CURSO DE GNOSIS

B08.- NOCIONES ESENCIALES SOBRE OCULTISMO PRÁCTICO

Vamos a hablar sobre esoterismo, sobre ocultismo, en una forma muy amplia y generalizada. Vamos a analizar un poquito eso de espiritualismo, teosofismo, pseudorosacrucismo, magia, hechicería, brujería, etc., etc., etc. Conviene, en verdad, que nosotros conozcamos todas esas cosas para saber ciertamente por dónde andamos.

Obviamente existen muchas escuelas en el mundo, nadie lo ignora, pero es necesario tener algún conocimiento sobre ellas; saber algo también sobre los estados postmortem, etc.

Espiritismo

Muy joven, tal vez niño, estudié el espiritualismo. Hasta asistí a muchas sesiones espiritualistas, que también denominan espiritistas. Hube de estudiar algunas obras sobre tal materia. Conocí, por ejemplo, las obras de Allan Kardec, León Denis, Richard Icharcof, César Lombroso, Camilo Flammarión, Luis Zea Uribe, etc. Puedo decirles a ustedes que desde la edad de los 12 años hasta los 16, poco más o menos, estuve dedicado a ese tipo de investigaciones.

El Espiritualismo tiene como instrumento a los médiums. El médium es un sujeto pasivo que cae en estado de trance hipnótico o mediumnímico. Entonces, cualquiera de las entidades del “más allá” se mete dentro del cuerpo del mismo, y habla, escribe o hace mover objetos, etc.

Existen médiums escribientes, los que escriben. La entidad venida del “más allá” sumerge al médium en estado de trance y éstos, dormidos, escriben. ¿Qué escriben? Lo que le dictan los espíritus del “más allá”.

Médiums motores. Delante de ellos se mueven mesas, se sienten golpes y se producen muchos fenómenos físicos.

Médiums parlantes. A través de ellos hablan los espíritus venidos del “más allá”.

Médiums de materialización. Por medio de ellos se materializan las entidades del “más allá”.

Ahora voy a decirles a ustedes lo que me consta, no lo que otros digan, porque es bueno decir lo que uno ha experimentado por sí mismo.

Recuerdo el caso de un caballero XX, cuyo nombre no menciono. Por donde quiera anduviera yo con él, siempre él portaba en su mano derecha una cajita. Sobre la misma tenía pintada una cruz. Nunca decía el hombre qué era lo que cargaba en esa caja, pero un día me invitó a una sesión de espiritualismo.

Me llevó por allá a su rancho, puso una mesa ahí en el centro de una sala, de piso de pura tierra (esto fue a las 12 de la noche) y alrededor nos sentamos algunas otras personas. Abrió la cajita aquella. Yo estaba interesado en saber qué cargaba ese hombre en esa cajita, pues el yo de la curiosidad me estaba “tragando vivo”. No abandonaba el hombre esa caja ni un solo instante, y siempre con esa cruz pintada ahí. Francamente me tenía bastante intrigado. ¿Qué fue lo que sacó de dentro de la caja? ¡Una calavera! “Que la calavera de un indio”, decía. La puso sobre la mesa. Luego comenzó a hacer algunas oraciones, y nosotros aguardamos. El cielo se llenó de negros nubarrones, comenzaron a caer rayos y truenos por todas partes. La mesa comenzó a balancearse, y al fin se sostuvo completamente sola en el aire, violando totalmente las leyes de la gravedad universal.

No era un truco, porque aquel hombre no tenía ningún interés en sacarnos dinero. Primero, era un hombre rico; segundo, su fe religiosa era ésa, tan fanático sería que nunca abandonaba la cajita; tercero, a nadie le contaba esas cosas, fue una suerte que a mí me las contara; y cuarto, como cosa muy excepcional, me invitó a su celebración religiosa. Así pues, no tenía por qué engañarme. Además yo no cargaba “ni un quinto” entre la bolsa como para que me fuera a estafar, ni a él le interesaba estafarme, pues aquel hombre era sumamente rico, no era un “ranchero”, pero rico de verdad.

Así pues, el fenómeno de hecho era cierto. Además, yo no soy tan tonto, no me las echo de “muy, muy”, pero tampoco soy “tan, tan” como dicen. Es claro que miré bien a ver si la mesa de verdad estaba en el aire. ¡Estaba en el aire, no había duda! La calavera aquella también se movió solita y vino hacia mí. Yo tenía los brazos cruzados y ahí se acostó entre mis brazos la calavera. Hasta se veía simpática, sí, con su cara ahí “de calaca”, sus terribles ojos. En todo caso a mí francamente no me causaba terror.

Los rayos y truenos continuaban. De pronto una sombra materializada físicamente (eso me consta) entró en aquella sala, avanzó y pasó junto de mí. Alcanzó a tocarme el cuerpo y la vi materializada físicamente y la mesa sostenida en el aire. Mas vi que el hombre aquel palidecía. Para colmo de los colmos noté que temblaba lleno de temor. Unos cuantos rayos y el tremendo chaparrón de agua encima fueron suficientes como para que aquel hombre se pusiera de pie y dijera ¡Basta! Esto está muy peligroso. Así, a media noche y cayendo rayos y con esta tempestad puede sucedernos algo. Lo vi rápidamente echar unos conjuros y exorcismos como para que la mesa volviera a quedar en el piso. Después la calavera solita se pasó a la mesa otra vez. Por último cogió su calavera, la metió entre una caja, le echó un candado ahí y dijo: ¡Ya no más; vámonos! No hay duda de que el hombre estaba visiblemente asustado, espantado, aterrorizado. En materia de espiritualismo me consta eso; yo digo lo que he visto.

En otra ocasión por ahí vi el caso de una médium. Sucedió que me invitaron a una casa. Decían que allí había una mujer que constantemente veía un fantasma, que el tal fantasma llegaba y que le indicaba con el dedo un lugar donde había un tesoro. Fuimos un grupo de gentes a ese lugar. En aquella ocasión a mí también me gustaba investigar esas cosas de tesoros y demás. Lo cierto fue que cuando entré en aquella sala, aquella mujer se reía de mí, se burlaba y parece que a mi “querido ego” no le gustó mucho la cuestión. Total, me propuse hipnotizarla como para demostrarle en su pellejo la realidad de estas cosas. Y a esa mujer nunca la había hipnotizado nadie en su vida. Es más, ella ni creía y se reía de todo eso. Con eso me acabó de “picar” más y dije: “Le voy a demostrar que estas cosas son serias”. Yo era muy joven todavía, un muchacho, por ahí andaba, pues, en todas esas tonterías. Pero sí vale la pena investigar; si no, no podría estar hoy en día hablando con ustedes sobre estas cosas.

Conclusión, la miré fijamente en el entrecejo y estuve un rato haciendo uso de toda mi fuerza mental con el propósito de sumergirla en un sueño hipnótico profundo. Después le hice algunos pases magnéticos fuertes y con gran asombro vi que se desplomó. A pesar de que se reía, se desplomó riéndose, pero se desplomó, y ya desplomada, no fue difícil poderla desdoblar. La desdoblamos y después la volvimos a doblar. Ya desdoblada, la hice entrar en contacto con el tal fantasma ese que se aparecía por esos lugares. El fantasma le dijo que sí, que cavara, que rascara bien la tierra, que rascándola a no sé cuanta profundidad iba a encontrar nada menos que la “mera lana”. Conclusión, después de hecho el experimento procedimos a despertarla y ya no quería despertar. ¡Vaya, vaya, vean ustedes en qué problema me metí! Para dormirla fue fácil; pero luego, para despertarla, ni modo, no quería despertar, parecía una difunta ahí.

No dejé de sentir cierto temor allá en mi interior, pero me cuidé mucho de que los demás no me vieran el temor. Me dije: “Si esta mujer se llega a quedar ahí muerta, al «bote», a responder por homicidio y quién sabe qué clase más de delitos ¿no?”. Pero afortunadamente después de tanta lucha, haciéndole pases de abajo hacia arriba, conseguí que se despertara. Para dormirla le hice pases de arriba hacia abajo, de acuerdo con el hipnotismo vedantino. Cogí la “cabeza etérica” y la hice colgar de aquí, de la cabeza física hacia abajo; pero, para volverla otra vez a su estado normal, había que hacer pases de abajo hacia arriba, colocar la “cabeza etérica” dentro de la cabeza física.

Bueno, después de un rato de lucha y dándole agua y echándole agua en la cara y cincuenta mil cosas, al fin logramos que se despertara esa mujer. ¡Vaya, vaya, qué susto el que nos dio! Eso estaba “refeo” ¿verdad? ¿Qué tal si no se despierta? Por lo menos veinte años de cárcel; pero se despertó. Cuando ya despertó esa mujer tuve muy buen cuidado de dejarle el recuerdo. Le dije: “Te acordarás de todo lo que has visto y oído, no te olvidarás de nada”. Ya despierta, miró a todos lados, me miró a mi y ya la vi que no se rió más. Dijo: “Ah condenado, me durmió!”. Desde entonces la mujer quedó respetando estas ciencias, se le acabó su burlita, una burlita que se traía, pero en verdad de muy mal gusto. Y claro, yo con ese ego allá del amor propio, me sentía molesto, me sentía “picado” y me propuse hacer el experimento. Menos mal que me resultó; si no, hubiera quedado hasta en un ridículo.

Lo curioso del caso fue la cuestión de ponerse inmediatamente a rascar, a darle al pico y a la pala, a sacar tierra todo el mundo, a buscar “el tesoro de Cuauhtémoc” como se dice por allí, todo el mundo tenía ganas de “lana”. Pero sí vi entre las gentes una codicia terrible. ¡Qué barbaridad! ¡Cómo se pone la gente por el dinero, cómo se vuelven! Ya se les transforma la cara, ya no son los mismos, eso estaba poniéndose hasta peligroso.

Bueno, en el lugar donde ella dijo que había el tesoro no se encontró nada. Como no se encontró nada, después se le apareció el fantasma y le dijo que “ahí no, que más allá, que era en otro lugar”. Y todo el mundo “a volar” con picos y palas al otro lugar, hasta que les dije: “¡Paren, basta! Eso que ella ha visto no es más que una forma mental de ustedes mismos. Ahí no hay tal tesoro, de manera que será mejor que dejemos de rascar más esa tierra, que dejemos esto en paz”.

Sí, si no les digo, les aseguro que hubieran echado abajo la casa, la tumban, paredones y todo hubieran ido para abajo, no hubiera quedado ni una barda en pie. Así estaban las cosas. Mejor me paré y pedí por la paz.

Otro caso que me consta fue el de un herrero. Ese hombre hacía herraduras para caballos. Ese hombre le ponía herraduras a los caballos, las hacía porque era herrero. Tenía una forja donde trabajaba el hierro y ahí herraba a los caballos. Decían que era médium.

Me hice amigo de él y lo invité. Nos sentamos alrededor de una mesa. De pronto la mesa comenzó a balancearse. Entró en trance aquel hombre, era médium parlante y se expresó a través de él un demonio llamado Belcebú, príncipe de los demonios. Y habló y dijo: “Soy Belcebú, príncipe de los demonios. ¿Qué queréis de mí?” Bueno, nosotros quisimos decirle que nos hablara algo, que nos dijera algo importante. Él dijo que firmaría un pacto con nosotros para ayudarnos, y luego escribió en el papel el médium aquel con el puño así, temblando, escribió: “Bel, tengo mental la petra y que al el le andube sedra; bao, genizar les des”. Un lenguaje allá, pues, entiendo que de la lengua universal ¿no? Y luego firmaba con una firma tan rara, firma de demonio: “Belcebú”, decía, pero con una rúbrica extraña, demoníaco todo aquello.

Bueno, nos costó mucho trabajo poderle sacar el demonio a ese pobre hombre. Era un herrero fuerte, acostumbrado a lidiar con los caballos. No era tampoco una mansa oveja, pero el demonio aquel lo tiraba contra el suelo, contra las bardas, lo golpeaba fuertemente y yo conjurando ahí, rezando todo lo que sabía porque no me quedó más remedio. Allí echábamos la “Conjuración de los Cuatro”, “de los Siete”, todos los exorcismos habidos y por haber, todo lo que se ha escrito y dejado de escribir, etc., porque la cosa estaba fea. De pronto avanzaba ese hombre temblando (pues era poseso por un demonio) sobre todos los asistentes, y corrían todos asustados, horrorizados con los ojos fuera de órbita. Y había desarrollado una fuerza tal que yo creo que ni mil policías lo hubieran podido domar. ¡La cosa estaba grave!

Bueno, yo por allí apelé a una vara de hierro y conjuraba y exorcizaba y cincuenta mil cosas, hasta que al fin se desplomó. ¿Qué tal si no se desploma? La cosa estaba grave, hubiera podido matar a alguien de los asistentes. Y la forma cómo hablaba era cavernosa, una voz que salía de entre las grietas de la tierra, no era la voz normal de un hombre.

Al fin el hombre se cayó ahí desplomado, durmió un rato y despertó. Cuando se miró, estaba todo lleno de golpes, morateado todo el cuerpo. Al fin lo llevaron por allá, para su herrería. Yo quedé intrigado con la cuestión, y al otro día muy de mañana, dije: “Voy a pasar por allí a ver en qué quedó la cosa”. Pasé y tenía el devocionario de Allan Kardec, estaba leyendo ahí algo de las oraciones de Allan Kardec, muy arrepentido, compungido de corazón por haberle servido de vehículo a un demonio. Entonces me mostró todas las manchas o máculas negras en el cuerpo (el demonio lo había golpeado “muy feo”) y me dijo que él de ahí en adelante se iba a esforzar por no servirle de vehículo a los demonios. Estaba todo arrepentido rezando las oraciones de Allan Kardec. Dije: “Bueno, menos mal que este hombre por lo menos ya está compungido de corazón, arrepentido; no está mal eso”. Al fin no volví a saber de ese pobre herrero. ¡Quién sabe en qué pararía!

Les estoy narrando estos aspectos que son interesantes para que ustedes vayan conociendo algo sobre mediumnismo. Saqué una conclusión de todo eso, y es que los médiums sirven de instrumento, no propiamente al espíritu de los fallecidos, porque una cosa es el Ser de uno, su Ser, y otra cosa son los yoes. ¿No han oído ustedes hablar que Jesús de Nazareth expulsó del cuerpo de la Magdalena siete demonios? Pues son los siete pecados capitales: ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula. Como decía Virgilio, el poeta de Mantua: “aunque tuviéramos mil lenguas para hablar y paladar de acero, no alcanzaríamos a enumerar todos nuestros defectos cabalmente”. ¡Son tantos! Y cada uno de esos defectos es un demonio que uno carga adentro.

Bueno, esos demonios que uno carga adentro son los que se meten en los cuerpos de los médiums para hablar, eso es todo. No es el alma ni el espíritu del difunto el que se mete entre el cuerpo de un médium, no hay tal. Eso lo pude evidenciar mucho más tarde a través de mis experimentos. Les estoy diciendo algo de lo que me consta en cuestión de espiritismo.

William Crookes logró materializar difuntos. William Crookes fue el que presentó la materia radiante en sus tubos de cristal. Materializó entidades, materializó a una tal Katie King, muerta hacía no sé cuantos años atrás, y la hacía visible y tangible en un laboratorio. Amarraban el cuerpo de aquella médium dentro de una cámara hermética, lo envolvía el científico aquel con alambres eléctricos. Esos alambres los hacía pasar a través de los agujeros de los oídos, de manera que con cualquier movimientito que tratara de hacer, sonaba un timbre. No había posibilidad, ni remota siquiera, de poder hacer fraude. Y se materializaba Katie King en presencia de dos médiums, que eran las señoritas Fox.

Allí estuvo materializándose durante tres años en presencia de científicos incrédulos, materialistas, que no creían “ni jota” de lo que allí se estaba haciendo. Y aquella entidad se dejó fotografiar. La sometieron a distintos análisis, y luego, en presencia de los mismos científicos, se fue desmaterializando poquito a poquito, en presencia de las cámaras fotográficas y todo. Y además todavía, por si eso fuera poco, les dejó un bucle de cabello materializado, eso fue más que suficiente. Todavía no pienso que fue el espíritu o el alma de Katie King. Pienso que fue uno de los yoes de Katie King el que se hizo tan visible y tangible. Pero de todas maneras el experimento resultó interesante.

Magia. Lucifer. Estados jinas

Pensemos ahora en la cuestión de la magia. Indudablemente ser mago es uno de los anhelos más grandes de mucha gente. Yo considero que magos han habido, y muy buenos, blancos y negros.

El Doctor Fausto, por ejemplo, era un mago tremendo, terrible. Yo digo que era mago blanco. Por ahí en una de mis obras, precisamente en «La Doctrina Secreta de Anáhuac», cito algo extraordinario. Un grupo de gentes en Viena, en pleno banquete, les dio por llamar al Dr. Fausto y éste estaba en Praga. De pronto alguien golpea en la puerta. El Dr. Fausto que se había apeado de su caballo. Informan los criados al señor de la casa y éste se sorprende, se asoma. No hay duda, el Dr. Fausto. Abren la puerta y entra Fausto (el caballo fue pasado al establo). Y el Dr. Fausto se sienta a la mesa de los invitados, comparte con ellos el vino. Feliz el festín. Por ahí, a las tres de la mañana, relincha el caballo. El Dr. Fausto dice: ¡Me voy!. Ellos intentan detenerle. Por segunda vez vuelve a relinchar la bestia y a la tercera ya no más, se levanta el Dr. Fausto, se va despidiendo de todos y se fue. Dicen los que lo vieron que montó en su caballo, que salió y que se alejó por el aire, como el caballo famoso Pegaso, un caballo mitológico.

La gente es libre de creer o no creer. Cada cual puede pensar como quiera. A mí me parece muy interesante y no le veo imposibilidad. Sencillamente entiendo que ese caballo es el mismo Lucifer del Dr. Fausto, pues cada uno de nosotros tiene su Lucifer particular, individual. Eso de que Lucifer es un personaje sentado allá sobre un trono, con un tenedor de hierro en su mano derecha, único en todo el Universo, pues eso es absurdo, eso es una fantasía, eso no existe; pero sí, cada uno tiene su propio Lucifer. ¿Qué es Lucifer dentro de nosotros? Una reflexión del Logos Solar en nosotros, la sombra misma del Logos en nosotros. ¿Para qué la tenemos dentro, con qué objeto? Yo digo que el Lucifer realmente es El Cristo disfrazado dentro de nosotros mismos. Pero dirán ¿para qué se disfraza de esa forma? Pues para algo, para servirnos de escalera, para echarnos para arriba.

¿Ustedes no han leído «La Divina Comedia» del Dante? Les aconsejo que la estudien, vale la pena. En ella aparece Lucifer en el corazón de la Tierra. Dice “que andaba sobre la superficie de la Tierra y, bajando verticalmente, está el corazón de la Tierra y en ese corazón está Lucifer ahí”. Y dice el Dante Alighieri que “por seis ojos llora Lucifer”. Es el arcano 6 del Tarot, Tiphereth. En el Arcano 6 del Tarot aparece un hombre entre el vicio y la virtud, es decir, metido en el callejón de las tentaciones, entre el vicio y la virtud. Y no olviden que el número de la “Gran Ramera”, según dice el Apocalipsis de San Juan, es el seis repetido tres veces [666].

¿Ya van entendiendo por qué “por seis ojos llora Lucifer”? Cuando Virgilio quiso bajar al noveno círculo dantesco junto con el Dante, no les quedó más remedio que bajar, dice, “por la espalda de Lucifer”, que les sirvió de escalera. Cada pelo de Lucifer era como una viga enorme que les servía de escalera. Por ahí bajaron. Cuando quisieron subir, no les quedó más remedio que usar también a Lucifer como escalera. Es bueno ir entendiendo esto, todo esto es simbólico. Obviamente, “Lucifer es escalera para bajar y escalera para subir”.

Ahora comprenderán ustedes por qué El Cristo se disfraza de Lucifer. No sería posible subir por otra parte. Tenemos que subir por esa escalera. Tampoco podemos bajar por otra parte. Lucifer es la escalera para bajar y escalera para subir.

Lucifer nos da el impulso sexual. ¿Cómo podría uno trabajar en la Forja de los Cíclopes, en la Novena Esfera dantesca, sin ese impulso luciférico? Claro que en ese impulso hay rebeldía, la rebeldía de Lucifer, pero el impulso existe y sin ese impulso no es posible trabajar en la Novena Esfera. Es decir, la unión sexual sin el impulso de Lucifer no existiría. Lucifer está en el sexo y Lucifer nos da el empujón.

Ahora, si uno, durante la cópula metafísica o coito químico, refrena el impulso animal y, en vez de cometer el crimen de derramar el Vaso de Hermes, transmuta el esperma sagrado en energía, incuestionablemente sube por la escala de Lucifer. Y si sigue repitiendo eso, cada vez que lo sigue haciendo o repitiendo, seguirá subiendo. Porque Lucifer quiere hacerlo caer, pero si uno no cae, pues sube, sube y lo aprovecha uno para morir. Pues si uno le da la lanzada a Lucifer, como lo hizo Miguel, y lo vence, entonces sobre esa base uno echa para arriba. Sube, y va subiendo de grado en grado hasta que se convierte en un mago de verdad, pero en un mago blanco, con poderes sobre el fuego, sobre el aire, sobre las aguas, sobre la tierra.

El Santo Grial

Vean ustedes la íntima relación que existe entre Lucifer y Cristo. Se dice que Cristo bebió en la Última Cena en el cáliz, y ese cáliz lo andaban buscando después, en la Edad Media, los caballeros de las cruzadas eucarísticas. Ese cáliz no es otra cosa sino el Santo Grial.

Pero ¿por qué Cristo sufrió tanto en presencia del Santo Cáliz? Estoy hablando asuntos muy esotéricos. Si ustedes le ponen un poquito de atención a esto, hasta se autorrealizan, se liberan. Pero si ustedes no le ponen atención, pues van a perder la oportunidad. Al ego no le gusta que le hablen de estas cosas, porque peligra su vida. Esto es grave para el ego y prefiere que el cuerpo se le duerma o que se canse o que se sienta aburrido. Pero bien vale la pena que ustedes pongan atención a esto.

¿Por qué Jesucristo en presencia del cáliz dice: “Padre mío, si es posible, pasa de mí este cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la tuya”? ¿Ustedes van entendiendo qué cosa es ese cáliz? Ese cáliz sagrado es el mismo vaso hermético, es la copa de Salomón, es la urna sagrada de los grandes misterios, es el santo yoni, es decir, el órgano creador del eterno femenino, eso es obvio. Sin ese vaso sagrado nadie puede llegar a la autorrealización íntima del Ser.

Dice la leyenda de los siglos que cuando la revuelta aquella terrible de los ángeles contra Dios, que entonces Miguel, de un lanzazo que le dio, golpeó la cabeza de Lucifer con la lanza, y allí, en la cabeza, en la frente, llevaba un cáliz en forma de esmeralda. Ese cáliz cayó al suelo; eso dicen. Desde entonces se asegura que ese cáliz está en el templo de Monserrat, en Cataluña, España.

¿Cómo fue a dar ese cáliz al templo de Montserrat? Voy a decirles. Primero que todo, se asegura que el Rey del Mundo, Melquisedec, le entregó el cáliz a Abraham. Pero ¿cómo se lo entregó? Cuando venía Abraham de la guerra contra los reyes de Sodoma y de Gomorra (eso fue en los tiempos de Matusalén, pero bien vale la pena citarlo). Ya victorioso, encontró (donde más tarde se edificó Jerusalén) una gran fortaleza de piedra, una fortaleza militar. En esa fortaleza halló al Rey del Mundo, a Melquisedec. Cuenta la tradición que con Melquisedec, Abraham celebró la santa unción gnóstica, y Abraham le pagó a Melquisedec los diezmos y primicias. También se dice que Melquisedec entregó a Abraham el Santo Grial, ese cáliz.

Más tarde ese cáliz, no se por qué motivo, lo tuvo la reina de Saba. La reina de Saba se lo trajo a Salomón, pero antes de entregarle el cáliz a Salomón lo sometió a tremendas pruebas. Salomón en todas las pruebas salió bien. La última prueba fue la definitiva.Traía la reina de Saba 25 jóvenes de ambos sexos, varones y hembras, vestidos en forma igual tanto las hembras como los varones; todos arreglados en la misma manera y con la misma moda. Los varones tuvieron el cuidado de rasurarse muy bien y hasta iban ligeramente pintados, de manera que no se sabía si eran hombres o eran mujeres, y el rey Salomón tenía que decir quiénes eran hombres y quiénes eran mujeres. Ese fue el problemita que le planteó la reina de Saba, pero Salomón-Rey era muy sabio y les hizo a todos lavarse las manos, y en la forma cómo se lavaron las manos, él conoció quiénes eran hombres y quiénes eran mujeres.

Bueno, a la reina de Saba le faltó un poquito de más astucia, digo yo, porque si les hubiera entrenado antes para que se hubieran lavado las manos en la misma forma, quién sabe cómo le hubiera ido a Salomón-Rey ¿no?, pero le faltó ese detalle. De manera que cada cual se lavó sus manos a su modo. Entonces él decía: “Este es hombre, este es mujer, este es hombre, aquella es mujer”. Total, salió muy bien en la prueba y le entregó la reina de Saba el Santo Grial.

Dicen que Jesús de Nazareth, cuando celebró la Última Cena, bebió el vino allí mismo en esa sagrada copa, y cuando ya lo llevaron al Gólgota, José de Arimatea se acercó al Calvario y en esa copa recogió la sangre que caía de la cruz y llenó todo el vaso con esa sangre. Luego escondió la copa y también escondió la lanza con que Longinus hirió el costado del Señor. Cuando la policía romana invadió la casa, pues sencillamente ya no encontraron ni el cáliz ni la lanza. Entonces, por no haber entregado él esas joyas, lo metieron a la cárcel, pasó una larga prisión. Cuando salió de la cárcel, que dicen que estuvo 49 años preso (a mí me parece francamente que en eso hay una exageración; ¿49 años en el “bote”, ya viejo?; me parece que exageran los que han narrado esto; yo creo que lo tuvieron preso un poco de tiempo y lo echaron para afuera; eso es todo), entonces se fue, sacó las joyas aquellas y se fue en busca de cristianos a Roma, pero encontró la persecución de Nerón contra los cristianos.

Siguió por las orillas del Mediterráneo y una noche, en sueños, se le apareció un ángel y le dijo: “Ese cáliz es muy sagrado; en ese cáliz está contenida la sangre del Redentor del Mundo; entiérralo allá”. Y él lo llevó al templo de Montserrat, Cataluña. Desde entonces ese cáliz está allí.

En la Edad Media los caballeros (los que fueron a la Tierra Santa) lo andaban buscando y no lo encontraron. Como recuerdo todavía de esa búsqueda existe la copa que se entrega a los campeones olímpicos. De manera que esa copa que se entrega a los distintos campeones, ese trofeo viene como una remembranza de la época en que se andaba buscando el Santo Grial.

Así pues, vean ustedes, para poder triunfar y tener el Santo Vaso en el poder y llegar a la autorrealización íntima del Ser, se necesita pelear con el señor Lucifer. Y él está dentro de uno mismo, no fuera de uno. Pero esto no lo entienden las gentes, miran al pobre diablo de tan mala manera. Sin embargo necesitamos blanquearlo. Está negrito como el carbón; pero si nosotros nos proponemos ir eliminando el ego, pues lo vamos blanqueando y un día estará vestido con la túnica resplandeciente, brillante, eso es obvio. Cuando eso sea, él se integrará con nosotros, nosotros con él y nos convertiremos en arcángeles.

Vean ustedes cuánto es el amor del Cristo. ¡Disfrazarse de diablo para podernos servir de escalera y echarnos para arriba! Es un poquito abstracto esto y la mente, la razón se resiste a entenderlo; pero si ustedes agudizan un poquito su intuición, lograrán intuirlo muy bien. Es fundamental en magia.

Ahora, hay magos negros, eso sí es gravísimo. Por ejemplo, si un individuo desarrolla la fuerza mental, supongamos, y no disuelve el ego, se convierte en un mago negro, eso es obvio. Un individuo armado de poderes, clarividente, clariaudiente, con fuerza mental terrible, pero que no disuelve el ego ¿qué cosa es? Es un mago negro, eso es claro.

Los Tuatha de Danann

Hay jinas blancos y jinas negros. ¿Qué se entiende por “jinas”? Si uno mete su cuerpo físico dentro de la cuarta vertical, entra en estado de jinas. En la cuarta vertical hay muchas gentes que tienen cuerpo físico. En la cuarta vertical hay poblaciones humanas que están viviendo, hay ciudades mágicas con gentes de carne y hueso, ciudades que están metidas entre la cuarta vertical. Precisamente los Tuatha de Danann eran una raza jinas. Vinieron de la Atlántida, caminaron por toda Europa fundando ciudades mágicas. Ellos llevaban siempre cuatro símbolos: una espada, una copa (el cáliz), una lanza y una piedra cúbica (la Piedra de la Verdad).

La lanza de Longinus no es otra cosa sino el asta de Minerva o el arma sacra de Aquiles, el phalus, sin el cual nadie se puede autorrealizar. Sin el poder viril, sexual, ¿quién se puede autorrealizar? Nadie, ningún eunuco se puede autorrealizar, ningún impotente se puede autorrealizar.

La copa, el cáliz, el yoni sagrado, el eterno femenino. ¿Quién podría realizarse sin el Santo Grial? El órgano sexual de la mujer es bendito, es divino porque es el Santo Cáliz en el que Jesús el Cristo bebió la Última Cena.

Y luego tenemos nosotros la Piedra de la Verdad, que no es otra cosa sino la Piedra Filosofal. El día que nosotros hayamos conseguido fabricar los cuerpos existenciales superiores del Ser, y más aún, el día que estos cuerpos se hayan perfeccionado y estén hechos en oro puro, el Cristo Íntimo se vestirá con ellos. Esa es la Piedra Filosofal o Piedra Cúbica. Quien tenga esa piedra en su poder podrá realizar maravillas: transmutar el plomo en oro, hacer diamantes de la mejor calidad, desatar las tormentas, aplacar los volcanes, hacer temblar la tierra, etc., inmortalizarse con cuerpo de carne y hueso, físicamente, y muchas maravillas más. Pero hay que tener la piedra. Esa piedra se consigue trabajando de verdad sobre sí mismo.

De manera que estos Tuatha de Danann llevaban esos cuatro símbolos y fundaron ciudades mágicas en la cuarta dimensión. Cuando ellos regresaron a Irlanda (porque primero los habían “corrido” de ahí), regresaron en estado de jinas y se enfrentaron a una tribu de magos negros que existía en Irlanda. La “Batalla de Madura” fue terrible. Ellos ganaron la batalla, derrotaron a los tenebrosos. Esa es la realidad sobre los Tuatha de Danann. ¿Y ustedes creen que los Tuatha de Danann murieron para siempre? ¡No hay tal! Es cierto que después de la sumersión de la Atlántida, los Tuatha de Danann desaparecieron; pero lo que sucedió fue que se sumergieron dentro de la cuarta dimensión, viven en la cuarta dimensión, se reproducen en la cuarta dimensión, tienen cuerpo de carne y hueso, son personas como nosotros.

Brujas

Pero no quiere decir que todo en esta vida sea de color de rosa. Al lado de las rosas siempre hay espinas. Existen también los jinas negros. Yo conozco a los unos y conozco a los otros. Entre los jinas negros está todo lo que llaman brujerías y aquelarres. Hay una broma, un chiste que dice: “No hay que creer en brujas, pero las hay, las hay”. ¿Quiénes son esas famosas brujas de las que todos se ocupan? .

Eliphas Levi dice que hirió alguna vez a una bruja con una punta metálica. Pero propiamente no fue Eliphas Levi el que la hirió, sino Papus, el Conde Papus. Se aparecía en astral, quería invadir el recinto y, al fin un día, este hombre no pudo soportar más y apeló por ahí a una bayoneta y cuando la figura brillante apareció dentro de su sala, él le “pegó” con la bayoneta. Lo cierto fue que al otro día le comunicaron que la señora fulana de tal, conocida de él, había amanecido herida de muerte con un golpe de arma metálica en la cabeza. Conclusión: murió; Papus la eliminó, la desencarnó. ¿Que fue un delito de homicidio? Sí, pero en esas condiciones él considera que no cometió falta. Yo digo que sí la cometió y él cree que no.

Vale la pena reflexionar en esto. ¿Fue el astral de esa bruja, como dice el Conde Papus, lo que apareció ahí o qué fue lo que apareció?.

Recuerdo en este momento algo que me relataron en el pueblito este de Santiago de Tepalcatlalpan, es un caso concreto. Santiago de Tepalcatlalpan tiene fama por ser la tierra de los brujos, allá cerca al Distrito Federal. Bueno, estoy hablando esto “un poquito feo”, porque si hubiera aquí algún santiaguero, posiblemente reaccionaría furioso. Pero estamos afortunadamente en estos estudios; si no, ¡válgame Dios y Santa María! ¿A dónde iríamos a parar?

Lo cierto fue que me cuenta un amigo (y yo se lo creo porque es un hombre bastante serio) que unos perros grandotes andaban siempre molestando, que se llegaban a la puerta de una casa, y siempre molestando en la puerta de la misma casa, hasta que un día de esos tantos, el dueño, fulano xx, ya no soportó más a los perros y dijo: “Por aquí como que hay «gato enmochilado»; esto debe ser un mago nahuatl” y manos a la obra, “macheteó” fuertemente a uno de esos perros, los otros huyeron. Pues al otro día aparece una citación en la Delegación de Santiago de Tecalpatlalpan: “Citado el señor que golpeó al perro”.

Mas si el perro desapareció ¿quién fue?. Pues el mismo brujo puso la queja: “El señor fulano de tal me macheteó anoche y estoy gravemente herido”. Las autoridades comprobaron; sí, estaba gravemente herido con varios machetazos en el cuerpo. No valió que el señor aquél, el acusado, dijera: “No sabía que esa era una persona; yo lo que macheteé fue un perro”. Y entonces contestó el brujo: “Sí señor, yo era ese perro y usted me venía a machetear”. Conclusión, la cosa se puso gravísima y no sé al fin en qué paró, pero parece que eso se volvió pleito en la Delegación.

Ahora valdría la pena que yo dijera algo que me consta a mí. Dicen que por allí había una mujer, “dizque” era de esas, era una arpía, por cierto que no sería muy hermosa cuando era una arpía ¿no?. Procuré yo hacerme amigo de la arpía porque siempre he sido investigador, me ha gustado explorar directamente, no atenerme únicamente a la cuestión de los “libritos”, sino ir a ver qué es lo que hay de verdad en cada cosa y les aconsejo a ustedes lo mismo: ser atrevidos en la investigación. Uno tiene que investigar para descubrir por sí mismo. Yo me hice amigo de la arpía (por no decirle bruja). Bueno, costó trabajo que me dijera que sí sabía algo, pero al fin logré que me lo dijera ¡cómo no!. Hizo experimentos; me dijo:

—Bueno, esta noche lo invito a usted.

Le dije:

—Perfectamente, ¿a dónde?

—Bueno, no se preocupe usted a dónde; lo invito.

—Está bien.

Me acosté en decúbito dorsal con el cuerpo relajado; medianoche, aguardando a ver qué sucedía... ¡Las doce!. Bueno, yo estaba tan despierto. ¡La una!. No pasaba nada. Las horas se iban y venían y yo dije “Aquí lo que va es a amanecerme y todo desvelado, mañana tendré unas tremendas ojeras, pero vamos a aguardar a ver qué sucede”. Como me había dicho aquella dama, que tenía fama de tener poderes, que me invitaba a un paseo de esos extraños, dije: “Vamos a ver qué pasa”. Bueno, de pronto, despierto así como estoy aquí, sentí un peso sobre mi cuerpo. Los focos los había dejado encendidos, debí haberlos dejado apagados, fue tontería mía haberlos dejado encendidos. Y sentí un peso, así en el cuerpo, sobre el pecho; iba a respirar y no podía, sentía que me ahogaba. Y luego la voz de esa señora:

—¡Bueno, vamos, aquí estoy, camine!

Y luego como se me había acostado encima, sentía que los pies de ella como que no eran pies comunes y corrientes; parecía como una cola de pez que se movía sobre las partes inferiores del cuerpo, es decir, sobre los pies. Como yo francamente no tengo miedo y me gusta ser atrevido en la investigación, dije:

—Vamos a ver qué sucede, pues yo miedo no tengo ¿me dice que vamos?

Bueno, me fui levantando y se retiró de encima de mí para que yo pudiera levantarme y hasta me ayudó a levantarme. Me levanté, me puse de pie, para ver qué pasaba. Ya de pie, me dice:

—¡Vamos, no tema!.

Dije:

—No, yo no temo a nadie.

Dijo:

—¡Sígame!.

Dije:

—Cómo no, pues sí la voy a seguir ya mismo.

Y me fui “detrasito” de ella, caminando. Atravesé un patio que había, a la medianoche. Lo que sí era que no me había quitado la ropa, la tenía puesta, “por si las moscas”. Eso de ir a resultar con “paños menores” y en plena calle, con ese frío, ¡válgame Dios! Por eso, así lo hice.

Bueno, al salir a la puerta de la calle a esas horas, viene un grupo de damas a mí, señoras muy respetables.

—Tengo mucho gusto de presentarles a este amigo.

Venían todas a saludarme:

—Mucho gusto.

Las conté. Era un grupo de sesenta personas, damas muy respetables. Luego me hicieron una venia con mucho respeto aquellas sesenta damas y me dijeron:

—¡Síganos!.

—¡Está bien!.

Las fui siguiendo. Ellas me dijeron:

—¡Siga usted adelante!.

Luego llegué a la orilla de un precipicio. Dijeron:

—¡Salte y no tema!.

Yo francamente vi el abismo abajo y en cuerpo de carne y hueso, vestido así como estoy ahora y todo, pensé para mis adentros: “¡Me la juego, no voy a temer; si temo puede que pierda un chance, una oportunidad; mejor no temo!” Me tiré al aire y con gran asombro floté en la atmósfera. No había duda, mi cuerpo físico había entrado en la cuarta vertical. Así, flotando en el ambiente, me fueron llevando a través del Océano. Sé que vi hacia abajo el Océano Atlántico, no había duda, y yo flotando en el ambiente y aquellas sesenta personas jinas me acompañaban.

Yo no vi nada de eso que dijeran que “las brujas andan en escobas, viajando”, o algo por el estilo. Ahí no había nada de eso; vi a esas sesenta señoras, venerables todas, muy respetables, flotando en el ambiente circundante y animándome a no tener miedo; esa era la cruda realidad de los hechos.

Dije: “Bueno, vamos a ver en qué va a parar toda esta cosa”. Al fin llego. ¿A dónde?

—Qué lugar es este?

Me dijeron:

—Es España, señor.

—¡Ah, esta es España!.

Avanzo un poco más y me encuentro ante un extraño edificio.

—Este edificio ¿qué es? ¡Válgame Dios y Santa María! ¿Dónde estoy yo metido ahora?.

Pues ese edificio era nada menos que el Castillo de Klingsor. Entonces dije: “¡Ajá! con que entonces la ópera maravillosa de Richard Wagner, el Castillo de Klingsor existe. Entonces Richard Wagner no era un tonto, se las sabía todas y de todas, todas”.

De inmediato supe por intuición que ese Castillo de Klingsor era la antítesis de aquel otro Castillo, que es el Castillo de Monsalvat, donde está el Santo Grial nada menos. Bueno, seguí al lugar. Ahí pude ver que tenían un Cristo, pero el Cristo lo tenían debajo de un gran cazo de cobre. ¿Conque aquí vine yo a dar?. El castillo estaba rodeado de jardines espléndidos, todo era maravilloso. En el centro, dentro del castillo, había un gran salón con una alfombra de esas estilo siglo XVIII. ¡Qué de espejos de cristal de rocas, con qué lujo exorbitante! Todo era espléndido ahí: un candil que caía iluminando la estancia y debajo del candil aparecía una mesa.

Bueno, señores, les cuento que allí estuve. Allí vi que danzan las parejas alegres a la medianoche, hombres y mujeres danzando. Encontré que esa era una población de seres humanos que llevan su cuerpo en estado de jinas y que viajan por entre la cuarta vertical. Pero hay algo que sí me dejó estupefacto: estaba prohibido nombrar a la Divina Madre Kundalini, estaba prohibido nombrar al Cristo. Entonces ya me di cuenta que esas gentes eran jinas negros. Al nombrar uno al Cristo, le dicen: “¡Cuidado con esas malas palabras!”. Nombrar uno a la Divina Madre, a la Virgen Madre, es suficiente para que se enfurezcan inmediatamente esas gentes, y de amigas se tornan en terribles enemigas a muerte. Entonces dije: “Estos son jinas negros; bueno, ya conocí esta cosa, ni modo”. Salí de aquel recinto solo, por mi propia cuenta y a través de la atmósfera nuevamente, dije: “Voy a irme para la casa”. Pude regresar sano y salvo, nada me había pasado, pero sí había tenido una linda experiencia, había conocido a los jinas negros.

Así, pues, si hay jinas blancos, también hay jinas negros. Y conozco los jinas blancos porque yo he estado personalmente en el Templo de Chapultepec, en México. Más aún, les voy a decir una gran verdad, se la voy a confesar: yo soy miembro activo del Templo de Chapultepec, en México. En ese templo tenemos una copia del Santo Grial; en ese templo, tenemos nosotros un precioso altar, tenemos nosotros un salón maravilloso y allí se reúnen hermanos gnósticos. Quien está dirigiendo ese templo ahora es el maestro Rasmussen y su esposa, ambos son gnósticos. Allí se sigue al Cristo, son jinas blancos. De manera que vean ustedes las dos antípodas: jinas negros y jinas blancos. Y a ambos los conozco por experiencia directa, no por lo que otros digan o dejen de decir.

Invocaciones

Hay muchos modos de hacer invocaciones. En mi pasada existencia les enseñé a algunos, por ejemplo, a llamar a Lucifer-Nahuatl. ¿A cuál Lucifer? ¿Al diablo ese de los “curas”? ¡No! Al Lucifer interior de cada uno, a hacerlo visible y tangible. Y entonces nuestro gran amigo Arturo (que en aquella época se llamaba Antonio Vargas) se salvó nada menos de que lo fusilaran.

Él estaba “metido en la bola” en la época aquella de la Revolución, y lo llevaban ya para fusilarlo un grupo de soldados, y se acordó él de la clave que yo le había dado, la Clavícula de Salomón para invocar a Lucifer-Nahuatl. La pronunció, la vocalizó. Pues conclusión: logró hacerse invisible; se montó en su caballo; todos vieron que iba un caballo pero sin jinete. Los soldados dijeron: “¿Pero qué pasó?” Bueno, hicieron un escándalo enorme en aquella época, en los periódicos, y lo buscaron “como aguja”. Nunca lo encontraron. Se comentó por dondequiera el asunto: “Brujería, brujería, -decían- ése es un brujo!”. Le dio buen resultado, se salvó el pobre. Si no, ¡fuisssh..., le dan chicharrón, ni más ni más! De manera que es cierto que hay claves para hacerse invisible.

Pero en este momento me viene a la memoria algo interesante. El Dr. Fausto le enseñó a un sujeto XX a invocar a Lucifer-Nahuatl. El sujeto le había pedido que le diera las “clasecitas” y el Dr. Fausto se las dio, le enseñó la Clavícula del Rey Salomón. Se fue el sujeto aquel a un lugar donde pasaban dos caminos, se paró en el centro, pronunció la Clavícula del Rey Salomón varias veces, invocando, y nada, que no aparecía el Señor Lucifer. Al fin apareció horrible, espantosamente feo. ¿Por qué? Porque a este discípulo todavía le faltaba mucho. Era muy nuevo y tenía el ego bien gordo, y Lucifer refleja exactamente el estado en que uno se encuentra. No es otro, sino el estado psicológico en que uno se encuentra. Bueno, total, no resistió el pobre hombre, salió corriendo, espantado. Llegó a su casa y ¡zas! “dio el changazo” y cayó privado (desvanecido) A los tres días murió. Alcanzó cuando mucho el pobre hombre, a confesarse y comulgar y exhaló su último aliento.

¿Ya ven? Se metió “en camisa de once varas”. De manera que lo primero que hay que tener en la vida es mucho valor para poder meterse a hacer una invocación de esa talla. Bueno, uno ya con conciencia de que es su propio Lucifer, puede que ya no tenga tanto miedo ¿no?; pero normalmente la gente siempre se horroriza de esas cosas.

Así pues que eso es muy cierto y de toda verdad. En materia de magia, pues, sencillamente se necesita haber despertado la Serpiente Sagrada, haber, dijéramos, marchado firmemente por el Sendero de la Gran Luz.

Hay jinas negros, hay jinas blancos, etc. Considero que las mejores invocaciones se deben hacer siempre estando uno fuera del cuerpo físico o bien con el cuerpo físico metido dentro de la cuarta vertical. Si uno, por ejemplo, pone su cuerpo físico en la cuarta vertical, puede hacer todas las invocaciones que quiera y con muy buen éxito. Pero ¿cómo se mete el cuerpo físico dentro de la cuarta vertical? Pues es cuestión de tener un poquito de fe, señores, fe... Se acuesta uno del lado izquierdo, pone uno su cabeza acá, sobre la palma de la mano izquierda; luego se concentra en Harpócrates, pero hay que saberlo llamar. Dice uno: HAR-PO-CRAT-IS, (pronunciando la “H” como “J”) con concentración plena en Harpócrates (dicen que es un Deiduso que maneja una variante de la fuerza crística).

Se concentra uno invocando a Harpócrates, pero profundamente, y luego, cuando ya se sienta uno que le está rascando mucho el cuerpo, no rascarse, porque si uno se rasca se dañó el experimento. Tiene que acostarse del lado izquierdo y en la forma como están metidos los pollitos dentro del huevo, en el cascarón. Tiene uno que hacerlo en esa forma, y obtiene muy buen éxito. Conviene, por ejemplo, poner un cascarón (de esos de huevo) encima del “buró”, pintadito de azul. Pero para eso hay que hacer una operación mágica. Se despunta un huevo, se le saca la yema y la clara, pero, antes de hacer esa operación se hace pasar el huevo por agua tibia, entibiarlo; luego sí se despunta, se le saca la yema y la clara, se pinta de azul, se coloca sobre el “buró”, pero enseguida, sí, a imaginarse, a verse con la imaginación que uno está metido dentro de ese cascarón, y debe tomar la forma del polluelo dentro del cascarón, bien concentrado en Harpócrates, que es un Deiduso, un Ángel de la Luz. A ése no vayan ustedes a confundirlo con una arpía de la medianoche. No, señor, ese es un Ángel de la Luz.

Entonces, bien concentrados en Harpócrates, cuando comiencen a sentir “rasquiña” no se rasquen, pues al rascarse se dañó el experimento; tiene uno que no rascarse. Luego entonces, cuando se comience uno a ver así como un poco “medio infladón”, como hinchado, es la señal de que ya está entrando en la cuarta dimensión. Al verse así, sentarse suavemente en la cama. Se sienta uno suavemente, con los pies en el suelo, se va poniendo uno de pie. Y ya de pie, dar un saltito alargado, con la intención de flotar. Si flota en el ambiente circundante, es porque ya lo logró, ya está el cuerpo metido en la cuarta dimensión. Con el cuerpo en la cuarta dimensión ustedes pueden viajar a donde quieran; solamente les está prohibido llevarse el cuerpo físico a otros planetas (es un factor inviolable). Conténtense entonces con viajar dentro del planeta Tierra, no vayan a violar leyes.

Se puede viajar, por ejemplo, a las ciudades mágicas que fundaron los Tuatha de Danann. En Europa hay ciudades mágicas. Los mayas, en Yucatán, tienen otras ciudades mágicas, y allí se pueden recibir instrucciones. Pueden viajar también al Templo de Chapultepec, en México. Eso sí, no les aseguro que los dejen entrar. Ustedes golpean a ver; cumplen con golpear. Si los dejan entrar, bien, y si no los dejan entrar, pues no, ¡conformidad! Y al no dejarlos entrar se dan cuenta que todavía hay que trabajar mucho sobre sí mismos, que tienen que disolver el ego animal; eso es claro. Esto se llama, pues, viajar con el cuerpo físico en estado de jinas, y resulta extraordinario.

Discípulo. Maestro, ¿le puedo hacer una pregunta?

Maestro. Sí, dígame...

D. En ese caso, de que llegara uno a flotar ¿en qué forma se trasladaría uno a través de la cuarta dimensión?

M. Pues, francamente nunca había pensado en eso ¿saben? Yo llego y doy el saltito y salgo volando y luego sigo volando.

D. ¿Y cómo llega uno a un lugar que no conoce?

M. Es cuestión de telepatía. Telepáticamente va uno captando el sitio hacia donde se va yendo; poquito por poquito, despacio. Eso sí, lo que puede suceder es que golpee uno y no le abran; porque muchas veces llega uno a un cierto Templo de Misterios, por ejemplo, y como no está preparado, de ahí lo sacan “corriendo”. ¿Qué va hacer? De “metiche” uno, pues lo sacan. De manera que hay que saber, pues, dónde va uno a “meter las narices”, no ir uno a meterse donde no debe. Hay lugares donde son puros mahatmas, puros hierofantes; cuando llega un pobre principiante, de ahí lo sacan “corriendo”, porque “ni modo”.

Así pues que todo esto que hemos platicado esta noche, resulta interesante. Ahora, a los que les cueste trabajo irse con el cuerpo físico desde la cama, pueden hacerlo (si quieren “estar de pascuas”), pues, pueden hacerlo en una forma diferente. Tender primero a salir a voluntad en el astral ¿no? aprovechando el estado de transición entre vigilia y sueño. Y cuando ya esté entre dormido y despierto, se levanta uno “suavecito” de la cama, pone sus pies en el suelo y se erige de pie, se levanta. Si vuelve uno a mirar qué quedó ahí en la cama, quedó el cuerpo. Pero tiene uno que aprovechar el estado de transición existente entre la vigilia y el sueño. Entonces se desdobla, como decimos, en astral. Y si luego quiere cargar el cuerpo, pues retírese del cuerpo, salga caminando en astral, pero llamadlo al cuerpo. ¡Llamadlo, llamadlo!: “¡Cuerpo físico, venid, venid detrás de mí, camina tras de mí; ven, cuerpo, obedéceme!”. Una solución es concentrarse ahí, en ese cuerpo. Él se va levantando y se viene detrás de uno, sin saber uno a qué hora ese cuerpo penetra dentro de uno, y ya ha quedado con el cuerpo físico dentro de la cuarta vertical.

Después de eso, que les permite a ustedes “estar de pascuas”, se van, como se dice en esoterismo, “se van desde aquí rezando” (es una forma de hablar esotérica) y se va uno con cuerpo de carne y hueso y todo, metido entre la cuarta vertical, estudiando las maravillas de la Naturaleza y del Cosmos.

Yo lo he hecho, yo sé hacerlo; yo no le encuentro ningún trabajo a eso, me ha parecido demasiado fácil. Ahora uno, con el cuerpo dentro de la cuarta vertical, sí puede hacer grandes invocaciones. Si uno llama, por ejemplo, al ángel Anael, supongamos, uno pronuncia el nombre del ángel Anael y el mantram Aum varias veces, puede que demore. Hay veces que un maestro de ésos está muy ocupado y demora en venir, pero cuando llega, queda uno asombrado de ver al Maestro: su cabello rubio sobre sus espaldas, su túnica blanca, lleno de extraordinaria belleza (el ángel del Amor) y de una gran sabiduría. Uno en presencia de Anael siente como que regresa a la infancia, le provoca a uno jugar inocentemente, se siente uno dichoso. Si uno le pregunta algo al ángel Anael, le contesta a uno con una sabiduría exacta, nunca falla, jamás.

Así pues, vean ustedes qué interesante es el trabajo de alta magia. Ya en la forma práctica se necesita paciencia. Yo en honor de la verdad les digo: para poder aprender a meter el cuerpo físico en estado de jinas, “me eché” todo un año. Me acostaba invocando por ejemplo a Harpócrates y adormeciéndome ligeramente, chequeando el sueño detenidamente; pero muchas veces me levantaba, salía a caminar, daba el salto y nada, a volver a meterme en la cama otra vez. Y a veces lloviendo salía al patio de la casa muy convencido de que ya, y daba el saltito y nada. En cambio, sí “me pegaba una buena lavada” ¿no? Y en tiempo de invierno ¿ustedes saben lo que es eso? ¡Todo un año! Milagrosamente no me dio una bronconeumonía.

Bueno, lo curioso del caso fue que, sí señor, un día de esos tantos, como catorce veces me había levantado de la cama, haciendo el mismo experimento. Por ahí como a la quince, en la quince salí, di el saltito alargado, con la intención de flotar y al fin funcionó. Dije: ¡Maravilloso! Bueno, ya en ese estado sí pude irme para donde quise. Luego lo seguí haciendo y lo seguí haciendo; total que me dio muy buen resultado, aprovechar el momento preciso de despertar. Si está uno durmiendo profundamente y de pronto se despertó, inmediatamente debe dar un saltito alargado, pero sin pensarlo, porque si metió un poquitín de razón, ya le falló. Instantáneo, automático, sin uno pensar, por puro instinto, debe dar el salto y verán que resulta, queda flotando en estado de jinas. A mí me dio muy buen resultado.

Bueno, lo cierto es que uno con el cuerpo metido en la cuarta vertical, puede verdaderamente invocar a los maestros. Puede invocar si quiere, por ejemplo a Orifiel, a Michael. Se puede invocar a quien se quiera: al maestro Kuthumi, al maestro Moria, platicar con los Seres Inefables, aprender directamente de ellos las grandes verdades, la Gran Sabiduría. Mas tiene uno también que cuidarse de los tenebrosos, porque los tenebrosos atacan, sí, no digo que no atacan, sí atacan. Entonces tiene uno que aprender a formar un círculo mágico a su alrededor, un círculo bien hecho, que lo imagina uno de color blanco a su alrededor, bien hecho. Combina uno la imaginación y la voluntad en vibrante armonía y forma su círculo a su alrededor. Con ese círculo se protege uno de los tenebrosos para que no lo puedan atacar. Y además, debe aprenderse uno de memoria las Conjuraciones de los Cuatro y de los Siete, que sirven para la defensa. Con esas conjuraciones se defiende uno muy bien, los tenebrosos huyen ante las conjuraciones. Pero hay que “echarlas” con fuerza en el momento de peligro.

Hay muchos otros mantrams que después les iremos enseñando, a medida que ustedes avancen en estos estudios. Hoy he querido indicarles cómo meter el cuerpo físico en la cuarta coordenada; les he explicado que hay jinas blancos, que hay jinas negros; que hay tierras de jinas. Las tierras de jinas son tierras de la cuarta dimensión; ese es el Paraíso Terrenal de que habla la Biblia; los “Campos Elíseos”, como se dice, el Edén. Allí encuentra uno humanidades bellísimas de carne y hueso, que viven al lado de nosotros (y sin embargo, las gentes no las ven), que comen, que beben, se reproducen, son personas; la única ventaja es que no tienen ego. ¿Lo ven? ¡Qué ventaja tan formidable! No tienen ego, son inocentes, puras, bellísimas, razas de carne y hueso, humanos. Saben de aquí, de la gente que vive en el mundo de tres dimensiones y ven con horror a esta gente. Son razas que no han salido del Edén, que viven en el Edén.

De manera que la gente que vive aquí en este mundo de tres dimensiones, no es la única gente del planeta Tierra. Hay otras razas que están viviendo actualmente en la cuarta vertical; son personas humanas, pero eso lo viene uno a evidenciar, a verificar, cuando aprende a entrar en la cuarta vertical, antes no. Antes puede ser hasta un motivo de creencia o de incredulidad, o de una carcajada o de un sarcasmo o de un cuento para niños pequeños; pero cuando uno ya, de verdad, se entrenó en el uso, dijéramos, en aprender a entrar en la cuarta dimensión, eso se vuelve una realidad tremenda para uno.

En todo caso, este es el esoterismo práctico. Más vale ser prácticos y no perder nuestro tiempo en tantas teorías de enjundioso contenido que no lo llevan a uno a ninguna parte. ¡Hay que ser prácticos; eso es todo!

Samael Aun Weor

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