es la región de Atman, el inefable, el mundo del más crudo realismo. La dimensión de las matemáticas.

En el mundo tridimensional de Euclides jamás percibimos un sólido en forma íntegra, unitotal. Aquí sólo vemos en forma subjetiva ángulos, superficies, etc.

Empero, en la brillante región de Atman, no solamente percibimos sólidos en forma integra, sino además hipersólidos, incluyendo la cantidad exacta de átomos, que en su conjunto constituyen la totalidad de cualquier cuerpo.

Incuestionablemente en el Cielo de Marte gozamos realmente de la percepción objetiva más completa. ¡Cuán feliz me sentía en esa región de las dichas infinitas! Empero, no todo en la vida son fiestas; también existen sufrimientos, tú lo sabes.

La Sede del Juicio Celestial, donde se administra la “Justicia Objetiva”, siempre interviene.

Un día cualquiera, feliz en el Mundo de Atman, vino a mí un Juez de la Ley de la Katancia (el karma superior).

Él se sentó ante una mesa y yo, con mucho respeto y veneración, hube entonces de responder de cargos:

— Usted ha criticado a muchos en sus libros – dijo el Jerarca– .

— Soy combativo por naturaleza, – respondí en forma enfática– .

— Se le condena a siete días de prisión.

Tal fue la Sentencia.

He de confesar francamente y sin ambages que al escuchar la sentencia estuve un poco cínico.

Me pareció la cuestión esta un caso tonto de policía, como cuando uno de muchacho se pelea con otro de su misma edad y lo meten unas cuantas horas a la cárcel.

Empero, ya en pleno cumplimiento de la sentencia, sentí que este castigo era terriblemente doloroso.

Siete días entre el horrible calabozo de la mente, y después de haberme emancipado.

Siete simbólicos días de amargura dentro de la cárcel pavorosa del intelecto.

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!...

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Capítulo 39.- El Cielo de Júpiter

Casi contigua a la brillante constelación de Piscis se encuentra la de Tauro, que incuestionablemente se halla íntimamente relacionada con el trabajo esotérico trascendente “La captura del Toro de Creta”.

Éste había sido remitido a Minos por el dios Neptuno para que se lo ofreciera como holocausto. Pero el rey, codicioso, lo retuvo indebidamente para sí, debido a lo cual el animal se tornó espantoso y amenazador, aterrorizando a todo el país.

Dice la leyenda de los siglos que Hércules, el héroe solar, obtuvo así fácilmente el permiso para apoderarse de él, encadenarlo y arrastrarlo por mar hasta Micenas.

Es indubitable que el trabajo relacionado con los infiernos jupiterianos se halla plenamente alegorizado con la sexta hazaña de Hércules.

No está de más en estos renglones recordar al primer Júpiter de la Teogonía griega, Padre de todos los Dioses, Señor del Universo y hermano de Urano, Ur-Anas, es decir, del Fuego y el Agua primitivos, pues es sabido según el Clásico que en el Panteón griego figuran cerca de trescientos Júpiter.

En su otro aspecto de Jove o Iod-Heve, es el Jehovah Macho y Hembra o Andróginos y colectivos Elohim de los libros mosaicos, Adam-Kadmón de los cabalistas, el Iacho o Ínacho de la Anatolia, que también es el Baco o Dionisios de Fenicios continuadores de la primitiva Teogonía de Sanchoniaton.

El carácter siempre asignado a Júpiter, el Venerable Padre de los Dioses, como “Hombre Celeste”, dio lugar así mismo a no pocos típicos nombres nórdicos, tales como el de Herr-Man y Herr-Manas o Hermes, literalmente “El Hombre Divino” o el “Señor Hombre”, Alcides o el Cid, precursor teogónico de todos nuestros Cides prehistóricos del Romancero.

Incuestionablemente Júpiter, en el Punjab y en el Registán es el Hari-Kulas o Hércules, el Señor Solar, “El Prototipo de la Raza del Sol”, el Hari-Mukh de Cachemira o sea el Sol en el horizonte de la vida.

Júpiter o Io-Pitar, es decir el Padre de Io, es el Espíritu Divino de toda aquella antigua hueste de creadores que, al reencarnarse en cuerpos con sexos opuestos, dio lugar a la fábula griega de los amores de Júpiter con la Virgen IO (iiiii ooooo), la cual fue transformada en ternera celeste, o “Vaca Sagrada” de los Orientales, para así escapar a las iras de Juno.

Júpiter y su Vaca de IO (iiiii ooooo) nos facilitan el significado de otra porción de nombres arcaicos, tales como el mismo Gerión o Ferión – el que lleva las vacas– , el de Hyperión Bósphoro, literalmente: “el conductor de la vaca”, lo mismo que Gautama “el Budha”.

Así, la hueste de los Señores o Elohim, Júpiter se halla simbolizada por el hierograma sexual de Io (iiiiii oooooo). Es ostensible que tiene docenas de nombres en cada lengua y un centenar o millar de mitos por cada nombre de éstos, en su lengua respectiva.

Toda esta legión inefable de Seres Divinos, todos estos Elohim constituyen en su conjunto el Dios único y sin nombre de los Tartesios, el auténtico Júpiter sublime de los antiguos tiempos.

Desarrollada muy cuidadosamente esta temática trascendental, podremos deducir solemnemente lo siguiente: El Cielo de Júpiter es la Morada de los Elohim, el Nirvana.

Aquellos devotos de la Senda que al llegar a la Quinta Iniciación del Fuego elijan el camino espiraloide, ingresarán al Nirvana.

Desarrollo integral es diferente. En nombre de la Verdad debo confesar francamente y sin ambages, que ese fue siempre mi mejor anhelo.

El pleno desenvolvimiento de todas mis posibilidades superlativas, nirvánicas, en toda la presencia de mi Ser Cósmico, fue mi aspiración.

Empero, es incuestionable que antes de subir debemos bajar. A toda exaltación le antecede siempre una espantosa y terrible humillación.

Encadenar al simbólico “Toro de Creta”, fue realmente la tarea a seguir y ésta en sí misma me pareció horripilante.

Por aquella época de mi actual existencia, muchas tentaciones sexuales me asediaban inclementes en el tenebroso Tartarus.

Autoexplorándome psicológicamente descubrí en los trasfondos más profundos de mi propia mente, al famoso “Toro de Creta”.

Lo vi, sí, negro, descomunal, gigantesco, amenazante y provisto de agudos cuernos.

Obviamente se expresaba en mi psiquis con fuertes impulsos sexuales, pasionales, irreflexivos.

Fue urgente encadenar a la tenebrosa bestia. Fue indispensable desintegrarla, reducirla a polvareda cósmica.

Indubitablemente fui asistido por mi Divina Madre Kundalini, la Serpiente Ígnea de nuestros mágicos poderes.

Este gran evento cósmico se celebró con una fiesta en el templo maravilloso de Júpiter.

Entonces muchos Reyes y Sacerdotes de la Naturaleza, revestidos con la púrpura sagrada, me dieron la bienvenida.

Así fue como reingresé al Cielo de Júpiter, a la Morada de las Dominaciones, a la felicidad nirvánica.

De este modo, eliminando elementos infrahumanos, reconquisté mi puesto entre esas jerarquías inefables, estado conscientivo que otrora había perdido, cuando en la Meseta Central de Asia, hace ya cerca de un millón de años, cometiera el error de comer del fruto prohibido.

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Capítulo 40.- Cielo de Saturno

El séptimo trabajo de Hércules, el héroe solar, es la subsecuente captura de las Yeguas de Diomedes, hijo de Marte y rey del pueblo guerrero de los Bistonios, que mataban y se comían a los náufragos que llegaban a esas costas.

Hércules y sus compañeros sólo logran apoderarse de aquellas bestias después de feroz combate con los Bistonios, quienes con Diomedes habían acudido a defender sus posesiones, a los que vencen, quedando el rey dado en pasto a esas hembras antropófagas.

En los Infiernos Saturnianos hube de capturar y destruir las yeguas de Diomedes, infrahumanos elementos pasionarios, profundamente sumergidos en mis propios abismos inconscientes.

Simbólicas bestias junto a las aguas espermáticas del primer instante, dispuestas siempre a devorarse a los fracasados.

Por aquella época de mi actual existencia, fui atacado incesantemente en el tenebroso Tartarus.

Los Adeptos de la mala magia atlante resolvieron combatirme con inaudita ferocidad y yo hube de defenderme valerosamente.

Núbiles damas adorables, bellezas malignas exquisitamente peligrosas, me asediaron por doquiera.

Incuestionablemente, en los saturnianos infiernos, experimentamos, vivenciamos, revivimos los terrores atlantes.

Como dice Aeliano (Varias Historias, libro V, C.3):

Hércules limpió la Tierra y los mares de todo género de monstruosidades, que no de monstruos, venciendo al necromante Briareo, el de los cien brazos, en uno de sus célebres trabajos o triunfos sobre la mala magia atlante que se había enseñoreado de toda la Tierra.

Hércules, el verdadero Krishna ario del Mahabharata, presintiendo la catástrofe final atlante que se avecinaba y con ella la desaparición del divino Jardín de la Hespérides, trasplantó, doquiera que fue, es decir en todo el Penjab, el Asia Menor, la Siria, el Egipto, Grecia, Italia, Germania, las Islas Británicas, España, Mauritania y aún América (bajo el nombre de Quetzalcoatl, La Serpiente Blanca Luminosa), el simbólico árbol iniciático que a todos estos países les salvará de la catástrofe.

Empero, escrito está: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres morirás”.

Embriagarnos con el aroma delicioso de la fruta prohibida es indispensable, así lo enseñó Hércules.

A la vista de la barrera del océano infranqueable para el hombre, Hércules, lleno de titánica rebeldía, tendió su arco contra el Sol como si fuese a herirle para detenerle en su rauda carrera allende el Océano, en el que se iba a sepultar y hacia donde él no podía seguirle, pero el Dios Apolo le mandó que se estuviese quedo y paciente – porque sólo con paciencia infinita se puede realizar el Magnum Opus, la Gran Obra–. En premio de lo cual le regaló un “Vaso de Oro”, el “Santo Grial”, resplandeciente símbolo eternal del útero o yoni femenino.

Es incuestionable que la Saeta de Hércules no es sino la piedra magnes , el phalo o lanza de Longinus, el centurión romano.Aquella con la cual éste hiriera el costado del Señor, la misma Pica Santa mediante cuyo poder secreto Parsifal sanara la herida en el costado de Amfortas.

Con los milagrosos poderes de estas reliquias venerandas, derroté en cruentas batallas al Rey de los bistonios, a los caballeros del Grial Negro, a Klingsor, el Ego animal.

Finalizado el saturnino trabajo en la morada de Plutón, fui entonces transportado en el eídolon a la “Tierra Solar” de los Hiperbóreos.

Esa es la Isla de Avallón, la mágica región “Jina” donde habitan los Dioses Santos. Sublime Isla de Apolo, tierra firme en medio del océano de la gran vida libre en su movimiento.

¡Ah!... Si el Emperador Federico en el Medioevo hubiera realizado en sí mismo el Misterio del Grial, el Misterio Hiperbóreo.

Es indubitable que entonces habría vuelto a florecer en forma espléndida el árbol seco del Imperio.

Es ostensible que el Reino del Grial habría reaparecido maravilloso, dentro del mismo Sacro Imperio Romano.

La senda de la vida está formada con las huellas de los cascos del caballo de la muerte.

No es posible realizar en sí mismo el Misterio Hiperbóreo sin haber sido antes juzgado en la vasta Sala de la Verdad-Justicia.

No es posible realizar dentro de sí mismo el Misterio del Grial, sin haber sido pesado antes el corazón del difunto en el platillo de la balanza que lleva la Verdad-Justicia.

No es posible la autorrealización íntima del Ser, sin haber sido declarado “muerto” en la “Sala de la Verdad-Justicia”.

Dice la Leyenda de los Siglos que muchos iniciados viajaron en el pasado hasta el país del Hermano Juan – la Tierra solar– para recibir cierta consagración esotérica mágica muy especial.

Estos Hermanos de la Orden de San Juan en la “Isla del Apolo Solar” están bien muertos.

No es, pues, extraño el que yo también hubiese tenido que viajar hasta la “Tierra de Luz” o “Tierra Solar”.

En el vestíbulo glorioso del Sancta saturnial, ante los regios Seres sentado, hube de contestar ciertas preguntas. Los Dioses Santos tomaron notas en un gran libro.

En esos místicos instantes surgieron en toda la presencia de mi Ser cósmico algunas remembranzas.

¡Ah!... Yo había estado allí antes y en el mismo lugar santo, ante los Tronos Venerables, hace muchos millones de años, por la época del continente “Mu” o Lemuria.

Ahora regresaba victorioso después de haber sufrido mucho. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!...

Llenados los indispensables requisitos esotéricos, salí del vestíbulo y entré en el Templo.

Incuestionablemente el Templo de Saturno en “La Tierra Solar”Jina de las regiones septentrionales, estaba lleno de intensas tinieblas.

Es ostensible que el Sol y Saturno alternan su trabajo en el gobierno del Mundo.

Y vi Tronos y se sentaron. Los Ángeles de la Muerte iban y venían, por aquí, por allá y acullá.

Gentes divinas llegaron al templo. Vinieron de diversos lugares de la Isla encantada, situada en el extremo del mundo.

“Thule, ultima a sole nomen habens” . “Ajryanem-Vaejo”, el país septentrional de los viejos persas, donde está ubicado mágicamente el palacio del Rey Arturo, como el Mitgard, la resplandeciente residencia sacrosanta de los “Ases”, los señores inefables del Norte.

”¡Oh, Maat! ¡Heme aquí que llego ante ti! ¡Déjame pues contemplar tu radiante hermosura! ¡Mira, mi brazo se levanta en adoración a tu nombre sacrosanto!. ¡Oh, Verdad-Justicia, escucha! Llego ante los lugares en que los árboles no se dan, en que el suelo no hace surgir las plantas”.

La figura esquelética del Dios de la Muerte en el estrado del Santuario, pesó mi corazón en la balanza de la Justicia Cósmica, ante la Humanidad Divina.

Aquel Verbo de Potencia, ante los brillantes seres vestidos con los cuerpos gloriosos de Kam-Ur, me declaró “Muerto”.

En la tarima del Santuario se veía un simbólico ataúd, dentro del cual aparecía mi cadáver.

Así fue como volví al Cielo de Saturno, al Paranirvana, la morada de los Tronos.

Así fue como reconquisté ese estado jerárquico que otrora había perdido, cuando cometiera el grave error de comer de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides.

Posteriormente pasé por la ceremonia de la muerte. Al retornar a casa me hallé con algo inusitado.

Vi carteles funerales en los muros de mi mansión anunciando mi muerte e invitando a mi sepelio.

Cuando traspasé el umbral encontré con místico asombro un ataúd de color blanco y muy hermoso.

Es ostensible que dentro de aquella caja funeral yacía mi cadáver, completamente frío e inerte.

Muchos parientes y dolientes, alrededor de aquel féretro, lloraban y sollozaban amargamente.

Flores delicias embalsamaban con su aroma el ambiente de aquella pieza.

Me acerqué a mi Madre, que en esos instantes enjugaba con un pañuelo sus lágrimas.

Besé sus manos con amor infinito y exclamé: Gracias te doy ¡Oh Madre! por el cuerpo físico que me disteis; mucho me sirvió ese vehículo; fue ciertamente un instrumento maravilloso, pero todo en la vida tiene un principio y un fin.

Cuando salí de aquella morada planetaria, dichoso resolví flotar entre el Aura del Universo.

Me vi a mí mismo convertido en un niño, sin Ego, desprovisto de los elementos subjetivos de las percepciones.

Mis pequeños zapatitos infantiles no me parecieron muy hermosos. Por un momento quise quitármelos, mas luego me dije a mí mismo: Él me vestirá como quiera.

En ausencia del mortificante intelecto, que a nadie hace feliz, sólo existía en mí el más puro sentimiento.

Y cuando me acordé de mi anciano padre y de mi hermano Germán, me dije: ellos ya murieron.

Y al recordar a todos esos dolientes que dejaba en el Valle doloroso del Samsara, exclamé: ¿Familia? ¿Cuál? Ya no tengo familia.

Sintiéndome absolutamente desencarnado, me alejé con la intención de llegar a un remoto lugar donde debería ayudar a otros.

En tales momentos de místico encanto, me dije: Por mucho tiempo no volveré a tomar cuerpo físico.

Posteriormente sentí que el Cordón de Plata, el famoso Antakarana, el Hilo de la Vida, todavía no se había roto. Entonces hube de regresar al cuerpo físico para continuar con el duro bregar de cada instante.

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Capítulo 41.- Cielo de Urano

Dice la leyenda de los incontables siglos que Eneas el troyano complacido se sentó con el Rey Evandro y los venerables senadores a la mesa del festín.

Los esclavos le sirvieron toda clase de viandas y escanciaron el dulce vino. Y cuando hubieron satisfecho el deseo de comer y de beber, el Rey Evandro explicó a su huésped que aquella ceremonia en honor de Hércules, que acababan de celebrar cuando ellos llegaron, no era ninguna superstición sino un ritual que se debía al dios, por hallarse allí cerca el lugar de una de sus más grandes hazañas (la octava): la cueva donde dio muerte al ladrón Caco.

Veíase allí cerca un terraplén enorme, cubierto de piedras que parecían haber sido derrumbadas por algún terremoto.

Debajo de ellas estaba la abertura que conducía al antro donde Caco se refugió y donde el hijo de Júpiter le acorraló, arrojándole pedruscos y troncos, en castigo por haber intentado aquél robarles sus rebaños.

Después de esta explicación del Rey Evandro, un coro de adolescentes entonó el elogio de Hércules y de sus altos hechos.

Enumera todos sus trabajos: cómo estranguló a la Hidra de Lerna; cómo mató al León de Nemea y sacó de las tinieblas a la Luz a Cerbero, el perro infernal (el instinto sexual que debe guiarnos hasta la liberación final).

Acabadas las canciones y las ceremonias, el viejo Rey, caminando a paso lento por la edad, se dirigió hacia la ciudad de Palantia, donde tenía su trono, y caminaba sostenido por dos jóvenes, Palante, su hijo, y Eneas.

Mientras los tres andaban, se entretenían en animar la plática, y el Rey explicó a Eneas que el nombre de Lacio, donde se levantaba su ciudad “Latium” , venía de los tiempos lejanos en que Cronos, el padre de Júpiter, se refugió allí para huir de los enemigos que defendían la causa de su hijo cuando le hubo destronado.

Entonces comenzó la edad de oro, a la que siguió la edad de hierro, donde predominaba la rabia de la guerra y el furor de poseer.

El país comenzó a ser invadido por gentes de distintas procedencias. Caminando, Evandro mostró a Eneas el bosque y los lugares donde habían de suceder, en lo futuro, las igestas de la Nueva Roma.

El lugar donde el impetuoso Rómulo realizaría sus hazañas; el Capitolio, ahora plaza cubierta de oro y mármoles, entonces un claro del bosque lleno de zarzas y espinos, y la roca Tarpeya, desde donde la justicia romana precipita a los que son traidores a la patria.

Ruinas dispersas mostraban allí los monumentos de otras edades, y unas piedras levantadas por Jano y otras por Saturno daban el nombre a dos lugares: el Saturno y el Janículo.

(Todo esto es textual de la Eneida de Virgilio, el poeta de Mantua, el buen maestro del Dante Florentino).

Jesús, el Gran Kabir, fue crucificado entre dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.

Agato, el buen ladrón en nuestro interior, se roba el Hidrógeno Sexual SI-12 de los órganos creadores, con el evidente propósito de cristalizar al Espíritu Santo, al Gran Consolador, dentro de nosotros mismos, aquí y ahora.

Caco, el mal ladrón, escondido dentro de la tenebrosa cueva de la infraconciencia humana, saquea alevoso el centro sexual del organismo para satisfacción de brutales pasiones animales.

La Cruz es un símbolo sexual sorprendente, maravilloso, formidable. El palo vertical es masculino, el horizontal femenino. En el cruce de ambos se halla la clave de todo poder.

El lingam negro , embutido en el yoni femenino, forma cruz. Esto lo saben muy bien los divinos y los humanos.

Podemos y debemos sentar como corolario el siguiente postulado:

Agato y Caco, crucificados en el Monte de las Calaveras a derecha e izquierda del Gran Kabir, alegorizan enfáticamente al tantrismo blanco y al tantrismo negro; la buena y la mala Magia del Sexo.

La Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis, no es sino una serie de anales históricos de la Gran lucha entre los secuaces de Agato y de Caco, la Magia Blanca y la Negra; los Adeptos del Sendero de la Derecha, los Profetas, y los de la Izquierda, los Levitas.

En los abismos de Urano hube de reducir a polvareda cósmica al mal ladrón, el tenebroso Caco, aquel que antes saqueara el centro sexual de mi máquina orgánica para vil satisfacción de animalescas pasiones.

Cuando penetré en el vestíbulo del Santuario, recordé que antes había estado allí, en los antiguos tiempos.

Con el Ojo de Shiva vi en el futuro diversos movimientos tántricos de Acuario, entre los que resaltaba el pueblo gnóstico, cuyas banderas ondeaban victoriosas en todos los países de la Tierra.

Incuestionablemente Urano, Acuario, es sexual, mágico, revolucionario ciento por ciento.

Así fue como reingresé al Cielo de Urano, el Mahaparanirvana, la Morada de los Querubines.

Así fue como reconquisté aquel brillante estado conscientivo que otrora había perdido, cuando caí rendido a los pies de la Eva maravillosa de la mitología hebraica.

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Capítulo 42.- El Cielo de Neptuno

Incuestionablemente resulta muy complejo el noveno trabajo de Hércules, el héroe solar: La conquista del Cinto de Hipólita, Reina de las Amazonas, el aspecto psíquico femenino de nuestra propia naturaleza interior.

Embarcándose con otros héroes legendarios, tiene que pelear primero con los Hijos de Minos – los Magos Negros–, luego con los enemigos del Rey Licos, cuyo exótico nombre nos recuerda la analogía entre lobo y luz – se trata, pues, de los Señores del Karma, con los cuales deberemos entonces arreglar negocios–,y finalmente con las amazonas – terribles mujeres tentadoras– suscitadas por Hera, aun cuando Hipólita había consentido cederle su cinto pacíficamente, debido a lo cual la reina es inútilmente sacrificada por la brutalidad masculina, que pretende apoderarse violentamente de su innata virtud.

Ese cinto maravilloso, análogo al de Venus y emblema de la feminidad, pierde todo significado y valor al ser separado de su legítima poseedora. El Amor y no la Violencia hace, por lo tanto, su conquista realmente significativa y valedera.

Habiéndose costeado el dios Neptuno el continente atlante, ahora sumergido en las procelosas aguas del océano que lleva su nombre, dicen las tradiciones que engendró varios hijos en una mortal mujer.

Junto a la isla do habitara era todo llano, pero en medio de ella había un valle muy especial, con un pequeño monte central distante cincuenta estadios de la arenosa playa.

En aquel monte moraba uno de esos grandes seres nacidos en la Tierra, llamado Evenor, quien de su mujer Leucipe había engendrado a Clítone, su única hija.

Muertos estos padres de Clítone, Neptuno se casó con ella, y cercó el collado en que habitaba con varios fosos de agua, de los cuales, según dice la leyenda de los siglos, tres venían desde el mar y distaban por igual del océano, amurallando el collado para hacerle inconquistable e inaccesible.

Esta Clítone o Minerva-Neith edificó en Grecia a Atenas, y Sais en el famoso Delta del Nilo.

En memoria de todo esto, los atlantes edificaron el maravilloso Templo de Neptuno y Clítone.

En ese Sancta fueron depositados los cadáveres de los Diez Hijos de Neptuno, simbólico número mágico.

No podemos dejar el estudio del Número 10 sin tratar la bíblica obligación del diezmo, a la que se sujetó voluntariamente el mismo Abraham, con relación al Rey Iniciado Melquisedec.

Según relata el capítulo XIV del Génesis:

Salió el Rey de Sodoma a recibirlo (a Abraham). Entonces Melquisedec, Rey de Salem – el cual era Sacerdote del Dios alto– sacó pan y vino, y bendíjole, y dijo: Bendito sea Abraham del Dios alto, poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano. Y dióle Abraham los diezmos de todo.

En su aspecto exotérico o público, la obligación del diezmo en la legislación judía es el deber universal que todos los hermanos de la Senda tienen de contribuir fielmente con una parte de sus ingresos – que no debe ser inferior al iezmo– en aquella forma libremente elegida que juzguen más oportuna y eficaz, para sostener la Causa de la Verdad y de la Justicia.

En su aspecto esotérico o secreto, el diezmo simboliza la balanza de pagos en la esfera de Neptuno.

Es incuestionable que allí tenemos que arreglar cuentas con los enemigos del Rey Licos (Los Señores del Karma).

Es indubitable que todos nosotros asesinamos al dios Mercurio, a Hiram, y no es posible resucitarlo dentro de nosotros mismos sin haber antes pagado el abyecto delito.

Por consiguiente, el diezmo viene a ser un complemento práctico y necesario del principio dinámico, que emana del estudio profundo del décimo mandamiento, o sea: considerar como fuente, manantial y providencia espiritual de todo el centro interior y divino de nuestra vida, al Iod misterioso que se esconde en medio del delta central del Santuario de Nuestro Ser.

Esclarecen este punto del diezmo las palabras evangélicas (Mateo, VI, 20): “Mas haceos tesoros en el cielo... porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”.

El capítulo III de Malaquías dice: “Traed todos los diezmos al Alfolí, y haya alimento en mi casa y probadme ahora en esto, si no os abriré las ventanas del cielo y vaciaré sobre vosotros bendiciones hasta que sobreabunde”.

Cavando entre las profundas entrañas del Averno, trabajando intensamente en la “Novena Esfera”, yo buscaba con ansias infinitas el Tesoro del Cielo, el “Vellocino de Oro” de los antiguos.

Los Hijos de Minos, los Adeptos de la Mano Izquierda, los Levitas de siempre, iracundos me atacaban incesantemente en los pavorosos abismos neptunianos.

En la dura brega anhelaba conquistar el Cinto de Hipólita, pero las amazonas, suscitadas por Hera, me asediaban incansables con sus sutiles encantos abismales.

Una noche cualquiera, no importa ahora la fecha ni el día ni la hora, fui transportado al Castillo de Klingsor, ubicado exactamente en Salamanca, España.

No está de más recordar ahora con gran énfasis, que en ese viejo castillo citado por Wagner en su Parsifal, funciona “el Salón de la Brujería”.

Lo que entonces viera en la tétrica morada de esas arpías, fue ciertamente horripilante.

Siniestras calchonas de izquierdos aquelarres, tenebrosas me atacaron muchas veces dentro del interior del Castillo. Empero me defendí valerosamente con la flamígera espada.

Mi viejo amigo, el Ángel Adonai – quien por estos tiempos tiene cuerpo físico–, hubo de acompañarme en esta aventura.

No eran vanas, no, las lucubraciones de esos grandes videntes de lo astral que se llamaron alquimistas, cabalistas, ocultistas, etc. Lo que ahora veíamos dentro de este antro, era ciertamente espantoso.

Muchas veces desenvainé la flamígera espada para lanzar llamas sobre la fatal morada del nigromante Klingsor.

En forma inusitada Adonaí y yo nos acercamos ante unas calchonas que arreglaban la mesa para el festín.

En vano atravesé con la espada el pecho de una de esas brujas. Ella permaneció impasible. Incuestionablemente estaba despierta en el mal y para el mal.

Es ostensible que quise hacer llover fuego del cielo sobre aquel alcázar horrendo.

Hice esfuerzos supremos, sentí desmayarme. En esos instantes el ángel Adonaí se acercó a la ventana de mis ojos para mirar lo que ocurría dentro de mí mismo.

Imaginad por un momento a cualquier persona deteniéndose ante la ventana de una casa, para observar a través de los cristales y ver lo que sucede en el interior de la misma.

Es ostensible que los ojos son las ventanas del alma, y los ángeles del cielo pueden ver a través de esos cristales lo que sucede en el interior de cada uno de nosotros.

Hecha la singular observación, Adonaí se retiró satisfecho. Mi propio castillo interior, la morada de Klingsor, había sido incinerada con el fuego íntimo.

Cada uno de nos lleva dentro al alcázar de izquierdos aquelarres. Esto jamás lo ignoran los mahatmas.

Posteriormente hube de evidenciar claramente el aspecto tenebroso de la existencia. Es ostensible que Satán tiene el don de la ubicuidad; vedle dentro de ti mismo por aquí por allá y acullá.

Concluidos los trabajos esotéricos en los infiernos neptunianos, hube entonces de ascender al Empíreo, la región de los Serafines, criaturas del amor, expresiones directas de la Unidad.

Así fue como reconquisté ese estado jerárquico en el Cielo de Neptuno. Ese es el Universo de las Mónadas Divinales.

Incuestionablemente había conseguido el Cinto de Hipólita. Cualquier noche de estas lo evidencié en una fiesta cósmica; entonces dancé con otros inefables.

Otra noche, flotando en el Empíreo, en estado seráfico, pedí a mi Madre Divina Kundalini la lira. Entonces supe tocarla con maestría.

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Capítulo 43.- La Resurrección

Es incuestionable que para Richard Wagner, como para todos los países cristianos en general, el Grial es “el Vaso Sagrado” del que el Señor de Perfección había bebido en su Última Cena, la Divina Copa que había recibido su sangre real vertida desde la cruz en el Monte de las Calaveras y recogida devotamente por el senador romano José de Arimatea.

El Gran Cáliz fue poseído por el patriarca Abraham. Melquisedec, el genio planetario de nuestro mundo, lo transportó con infinito amor del país de Semíramis a la tierra de Chanaam, cuando inició algunas fundaciones en el lugar en que más tarde estuvo Jerusalén, la ciudad querida de los profetas. Lo utilizó sabiamente cuando celebró el sacrificio en que ofreció el pan y el vino de la transubstanciación en presencia de Abraham, y se lo dejó a este Maestro. También estuvo este Vaso Santo en el Arca de Noé.

Se nos ha dicho que esta Copa Venerada fue llevada también a la tierra sagrada de los Faraones, al país asoleado de Kem y que Moisés, el jefe de los misterios judíos, el gran hierofante iluminado, la poseyó.

Antiquísimas tradiciones milenarias, que se pierden en la noche aterradora de todas las edades, dicen que este vaso mágico estaba hecho de una materia singular, compacta como la de una campana y no parecía haber sido trabajada como los metales; más bien parecía producto de una especie de vegetación.

El Santo Grial es el cáliz milagroso de la suprema bebida. El vaso donde está contenido el maná que alimentaba a los israelitas en el desierto, el yoni, el útero del eterno femenino.

En esa copa de delicias está contenido el vino exquisito de la espiritualidad trascendente.

La conquista del Ultra mare vitae o Mundo Superliminal y ultraterrestre, la Resurrección esotérica, serían algo más que imposible sin la magia sexual, sin la mujer, sin el amor.

El Verbo delicioso de Isis surge de entre el seno profundo de todas las edades, aguardando el instante de ser realizado.

Las palabras inefables de la diosa Neith han sido esculpidas con letras de oro en los muros resplandecientes del Templo de la Sabiduría.

“Yo Soy la que ha sido, es y será, y ningún mortal ha levantado mi velo” .

La primitiva religión de Jano o Jaino, es decir, la áurea, solar, quiritaria y superhumana doctrina de los Jinas, es absolutamente sexual.

Dentro del inefable idilio místico, comúnmente llamado “Los encantos del Viernes Santo”, sentimos en el fondo de nuestro corazón que en los órganos sexuales existe una fuerza terriblemente divina.

La “Piedra de Luz”, el “Santo Grial”, tiene el poder de resucitar a Hiram Abiff, el Maestro Secreto, el Rey Sol, dentro de nosotros mismos aquí y ahora.

El Grial conserva el carácter de un “Mysterium Tremendum”. Es la piedra caída de la corona de Lucifer.

Como fuerza temible, el Grial hiere y destruye a los curiosos e impuros, pero a los justos y sinceros los defiende y da vida.

Incuestionablemente el Grial sólo puede lograrse mediante la Lanza de Eros, combatiendo contra los eternos enemigos de la noche.

Realizar en sí mismo el Misterio Hiperbóreo, sólo se hace factible descendiendo a los Mundos Infiernos.

Dicha Resurrección es la verdadera apoteosis o exaltación de lo que hay de más elevado y viviente en el hombre, su mónada divina, eterna e inmortal que se hallaba muerta, oculta.

Indubitablemente aquella es, en sí misma, el Verbo, el Fiat Luminoso y espermático del primer instante, el Señor Shiva, el Esposo Sublime de Nuestra Divina Madre Kundalini, el Archihierofante y el Archimago, la Sobreindividualidad particular de cada cual.

Escrito está con caracteres de fuego en el libro de la vida: “Al que sabe la palabra da poder; nadie la pronunció, nadie la pronunciará sino solamente aquel que lo tiene encarnado...”

Con la Resurrección del maestro secreto en cada uno de nos, alcanzamos la Perfección en la Maestría. Entonces somos lavados de toda mancha y el pecado original es eliminado radicalmente.

Yo trabajé intensivamente en la Superoscuridad del silencio y el secreto augusto de los sabios.

Yo me sumergí en los sacros Misterios de Minna, las pavorosas tinieblas de un amor que es de la muerte hermano gemelo.

Reconquisté mi lugar en el Primer Cielo o de la Luna, donde el Dante tuviera la visión de los Bienaventurados y reconociese extático a Piccarda Donati y a la Emperatriz Constanza.

Volví a mi lugar en el Segundo Cielo o de Mercurio, morada de los espíritus activos y benéficos.

Retorné al Tercer Cielo o de Venus, región de los espíritus amantes, allí donde el Dante se ocupara de Roberto, el Rey de Nápoles.

Regresé al Cuarto Cielo o del Sol, morada de los espíritus sabios; capítulo donde el Dante citara a San Francisco de Asís.

Reconquisté el Quinto Cielo o de Marte, región de los mártires de la fe; capítulo donde el Dante mencionara a Cacciaguida y sus mayores, la antigua y la nueva Florencia.

Retorné al Sexto Cielo o de Júpiter, región de los príncipes sabios y justos. Regresé al Séptimo Cielo o de Saturno, morada exquisita de los espíritus contemplativos; magnífico capítulo donde el Dante florentino mencionara con gran énfasis a Pedro Danian y hablara contra el lujo de los Prelados.

Volví al Cielo Octavo o estrellado, región de Urano; párrafos inmortales donde el Dante mencionara el triunfo del Cristo Íntimo y de la Coronación de la Divina Madre Kundalini; paraíso de los espíritus triunfantes...

Retorné al Cielo Noveno o cristalino, la región de Neptuno; capítulo extraordinario en el que el Dante lanzara su invectiva contra los malos predicadores.

Posteriormente hube de comparecer ante el “Tercer Logos”, Shiva, mi Real Ser, mi propia Sobreindividualidad, Samael en sí mismo. Entonces el Bendito asumió una figura distinta, diferente a la mía, como si fuese una persona extraña. Tenía el aspecto de un caballero muy respetable.

El Venerable me pidió que hiciese un estudio quirosófico en las líneas de su mano.

La línea de Saturno en su omnipotente diestra me pareció muy recta, sorprendente, maravillosa. Sin embargo, en alguna parte me pareció interrumpida, dañada, quebrada.

—¡Señor! Ud. ha tenido algunas luchas, sufrimientos...-

—Está Ud. equivocado. Yo soy un hombre de mucha suerte, a mí siempre me va muy bien.

—Bueno, es que yo veo un pequeño daño en la línea de Saturno...

—Mida Ud. bien esa línea. ¿En qué edad ve ese daño?

—Señor, entre la edad de los cincuenta y tres (53) y los sesenta y uno (61) tuvisteis una época dura...

—¡Ah!... Eso es al principio, pero después ¿qué tal?

—Ocho años se pasan muy rápido y luego... el triunfo que te aguarda...

Concluido el estudio, el Venerable se puso de pie y dijo:

—A mí me gustan estos estudios quirosóficos, pero esporádicamente. A mi esposa (Devi Kundalini) también le gustan y de pronto voy a traerla. ¡Ah! Pero tengo que pagarle su trabajo. Aguárdeme Ud. aquí que yo volveré a pagarle.

El Bendito se alejó y yo quedé aguardándole. A lo lejos vi a dos hijas mías, ahora personas mayores de edad; empero, parecían todavía pequeñas; me preocupaban un poco y las llamé.

Es indubitable que por aquella época de mi actual existencia yo tenía los consabidos cincuenta y tres (53) años de edad. En la mano del Bendito había visto mi propio futuro.

Evidentemente las ocho iniciaciones recibidas debían ser calificadas. Durísimo trabajo; un año para cada iniciación.

Vivenciar ahora en ocho años todo el libro del patriarca Job; pagar los diezmos de Neptuno antes de la Resurrección.

El Libro de Job es una representación completa de la iniciación antigua y de los pueblos que precedían a la Magna Ceremonia.

El neófito en él se ve despojado de todo, hasta de sus hijos, y afligido por una enfermedad impura.

Su esposa le angustia burlándose de la confianza que él pone en un Dios que así le trata, y sus tres amigos Eliphaz, Bildad y Zophar, le atormentan juzgándole un impío, seguramente merecedor de tal castigo.

Job, entonces, clama por un campeón, un libertador, porque él sabe que éste (Shiva) es eterno y va a redimirle de la esclavitud de la Tierra (mediante la resurrección íntima), restaurando su piel.

Job, por permisión divina, se ve atormentado, despojado, enfermo, bajo la cruel acción de esos seres malignos que Aristófanes llamó “Las Negras Aves”; San Pablo “Las Crueles Potestades del Aire”; la Iglesia “Los Demonios”; la Teosofía y la Cábala, “Los Elementarios”, etc., etc., etc.

Empero, como Job es justo y entona el tema de su propia justificación frente a tales rigores del Destino, vence al fin con el Sagrado IT de su Crucifixión en la llagada carne, y Jehováh (el Iod-Heve interior de cada cual) permite que a él se lleguen los “Ángeles Curadores” o Jinas, cuyo clásico caudillo en otros libros, como el de Tobías, es el Arcángel Raphael.

Una noche, después de una fiesta cósmica que en mi honor se celebrara con motivo de haber sido bien calificado en la Primera Iniciación, fui debidamente instruido.

—Tendréis que pagar el crimen de haber asesinado al dios Mercurio, –se me dijo–...

—Perdonadme ese karma.

—Eso no tiene perdón y sólo se puede pagar trabajando con la Luna.

Entonces vi cómo la Luna en cada trabajo se acercaría más y más al planeta Mercurio, hasta mezclarse por fin con él.

Mi Real Ser Íntimo, el dios Mercurio, Shiva, mi Mónada, acercándose a mí me dijo:

—Tendréis que usar las botas del dios Mercurio.

Posteriormente me calzó con tales botas.

Sensacional, extraordinario fue para mí aquel instante en que el Gran Hierofante del Templo me mostrara un campo de deporte.

—¡Mira! –me dijo–, tú convertiste el Templo de Mercurio en un campo de deportes.

Ciertamente todos asesinamos a Hiram (el dios Mercurio, nuestra Mónada), cuando comimos de la fruta prohibida en el Jardín del Edem. Por eso se nos advirtió: “Si comiereis de esa fruta moriréis”.

Posteriormente el camino se tornó espantosamente difícil y yo hube de sufrir intensamente.

Es obvio que la Senda del Filo de la Navaja es absolutamente sexual, tú lo sabes.

—¡Hijo mío!, Tienes que sufrir con paciencia las consecuencias de tus errores, – exclamó mi Madre Divina Kundalini– .

Otra noche, llena de dolor, mi Madre exclama con gran voz, diciendo:

—¡Hijo mío! Tú me habéis cambiado allá en el mundo físico por otras mujeres.

—Eso fue en el pasado, Madre mía, ahora no te estoy cambiando por nadie.

—Tú me habéis cambiado por otras mujeres.

—Pasado es pasado. Lo que interesa es el presente; yo vivo de instante en instante; hago mal en discutir contigo.

—Pasado, presente o futuro, tú eres el mismo.

—Tienes razón, Madre mía.

(¿Cómo negar, pues, que había convertido el Templo de Mercurio en un campo de deporte?).

Y sucedió que, habiéndome ido de vacaciones al Puerto de Acapulco en las costas del Pacífico, México, hube de ser instruido sobre la estigmatización del cuerpo astral.

Fuera del cuerpo físico, un monje santo, un ermitaño, trató de atravesar las plantas de mis manos con el propósito de estigmatizarme. En instantes en que aquel cenobita golpeaba el clavo para perforar mis manos, saltaban rayos divinos.

En esos momentos oré a mi Padre que está en secreto, solicitándole ayuda. La oración llegó al Señor.

Es incuestionable que en la Iniciación había recibido tales estigmas pero en forma simbólica.

En la Montaña de la Resurrección debía formarlos, hacerlos en la Forja de los Cíclopes.

El anacoreta me condujo hasta la Iglesia Gnóstica. Shiva, mi Mónada Divina, anduvo junto...

Dentro del Templo vi a un religioso andrógino vestido con la túnica purpúrea junto a la pila del bautismo.

—Es muy fuerte y responde muy bien, pero le falta cumplir mejor con el Sacramento de la Iglesia de “Roma” (Amor),– dijo el mahatma dirigiéndose a mi Mónada– ...

Desde entonces comprendí la necesidad de refinar aún más la energía creadora. Así fue cómo hice del maithuna una forma de la oración.

La inserción del phalo vertical dentro del útero formal hace cruz. Incuestionablemente, los cinco estigmas crísticos en el cuerpo astral se forman con la Santa Cruz.

No es posible la Resurrección sin haber previamente formado los estigmas del Adorable en el cuerpo astral.

Así formé yo mismo mis estigmas, así los han formado los místicos de todos los tiempos.

I N R I... Igni Natura Renovatur Integra . El Fuego Renueva Incesantemente la Naturaleza.

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TERCERA MONTAÑA

Capítulo 44.- Platicando en México

Lunes 12 de junio, año 1972 (10° año de Acuario).

—¡Bueno, “Joaco” (familiar diminutivo de Joaquín), hoy vamos hacia el centro de la ciudad!.

—¿A qué, Maestro? El sábado de la semana pasada sacamos la correspondencia que había en el correo. ¿Qué podría haber ahora?

—De todos modos yo necesito ir al centro. Tengo en mi poder un cheque y debo cambiarlo. No se trata de una gran suma, pero sí me sirve para comer; así evitaré gastarme lo poco que tengo ya reunido para el pago del alquiler de la casa. Además, debo meter en el correo muchas cartas; me gusta tener la correspondencia al día.

Momentos después Joaquín Amortegui B., misionero gnóstico internacional y gran paladín de esta tremenda cruzada por la Nueva Era del Acuarius, y mi insignificante persona que vale algo menos que la ceniza de un cigarrillo, nos dirigíamos hacia el centro de la ciudad de México.

No está de más decir, sin mucha prosopopeya, que a mí me gusta conducir mi propio vehículo. Así pues, muy contentos nos deslizábamos veloces en el carruaje por la “Calzada de Tlalpan” hacia la Plaza de la Constitución (El Zócalo, como decimos los mexicanos).

—Esta es la “era del automóvil”, mi estimado “Joaco”, mas te confieso francamente y sin ambages, que si hubiese de elegir vida en un mundo con una técnica como ésta, o en otro con una edad de piedra, pero eso sí, totalmente espiritual, yo preferiría la segunda incuestionablemente, aunque en vez de automóvil hubiese de viajar a pie o en burro.

—¡Oh!, yo también digo lo mismo. Viajo ahora por sacrificio, por amor a la humanidad, por enseñar la Doctrina, pero prefiero moverme en los burros y caballos de antes; no me agrada nada el humo de estas grandes ciudades, ni esta vida mecanicista.

Así, platicando, “Joaco” y yo, a lo largo de una calzada que parecía más bien un río de acero y cemento, llegamos al Zócalo, dimos la vuelta a este último, pasamos a un lado de la catedral metropolitana y luego nos metimos por la Avenida Cinco de Mayo en busca de un estacionamiento.

Instantes después penetrábamos dentro de un gran edificio:

—¿Quiere Ud. que le lavemos su carro?.

—¡No! ¡No! ¡No! Este es tiempo de lluvias. ¿Para qué?

—¿Le enceramos su automóvil, señor?

—¡No, muchacho, No! ¡Dejad que primero lo lleve a la hojalatería y pintura!.

Conclusión: Salimos de aquel edificio rumbo al correo después de haber dejado estacionado el coche.

En el correo central tuve ciertamente una grata sorpresa al recibir un ejemplar de la sexta edición del «Matrimonio Perfecto»; me lo remitió de Cúcuta, Colombia, Sur América, el misionero gnóstico internacional Efraín Villegas Quintero.

Recibí también algunas cartas, metí en el correo aquellas que traía de casa y luego nos dirigimos hacia una casa de cambios.

El cambista aquel, con la conciencia profundamente dormida, estaba demasiado ocupado en su oficio.

Yo lo vi con dos bocinas, una en su diestra y la otra en su siniestra. Ostensiblemente atendía simultáneamente a dos teléfonos y hasta se daba el lujo de platicar a intervalos con un tercer cliente que estaba ante el mostrador del negocio.

Obviamente aquel pobre “humanoide intelectual” de psiquis subjetiva, se hallaba no solamente identificado con todo, sino además, tremendamente fascinado, y soñaba de lo lindo.

Parlaba ese “homúnculo racional” sobre valores, cotizaciones, monedas, oro, enormes sumas, cheques, riquezas, etc., etc., etc.

Afortunadamente no fue necesario aguardar mucho tiempo. Su secretario me atendió diligentemente.

Instantes después salíamos de ese lugar con algunos dineros en la bolsa. No eran muchos, pero sí los suficientes como para la comida de unos cuantos días más.

Caminando otra vez por la famosa Avenida 5 de Mayo, sentí la necesidad de invitar a “Joaco” a tomar un pequeño refrigerio. Éste, aunque es de poco comer, por consideración a mí no declinó la invitación.

Indubitablemente encontramos un hermoso lugar; quiero referirme al Café París.

Una elegante mesera se acerca a nosotros:

—¿Qué van a pedir, señores?

—Tráigame, señorita, – le dije– un licuado de fresa y un pedazo de pastel de queso.

—Yo, – dijo Joaco– , quiero tan sólo un licuado de papaya.

Escuchadas estas palabras de los caballeros, la dama se retira para reaparecer momentos después con las consabidas viandas.

Saboreando muy lentamente el delicioso refrigerio, extrayendo de estos manjares su elemento espiritual, entrambos, “Joaco” y yo, entablamos el siguiente diálogo:

—Te cuento, Joaco, que ya voy acercándome al final de mi libro titulado «Las Tres Montañas». Ciertamente sólo me falta una introducción a la Tercera Montaña, tres capítulos de la Ascensión y la conclusión.

—Entonces ya Ud. va acabando ese trabajo.

—¡Sí, Joaco, sí, sí!... Lo interesante de todo esto es que ahora me toca apelar a la Lemuria.

—¿Cómo? ¿A la Lemuria? ¿Por qué?

—Es claro que en esta reencarnación sólo he llegado hasta la cumbre de la Segunda Montaña. Empero, en ese arcaico Continente “Mu” o Lemuria, otrora situado en el vasto Océano Pacífico, pasé por “Las Tres Montañas”.

Entonces, incuestionablemente logré la liberación, mas renuncié a toda felicidad y me quedé en este Valle de Lágrimas para ayudar a la humanidad.

Es ostensible que la posesión del “Elixir de larga vida” me permitió conservar aquel cuerpo lemur durante millones de años.

Así pues, mi estimado Joaco, te cuento que yo fui testigo presencial de todas esas catástrofes volcánicas que acabaron con el continente “Mu”.

Es evidente que, a través de más de diez mil años de incesantes terremotos y de pavorosos maremotos, aquella tierra antigua se sumergió entre las procelosas aguas del Océano Pacífico.

Es algo patético, claro y definido que, conforme aquel viejo continente se fue sumergiendo lentamente entre las olas embravecidas del borrascoso océano, la Atlántida aquella de Platón, surgió paulatinamente de entre las profundas aguas del Atlántico.

Incuestionablemente yo viví también con mi cuerpo lemur en “El País de las Lomas de Barro”. Conocí sus poderosas civilizaciones, muy superiores a la actual, y lo vi sumergirse entre las furiosas olas del océano que lleva su nombre.

“En el año 6 de Kan, el 11 Muluc, en el mes Zrc, ocurrieron terribles terremotos que continuaron sin interrupción hasta el 13 Chuen. El País de “Las Lomas de Barro”, la tierra atlante, fue sacrificada. Después de dos conmociones, desapareció durante la noche, siendo constantemente estremecida por los fuegos subterráneos, que hicieron que la tierra se hundiera y reapareciera varias veces y en diversos lugares. Al fin la superficie cedió y diez países se separaron y desaparecieron. Se hundieron 64 millones de habitantes 8.000 años antes de escribirse este Libro”.

(Esto es textual de un Manuscrito Maya que es parte de la famosa colección de Le Plongeon, los Manuscritos de Troanc, y que puede verse en el Museo Británico).

Antes de que la Estrella “Bal” cayera en el lugar donde ahora hay sólo mar y cielo, antes de que las siete ciudades con sus puertas de oro y templos transparentes temblaran y se estremecieran como las hojas de un árbol movidas por la tormenta, yo salí de allí rumbo a la meseta central del Asia, a ese lugar donde hoy está el Tíbet.

En esa zona de la Tierra se mezclaron los sobrevivientes atlantes con los nórdicos. Así se formó la primera subraza de nuestra actual Raza Aria.

El guía salvador de los atlantes elegidos, aquél que los sacara del país de las “Lomas de Barro”, fue el Noé bíblico, el Manú Vaivasvata, el fundador de la Raza Aria.

Aún recuerdo, allende el tiempo y la distancia, aquellos festivales cósmicos que entonces se celebraran en nuestro monasterio.

Quiero referirme en forma enfática a la “Orden Sagrada del Tíbet”, vieja institución esotérica.

Es indubitable que aquella antigua orden cuenta con doscientos un (201) miembros. La plana mayor está formada por setenta y dos (72) brahmanes.

Incuestionablemente, tan benemérita organización mística conserva el tesoro del Aryavarta Ashram.

Por aquellos tiempos era yo siempre recibido allí con mucha veneración. Exótico resultaba viviendo con cuerpo lemur en pleno mundo ario.

Desafortunadamente “el diablo donde quiera mete la cola”, y sucedió desgraciadamente algo insólito.

Volví a mis antiguas andanzas, reincidencia en el delito. Me enamoré otra vez de la Eva seductora de la mitología hebraica y me tragué el “fruto prohibido”.

Resultado. La Gran Ley me quitó tan precioso vehículo, y de vida en vida quedé como Judío errante sobre la faz de la Tierra.

—Ahora sí, Maestro, me siento más pequeño que una hormiga, como nada. No comprendo. Si Ud. disolvió el Ego, el Mí Mismo, ¿quién podría ser el tentador? ¿En qué forma se cayó?.

—¡Oh! Joaco, en nombre de la Verdad quiero que tú sepas que cuando el Yo se disuelve, queda en su lugar la mente. Indubitablemente ésta fue la causa causarum de mi caída.

—Esto es algo inusitado; no entiendo...

—Cosas pasionales. Me enamoré, incurrí en el mismo error del Conde Zanoni, eso es todo.

Tal doncella de misteriosos encantos, para mí estaba prohibida; empero, debo decir que rendido caí a los pies de la fémina deliciosa.

Mi Divina Madre Kundalini me llevó posteriormente al interior de una caverna, en la profundidad de la montaña, y entonces vi lluvias, lágrimas y torrentes de agua turbia, amarguras y lodo, miseria, etc., etc., etc.

— ¡Ved el porvenir que os aguarda! – exclamó mi Madre– .

Inútiles fueron mis súplicas, no merecía el perdón, era un reincidente en el delito.

Al fin la vi encerrarse dentro del chakra Muladhara en el hueso coxígeo. Y entonces ¡Ay de mí! ¡Ay! ¡Ay!...

Había cometido el mismo error que en el arcaico continente “Mu” motivara la caída angélica.

Es incuestionable que antes de ingresar a los misterios lemúricos, ya había incurrido en el mismo delito.

La alegoría del bíblico Adam, considerada aparte del “Árbol de la Vida”, significa claramente que aquella raza lemúrica, que acababa de separarse en sexos opuestos, abusó del sexo y se hundió en la región de la animalidad y bestialidad.

El «Zoar» enseña que Matromethah (Shekinah, simbólicamente la esposa de Metraton) es el “Camino hacia el Gran Árbol de la Vida, el Árbol poderoso” y Shekinah es la Gracia Divina.

No hay duda de que este Árbol maravilloso llega al Valle Celestial, y se halla oculto entre “Las Tres Montañas”.

Desde estas “Tres Montañas” asciende el Árbol a lo alto y luego vuelve a descender a lo bajo.

El Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal crece de las raíces del Árbol de la Vida.

Los Dhyanis Bodhisattvas reencarnados en lemúricos cuerpos se reproducían mediante el poder de Kriya-Shakti (el poder de la voluntad y del yoga).

Atributos de Shiva: el Lingam Negro embutido en el Yoni. Incuestionablemente el Archihierofante y Archimago no derrama jamás el Vaso de Hermes.

Cuando los Dhyanis – entre los que estaba yo mismo– cometieron el crimen de derramar ese vidrio líquido, flexible, maleable de la Alquimia, se alejaron de su Mónada Divina (asesinaron al dios Mercurio), cayeron en la generación animal.

—Estoy asombrado.

—¿Por qué Joaco? ¿Porque fui acaso el primero que cayera, o el último? H. P. Blavatsky dice en la « Doctrina Secreta» que Samael fue el primero en caer, mas esto es simbólico.

Es ostensible que soy el Dhyani Bodhisattva del Quinto de los Siete, y por tal motivo se dice que Samael fue el primero en caer.

Afortunadamente ya estoy de pie, a pesar de haber reincidido en el mismo delito.

¡Cuán diferente fue el caso de muchos de esos otros Dhyanis caídos en la generación animal!.

Recordemos a Moloch, el Gran Homicida, ahora involucionando espantosamente en los Mundos Infiernos.

Recordemos a Andramelek y a su hermano Asmodeo, dos Tronos precipitados al Averno.

—Yo creía que después de la liberación toda caída sería imposible.

—Te equivocas, mi estimado Joaco; en el cosmos siempre existe el peligro de caer.

Sólo entrando en el Inmanifestado “Sat”, el “Espacio Abstracto Absoluto”, desaparece todo peligro.

Concluida la plática de sobremesa, llamamos a la señorita que humildemente atendía a la mesa de los señores.

—¿La cuenta Señorita?.

—Si, señores... es tanto...

—Aquí tiene también su propina.

Muy queditos salimos de ese suntuoso lugar en busca del carruaje.

Ambulando otra vez bajo la luz del sol por esa famosa Avenida 5 de Mayo, se me ocurrió decir:

—Lo grave ¡Oh Joaco! es la abominable resurrección del “Ego animal” después de la caída.

Incuestionablemente el “Mí Mismo” resucita como el “Ave Fénix” de entre sus propias cenizas.

Ahora tú comprenderás profundamente y en forma íntegra, cuál es el motivo intrínseco por el cual todas las teogonías religiosas, enfatizan la idea de que los ángeles caídos se convirtieron en demonios.

—¡Ah! ¡Sí!... Esto está muy claro.

Momentos después nos deslizábamos veloces por la “Calzada de Tlalpan” de regreso a casa.

—Como quiera que yo he subido y he bajado y he vuelto a subir, es obvio que poseo vasta experiencia en estas cuestiones de tipo esotérico.

—¡Oh, Maestro! Ud. tiene en ese sentido experiencia muy especial.

Ciertamente, mi caro lector, yo no soy más que un mísero gusano del lodo de la tierra, un cualquiera que nada vale. Empero, como he recorrido el camino, puedo indicarlo con entera claridad y eso no es un delito.

Concluiremos el presente capítulo con aquella frase de Goethe:

Toda teoría es gris y sólo es verde el árbol de dorados frutos, que es la vida...

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Capítulo 45.- El Décimo Trabajo de Hércules

La décima hazaña de Hércules, el gran héroe solar, fue la conquista del rebaño de Gerión, matando a su poseedor, quien se le enfrentó después de sus guardianes, los perros Ortros y Euritión.

Este insólito suceso tuvo por escenario la Isla de Eritia (La Roja), allende el océano, lo cual parece referirse a una isla del Océano Atlántico habitada por seres gigantescos, personificados claramente por el mismo tricípite Gerión, quien pereció bajo sus mortíferas flechas, después de su vaquero y del perro, abatido por su maza.

La mitología comparada, parangona el perro bicípite Ortros, hermano de Cerbero, con Vritra, el genio védico de la tempestad.

En su viaje pasa Hércules de Europa al África, para luego atravesar el Océano en la Copa de Oro (en el Vaso Sagrado), quien inteligentemente la utiliza en su viaje nocturno.

Esto significa claramente que el Sol esplendoroso tuvo que esperarle mientras no regresara, deteniéndose en su solsticio para bien del héroe.

Indubitablemente, el Hombre-Dios pasó con el ganado adquirido en la misma Copa o Santo Grial, para luego regresar por el camino de la vieja Europa, en un viaje lleno de infinitas aventuras.

Cuenta la leyenda de los siglos, que entonces el héroe solar levantó las Columnas “J” y “B” de la Masonería Oculta sobre el estrecho de Gibraltar; probablemente en agradecimiento a los Dióscuros, quienes lo hicieron salir victorioso en la empresa.

De regreso a Micenas, las vacas fueron sacrificadas a Juno, para aplacar su enojo, por su hermano Euristeo.

Tratándose de los Misterios Arcaicos, no está de más decir que éstos se celebraron siempre en augustos templos señoriales.

Cuando traspasé el umbral de aquel templo “Mu” o lemúrico, donde otrora fuese instruido en los Misterios de la Ascensión del Señor, con infinita humildad solicité del Hierofante algunos servicios que me fueron concedidos.

Es indubitable – y esto lo sabe todo iniciado– , que toda exaltación va precedida siempre por una espantosa y terrible humillación.

Claramente hemos aseverado en tono enfático, que a toda subida le antecede una bajada.

La décima hazaña de Hércules, el héroe solar del esoterismo, se realiza en los Mundos Infiernos del planeta Plutón.

Sentimientos dolorosos desgarraron mi alma cuando me vi sometido a la tortura del desprendimiento.

Aquellas damas de augustos tiempos, a mí ligadas por la Ley del Karma, con el corazón destrozado me aguardaban en el Averno.

Todas esas beldades tentadoras, peligrosamente bellas, se sentían con pleno derecho sobre mí.

Para mi bien o para mi mal, aquellas féminas terriblemente deliciosas, habían sido mis esposas en reencarnaciones anteriores, como consecuencia natural de la gran rebelión y la caída angélica.

Los perros Ortros y Euritión, símbolos vivientes de la pasión animal, me asediaron inclementes con fiereza inaudita. Se multiplicaron hasta el infinito las tentaciones.

Empero, a base de thélema (voluntad) y comprensión de fondo, y con ayuda de mi Divina Madre Kundalini, vencí al Señor del Tiempo, el Tricípite Gerión.

Es indubitable que así me apoderé del rebaño y me hice pastor auténtico, no de vacas, como veladamente se dice, sino de ovejas.

Para bien de la Gran Causa conviene que a continuación estudiemos algunos versículos del Capítulo Diez de Juan:

De cierto, de cierto os digo: el que no entra por la puerta (el sexo) en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte (predicando doctrinas diferentes que nada tienen que ver con la magia sexual blanca), el tal es ladrón y robador (se hurta las ovejas y se las lleva el Abismo).

Nosotros salimos del Edem por la puerta del sexo. Sólo por dicha puerta podemos volver al Edem. El Edem es el mismo sexo.

Mas el que entra por la puerta (el sexo), el pastor de las ovejas es.

A éste abre el portero y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre (con el Verbo Íntimo), y las saca (se las lleva por el camino del Filo de la Navaja).

Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz (su Verbo).

Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él porque no conocen la voz de los extraños (los falsos pastores no poseen el Verbo).

Esta parábola les dijo Jesús (cuyo significado es Salvador), mas ellos no entendieron qué era lo que les decía (es evidente que tras de la letra que mata está el espíritu que vivifica).

Volvióles, pues, Jesús (el Salvador Íntimo) a decir: de cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas (no está el poder en el cerebro ni en ningún otro lugar del cuerpo, sino en el sexo).

Con otras palabras aseveramos lo siguiente: El poder creador del Logos se encuentra exclusivamente en el sexo.

Es fácil ahora comprender por qué ÉL es la puerta de las ovejas. Buscar escapatorias equivale a huir de la Puerta del Edem.

Todos los que antes de mí vinieron (porque no fueron iniciados en los misterios sexuales) ladrones son y robadores.

Yo soy la puerta: el que por mí entrare será salvo (no caerá en el abismo de perdición) y entrará y saldrá, y hallará pastos (rico alimento espiritual).

Cristo, sin la serpiente sexual, nada podría hacer. Es por este motivo que el Segundo Logos, el Señor de Perfección, el Logos Íntimo de cada cual, desciende de su elevada esfera y se hace Hijo de la Divina Madre Kundalini, la Serpiente Ígnea de Nuestros Mágicos Poderes... (por obra y gracia del Tercer Logos).

Los Setianos adoraban la Gran Luz y decían que el Sol en sus emanaciones forma nido en nosotros y constituye la Serpiente.

Es ostensible que aquella secta gnóstica tenía como objeto sagrado un cáliz, un yoni , el Santo Grial, en el cual tomaban el semen de Benjamín. Este último en sí mismo era una mezcla de vino y agua.

Indubitablemente, jamás faltaba sobre el altar de los nazarenos gnósticos, el símbolo sagrado de la serpiente sexual.

La fuerza, el poder que acompañó a Moisés fue la serpiente sobre la vara, que luego se convirtió en la vara misma.

La serpiente fue ciertamente la que habló a las demás serpientes y la que tentó a Eva.

En el Canto de Homero a Démeter, encontrado en una biblioteca rusa, se ve que todo giraba alrededor de un hecho “ fisiológico-cósmico” de gran trascendencia.

Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor (aquél que ya alcanzó ese grado esotérico crístico) su vida da por las ovejas.

Mas el asalariado (el esoterista tántrico que todavía no ha logrado la cristificación) y de quien no son propias las ovejas, ve al lobo que viene y deja las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y esparce las ovejas.

También tengo otras ovejas que no son de este redil (que están metidas en otras escuelas). Aquellas también me conviene traer y oirán mi voz y habrá un rebaño y un pastor.

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar (El Cristo Íntimo cristaliza en nosotros y nos redime cuando somos dignos).

Nadie me la quita, mas yo la pongo de mí mismo (como diciendo: cristalizo en mi humana persona cuando quiero). Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Ese mandamiento recibí de mi Padre.

Después de este comentario crístico esotérico, es indispensable que continuemos con el presente capítulo.

Qué sencilla, qué infalsificable hermosura primitiva tienen en verdad todos esos relatos platónicos que versan sobre dioses y diosas arcaicos. Seres divinos del pasado lemúrico, auténticos pastores tántricos del Edem sexual.

Sublimes criaturas que levantan ciudades ciclópeas, instruyen pueblos, los dotan de una legislación jamás superada y premian sus heroísmos.

Realizar en sí mismo el “Misterio Hiperbóreo”, el “Misterio del Grial”, es urgente cuando anhelamos convertirnos en auténticos profetas, en genuinos pastores cristificados.

Necesitamos “pasar el Mar Rojo”, atravesar el océano tempestuoso de la vida, pasar a la otra orilla en la Copa de Oro, en el Vaso Sagrado, que Helios, el Sagrado Sol Absoluto, nos presta.

Concluidos los esotéricos trabajos en los infiernos del planeta Plutón, hube entonces de levantar columnas.

“Plus ultra”, “Adam-Kadmón, “Hombre-Celeste”, tales son los místicos significados que se han atribuido a las dos Columnas de Hércules.

Aquel evento cósmico-humano fue precedido por la desencarnación de mi esposa sacerdotisa Litelantes.

Incuestionablemente ella, en sí misma, era ciertamente el único nexo kármico que en este valle doloroso del Samsara me quedara.

Yo la vi alejarse de su descartado vehículo lemúrico, vestida ciertamente de riguroso luto.

Adam-Eva es indubitablemente el significado más secreto de las dos Columnas de Hércules.

Reconciliación con lo divinal resulta urgente, inaplazable, impostergable, tú lo sabes.

Levantar columnas en reconciliación, regreso de la pareja original, vuelta al Edem.

Necesitamos retornar al punto de partida original, volver al primer amor; eso es indiscutible, irrefutable, irrebatible.

En los arcaicos misterios del Continente “Mu” o “Lemuria”, yo hube de vivenciar el crudo realismo de esto en “bodas paradisíacas, edénicas”.

Entonces recibí por esposa a una gran iniciada. Quiero referirme en forma enfática a la otra mitad de la naranja; a mi Eva particular primigenia. Así levanté las dos Columnas de Hércules.

En plena mesa del festín me hallaba, acompañado dichoso por la nueva esposa y muchos altos sacerdotes.

Litelantes entonces atravesó el umbral de la regia sala; vino desencarnada a presenciar la fiesta.

Así ¡Oh, Dioses! fue cómo restablecí al Segundo Logos, al Cristo Cósmico, en el Santuario de mi Alma.

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Capítulo 46.- La Undécima Hazaña de Hércules

La undécima hazaña de Hércules, el héroe solar, tuvo lugar en el dominio trasatlántico, consistiendo en apropiarse de las Manzanas de las Hespérides, las ninfas hijas de Héspero, vivísima representación del planeta Venus, el lucero delicioso del amor.

Desconociendo el camino, necesitaba primero adueñarse de Nereo, que todo lo sabe, y luego en África enfrentarse en una lucha cuerpo a cuerpo con el espantoso gigante Anteo, hijo de Poseidón.

También se suele relacionar con este viaje la liberación de Prometeo-Lucifer, matando al águila que lo atormenta, así como la substitución temporánea del famoso Atlas, cargando el mundo sobre sus espaldas titánicas, para conseguir su auxilio.

Finalmente, las simbólicas manzanas de oro le son entregadas por las mismas Hespérides, matando previamente al Dragón que las guardaba.

Evidentemente, esta hazaña tiene estrecha relación con el relato bíblico de los frutos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal en el jardín edénico, en el que, sin embargo, el Dragón está substituido por una culebra, quien invita a recoger y probar esos frutos maravillosos, que Hércules después entrega a Atenea, la diosa de la sabiduría y su divina protectora.

El descenso intrépido al viejo Tartarus del undécimo planeta de nuestro sistema solar, se hizo urgente, inaplazable, impostergable, antes del ascenso al Padre (El Primer Logos).

Abrupto, quebrado y desigual camino descendente, me condujo fatalmente hasta las horrendas tinieblas de la Ciudad de Dite.

Mi “Nereo”, o mejor dijéramos, mi guruji, maestro o guía, pacientemente me enseñó todos los peligros.

Y fue ciertamente en esos horripilantes abismos del dolor, en aquel planeta que está más allá de la órbita de Plutón, donde encontré a Anteo, el gigante descomunal, más espantoso aún que el desmesurado Briareo.

El Dante florentino, en su « Divina Comedia» , exclama:

¡Oh, tú, que en el afortunado valle donde Escipión heredó tanta gloria, cuando Aníbal y los suyos volvieron las espaldas, recogiste mil leones por presa, y que, si hubieras asistido a la gran guerra de tus hermanos, aún hay quien crea que habrías asegurado la victoria a los hijos de la Tierra!.

Si no lo llevas a mal, condúcenos al fondo en donde el frío endurece el Cocito.

No hagas que me dirija a Tico ni a Tifeo. Éste que ves puede dar lo que aquí se desea. Por tanto, inclínate y no tuerzas la boca. Todavía puede renovar tu fama en el mundo, pues vive y espera gozar aún de larga vida, si la gracia no lo llama a sí antes de tiempo.

Así le dijo el Maestro. Y el gigante, apresurándose a extender aquellas manos que tan rudamente oprimieron a Hércules, cogió a mi Guía.

Cuando Virgilio se sintió agarrar, me dijo: Acércate para que yo te tome, y enseguida me abrazó de modo que los dos juntos formábamos un solo fardo.

Como al mirar la Corisenda por el lado a que está inclinada, cuando pasa una nube por encima de ella en sentido contrario, parece próxima a derrumbarse, tal me pareció Anteo cuando le vi inclinarse. Y fue para mí tan terrible aquel momento, que habría querido ir por otro camino. Pero él nos condujo suavemente al fondo del abismo que devora a Lucifer y a Judas. Y sin demora cesó su inclinación, volviendo a erguirse como el mástil de un navío.

(Esto es textual de la « Divina Comedia» ).

Anteo: alegórico personaje magistral, representativo titán de las “Hordas Tenebrosas” abismales.

Libradas muy cruentas batallas contra los demonios de la Ciudad de Dite, hubo de ser libertado Lucifer-Prometeo.

Yo vi abrirse la acerada puerta del horripilante calabozo. El guardián le cedió el paso.

Escenas terribles de la oscura morada; casos insólitos, insospechados; lo que “los moradores de la Tierra” ignoran.

Lucifer es el guardián de la puerta de las llaves del Santuario, para que no penetren en él sino los ungidos que poseen el secreto de Hermes.

El Christos-Lucifer de los gnósticos es el Dios de la Sabiduría bajo distintos nombres, el Dios de nuestro planeta Tierra sin ninguna sombra de maldad, pues que es uno con el Logos Platónico.

Prometeo-Lucifer es el ministro del Logos Solar y señor de las siete mansiones del Hades.

Lucifer ciertamente es el espíritu de la iluminación espiritual de la humanidad y de la libertad de elección y, metafísicamente, la antorcha de la humanidad. El Logos en su aspecto superior, y el adversario en su aspecto inferior; el divino y encadenado Prometeo; la energía activa y centrífuga del Universo; fuego, luz, vida, lucha, esfuerzo, conciencia, libertad, independencia, etc., etc., etc.

A Lucifer están encomendadas la espada y la balanza de la Justicia Cósmica, pues que él es la norma del peso, la medida y el número.

Dentro de cada uno de nos, Lucifer es la reflexión del Logos Íntimo, sombra del Señor proyectada en el fondo de nuestro Ser.

En instantes en que escribo estas cuartillas me viene a la memoria un caso insólito.

Una noche cualquiera, no importa cuál, hube de encontrar al espantoso personaje dentro de una hermosa recámara.

Imponente, “Prometeo-Lucifer”, sostenido sobre patas de bestia en vez de pies, me miraba amenazante.

Dos espantosos cuernos lucían pavorosos en su frente siniestra, empero estaba vestido como elegante caballero.

Acercándome a él serenamente le di algunas palmaditas en el hombro a tiempo que le decía:

— Tú a mí no me espantas. Te conozco muy bien. No habéis podido vencerme, estoy victorioso...

El coloso se retiró y yo, sentándome en el mullido y perfumado lecho de caoba, aguardé un momento.

Posteriormente penetró en la alcoba una fémina peligrosamente bella. Desnuda se acostó en la cama.

Casi desmayada de lujuria, la hermosa me envolvió en sus impúdicos brazos, invitándome a los placeres de la carne.

Acostado junto a la bella le demostré mis poderes al Diablo; me dominé a mí mismo.

Después me levanté de la cama de placeres. La beldad aquella, casi muerta de lubricidad, sintiéndose defraudada me contempló inútilmente.

A continuación entró en la estancia un niño resplandeciente, radiante criatura terriblemente divina.

El infante sublime, ricamente ataviado con hermosa túnica sacerdotal de un color negro muy especial, atravesó el exótico recinto.

Yo le reconocí de inmediato y acercándome a él muy quedito, le dije:

—Es inútil que continúes disfrazándote. Te reconozco siempre ¡Oh! Lucifer. Tú jamás puedes vencerme.

Aquella criatura sublime, terror de los ignorantes, sonrió entonces con dulzura infinita.

Incuestionablemente él es el “divino daimón” de Sócrates, nuestro entrenador especial en el gimnasio psicológico de la vida.

Justa es su libertad después de su duro trabajo. El Logos se lo traga, se lo absorbe.

Hasta aquí este relato. Continuemos con el tema trascendental de este capítulo.

Mi nueva sacerdotisa en la Montaña de la Ascensión, resultó ciertamente extraordinaria.

Obviamente se aceleró mi progreso íntimo y, en consecuencia, logré apoderarme de las manzanas de oro en el Jardín de las Hespérides.

Las ninfas venustas, exquisitamente deliciosas, cayeron a mis pies, no pudieron vencerme.

Concluidos los trabajos mágicos en aquel Averno, ascendí victorioso al Padre.

Es obvio que este místico acontecimiento trascendental en modo alguno podía pasar desapercibido.

Aquel evento cósmico fue entonces celebrado con infinita alegría en el Sancta.

En espléndido trono, sentado ante la augusta cofradía, me sentí completamente transformado.

En esos momentos indecibles, “El Anciano de los Días”, “Mi Padre que está en secreto”, “La Bondad de las Bondades”, “Lo Oculto de lo Oculto”, “La Misericordia de las Misericordias”, “El Éter de la Kábala hebraica”, resplandeció dentro de mí, cristalizó definitivamente en toda la presencia de mi Ser.

En tales instantes, los hermanos de la Fraternidad Universal Blanca, con infinita veneración me contemplaron. Mi rostro asumió el aspecto de la ancianidad.

Indubitablemente había logrado cristalizar en las diversas partes de mi Ser, las Tres Fuerzas Primariass del Universo.

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Capítulo 47.- El Duodécimo Trabajo de Hércules

El duodécimo trabajo de Hércules, el héroe solar, fue ciertamente impuesto por su hermano, es decir, por su resplandeciente “Prototipo Divinal” en el Sagrado Sol Absoluto.

Indubitablemente dicho trabajo consistió en sacar de su dominio plutónico al perro Tricípite que lo aguardaba.

Habiendo entrado en la morada subterránea de los muertos, trata primero de propiciarse al mismo Aidoneo, quien le permite llevarse el perro con la condición de que logre adueñarse de él sin armas, lo cual hace cogiéndolo primero por su cola de dragón y luego por el cuello hasta casi ahogarle.

Hermes le guía en el camino de regreso, y después que Cerbero fue mostrado a Mecenas, lo deja libre para que regrese a su residencia.

Incuestionablemente nuestro resplandeciente Sistema Solar de Ors tiene doce planetas y esto viene a recordarnos a los doce salvadores.

Resulta palmario y evidente que el trabajo final de Hércules ha de realizarse siempre en el duodécimo planeta de la familia solar.

Igualmente, sólo con Escorpio, cuya constelación es la más apropiada para figurarlo, podemos y debemos relacionar la última de sus hazañas zodiacales, consistente en sacar al perro Tricípite del celoso mundo subterráneo, del reino de las sombras donde la verdad se disfraza de tinieblas.

Naturalmente sólo puede cumplir esta tarea con el consentimiento del mismo Hades o Plutón, y con la ayuda de Hermes y Minerva a la vez (sexo-yoga y sabiduría).

Con infinita veneración traspasé el umbral del Templo. Anhelaba la liberación final.

En el amurallado patio de los sacerdotes, resplandecieron gloriosamente las aguas espermáticas de la piscina sagrada.

El iniciático lago de la representación de los misterios antiguos, eterno escenario de todo templo, no podía faltar allí.

Lo que en aquel lemúrico Sancta entonces pidiera, incuestionablemente me fue concedido.

Se inició mi trabajo con el descenso al Tartarus en aquel planeta doce de nuestro Sistema Solar.

Tres féminas deliciosas, peligrosamente bellas, en vano apelaron a todos sus encantos irresistibles.

Diablesas provocativas, lucharon hasta lo imposible, quisieron hacerme caer, mas yo supe dominarme a mí mismo.

El signo zodiacal de Escorpio desató en mis órganos creadores todos sus ardores pasionales, empero gané todas las batallas contra mí mismo.

El Perro Guía (el instinto sexual) conduce siempre al caballero por el angosto camino que va de las tinieblas a la luz, de la muerte a la inmortalidad.

El Perro jala la traílla de su amo, llevándole por el escarpado sendero hasta la meta. Posteriormente el Can debe descansar; entonces viene la “Gran Renunciación”.

En armoniosa concordancia rítmica con este evento cósmico-sexual, deviene ineludible el supremo desprendimiento de todas las cosas materiales, y la eliminación radical del deseo de existir.

La idea trascendental del Hálito de las Tinieblas, moviéndose sobre las aguas durmientes de la vida, que es la Materia Primordial con el Espíritu latente en ella, nos invita a la reflexión.

En todas las cosmogonías “El Agua” (el ens seminis), desempeña el mismo papel importante. Es la base y origen de la existencia material y el fundamento de toda auténtica “autorrealización íntima”.

Empero, es urgente, inaplazable, impostergable, jamás ignorar que entre el abismo primitivo, en el fondo de las aguas, moran muchísimas bestias peligrosas.

Si los divinos titanes del viejo continente MU, aquellos ángeles caídos en la generación animal, no se hubiesen olvidado de esta tremenda verdad, si hubieran permanecido alertas y vigilantes como el vigía en época de guerra, todavía se hallarían en estado paradisíaco.

Adueñarse completamente del perro Tricípite sin arma alguna, significa de hecho, control absoluto sobre el sexo. Cuando yo me hice dueño de tal Can, ascendí victorioso desde el fondo del negro y horroroso precipicio.

Entonces encarnó en mí el Ser de mi Ser; eso que está más allá de “Brahama, Vishnú y Shiva”... Aquel divino Prototipo Solar Absoluto.

Cuando este hecho místico acaeció, entré dichoso en un pequeño santuario del Sagrado Sol Absoluto.

Desde ese instante extraordinario pude alimentarme con los frutos del “Árbol de la Vida”, más allá del bien y del mal.

Había regresado al punto de partida original. Incuestionablemente había vuelto a mi Mónada. Cada uno de nos tiene en esa radiante esfera de luz y de alegría, su Prototipo Divinal.

Los individuos sagrados que habitan el Sol Central, se preparan para entrar al “Espacio Abstracto Absoluto”. Esto sucede siempre al final del mahamanvántara (día cósmico).

Cada universo del espacio infinito posee su propio Sol Central y la suma total de tales soles espirituales, constituye el “Protocosmos”.

La emanación de nuestro “Omnimisericordioso y Sagrado Absoluto Solar” es aquello que H. P. B. denomina “El Gran Aliento”, para sí mismo profundamente ignoto.

Obviamente este principio activo omnipresente, aunque participe en la creación de los mundos, no se funde en los mismos. Permanece independiente, omnipresente y omnipenetrante.

Resulta fácil comprender que la emanación del “Absoluto Solar” se desdobla en las “Tres Fuerzas Primarias”: Brahama, Vishnú y Shiva, con el evidente propósito de crear y volver nuevamente a crear.

Cuando concluye cualquier manifestación cósmica, las tres fuerzas originales se integran para mezclarse o fusionarse con el incesante hálito, para sí mismo profundamente ignoto.

Esto que sucede en lo macrocósmico se repite en el microcosmos hombre. Tal fue mi caso particular.

Así fue como pude volver al seno del Sagrado Absoluto Solar. Empero, continué con el cuerpo físico lemur, viviendo durante millones de años. Me convertí en una piedra más de “La Muralla Guardiana”.

Esta muralla está formada por los Maestros de Compasión, aquellos que renunciaron a toda felicidad por amor a la humanidad.

PAZ INVERENCIAL.

Samael Aun Weor

Fin de «Las Tres Montañas (MN-1972)»

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