CURSO DE GNOSIS

A02.- LA MUERTE MÍSTICA

Es urgente saber que el Yo es un conjunto de elementarios, legión de diablos que se reproducen en los bajos fondos animales del hombre. Cada elementario es un pequeño yo que goza de cierta autoindependencia.

Estos yoes, estos elementarios diabólicos, riñen entre sí: “debo leer el periódico”, dice el yo intelectual; “iré a dar un paseo en bicicleta”, contradice el yo motriz; “tengo hambre”, declara el yo de la digestión; “y no me lo impedirán” exclama el yo pasional en defensa de cualquiera de estos yoes.

El hombre es la ciudad de las nueve puertas. Dentro de esa ciudad viven muchos ciudadanos que ni siquiera se conocen entre sí, cada uno de esos ciudadanos, cada uno de esos pequeños yoes, tiene sus proyectos y su propia mente; esos son los mercaderes que Jesús tuvo que arrojar de su templo con el látigo de la voluntad. Esos mercaderes deben ser muertos.

Ahora nos explicaremos por qué tantas contradicciones internas dentro del individuo. Mientras existan los yoes elementarios no puede haber paz. Los yoes son la causa causarum de todas las internas contradicciones.

El yo que hoy jura fidelidad a la Gnosis es mañana desplazado por otro yo que odia la Gnosis, el yo que hoy jura amor eterno a una mujer es desplazado mañana por otro que la odia. Total el hombre es un ser irresponsable, no tiene todavía un centro permanente de conciencia. El hombre es un ser no logrado. El hombre todavía no es hombre, es tan sólo un animal intelectual.

Es un error muy grave llamar alma a la legión del yo. Realmente el hombre tiene dentro de su esencia el material psíquico, el material para alma, pero todavía no tiene alma.

Jesús dijo a Nicodemus que era preciso nacer de nuevo, nacer de agua y espíritu, para gozar de los atributos que corresponden a un alma de verdad. Es imposible fabricar alma si no pasamos por la muerte mística. Sólo muriendo el yo podemos establecer un centro permanente de conciencia dentro de nuestra esencia interior. Dicho centro es eso que se llama alma. Sólo un hombre con alma puede tener verdadera continuidad de propósitos. Sólo en un hombre con alma no existen las internas contradicciones. Sólo donde no existen las internas contradicciones hay verdadera paz interior.

El Yo gasta torpemente el material psíquico en explosiones atómicas de ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula, etc. Es lógico que mientras el material psíquico no se acumule, el alma no puede ser fabricada. Para fabricar algo se necesita la materia prima, sin la materia prima nada puede ser fabricado porque de la nada nada sale.

Cuando el Yo comienza a morir la materia prima comienza a ser acumulada. Cuando la materia prima comienza a acumularse se inicia el establecimiento de un centro de conciencia permanente.

Cuando el Yo ha muerto absolutamente, el centro de conciencia permanente ha quedado totalmente establecido. Dicho centro maravilloso es el alma. Sólo puede ser fiel a la Gnosis, sólo puede tener continuidad de propósitos quien ha establecido dentro de sí el centro permanente de conciencia. Quienes no poseen dicho centro pueden hoy estar con la Gnosis y mañana contra ella, hoy con una escuela, mañana con otra. Esta clase de personas no tienen existencia real.

La muerte mística es una tarea ardua y difícil. El Yo se disuelve a base de rigurosa comprensión. La convivencia con el prójimo, el trato con las gentes es el espejo donde podemos vernos de cuerpo entero.

En el trato con las gentes nuestros defectos escondidos saltan fuera, afloran, y si estamos vigilantes entonces los vemos. Todo defecto debe ser primero analizado intelectualmente y después estudiado con la meditación. Para que un defecto sea llevado a la meditación, debe haber sido observado previamente.

El sentido de la autoobservación íntima, se encuentra atrofiado en todo ser humano. Trabajando seriamente, autoobservándose de momento en momento, tal sentido se desarrollará en forma progresiva. A medida que el sentido de autoobservación prosiga su desarrollo mediante el uso continuo, nos iremos haciendo cada vez más capaces de percibir en forma directa aquellos yoes sobre los cuales jamás tuvimos dato alguno relacionado con su existencia.

En principio estas creaciones egoicas, estas aberraciones psíquicas que desgraciadamente nos caracterizan, son más feas y monstruosas que las bestias más horrendas que existen en el fondo de los mares o en las selvas más profundas de la tierra. Conforme avancemos en nuestro trabajo podremos evidenciar, mediante el sentido de autoobservación interior, el hecho sobresaliente de que aquellas abominaciones van perdiendo volumen, se van empequeñeciendo.

Resulta interesante saber que tales bestialidades, conforme decrecen en tamaño, conforme pierden volumen y se empequeñecen, ganan en belleza, asumen lentamente una figura infantil. Por último se desintegran, se convierten en polvareda cósmica. Entonces la Esencia enfrascada, se libera, se emancipa, despierta. CON LA MUERTE DEL YO NACE EL ALMA.

Afortunadamente Juan Bautista nos enseñó el Camino Secreto: Morir en sí mismos mediante la decapitación psicológica.

Samael Aun Weor

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