CURSO DE GNOSIS

A01.- ESENCIA, EGO Y PERSONALIDAD

Esencia

Lo que hace bello y adorable a todo niño recién nacido es su Esencia; ésta constituye en sí misma su verdadera realidad. El normal crecimiento de la Esencia en toda criatura, ciertamente es muy residual, incipiente.

El cuerpo humano crece y se desarrolla de acuerdo con las leyes biológicas de la especie, sin embargo tales posibilidades resultan por sí mismas muy limitadas para la Esencia. Incuestionablemente la Esencia sólo puede crecer por sí misma, sin ayuda, en pequeñísimo grado.

Hablando francamente y sin ambages diremos que el crecimiento espontáneo y natural de la Esencia sólo es posible durante los primeros tres, cuatro y cinco años de edad, es decir, en la primera etapa de la vida.

La gente piensa que el crecimiento y desarrollo de la Esencia se realiza siempre en forma continua, de acuerdo con la mecánica de la evolución, más el Gnosticismo Universal enseña claramente que esto no ocurre así. Con el fin de que la Esencia crezca más, algo muy especial debe suceder, algo nuevo hay que realizar. Quiero referirme en forma enfática al trabajo sobre sí mismo. El desarrollo de la Esencia únicamente es posible a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios.

Es necesario comprender que estos trabajos no se refieren a cuestiones de profesión, bancos, carpintería, albañilería, arreglo de líneas férreas o asuntos de oficina. Este trabajo es para toda persona que ha desarrollado la personalidad; se trata de algo psicológico.

Todos nosotros sabemos que tenemos dentro de sí mismos eso que se llama Ego, Yo, Mí mismo, Sí mismo. Desgraciadamente la Esencia se encuentra embotellada, enfrascada entre el Ego y esto es lamentable.

Disolver el Yo psicológico, desintegrar sus elementos indeseables, es urgente, inaplazable, impostergable. Éste es el sentido del trabajo sobre sí mismo.

Nunca podríamos libertar la Esencia sin desintegrar previamente el Yo psicológico. En la Esencia está la religión, el Buddha, la sabiduría, las partículas de dolor de nuestro Padre que está en los cielos y todos los datos que necesitamos para la autorrealización íntima del Ser.

Nadie podría aniquilar el Yo psicológico sin eliminar previamente los elementos inhumanos que llevamos dentro. Necesitamos reducir a cenizas la crueldad monstruosa de estos tiempos, la envidia que desgraciadamente ha venido a convertirse en el resorte secreto de la acción, la codicia insoportable que ha vuelto la vida tan amarga, la asqueante maledicencia, la calumnia que tantas tragedias origina, las borracheras, la inmunda lujuria que huele tan feo, etc., etc., etc.

A medida que todas esas abominaciones se van reduciendo a polvareda cósmica, la Esencia, además de emanciparse, crecerá y se desarrollará armoniosamente. Incuestionablemente cuando el Yo psicológico ha muerto, resplandece en nosotros la Esencia.

La Esencia libre nos confiere belleza íntima; de tal belleza emanan la felicidad perfecta y el verdadero Amor. La Esencia posee múltiples sentidos de perfección y extraordinarios poderes naturales. Cuando morimos en sí mismos, cuando disolvemos el Yo psicológico, gozamos de los preciosos sentidos y poderes de la Esencia.

Ego

Como quiera que superior e inferior son dos secciones de una misma cosa, no está de más sentar el siguiente corolario: “Yo superior, Yo inferior” son dos aspectos del mismo Ego tenebroso y pluralizado. El denominado "Yo divino" o "Yo superior", "Alter ego" o algo por el estilo, es ciertamente una triquiñuela del Mí mismo, una forma de autoengaño. Cuando el Yo quiere continuar aquí y en el mas allá, se autoengaña con el falso concepto de un Yo divino inmortal.

Ninguno de nosotros tiene un Yo verdadero, permanente, inmutable, eterno, inefable, etc., etc., etc. Ninguno de nosotros tiene en verdad una verdadera y auténtica unidad de Ser; desafortunadamente ni siquiera poseemos una legítima individualidad. El Ego, aunque continúa más allá del sepulcro, tiene sin embargo un principio y un fin. El Ego, el Yo, nunca es algo individual, unitario, unitotal. Obviamente el Yo es Yoes.

En el Tibet oriental a los Yoes se les denomina "Agregados psíquicos" o simplemente "Valores", sean estos últimos positivos o negativos. Si pensamos en cada Yo como una persona diferente, podemos aseverar en forma enfática lo siguiente: Dentro de cada persona que vive en el mundo, existen muchas personas. Incuestionablemente dentro de cada uno de nosotros viven muchísimas personas diferentes, algunas mejores, otras peores. Cada uno de estos Yoes, cada una de estas personas lucha por la supremacía, quiere ser exclusiva, controla el cerebro intelectual o los centros emocional y motor cada vez que puede, mientras otro no lo desplaza.

La Doctrina de los muchos Yoes fue enseñada en el Tibet oriental por los verdaderos clarividentes, por los auténticos iluminados.

Cada uno de nuestros defectos psicológicos está personificado en tal o cual Yo. Como quiera que tenemos millares y hasta millones de defectos, ostensiblemente vive mucha gente en nuestro interior. En cuestiones psicológicas hemos podido evidenciar claramente que los sujetos paranoicos, ególatras y mitómanos, por nada de la vida abandonarían el culto al querido Ego. Incuestionablemente tales gentes odian mortalmente la doctrina de los muchos Yoes.

Cuando uno de verdad quiere conocerse a sí mismo, debe autoobservarse y tratar de conocer los diferentes Yoes que están metidos dentro de la personalidad. Si alguno de nuestros lectores no comprende todavía esta doctrina de los muchos Yoes, se debe exclusivamente a la falta de práctica en materia de autoobservación. A medida que uno practica la autoobservación interior, va descubriendo por sí mismo a muchas gentes, a muchos Yoes, que viven dentro de nuestra propia personalidad. Quienes niegan la doctrina de los muchos Yoes, quienes adoran a un Yo divino, indubitablemente jamás se han autoobservado seriamente. Hablando esta vez en estilo socrático, diremos que esas gentes no sólo ignoran sino además ignoran que ignoran. Ciertamente jamás podríamos conocernos a sí mismos, sin la autoobservación seria y profunda.

En tanto un sujeto cualquiera siga considerándose como Uno, es claro que cualquier cambio interior será algo más que imposible.

Personalidad humana

Un hombre nació, vivió 65 años y murió; pero ¿dónde se encontraba antes de 1900 y dónde podrá estar después de 1965? La ciencia oficial nada sabe sobre todo esto. Ésta es la formulación general de todas las cuestiones sobre la vida y la muerte.

Axiomáticamente podemos afirmar: “El hombre muere porque su tiempo termina, no existe ningún mañana para la personalidad del muerto”.

Cada día es una onda del tiempo, cada mes es otra onda del tiempo, cada año es también otra onda del tiempo y todas estas ondas encadenadas en su conjunto constituyen la gran onda de la vida. El tiempo es redondo y la vida de la personalidad humana es una curva cerrada. La vida de la personalidad humana se desarrolla en su tiempo, nace en su tiempo y muere en su tiempo, jamás puede existir más allá de su tiempo. Esto del tiempo es un problema que ha sido estudiado por muchos sabios. Fuera de toda duda el tiempo es la cuarta dimensión.

La geometría de Euclides sólo es aplicable al mundo tridimensional pero el mundo tiene siete dimensiones y la cuarta es el tiempo.

La mente humana concibe la eternidad como la prolongación del tiempo en línea recta. Nada puede estar más equivocado que este concepto porque la eternidad es la quinta dimensión. Cada momento de la existencia se sucede en el tiempo y se repite eternamente. La muerte y la vida son dos extremos que se tocan. Una vida termina para el hombre que muere pero empieza otra. Un tiempo termina y otro comienza, la muerte se halla íntimamente vinculada al eterno retorno.

Esto quiere decir que tenemos que retornar, regresar a este mundo después de muertos para repetir el mismo drama de la existencia, mas si la personalidad humana perece con la muerte, ¿quién o qué es lo que retorna? Es necesario aclarar de una vez y para siempre que el Yo es el que continúa después de la muerte, que el Yo es quien retorna, que el Yo es quien regresa a este valle de lágrimas.

Todo retorno implica desde luego la fabricación de una nueva personalidad humana. Ésta se forma durante los primeros siete años de la infancia. El ambiente de familia, la vida de la calle y la escuela, dan a la personalidad humana su tinte original característico. El ejemplo de los mayores es definitivo para la personalidad infantil. El niño aprende más con el ejemplo que con el precepto. La forma equivocada de vivir, el ejemplo absurdo, las costumbres degeneradas de los mayores, dan a la personalidad del niño ese tinte peculiar escéptico y perverso de la época en que vivimos. En estos tiempos modernos el adulterio se ha vuelto más común que la papa y la cebolla y como es apenas lógico esto origina escenas dantescas dentro de los hogares. Son muchos los niños que por estos tiempos tienen que soportar, llenos de dolor y resentimientos, los látigos y palos del padrastro o de la madrastra. Es claro que en esa forma la personalidad del niño se desarrolla dentro del marco del dolor, el rencor y el odio.

Existe un dicho vulgar que dice: "El hijo ajeno huele a feo en todas partes". Naturalmente en esto también hay excepciones pero éstas se pueden contar con los dedos de la mano y sobran dedos. Los altercados entre el padre y la madre por cuestión de celos, el llanto y los lamentos de la madre afligida o del marido oprimido, arruinado y desesperado, dejan en la personalidad del niño una marca indeleble de profundo dolor y melancolía que jamás se olvida durante toda la vida.

La psicología revolucionaria del Movimiento Gnóstico, en forma clara y precisa hace una distinción de fondo entre el Ego y la Esencia. Durante los tres o cuatro primeros años de vida, sólo se manifiesta en el niño la belleza de la Esencia, entonces el niño es tierno, dulce, hermoso en todos sus aspectos psicológicos. Cuando el Ego comienza a controlar la tierna personalidad del niño toda esa belleza de la Esencia va desapareciendo y en su lugar afloran entonces los defectos psicológicos propios de todo ser humano. Así como debemos hacer distinción entre Ego y Esencia, también es necesario distinguir entre Personalidad y Esencia.

El Ser humano nace con la Esencia mas no nace con la Personalidad. Esta última es necesario crearla. Personalidad y Esencia deben desarrollarse en forma armoniosa y equilibrada.

En la Esencia tenemos todo lo que es propio, en la Personalidad todo lo que es prestado. En la Esencia tenemos nuestras cualidades innatas, en la Personalidad tenemos el ejemplo de nuestros mayores, lo que hemos aprendido en el hogar, en la escuela, en la calle.

La calidad de la Personalidad humana depende exclusivamente del tipo de material psicológico con el cual fue creada y alimentada. Alrededor de Personalidad, Esencia, Ego o Yo, existe entre los estudiantes de Psicología mucha confusión. Algunos confunden la Personalidad con la Esencia y otros confunden al Ego o Yo con la Esencia.

Es urgente saber que necesitamos desintegrar el Ego, el Mí mismo, el Yo, reducirlo a polvareda cósmica. La Personalidad es tan sólo un vehículo de acción, un vehículo que fue necesario crear, fabricar.

La Personalidad en sí misma sólo es un vehículo y nada más. A través de la personalidad puede manifestarse el Ego o el Ser, todo depende de nosotros mismos.

Samael Aun Weor




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